26 de junio, 2020
A 47 AÑOS DE LA HUELGA GENERAL
Una batalla ideológica inconclusa
Se ha escrito y hablado mucho en torno al golpe de estado de 1973, pero poco se ha dicho sobre la huelga general y su significado como respuesta de los trabajadores organizados y conscientes junto a los estudiantes y sectores del pueblo. Este “acto” siempre ha quedado oculto o minimizado. La huelga general contra el golpe de estado fue de carácter político, expresión del más alto nivel de madurez de los trabajadores marcando la lucha de resistencia durante los 12 años siguientes que duró la dictadura.

Podemos señalar que esta etapa tan significativa para nuestro país y su gente ha estado subyacente como eje central de la lucha ideológica entre los sectores dominantes y el movimiento popular por el relato y “la verdad histórica” sobre los acontecimientos relacionados con el golpe de estado.
Su significado en la construcción de la “democracia” postdictadura hasta el presente de tapabocas y distanciamiento social, este hecho histórico que cumple 47 años el 27 de junio, es un permanente convidado de piedra en la batalla ideológica cultural.
Las clases dominantes y sus expresiones políticas, los Partidos Tradicionales y Cabildo Abierto hoy, con su pretendida amnistía a torturadores y asesinos, han desplegado desde la vuelta a la democracia una serie de argumentos justificando la necesidad del golpe ante el peligro que se encontraba la “democracia” jaqueada por ideas ajenas y foráneas al “ser oriental”.
Esta construcción ideológica junto al planteo de dar vuelta la página se resume en la “teoría de los dos demonios” desarrollada por Sanguinetti: El golpe es resultante del sesentismo. El estado de guerra interno es provocado por el MLN que generó la respuesta militar. Puestas en peligro las instituciones tomaron las acciones para frenar la amenaza. En ese proceso de lucha contra “el mal”, “que actuaba bajo las sombras”, las FFAA fueron muy entusiastas y se excedieron en sus atribuciones.
La simplificación y ocultamiento real de las causas bajo el argumento de una guerra entre dos bandos (demonios) justifica el golpe de estado. A su vez esta teoría fue acompañada y abonada por el MLN con su propio relato de los acontecimientos vinculados a esa época. Fue su estrategia para hacerse de la épica existente en torno a la resistencia contra la dictadura y en su inserción en la vida democrática del país. Como agrupación política no habían sido parte de la contienda debido a la derrota militar y su liquidación como organización en 1972.
A su vez, los PPTT pretendían instalar su verdad sobre las causas de la caída de la dictadura en los acuerdos de cúpulas, quitando del medio el protagonismo de los trabajadores y el movimiento popular. Otros, “la generación del 83” hacen referencia a un renacer espontáneo generacional en la lucha contra la dictadura. Debemos ser claros, no existiría “generación del 83”, ni “Un río de Libertad” ni retorno de Wilson, ni dictadores en una mesa de negociación, sin la huelga general y la resistencia sostenida de trabajadores y pueblo durante 12 años pagando un alto precio en torturados, presos, muertos y desparecidos.
27 de Junio de 1973
El Golpe de Estado no fue la obra de un reaccionario, fascista, como el Presidente Bordaberry, ni de algunos generales con ansias de poder.
No.
Fue la voluntad libremente elegida por los hombres fuertes de la economía nacional e internacional, del capital monopólico, en su desmedida, despiadada ambición que no conoce límites, la Oligarquía financiera que esperaba su oportunidad, que se preparaba desde hace muchos años para ajustar cuentas con la clase obrera y el pueblo, con los que resistían al saqueo de su salario, mientras crecían en conciencia y organización, forjando su unidad en la CNT y el FA.
