El Chasque Nº33

31 de julio, 2020

Parece una eternidad y llevamos apenas cinco meses.

Ni los más audaces analistas políticos, ni los famosos oráculos, ni el pulpo Paul, ni el propio Marx, habrían predicho el estallido a nivel global de una pandemia provocada por un virus que por sus características ha derivado en una dramática exposición de las miserias humanas provocadas por un sistema cuya esencia y modus operandi es el sometimiento de millones de seres a los designios del gran capital.

 A escasos cinco meses que se desató la pandemia ya vemos

las primeras concecuencias en el terreno económico y social.

La fortuna de los 73 milmillonarios de América Latina aumentó en 48 200 millones de dólares desde el comienzo de la pandemia.

La región más desigual del planeta se ha convertido también en el epicentro de la crisis económica y todos los correspondientes indicadores económicos activan las alarmas.

La paradoja es que esta crisis no afecta a todos por igual. Desde el principio de los confinamientos, han aparecido 8 nuevos mil millonarios en la región, es decir 1 nuevo mil millonarios cada dos semanas, mientras se estima que hasta cincuenta y dos millones de personas se convertirán en pobres y cuarenta millones perderán sus empleos este año.

La riqueza de esta élite de supermillonarios de la región ha crecido un 17% desde mediados de marzo: US$ 48.200 millones.(Oxfam)

Uruguay, entre la pandemia y la ofenciva neoliberal.

El triunfo de la derecha tradicional unida a sectores de la ultraderecha y el inicio de su gobierno coincidió con el comienzo de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19.

La actual crisis con su necesario aislamiento y distanciamiento social para combatir el contagio a permitido instalar y concretar sin mayores dificultades los objetivos trazados por la coalición multicolor, hoy descolorida por el abandono de algunos..

La elección del gobierno de cómo abordar las consecuencias de la crisis sanitaria no es un acto casual. Por el contrario, responde a posiciones ideológicas históricas de los sectores más retrógrados de la derecha uruguaya. Para estos señores es la oportunidad para de llevar adelante un ajuste político e ideológico de carácter histórico contra el acervo histórico – cultural del “Estado como escudo de los pobres” construido en un largo período de la vida de nuestro país por el batllismo.

A su vez en esta pretensión de barrer con esa construcción cultural existente en la sociedad se complementa con el ajuste de cuentas con su rival estratégico, los trabajadores y sus organizaciones sindicales.

El famoso cuento de la libertad, se relaciona directamente con “no pongan trabas al capital y al mercado”. Hay que dejar que ellos regulen y equilibren las actividades en la sociedad.

Cuanto menos se meta el Estado en la vida de la gente mejor.

Lo más importante es “la libertad” de las personas, las sociedades son la sumatoria de individualidades, etc. La vida de las personas es producto de sus actos y elecciones. Así hemos visto y escuchado a Lacalle en las entrevistas en medios argentinos pro macristas. Esta apología se manifiesta por ejemplo en la explicación de la pobreza como resultado de un comportamiento erróneo o falta de voluntad y no producto de una determinada realidad material que impone esa situación a miles de personas.

Siendo consecuentes con esa filosofía ellos decidieron “recortar la participación del Estado en las políticas públicas” ya que para la visión extrema de que todo debe dar ganancia, es evidente que invertir en políticas públicas es un “gasto”

Por lo tanto deciden en medio de la pandemia bajar el “gasto”, cuando hasta el FMI recomienda hoy a los Estado impulsar políticas públicas y sociales de rescate que ayuden a evitar caídas abruptas y una mayor recesión.

