LA CUESTIÓN CHINA, LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA Y EL LENINISMO

Por: ALDO SCARPA MERCANT
Montevideo, 24 de enero de 2021

A propósito de la invitación que me hace el camarada Máximo Jablko desde Europa del Este, para pensar la cuestión china a la luz del legado leninista.

Por eso, vamos a decirlo de una vez, el peor ensayo, el más fallido, de construcción del socialismo es, por esencia y contenido social, mil veces más libre y democrático desde el punto de vista histórico que cualquier modo de producción precedente, e incluso, que la sociedad capitalista y la más democrática de las repúblicas burguesas. El significado histórico universal de la toma del poder por los trabajadores y las capas subalternas es en sí mismo incomparablemente más democrático que cualquier cambio o proceso político anterior. Un tal proceso, incluso con sus errores y catástrofes, tiene una repercusión democratizadora en la política mundial como ningún otro proceso político. Esto debería ser el ABC de cualquier revolucionario, incluso, de cualquier hombre de izquierda de nuestra época. Esto explicaría el cambio cualitativo, el sentido democratizador del siglo XX, en el que conviven las peores catástrofes bélicas con la emergencia hegemónica y democratizadora de las clases subalternas, En particular, a partir de octubre del 17. De aquí los versos de Hikmet a dicho siglo.

Por otra parte, el socialismo, el nuevo modo de producción sólo puede ser producto de la experimentación, ensayo, acierto y error a partir del estudio concreto de la situación concreta.

“Habría que tener seguramente por perdido a aquellos comunistas que imaginasen que se podría terminar sin errores, sin retrocesos, sin hacer multitud de veces lo que no se ha hecho hasta el fin o lo que se ha hecho mal, la “empresa” histórica universal de acabar de colocar los cimientos de la economía socialista (sobre todo en un país de pequeños campesinos) no han perecido (y lo más seguro es que no perecerán) los comunistas que no se permiten hacerse ilusiones, que no caen en el abatimiento, conservando la fuerza y agilidad del organismo para volver a abordar desde el principio la dificilísima tarea”

Así nos enseñó a actuar y pensar Ilich. Pero, en algún momento estas enseñanzas se extraviaron.

Por eso, desde principios de los años noventa del siglo pasado, cuando la crisis del socialismo, la ofensiva político ideológica de la derecha y el imperialismo, cuando el debate con los autodenominados “renovadores”, he sostenido que el punto cardinal de la lucha político e ideológica era la defensa, el rescate y el desarrollo del leninismo, es decir, la perspectiva socialista, la estrategia y la táctica de la revolución socialista.

El leninismo fue desvirtuado, “asesinado” en dos etapas, en dos momentos. Por Stalin y el “estalinismo”, primero; y el movimiento internacional de la “renovación”, después. O sea, dos caras de la misma moneda que, casualmente contribuyeron al mismo resultado. Sin embargo, el leninismo no puede ser “asesinado”, resucita siempre, pues es una necesidad histórica, es la conciencia de nuestra época.

Por cierto, el leninismo fue violado y ultrajado por el estalinismo. Debemos reconocer abierta y autocríticamente que, en general, nuestro movimiento internacional no logró calibrar las consecuencias profundas del mismo. El estalinismo supuso, más allá de las intenciones del propio Stalin, una verdadera contrarrevolución, en tanto se apartó de la concepción y la vía leninista para la construcción del socialismo en Rusia y, consecuentemente, destruyó las bases sociales y políticas de la revolución, dando lugar al autoritarismo, la burocratización y, como consecuencia, la inercia social, la política de principios y la elaboración teórica fueron sustituidas por un “tacticismo” oportunista.

Siguiendo a Marx y a Engels, Lenin enseñaba que la revolución socialista la debía dirigir la clase obrera, pero en alianza con el resto de las capas subalternas de la sociedad; en el caso ruso la erosión, la ruptura de la misma conllevaba a la derrota de la revolución. El debate abierto y libre era un principio inherente a la vida, la unidad, la construcción y la capacidad de conducción del partido. No se aplica la represión contra discrepantes o disidentes, fueran miembros del partido u hombres sin partido. No se ejerce la coerción sobre los aliados, sólo la “persuasión” y el aprendizaje a través de la libre experiencia. Ilich es el teórico de la hegemonía dirá Gramsci.

Stalin jamás llegó a la profundidad de la concepción leninista, fue incapaz de comprenderla. Esta incomprensión sumada a su carácter “grosero” y a su “deslealtad” con sus camaradas, consolidado en un cargo con muchísimo poder (a pesar de las advertencias de Lenin a sus camaradas), tuvieron consecuencias devastadoras para la revolución. Más allá de aciertos, discrepancias y errores es necesario, para la reconstrucción del movimiento comunista, reivindicar a revolucionarios asesinados de la talla de Bujarin, Trotsky, Sinoviev, Kamenev, los “viejos” jefes del ejército rojo perseguidos y separados, etc.