Esos señores, querían toda la bolsa, aquí y allá, en momentos que llegaban a su fin los «30 años dorados» (1945 – 1975) en los países centrales (USA, Europa y Japón). Agotada la posibilidad del Estado de Bienestar -donde aumentaban salarios y ganancias- el Gran capital se disponía a recomponer su «tasa de ganancia». Eso significaba conflicto, agudización de la lucha de clases, represión, debilitar a los sectores populares, aniquilarlos si fuera posible. Y así fue, cárcel, exilio, tortura, muerte, desaparición forzada, en manos de esbirros, bien pagos, las Fuerzas Armadas en AL, fuerzas de ocupación en su propio país.
Hoy vemos a muchos hacer gárgaras con la democracia, exigiendo al PIT-CNT credenciales democráticas y mostrándose como grandes luchadores contra la dictadura. La importancia de la verdad histórica vale en tanto no se ha cerrado la lucha entre la oligarquía y el pueblo. Hoy vuelven a prenderse luces rojas y el pueblo uruguayo debe estar alerta ante los intentos nostálgicos de sectores fascistas aliados a la derecha tradicional uruguaya. De ahí la importancia de la huelga general como enseñanza para las futuras generaciones.
La huelga general significó un punto de inflexión en la historia del país.
Fue la confrontación entre la oligarquía y el pueblo en un contexto internacional de reconfiguración del capitalismo para salir de la crisis en que se encontraba y de la cruzada contra el campo socialista y particularmente contra Cuba.
Era necesario avanzar contra todas las barreras institucionales y las democracias en el continente. América Latina se escapaba de sus manos como la arena se filtra por entre los dedos. Era necesario poner a raya al movimiento popular y a todo aquel que se opusiera a los planes del capital financiero internacional.
Uruguay comienza su caída hacia una profunda crisis a partir de la ruptura del “pacto social”, del desarrollo de la vida democrática construida bajo el batllismo a manos de Chicotazo, herreristas y asociaciones rurales; dicho sea de paso siempre listas para impulsar las propuestas más reaccionarias contra el pueblo.
Bajo el gobierno del partido nacional – en 1959 – se inicia la relación de dependencia con el FMI que se profundiza posteriormente. Proceso que se agudiza bajo el gobierno de Pacheco, y su gabinete de “ministros empresarios”, representantes directos de la oligarquía (desplazando a los ”políticos profesionales”) llevan al país hacia una crisis profunda decretando el “congelamiento de salarios y precios”. Según Ramón Díaz, subsecretario de Industria y comercio, dirigida por Peirano Facio, esta acción fue un truco. El truco resultó nefasto para el pueblo trabajador. En concreto los salarios quedaron congelados pero los precios no, alcanzando en 12 meSes cerrados en junio del año 1968 el record inflacionario de un 182,9 %.
El período de los años 60 estuvo abonado por la confrontación con la oligarquía y el capital monopólico, por parte de los sindicatos, sectores medios y estudiantes para enfrentarlos. La lucha conjunta lleva a comprender la necesidad de la unidad por parte de los trabajadores. Así nace la CNT en 1966, anteriormente en 1965 el Congreso del Pueblo aprobaba un programa para dar respuesta a la crisis. Ya había sido el golpe de estado en Brasil y el intento en Uruguay que anunciaban los planes golpistas reaccionarios en el continente. Ante el ruido de bayonetas, la CNT resuelve enfrentar con la huelga general cualquier intento de golpe contra la democracia.
A su vez, en ese contexto irrumpen nuevos sectores al campo de la lucha producto de las urgencias económicas y sociales. El clima de carácter revolucionario en el continente y un erróneo análisis de la Revolución Cubana, llevó a trasladar mecánicamente esa experiencia (a pesar de la advertencia del Che en su discurso del Paraninfo de la Universidad en 1961) a nuestro país.
Es así que en Uruguay se conforma oficialmente el MLN en 1965. No obstante esto, en 1963 ya habían realizado un asalto al Tiro Suizo y otro al Banco de Cobranzas.
