Ciento cincuenta años del “Problema de la Vivienda” y ciento cincuenta años de problemas de vivienda

Benjamín Nahoum

Chasque 51: A 200 años del nacimiento de Federico Engels
28/11/2020

Releyendo a Engels

Hace casi ciento cincuenta años, Friedrich Engels publicó en el diario “Der Volkstaat”, órgano del Partido Obrero Socialdemócrata alemán, una serie de artículos que luego fueron editados en un volumen que se denominó “Contribución al problema de la vivienda”. Los artículos eran parte de varias polémicas, en particular una que Engels desarrolló durante varios meses, al principio de la década de 1870, con un médico y activista llamado Arthur Mühlberger, inconfeso pero no por eso menos seguidor de las ideas de Pierre Joseph Proudhon, por entonces ya fallecido, no así sus ideas.

Leídos quince décadas después, esos textos sorprenden por su frescura, digna del gran polemista que era Engels, pero sobre todo por la gran vigencia de sus ideas centrales. No en balde el gobierno alemán de la época (comienzos del Imperio) había prohibido la divulgación de los citados escritos.

Para comenzar, es clave la identificación que Engels hace del llamado “problema de la vivienda” o “penuria de vivienda” con la situación creada por el orden social imperante:

“(La) penuria de la vivienda no es peculiar del momento presente; ni siquiera es una de las miserias propias del proletariado moderno a diferencia de todas las clases oprimidas del pasado; por el contrario, ha afectado de una manera casi igual a todas las clases oprimidas de todos los tiempos. Para acabar con esta penuria de la vivienda no hay más que un medio: abolir la explotación y la opresión de las clases laboriosas por la clase dominante”.

“(…) (La penuria de la vivienda) es un producto necesario del régimen social burgués (…) no podría existir sin penuria de la vivienda una sociedad en la cual la gran masa trabajadora no puede contar más que con un salario y, por tanto, exclusivamente con la suma de medios indispensables para su existencia y para la reproducción de su especie (…). En semejante sociedad, la penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar; es una institución necesaria que no podrá desaparecer, con sus repercusiones sobre la salud, etc., más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer sea transformado de raíz.”

Ciento cincuenta años después, estos conceptos siguen siendo válidos, aunque el tiempo y la historia nos han enseñado que eso no quiere decir, naturalmente, que haya que esperar la revolución para que mejoren las condiciones de vida de los sectores carenciados, porque cuanto peor casi nunca es mejor. Como dice el viviendista chileno Alfredo Rodríguez, en una frase que me gusta citar: “(…) estos años oscuros (los de las dictaduras) (…) nos han enseñado la construcción paciente (la reconstrucción paciente de nuestras ideas, de nuestras vidas, de las relaciones sociales, el fin de la supeditación de los cambios a los cambios totales)”. El comprender, en definitiva, que los pequeños pasos también son parte de los grandes recorridos, y que nos ayudan a darnos cuenta que podemos ser constructores de nuestro destino. Pero sin que deje de ser cierto que nada podrá cambiar radicalmente, si no hay cambios radicales en el ordenamiento social.

No menos importantes son algunos conceptos que Engels maneja en la tercera parte de “Contribución”:

“(…) el rescate de la vivienda de alquiler y la transferencia de la propiedad de la vivienda al arrendatario (…) no afecta en nada al modo capitalista de producción. (…) esta proposición, con el desarrollo actual de la gran industria y de las ciudades, es tan absurda como reaccionaria, y (…) el restablecimiento de la propiedad individual de cada uno sobre su vivienda sería una regresión.

Engels muestra, en efecto, que si el obrero se transforma en propietario “los gastos de vivienda ya no entran en el valor de su fuerza de trabajo. Pero toda disminución de los gastos de producción de la fuerza de trabajo, es decir, toda reducción por largo tiempo de los precios de los medios de subsistencia del obrero equivale (…) a una baja del valor de la fuerza de trabajo y lleva, en fin de cuentas, a una baja correspondiente del salario”. Por eso reivindicaba el mantenimiento del sistema de tenencia de la vivienda en arrendamiento, pero postulaba que la propiedad de las viviendas debía ser de toda la sociedad, para asegurar que fueran efectivamente adecuadas y evitar la especulación.