Stalin violó los principios leninistas de la autodeterminación y la igualdad de las repúblicas integradas a la unión y no tuvo en cuenta los resguardos para evitar cualquier resurgimiento de la supremacía de Rusia. Nunca entendió ni incorporó la cuestión de la hegemonía y, en consecuencia, violó la política leninista acerca de la “cooperación” como un proceso que se desarrolla mediante la “persuasión” y la experiencia de las capas pequeño burguesas, del campesino pobre y medio. Proceso que, precisamente, excluye la coerción y que, en la estimación de Lenin, siendo optimista se extendería no menos de dos décadas.

¿En qué medida este desprecio de la teoría y la concepción leninista, este voluntarismo, esta “marcha acelerada” y “forzosa” selló para siempre la suerte de la revolución más grande y profunda de la historia universal?

¿En qué medida el autoritarismo parió la burocratización y esta el autoritarismo enterrando la vida democrática?

¿En qué medida ambos fenómenos generaron e implantaron un “modelo de socialismo” contrapuesto al socialismo como producto de la experiencia y constatación científica que precedía a la concepción leninista?

Y, como, sobre todo, si Ilich es el teórico de la hegemonía, ¿en qué medida este proceso expresa el desprecio y la exclusión de esta teoría?

El abandono de la cuestión de la hegemonía y sus consecuencias políticas, como lo demuestra le experiencia histórica, no podían justificarse aludiendo a las amenazas de las potencias imperialistas sobre el nuevo Estado.

La concepción leninista implicaba una revolución cultural en la atrasada y millonaria población campesina rusa, no en el sentido de su educación comunista inmediata, sino en la transformación de este campesino en un “mercader culto” al tipo “occidental”. No había impaciencia en Lenin, no se “hacía” ilusiones y no caía en “abatimientos”. La importancia política de la “cooperación” como resultado de la “persuasión” y la libre y voluntaria experiencia, junto al aspecto económico, estriba en que consolidaba la hegemonía de la clase obrera y fortalecía la alianza obrero-campesino, base social del Estado revolucionario obrero y promovía la democratización de la sociedad, precisamente, efectos contrarios a lo que provocó la política estalinista.

La cuestión es que, al contrario del “sentido común” creado por el estalinismo, la “nueva política económica” (NEP), no fue un movimiento táctico, no fue un repliegue momentáneo, etc. Por el contrario, en la concepción leninista fue una estrategia de largo aliento, era el proceso de aproximación al socialismo, la creación de las condiciones materiales y culturales sobre las cuales construir el socialismo en la Rusia atrasada. Era, ni más ni menos, que la vía leninista al socialismo.

No era, por lo tanto, falsa ni demagógica la respuesta en la que insistía Lenin, una y otra vez, ante las acusaciones de que los bolcheviques pretendían construir el socialismo en aquellas condiciones atrasadas. En ese sentido, es clásica y contundente la respuesta del jefe bolchevique a Sujánov; una verdadera pedagogía sobre la diferencia entre un espíritu anti dogmático y revolucionario y otro metafísico y conciliador. Lenin, anti dogmático por antonomasia y marxista genuino, a través de la siguiente pregunta removedora plantea esta tesis genial: ¿en dónde estableció Marx el índice exacto del desarrollo de las fuerzas productivas que debía alcanzar una sociedad, para que el proletariado de la misma tomara el poder político o, en qué instructivo de la evolución social y política, se sentencia que, primero se desarrollan las fuerzas productivas y luego se toma el poder? Y, concluye: nosotros en condiciones políticas determinadas, singulares, primero tomamos el poder y, en esta nueva situación, creamos las condiciones materiales del socialismo.Tesis renovadora y política brillantedesgraciadamente abortada por Stalin.

Vale aquí un paréntesis para hacer aquí una aclaración. Detengámonos en falsedades que ha adquirido, a fuerza de repetirse, status de verdades comprobadas (“una mentira repetida mil veces…”), que han creado un verdadero “sentido común”. Es una falsedad del menchevismo y del revisionismo en general, la afirmación de que sus diferencias con el bolchevismo, consistía en que este se proponía la construcción del socialismo en el país más atrasado de Europa. La respuesta de Lenin y la política aplicada por los bolcheviques son, en este sentido, irrefutables. En realidad, mediante este expediente, el menchevismo y revisionismo pretenden esconder una verdad vergonzosa e inconfesable, más aún tras un siglo de experiencia de las masas populares en todo el globo, de la emergencia de los trabajadores y de las clases subalternas con pretensión, ya no subordinada sino hegemónica. En verdad; la discrepancia fundamental entre el bolchevismo y el menchevismo y el revisionismo, en general, residía, precisamente, en la cuestión de la hegemonía. Es decir, la cuestión giraba (y gira) en torno a esta teorización genial de Lenin; la revolución es la hegemonía, si esta se erosiona la revolución se debilita, puede ser derrotada. Nuestra época y el futuro, sólo puede ser la época de la hegemonía de la clase obrera. También podríamos llamarla la época de Lenin. El problema del atraso de Rusia, de el “insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas” fue, sencillamente, la excusa, dogmática, del menchevismo para esconder su traición a la clase obrera rusa, pretendiendo su subordinación a la hegemonía burguesa.