El MLN define agotadas las condiciones para desenvolver la lucha en el marco democrático, quedando como único camino para impulsar un cambio revolucionario, la lucha armada. Indudablemente para la realidad uruguaya de ese momento, esta decisión fue tomada sin tener en cuenta el desarrollo del movimiento popular, el proceso de acumulación de fuerzas, la larga trayectoria democrática del país y las condiciones subjetivas de las grandes mayorías. Confundir el método de lucha armada como factor suficiente para crear consciencia independientemente de la realidad, significó una muestra clara del aventurerismo infantil de izquierda.
Este hecho (nada nuevo en la historia de los procesos revolucionarios en el mundo) en Uruguay sirvió de excusa a la oligarquía y a los sectores más reaccionarios para avanzar contra las conquistas democráticas, contra los trabajadores y el conjunto del pueblo También implicó el repliegue de sectores democráticos ante el temor y el miedo. Con la consigna de orden o caos, Pacheco instaló un gobierno autoritario bajo “medidas prontas de seguridad”. Ya en la década del 70, en el marco de la lucha contra la carestía, los salarios y jubilaciones, contra el autoritarismo y el atropello a las libertades democráticas, surge el Frente Amplio con la unidad programática de la izquierda y sectores democráticos desprendidos de los PPTT. En las elecciones de 1971 triunfa Bordaberry producto del fraude electoral sobre Wilson Ferreira Aldunate candidato por el Partido Nacional.
Ante un país inmerso en una situación de inestabilidad económica, social y política, Bordaberry da continuidad a las mismas recetas del pachequismo y del FMI, profundizando aún más la situación de crisis general. En ese marco se produce el asalto a la enseñanza en todos los aspectos, entre ellas la reforma educativa impulsada por el actual senador J.M. Sanguinetti, en aquel entonces Ministro de Educación.
En nombre de la lucha “contra la sedición” se promueven leyes profundamente antidemocráticas y antipopulares fortaleciendo a sectores fascistas y a la doctrina de la “seguridad nacional” proclamada por el imperialismo yanqui para alinear su patio trasero (AL) en la lucha global contra el comunismo internacional. Como consecuencia de la evolución de los acontecimientos, fue proclamado el 15 de abril de 1972 un “estado de guerra interno” y promulgadas varias leyes, a pedido del Poder Ejecutivo, en virtud de las cuales quedaron suspendidas temporalmente ciertas garantías constitucionales.
Los PPTT crean las condiciones para la participación de las FFAA en los asuntos internos de la nación. La oligarquía y sus fieles representantes pretendieron que los militares se encargaran de poner en orden la casa, que actuaran como verdadero “ejército de ocupación”, brazo armado al servicio de los poderosos y el capital monopólico financiero, actuando contra su propio pueblo con la condición de que después de hacer el trabajo sucio volvieran a los cuarteles. Pero no fue así.
En 1972, Bordaberry desarticula definitivamente al MLN pero las condiciones económicas y sociales de la crisis se agudizan unidas al permanente atropello a la vida democrática del país.
En esa batalla, Bordaberry y compañía, se vieron cada vez más aislados por su política antipopular y autoritaria, enfrentado a un creciente movimiento popular y democrático que exigía su renuncia, convocatoria a la Asamblea Constituyente y llamado a nuevas elecciones. Como decíamos, el Ejército no retornó a los cuarteles. Impregnado por la creciente situación social y política cuestionan la autoridad de Bordaberry enfrentándolo en febrero de 1973, al no aceptar el Ejército y la Fuerza Aérea el nombramiento como Ministro de Defensa del general Antonio Francese. Ante la indiferencia ciudadana a su llamado de «defender las instituciones» y el abandono de su defensa por parte de la Armada, Bordaberry terminó cediendo y pactando con las Fuerzas Armadas el 12 de febrero en el llamado Acuerdo de Boiso Lanza, en lo que, para algunos, fue el prólogo del quiebre institucional que vendría.