También el término “rescate”, usado en el sentido de la transferencia de recursos de propiedad privada a la propiedad social, merece una digresión. Engels sostiene que “la ´apropiación efectiva´ de todos los instrumentos de trabajo, de toda la industria (y de las casas de alquiler) por la población laboriosa, es precisamente lo contrario del ´rescate´ proudhoniano”. En la propuesta de éste, “es el obrero individual el que pasa a ser propietario de la vivienda, de la hacienda campesina, del instrumento de trabajo”, en la de Engels, “en cambio, es la ´población laboriosa´ la que pasa a ser propietaria colectiva de las casas, de las fábricas y de los instrumentos de trabajo”. Exactamente lo mismo que la abolición de la propiedad territorial no implica la abolición de la renta del suelo, sino su transferencia a la sociedad (…) la apropiación efectiva (de aquellos bienes) por la población laboriosa no excluye, por tanto, en modo alguno, el mantenimiento de la relación de alquiler.” Pero cambian aspectos fundamentales: a quién se paga el alquiler, por qué y para qué.

Como se ha demostrado luego ampliamente, Engels sostiene que “la construcción de viviendas obreras, incluso cuando no se pisotean todas las leyes de la higiene, es perfectamente rentable desde el punto de vista capitalista. (…) La cuestión es precisamente saber por qué, a pesar de todo, subsiste la penuria de la vivienda, por qué, a pesar de todo, los capitalistas no se preocupan de proporcionar alojamientos suficientes y sanos a los obreros. El capital (esto está definitivamente establecido) no quiere suprimir la penuria de la vivienda, incluso pudiendo hacerlo” (porque ella es funcional a su negocio). “Por lo tanto, no quedan más que dos salidas: la mutualidad obrera y la ayuda del Estado.”

Pero a continuación demuestra que estas dos salidas tampoco eran reales en su tiempo, en el caso de las mutuales, porque las destinadas a la construcción de viviendas para los obreros (las building societies) no eran realmente autogestionarias sino negocios emprendidos por terceros con fines especulativos, y tampoco interesaba al Estado, al servicio de la burguesía, aportar soluciones al problema, más allá de las estrictamente necesarias para la supervivencia de la fuerza de trabajo.

Engels ya visualizaba la posibilidad de atacar el problema mediante una distribución más justa de la riqueza y el uso compulsivo de los bienes sociales: “se puede remediar inmediatamente la penuria de la vivienda mediante la expropiación de una parte de las casas de lujo que pertenecen a las clases poseedoras, y obligando a poblar la otra parte” (viviendas vacías y/o abandonadas). Pero esto era precisamente tarea del Estado y lo que no existía era la voluntad política para llevarlo a cabo.

El tema de la propiedad colectiva también aparece en el “Contribución”, aunque no vinculado directamente a la tenencia de la vivienda sino a la propiedad de los medios de producción: “En Alemania existen todavía muchos latifundios. Según la teoría de Proudhon, deberían ser repartidos todos ellos en pequeñas haciendas campesinas, cosa que (…) sería una medida totalmente reaccionaria. La gran propiedad territorial todavía existente nos ofrecerá, por el contrario, una feliz oportunidad para trabajar la tierra en grande por los trabajadores asociados, única manera de poder utilizar todos los recursos modernos, las máquinas, etc., y mostrar así claramente a los pequeños campesinos las ventajas de la gran empresa, por medio de la asociación.” Y hablando específicamente de la vivienda: ““Un obrero aislado puede, llegado el caso, vender su casita; pero en una huelga seria o una crisis industrial general, todas las casas pertenecientes a los obreros afectados habrían de presentarse en el mercado para ser vendidas, y, por consiguiente, no encontrarían comprador, o, en todo caso, tendrían que venderse a un precio muy inferior a su precio de coste.” Por lo que la propiedad individual, supuesta panacea, es en cambio una defensa mucho más endeble en los casos de crisis.

Algunas conclusiones

-Que, ciento cincuenta años después de los escritos de Engels, el problema sigue existiendo: han cambiado sus características, pero no su gravedad.

-Que se mantienen asimismo las causas que lo crean y lo mantienen: la existencia de una organización social injusta, que privilegia la realización de buenos negocios y la especulación inmobiliaria, al cumplimiento del derecho al goce de una vivienda digna, que nunca ha estado en discusión, pero tampoco nunca ha estado en aplicación.

-Que para que haya soluciones reales y definitivas a este problema, son necesarios cambios estructurales profundos en la organización de nuestras sociedades, que privilegien la perspectiva de derechos y, en el caso particular de la vivienda, el bien de uso, por sobre el bien de cambio y la condición de mercancía.

-Que, pese a todo, hemos avanzado: hoy tenemos mejores herramientas, estamos mejor organizados, somos más conscientes de nuestros derechos y estamos más convencidos de la fuerza que tiene nuestra unión.

-Que mientras esos grandes cambios se construyen, a lo que no debemos renunciar, aunque como decía Galeano de la utopía, a veces los veamos acercarse, pero también por momentos los veamos alejarse, hay que seguir luchando, día por día, por mejorar las condiciones de vida de la gente, porque eso también es parte del camino.

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