Que la cuestión del desarrollo de las fuerzas productivas es el “taparrabo” de la traición a la revolución obrera, se confirma ya no sólo a través de la experiencia política de los mencheviques en Rusia, sino con la política del revisionismo internacional, de toda la segunda internacional (salvo honrosas excepciones), que subordinó a la clase obrera no en Rusia, sino en los países más adelantados, de mayor desarrollo de las fuerzas productivas, a la hegemonía burguesa, ¡qué era ni más ni menos que la hegemonía imperialista y belicista! Esta traición del revisionismo internacional continúa hasta nuestros días (y no ha de ser por “el insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas”), es como con nuestros desaparecidos, un crimen que se sigue, que se está cometiendo ahora, cuando se bloquea a Cuba y Venezuela, en la complicidad ante el golpe a Evo, en la invasión a Libia, etc.

Volvamos a nuestro planteo. En esencia la NEP suponía la alianza obrero-campesina, un amplio consenso social (construcción permanente y dinámica) bajo la conducción, la hegemonía del proletariado (coerción sobre el enemigo de clase si es necesario; persuasión paciente con los aliados). Construcción de un nuevo poder estatal, proletario, a través del partido, expresión también de la alianza obrero-campesina en tanto síntesis política de la hegemonía proletaria. El nuevo poder estatal no se cuestiona, es una fortaleza que no se entrega so pena de entregar la revolución. Tras el cuadro de estas premisas, de estas condiciones políticas innegociables se desarrolla un largo proceso de experimentación, de “hacer y rehacer”, de aprendizaje, sin “abatimientos”: estamos ante la construcción de las bases del socialismo que cubre toda una época histórica.

La NEP opera cambios en el campo económico-social. Se introducen elementos capitalistas: propiedad privada, relaciones mercantiles, búsqueda de inversiones de capitales extranjeros (empresas mixtas, etc.), resurgimiento de capas burguesas (por ejemplo, los kulaks, en el campo) bajo control del poder obrero, etc. La revolución cultural y, especialmente, elevación cultural del campesinado no a través de la “educación comunista” inmediata y libresca, sino mediante la experiencia, la elevación como “mercader culto”, la persuasión. Este era el camino leninista hacia la “cooperación” socialista del atrasado campo ruso. Una vez más, la NEP no era un movimiento táctico, era la precondición del triunfo del socialismo en Rusia.

Tras la muerte de Lenin, no fue su concepción la que prevaleció en la URSS. La NEP fue suprimida, el leninismo sin Lenin fue derrotado. La política y la metodología estalinista se extendió por todo el globo, en general, afectó al conjunto del movimiento comunista internacional. En algunos países con efectos devastadores para los partidos; en otros los partidos lograron superar algunos de los efectos más negativos y convertirse, como reclamaba Lenin, en fuerzas políticas reales. De todos modos, los desquicios de estos desvíos quedaron adheridos al cuerpo del Movimiento Comunista Internacional. Erradicarlos es una tarea vital, condición fundamental para el resurgimiento del leninismo, de su necesaria e imprescindible renacimiento, en tanto la concepción consecuentemente revolucionaria de nuestra época.

El movimiento internacional de la “renovación” cumplió, en este sentido, el mismo papel que el estalinismo arremetiendo contra el leninismo por el otro costado, abdicando de principios y tesis fundamentales del marxismo y el leninismo abriendo cauce al flujo de corrientes revisionistas e, incluso, aún “renovado” liberalismo. Por supuesto, la dura y necesaria lucha contra estas abdicaciones posiblemente hayan dejado consecuencias negativas, no buscadas: la radicalización del conflicto condujo a la necesaria afirmación de determinados principios y quizás a la justificación acrítica de acontecimientos y posiciones que obstaculizaron un necesario y verdadero retorno a nuestra concepción.

Sin embargo, ¿es posible que la herencia y la continuidad del legado leninista y de la NEP se haya trasladado a otros territorios más lejanos y siempre más desconocidos y “misteriosos”? ¿Quizás, por ejemplo, la revolución china se haya arriesgado a recorrer estos senderos desconocidos pero que parecen tan necesarios conocer y dominar para llegar al nuevo modo de producción?