La clase obrera no fallará
El 27 de junio de 1973 con la disolución del Parlamento da comienzo el golpe de Estado con Bordaberry a la cabeza dando inicio a 12 años de terror. Esa misma noche, la CNT declara la huelga general contra el golpe y en defensa de la democracia.
Heroica resistencia de los trabajadores fue la síntesis superior de la consciencia de clase y su responsabilidad histórica construida en años de lucha. Pero la huelga general también mostró la debilidad en el proceso de unidad de la clase obrera con otros sectores de la sociedad y el “valor de la democracia” para sectores medios, la pequeña burguesía, que prefirieron sacrificarla, mirar hacia el costado pensando que el fascismo no los iba a tocar. Dejaron que los trabajadores y los sectores más conscientes de la sociedad se desangraran en esta lucha (hecho que se repite en la historia)
Pero a diferencia de sectores titubeantes de la pequeña burguesía, la clase obrera actuó fiel a lo definido sin medir costos. Enfrentar el golpe de estado era y es una cuestión de principios. No existe en ninguna organización patronal, Asociación Rural del Uruguay, Federación Rural, Cámara de Comercio y otras que tengan un declaración de principios de esta magnitud. Durante la dictadura fueron aliados e hicieron pingues negocios sobre la más brutal explotación de los trabajadores, persiguieron todo intento de sindicalización, delataron al peligroso para sus intereses hasta que la dictadura dejó de ser útil para sus intereses. Hoy, en plena discusión de la LUC, hacen buche con la democracia que ellos mismos traicionaron y vuelven a la carga contra los sindicatos. Sueñan con un mundo sin ellos, donde el trabajador acepte mansamente las condiciones inhumanas que pretenden imponer). Este hecho ha sido ocultado en forma especial por los personeros de siempre y los constructores de relatos falsos. La derrota de la dictadura se inició con la huelga general llevada adelante por los trabajadores y sectores aliados a ella unidos en su querida CNT. La actitud de los trabajadores en sostener por 15 días la huelga general desnudó y puso a nivel internacional el carácter fascista del golpe e impulsó la acción colectiva del pueblo para construir la unidad más amplia para enfrentar la dictadura.
Como decíamos al comienzo, la sociedad uruguaya está en deuda con los trabajadores en el reconocimiento de su lucha por la democracia y la huelga general. Indudablemente es parte de la lucha por la verdad histórica pero también es parte de la lucha ideológica que se expresa en palabras de Ziatrrosa en Adagio a mi país: “Dice mi pueblo que puede leer / En su mano de obrero el destino / Y que no hay adivino ni rey / Que le pueda marcar el camino / Que va a recorrer…”
Es decir, no hay atajos ni acciones aventureras que puedan sustituir la acción colectiva de un pueblo por conquistar su verdadera dignidad. Los cambios se hacen con el pueblo o no se hacen. Es la enseñanza de la huelga general y la larga lucha contra la dictadura.
Como homenaje a cientos de compañeras y compañeros que quedaron por el camino en la lucha contra la dictadura fascista dejamos aquí las palabras de Enrique Rodríguez, obrero, senador del FA y miembro del Partido Comunista la noche que se define la disolución del Parlamento:
”Después de esta jornada aciaga, en la calle en la dura lucha, en las confrontaciones, en la sangre que seguramente verterán los que han llevado al país a esta encrucijada, más allá de todo esto, surgirá un pueblo que como aquí se ha dicho, no ha nacido para ser esclavo y, en el centro de ese pueblo-que nadie lo dude, que nadie tenga un asomo de duda- estarán las fuerzas que componen el núcleo político que nosotros representamos y dentro de él estará (lo digo con orgullo) con la bandera desplegada en su forma más alta y gallarda, la clase trabajadora del Uruguay que nunca ha fallado a las causas populares y que no fallará ahora”.
¡Salud trabajadores, orgullo del pueblo uruguayo!