El mejor ejemplo es la salud. Uruguay cuenta en la actualidad con el mejor sistema de salud de AL y es probable que esa sea una ventaja real en como enfrentar esta pandemia con respecto a otros países. El mercado jamás hubiera invertido en algo “por las dudas”, es decir en algo que no tiene un retorno a corto plazo o que no se sabe si lo tendrá. Es igual para la existencia de los Bomberos. No todos los días hay incendios, pero igual hay que tenerlos y pagar su mantenimiento. Si fuese por el capital y el mercado no los tendríamos. Ellos señalan que se gastó mucho, nosotros decimos por suerte se gastó mucho en la salud, en educación, seguridad, en la ciencia, en conectividad, en el plan CEIBAL y podríamos seguir.

Y estas visiones son las que hoy chocan en el marco de la discusión del presupuesto, que se expresan en la LUC y en su firme intención de desmantelar las empresas públicas.

Lo vemos con ANTEL y la intención de erosionar (su fortaleza como empresa), la imagen construida y desmantelar áreas de negocios de la comunicación para cederlos a que serán tomados por las compañías privadas.

Y como decíamos, esto recién comienza.

En una primera instancia la actual situación unida a la aplicación de políticas recesivas y prescindentes del Estado, ha derivado en una pérdida de 120.000 puestos de trabajo, lo cual supone que la tasa de desempleo alcance el 16 %.

A su vez unas 100.000 personas caerán en situación de pobreza, lo cual implicará probablemente que la pobreza infantil pase de 17 % a más de 20 %. Estos números son personas que no tendrán esperanzas, ni posibilidad de una recuperación rápida ni podrán emigrar a otros países como sucedió en el 2002, sacando presión a la situación. Sin embargo el gobierno sigue privilegiando al gran capital, al “Maya de Oro” mientras descarga la crisis sobre la gran mayoría del pueblo.

Esta puesta a punto del gran capital tiene a su vez su contraparte en el terreno de la superestructura con la promoción de leyes represivas (LUC mediante), instalando un estado policial que hoy conduce a que Larrañaga en conferencia de prensa justificara la tortura, resguardándose en argumentos técnicos ante el uso de la picana por parte de dos policías en un detenido.

La necesaria recomposición de un contexto favorable a la reproducción del capital pasa por llevar adelante medidas autoritarias y represivas en el terreno jurídico, sindical y educativo.  Van de la mano. Sin ellas el modelo neoliberal es imposible de sostener. El actual gobierno se propone romper con el “consenso de clases”, con ese estado de cosas donde “todos podemos ser”, argumentada y desarrollada durante 15 años de gobiernos frenteamplistas como único camino posible a transitar como sociedad. Esa visión del “progresismo uruguayo” derrotado en las últimas elecciones, abre paso al ajuste violento del capital, característica natural demostrada en su devenir histórico. El capital necesita destruir para reconstruir y reproducirse. Destruye recursos naturales, recursos productivos y seres humanos.

En Uruguay no va a ser la excepción. Veremos como se destruyen recursos acumulados por la sociedad, para dar lugar a un nuevo ciclo de reproducción y acumulación del capital en menos manos.

Unidad y lucha del pueblo

Por la larga experiencia acumulada sabemos que el único camino pasa por la lucha y la unidad del pueblo para enfrentar los planes regresivos del capital financiero y su histórica representante, la oligarquía.

A su vez es determinante el trabajo en las comunidades, en los barrios, construyendo consciencia de la necesidad de un cambio real y de fondo, con una amplia participación directa de las personas en la construcción de su propio destino.  Debemos avanzar en una profunda autocrítica y debate de ideas dentro del Frente Amplio. Y debe ser abierta y sincera para encontrar nuevos caminos y formas que nos acerquen a la construcción de una sociedad diferente a la que conocemos hasta ahora. Esta discusión debe ser hecha en el seno del pueblo y no al margen o de espaldas a él ya que creemos como Artigas que los cambios son con el pueblo o no lo son. 

Las elecciones departamentales son una oportunidad para retomar el contacto con nuestra gente, darnos un baño de humildad y trabajar mano a mano, hombro a hombro con nuestro pueblo y desde ahí, construir nuevamente la esperanza de que es posible un mundo mejor.

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