Pero, no se trata sólo del proceso chino, hace más de tres décadas que la revolución cubana inició un proceso de “rectificaciones” que, a su vez, converge con la crisis del socialismo y sus tremendas repercusiones en la isla. La revolución cubana comenzó a incursionar por estos senderos e inició una nueva etapa de temple de su espíritu revolucionario. El “período especial en tiempos de paz”, introdujo muchas de las reformas e ingredientes mencionados al referirnos a la NEP. Durante los años noventa recuerdo haber escuchado a compañeros cubanos describir a la Cuba de aquellos tiempos como “un laboratorio social”. Tracemos un paralelismo de esta metáfora con la convocatoria de Lenin a principios de los años veinte del siglo pasado, cuando la NEP, a experimentar, a volver hacia atrás, a reiniciar una vez más la tarea mal hecha, etc. Una vez más, ¡así llegaremos al comunismo! Nada tiene que ver esto con el chato esquema estalinista.

Sin embargo, hace también décadas que el enemigo lanza sus presagios sobre la conversión al capitalismo de China, por la inminente caída de la revolución cubana, etc. Pero, ¡Oh casualidad! Las fuerzas imperialistas no se alegran como era de suponer para un observador inadvertido y superficial, con las reformas económicas en China y en Cuba. No se los ve contentos por la introducción de ingredientes propios del capitalismo y del resurgimiento de elementos burgueses en estas sociedades. Curioso, ¿no es cierto? Ellos no ponen el acento en las reformas económicas, en realidad su preocupación son las reformas políticas, de ahí su hipócrita y cínico reclamo de reformas de tipo liberal. Lenin decía: el poder político y los principales medios de producción deben continuar en manos del control del proletariado y en estas condiciones desarrollaremos la NEP: Ellos lo saben, esto es lo que realmente les angustia y desespera, incrementa su odio. Los revolucionarios y los comunistas controlan el poder político, no se desorientan. Estas revoluciones están de pie porque mantienen vivo a Lenin, como veremos.

En el texto “Después de Fidel” (Víctor Fowler – Cuba en debate), se transcriben pasajes de discursos, intervenciones, etc., del compañero Fidel, con análisis, comentarios, reflexiones, del autor. Hacia el final del mismo leemos la siguiente afirmación realizada en una de sus oratorias:

“…entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo.”

En este reconocimiento o declaración autocrítica es probable que Fidel no esté planteando un error personal o de los compañeros cubanos en general, una creencia o condición exclusiva de ellos. No; fue patrimonio del conjunto de nuestro movimiento (aclaremos para que no haya confusión alguna del único movimiento que produjo una convulsión revolucionaria semejante a nivel de la historia universal). Todo parece indicar, por cierto, que se trata de una herencia que proviene del triunfo y la imposición de la concepción y los métodos estalinistas. Esto es, la concepción sobre la construcción del socialismo simplista, lineal, del período histórico que cubre la transición del capitalismo al comunismo, la dictadura del proletariado o primera fase del comunismo. Tendencia que dio como resultado la creación de una “fórmula”, de un “modelo”. Algo así como: tomar el poder, socializar todos los medios de producción y ahí tenemos el socialismo. El resto se concebía como un camino lineal, recto, con algún que otro sobresalto, que nos depositaría en el nuevo modo de producción. Fidel tiene razón, conocemos muy poco sobre la construcción del socialismo.

Sin embargo, es evidente, esta no es la concepción leninista. La construcción del socialismo no nos la garantizan una serie de medidas preestablecidas, sino la experimentación y el aprendizaje.

Lo que sí sabemos sobre la construcción del socialismo son ciertas verdades fundamentales de las que no nos debemos apartar ni descuidar. Estas son: la conquista de la hegemonía del proletariado que conduce, “persuade”, eleva la conciencia política y la cultura de las distintas capas subalternas de la sociedad; la creación, sobre esta base social, de un nuevo consenso ético-político a partir del cual se levanta y descansa el poder político del estado de la nueva clase dirigente, que deviene también dominante y, naturalmente, la propiedad y el control estatal de medios de producción fundamentales. Pero estas son condiciones necesarias, no suficientes para la construcción de la nueva sociedad. El resto es producto de la experimentación, actividad política conciente de los pueblos, actitud científica y capacidad creadora, todo un arte de la historia.

Detengámonos ahora, brevemente, en el proceso chino. veamos, para ello, la trilogía de Claudio Katz (“descifrar a China: ¿desacople o Ruta de la Seda?”, “Descifrar a China ¿Capitalismo o Socialismo?”, “Descifrar a China proyecto en disputa”). Comencemos por el final de este último artículo. Para desterrar falsedades repetidas una y mil veces, para responder a tanto cinismo e hipocresía, para destruir los mitos construidos con el objetivo de obstaculizar el pensamiento profundo y oscurecer la conciencia de las masas, comencemos por la realidad política china. Dice Katz:

China no es una sociedad uniforme, acallada y sometida. En el propio Partido Comunista coexisten millones de personas, que confrontan propuestas y posturas a través de distintos canales. Las discrepancias que salieron a la superficie durante la pandemia constituyen un indicador de esos contrapuntos. En esa emergencia actuaron junto al oficialismo distintas asociaciones que no pertenecen al Partido hegemónico. Es importante conocer esas actividades para superar los estereotipos que difunden los medios de comunicación, en su presentación de una sociedad simplemente esclavizada a los mandatos de una autocracia”.

La tesis del monolitismo asiático choca con el simple registro de las corrientes políticas del país. Un analista distingue seis vertientes significativas. Los neoliberales proponen expandir las privatizaciones, reducir el Estado de bienestar y anular las leyes de salario mínimo. Los socialistas democráticos propician una economía mixta gestionada por formas políticas multipartidistas. La Nueva Izquierda defiende las empresas públicas, cuestiona la inserción en la globalización y rechaza la desigualdad. Los milenaristas retoman los ideales de Confucio, para postular una reorganización del país con parámetros éticos. Los marxistas singulares exigen combinar normas de eficiencia con ideales altruistas y sus colegas tradicionalistas retoman ideas de Mao, para priorizar la defensa del país y la continuidad de las empresas estatales”.

O sea, la sociedad china goza de gran vitalidad y la confrontación política es más diversa, más profunda y sustanciosa que, como bien señala Katz, la dictadura bipartidista de demócratas y republicanos en los EEUU. Podríamos ir más allá; que toda la “pluriporquería” en que se han convertido todos los regímenes liberales burgueses (conversión ya sin retorno sostenemos).

Vayamos ahora a la realidad económico-social, a la evolución de la sociedad china y su significación política. En el segundo artículo, “descifrar China ¿Capitalismo o Socialismo?”, podemos leer.

Sobre el impresionante crecimiento de China, Katz descarta como causa la aplicación de las recetas neoliberales (que no se aplicaron el país); sino, por el contrario, por la existencia de una base socialista:

La expansión china fue posible por la existencia de un pilar socialista previo que permitió articular los modelos planificados y mercantiles con una sorprendente dinámica de crecimiento. Ese cimiento facilitó el salto productivo desde un piso muy bajo de subdesarrollo. La conformación socialista inicial explica la acelerada industrialización de un país devastado por la guerra, que en 1949 tenía un PBI per cápita inferior a muchos países africanos”.

En este sentido como es de esperar, la introducción de elementos capitalistas (relaciones mercantiles, privatizaciones, etc.), tiene sus consecuencias sociales y políticas:

Una nueva elite de millonarios ostenta su riqueza, exalta el lujo y estrecha el vínculo con sus pares del exterior. Son los protagonistas de todos los escándalos de corrupción de los últimos años. Los grupos enriquecidos propagan la cultura de la mercantilización y del consumismo que asimila gran parte de la ascendente clase media. En el polo opuesto un enorme segmento de emigrantes rurales nutre la masa de trabajadores rurales precarizados que sostiene el crecimiento industrial”.

Sin embargo, esta realidad tiene su contrapeso:
Otro rasgo distintivo del modelo ha sido la conservación de la tierra como propiedad pública”.

A lo que habría que añadir lo siguiente;
China introdujo un modelo con regulaciones estatales muy alejadas del patrón neoliberal. Se integró a la globalización con una elevada presencia del sector público y con gran incidencia gubernamental en las normas de inversión, impuso limitaciones al nivel de las ganancias, a la distribución de los dividendos y a la transferencia de los beneficios al exterior. La nueva potencia se asoció al capitalismo mundializado con reglas muy distintas a las imperantes en este sistema”.

Y, además:
La gravitación de las empresas estatales es ilustrativa de esa estrategia. Luego de un intenso proceso de privatizaciones, las compañías del sector público conforman un núcleo minoritario, pero con dimensiones 14 veces mayores al promedio de la economía. Están localizadas, además, en las ramas estratégicas del petróleo, el gas, el acero, los seguros, las telecomunicaciones y la banca”.

En China el stock de activos del sector público equivale al 150% del PBI anual, “lo que triplica el acervo del sector privado”. “Las mismas diferencias se observan en la gravitación de la inversión pública y en el peso de las empresas estatales con activos gigantescos”.

Son controvertidas las estimaciones sobre el grado de privatización de la economía china, “pero todos los analistas coinciden en resaltar el continuado papel protagónico de las firmas estatales”.

Y, por si esto no fuera suficientemente interesante como para atraer nuestra atención y exigir mayor espesura a nuestro pensamiento, leemos:
Es importante registrar, además del elevado grado de centralización de esas compañías, que operan bajo la supervisión directa del Partido Comunista. Estas empresas garantizan el suministro de insumos baratos a toda la estructura productiva”.

China explora, introduce medidas que, para un punto de vista anti dialéctico, lineal, pueden ser leídos como un simple retorno al capitalismo y, por el contrario, quizás signifiquen el lento y prolongado tránsito en el que se construyen las condiciones materiales y espirituales para la victoria del nuevo modo de producción. Y, esto parece indicar el modo peculiar de integración china a la globalización capitalista:

En este país tampoco prevalece la financiarización vigente en el grueso de las economías occidentales. Las regulaciones acotan especialmente el ingreso y egreso de los capitales. Ese flujo está controlado por distintos mecanismos cambiarios que protegen la economía de los temblores financieros internacionales”.

El principal instrumento de esa regulación financiera son los bancos de propiedad estatal. Una veintena de entidades controlan el 98% de las operaciones y manejan los monumentales depósitos que orientan el crédito”.

¿Cómo se refleja esta peculiar situación económico-social en el desarrollo de la lucha de clase? ¿Qué actitud asume el poder estatal surgido de la revolución de 1949? Por ej.:
La nueva clase adinerada ha sido inducida a reciclar internamente sus beneficios y a tolerar la intermediación del Banco Central en la gestión de sus fondos”.

En cuanto a quienes consideran la regresión china al capitalismo como un hecho consumado, Katz plantea una apreciación correctísima (sobre la cual, como veremos más adelante, parece ser inconsecuente o perderse en un mar de abstracciones y categorías muertas al intentar definir el momento actual de China):

El carácter acotado del predominio del capitalismo en China se verifica más nítidamente en el plano político. Esa esfera es decisiva puesto que la predominancia de ese sistema no se define exclusivamente en el ámbito de la economía o la sociedad. Presupone también el manejo del Estado por parte de la gran burguesía. La simple existencia de este sector o su elevada gravitación en el contralor de los recursos no determina el status capitalista de un país. Los principales resortes del poder estatal deben quedar sometidos al manejo directo o delegado de los apropiadores. Y ese control no se verifica en la actualidad en China”.

Y demuestra y justifica con hechos, con la realidad del país, esta afirmación:
El Estado funciona con las normas e instituciones forjadas a partir de la revolución socialista de 1949. La continuada preminencia del Partido Comunista – y de toda la estructura de organismos nacionales y regionales conectados a esta primacía – ilustra una modalidad de gobierno muy distinta a las formas habituales del poder político burgués”.

En China no se produjo la implosión que desintegró a la URSS, ni el colapso de los regímenes del este europeo”. Estas trayectorias no se verificaron en China. “La ruptura del sistema que impuso Yeltsin contrastó con la continuidad que reafirma Xi Jinping. Esa diferencia indica que la clase capitalista ya forjada en China actúa bajo un sistema político que no domina. Esa estructura institucional mantiene, además, ideologías, símbolos y próceres muy chocantes para los preceptos básicos del capitalismo”. “Pero esa tensión también expresa los límites que afronta el reingreso pleno del capitalismo”. Y continúa, “El viejo sistema político estructurado en torno al Partido Comunista persistió y afianzó su predominio en la gestión económica”.

Es correcto lo que sostiene Katz. Si mal no recuerdo Engels decía que en el siglo XV las sociedades europeas se hacían cada vez más burguesas, pero el poder político permanecía en manos de la clase feudal. Y a este período histórico, más allá de la dirección de la transición que luego se verificó, se le continúa considerando época feudal, caracterizada por la predominancia del feudalismo. Más aún Perry Anderson sostiene la tesis de que el período absolutista no expresa un equilibrio de fuerzas entre la clase feudal y la burguesía, sino que es una estrategia contra revolucionaria de la primera para conservar su modo de producción. Si nos atenemos al concepto de “la doble revolución” de Hobsbawn recién en la segunda mitad del siglo XVIII se produce el triunfo definitivo del capitalismo sobre el feudalismo en Europa y de aquí su predominio mundial, sí por el inicio y desarrollo de la revolución industrial, pero sólo cuando estos procesos fueron coronados por la toma del poder político por la burguesía en la revolución francesa. El señalamiento de Katz es acertado.

Sin embargo, parece luego enredarse en categorías y abstracciones. En síntesis, sostiene: “En China no rige ni el capitalismo, ni el socialismo”. “Los principales interrogantes sobre China no radican en las peculiaridades de su modelo, sino en la naturaleza social de su sistema. ¿Es capitalista, socialista o intermedio?”.

¡No!; pero, ¿por qué Katz se enreda solo y termina cayendo en esta trampa? ¡China es socialista! Lo dice él. Según la información que nos acerca, el poder político y el control del Estado permanece en manos de la revolución popular, comunista y, como bien sostiene contra toda reducción positivista del marxismo, si en última instancia la cuestión se define por quien tiene el poder político, la conclusión cae por su peso: China es socialista; como lo es Cuba o Vietnam, etc. Creo que lo que ocurre es que aquí hay otro problema, una confusión que aclarar. El nuevo modo de producción es el socialismo (siendo más riguroso, el comunismo), para arribar al cual hay que recorrer todo un período de transición (¿o transiciones?), que cubre una época histórica. El error más grande que cometimos, se preguntaba Fidel y se respondía; “creer que sabíamos algo de socialismo”. A diferencia de toda la evolución histórica precedente y sus transiciones, en este caso, cuando el hombre se prepara para saltar de su prehistoria a la historia humana como nunca antes esta transición es una necesidad histórica, pero su éxito, su conclusión, no es producto de la necesidad, sino sólo de la libertad. Y el primer y supremo acto de libertad es la toma del poder político por los trabajadores y los pueblos y la cristalización de su hegemonía a través de su vanguardia política. Este acto se denomina revolución socialista y, en tanto el poder no se entregue o se pierda permanecemos en los senderos del socialismo (China es socialista, Cuba es socialista, etc.)

Ahora bien, si del socialismo no sabemos nada o muy poco, construir el socialismo, sentar las bases del comunismo, es un acto de creación, de experimentación, de libertad, nos seguiría reclamando Lenin a cada paso; hacer, rehacer lo mal hecho, retomar la tarea hasta el fin sin abatimiento. Desaparecerá la burguesía, volverá a renacer por la posibilidad de nuevas medidas económicas, se la mantendrá raya, etc. Tendremos que comprender por fin a Lenin; precisamente, este es el contenido del período de transición, esta es la tarea de la revolución socialista. Sólo hay una condición en la que no se cede, ¿en manos de quien está el poder? ¡El poder lo tiene la revolución! Y, si damos por buena la información que nos proporciona Katz, es obvio que China está en esto, en plena faena socialista.

Por supuesto, por errores propios o por la acción del enemigo o por la combinación de ambos elementos, cualquier revolución puede ser derrotada y producirse una regresión al capitalismo. Pero esto siempre supone, como cuestión fundamental, la pérdida del poder político, procesos de burocratización y corrupción, la inercia social, etc. Pero, en ese caso estamos ante otro asunto. Los problemas no son, más allá de la apariencia, de naturaleza económica (reformas económicas, determinadas medidas económicas, etc.), sino de índole político. La dirección y el dominio político es lo definitorio. Es decir, resolver bien la cuestión de la hegemonía.

Por ejemplo, ¿es correcta la afirmación tan difundida de que la URSS y los países del este europeo sucumbieron porque fueron derrotados por EEUU y el mundo capitalista en la carrera por la superioridad económica? No; esto es una vulgaridad, es permanecer en los síntomas y no comprender la enfermedad. Si fuera así, como explicar, por ejemplo. que la revolución cubana a 90 millas de EEUU, con un pequeño territorio y apenas 11 millones de habitantes, sin grandes riquezas para la evolución de la economía capitalista y muchísimo menos desarrollada que la URSS, aun subsista. La primera experiencia histórica de construcción del socialismo fracasó, en líneas generales por el abandono del leninismo (en algunos casos esto fue devastador, en otros, donde se produjeron profundas revoluciones populares, se lograron evitar o superar las aristas más negativas de este desvío. La derrota es política: el autoritarismo, la burocratización y el dogmatismo provocan la pérdida de la hegemonía y de allí se pasa a la digresión política-ideológica y a la inercia social.

Tomando la interesante información de Katz, tenemos lo siguiente: en China el poder político lo tiene la revolución, esta situación sólo es explicable y posible (más aun, con el resurgimiento de una clase burguesa, etc.), por la permanencia y fortaleza hegemónica de la revolución sobre la cual se extiende y consolida el consenso ético-político revolucionario (“la conquista de la mayoría”) exigía Lenin, equilibrio dinámico, no sin contradicciones; hoy se da un salto hacia adelante, mañana un retroceso parcial; hoy se establecen medidas nuevas, mañana se restablecen las anteriores; hoy se amplía la libertad de la burguesía, mañana se acota, pero siempre, hoy y mañana, el poder lo tiene la revolución. Se trata de las primeras exploraciones del hombre en el “reino de la libertad”, ciencia y arte, creación política. De la cual Lenin ha sido la expresión más acabada, como decía Fidel en 1985 en el reportaje “Nada podrá detener la marcha de la historia”: “Y para mí, desde luego, el de más extraordinaria condición de líder político y revolucionario fue Lenin”

En fin; la hegemonía proletaria a partir de la cual se construye la alianza obrero-popular y se eleva el poder político de la revolución; propiedad estatal de medios de producción y de cambio fundamentales; experimentar para alcanzar la construcción definitiva del socialismo. En esto está China. Una vez más, recordando a Les Luthiers, “nada más parecido a un tren”. ¡Nada más parecido a la NEP!

Finalmente, Katz acierta cuando observa que en China se mantiene la ideología de la revolución, su historia, monumentos, las instituciones, la referencia a los grandes dirigentes revolucionarios, etc., a diferencia de lo que ocurrió en la URSS y en Europa del este donde se sepultó el pasado revolucionario. Las diferencias entre los dos casos son evidentes. Y, salvo la existencia de una especie de esquizofrenia colectiva, los dirigentes chinos no mantendrían la ideología y el legado de la revolución socialista, si se propusieran poner proa hacia el capitalismo. Un movimiento al que adhieren millones y millones de personas no puede hacer “política por partida doble”, decir una cosa acá y hacer otra allá, decía Jorge Dimitrov derribando las falacias y provocaciones del fascismo (no recuerdo ahora si en el VIII Congreso de la Internacional o en su alegato en el juicio de Leipzig). Naturalmente, los dirigentes chinos no apelarían a la ideología y a la historia de la revolución de 1949 si se propusieran la restauración del capitalismo.

Veamos brevemente algunos pasajes de la intervención del Presidente chino, Xi Jinping, en la reunión del Partido Comunista de China, el 20 de noviembre de 2020:

Hoy celebramos la octava sesión de estudio del grupo del Buró Político y nos centramos en la metodología de la economía política marxista. El objetivo de la sesión de estudio es fortalecer nuestra comprensión de los principios básicos del marxismo. Hemos celebrado anteriormente sesiones sobre temas relacionados con el materialismo histórico y el materialismo dialéctico”. “Engels dijo, que toda la teoría de un partido proletario se derivaba del estudio de la economía política, mientras que Lenin consideraba la economía política como una aplicación profunda y compleja de la teoría marxista. Aunque ahora hay una rica diversidad de teorías económicas, nuestro estudio de la economía política debe basarse en la economía política marxista y en ninguna otra teoría económica”.

“El marxismo nos permitirá abordar con mayor eficacia los desafíos teóricos y prácticos del desarrollo económico de nuestra nación”.

En las palabras de Xi Jinping están presentes la historia, las instituciones, los símbolos, la ideología de la revolución de 1949. En su discurso aparecen Marx, Engels, Lenin, Mao, etc. En este sentido, es correcta la comparación de Katz con lo ocurrido en la URSS y Europa del este, donde la regresión al capitalismo supuso el olvido, en el mejor de los casos, la proscripción y la persecución del pasado revolucionario, incluido el marxismo-leninismo. Todo parece indicar que el proceso chino contrasta radicalmente con aquellas experiencias.

La revolución y el socialismo están en el orden de día. No se trata de deseos, sino de una necesidad histórica; así lo demuestran los análisis y datos de los organismos internacionales; los mismos demuestran la agudización de todas las contradicciones del capitalismo (que con la actual pandemia llegan hoy al paroxismo). Entonces, la superación del capitalismo y el triunfo del socialismo es la tarea contemporánea. Por supuesto, cuando se hace esta afirmación, como debe ser en estos casos, no se trata de los tiempos de la vida del individuo, sino que se hace desde una perspectiva histórica-social.

China recorre su camino, al igual que Cuba, Vietnam, Corea del Norte. Nuestro deseo, por el bien del planeta y de la humanidad ha de ser que avancen y triunfen en su faena. Y, en el caso de China, por su importancia y peso político internacional, este triunfo es especialmente importante en la lucha por la superación del capitalismo. Cuando el triunfo bolchevique, Lenin decía que Rusia se convertía en la vanguardia de la revolución proletaria mundial, pero en cuanto a la revolución triunfara en un país avanzado de Europa, este la reemplazaría en ese papel. En el presente, China podría estar llamada, a convertirse, en la vanguardia de la revolución mundial.

2 comentarios en «LA CUESTIÓN CHINA, LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA Y EL LENINISMO»

  1. Yo creo que sería más correcto expresar acerca de China ,que desarrolla las fuerzas productivas que caben en las relaciones de producción capitalistas , sin la dirección del estado por parte de la burguesía. He escrito sobre eso hace más de veinte años . Tengo un sitio que se llama «marxismo y método dialéctico»

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  2. Yo creo que con respecto a la cuestión China sería más correcto formularlo como : el desarrollo de las fuerzas productivas que caben dentro de las relaciones de producción capitalistas sin la dirección del estado por parte de la burguesía. Sobre esto escribo hace más de veinte años , tengo un sitio que se llama marxismo y método dialéctico , en facebook ahí tengo muchos artículos.

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