Chasque Nº 78. En medio de la pandemia, el problema sigue siendo entre la oligarquía y el pueblo.

28/05/2021

Esta clase social, esta oligarquía malla de oro hoy representada por la coalición de gobierno, es tan mezquina y voraz que no invertirá su capital en el país en tanto no exista la posibilidad de obtener ganancias.

Salvo algunas voces que se alzan indignadas ante las cifras sostenidas de fallecimientos provocadas por el Covid 19, aquí no pasa nada. Ya hemos superado los 4000 fallecimientos que incluyen, en las últimas semanas de mayo, a cinco embarazadas.

Lo real es que todos los pronósticos indican un agravamiento de esta situación, y dadas las decisiones últimas del gobierno, es evidente que no le importa el precio en vidas que se deba pagar en nombre de “la libertad responsable”, que ni ellos respetan o creen.

El gobierno y la coalición han logrado colocarse por fuera de toda responsabilidad, en tanto lo que sucede (según ellos) es producto de la violación de la “libertad responsable” por parte de las personas. Nos convencieron de que se hizo todo lo que se tenía para hacer desde el Estado, por lo tanto, lo que suceda de aquí en más dependerá del comportamiento de cada uno. Es tan fuerte ese discurso que hemos aceptado sin pataleo el “riesgo de muerte” y las muertes reales como el precio a pagar por ganarnos el pan y porque, además, “no hay otra”. Oído sordo a las cifras de muertos, negarlas, olvidarlas a los diez segundos y hacer como que aquí no pasa nada.

Llueve para todos, pero unos se mojan y otros no.

La gran mayoría del pueblo uruguayo se moja; trabajadores, pequeños y medianos empresarios, productores familiares, cooperativistas, etc, son quienes arriesgan sus vidas para garantizar el sustento, mientras por otro lado existe a una casta privilegiada que está a resguardo engordando su capital gracias al mérito de explotar a la gran mayoría. Nos han convencido de que es un derecho ganado por mérito propio y, en otros casos, fruto de la naturaleza. No todos nacieron para alcanzar el éxito, no todos tienen condiciones para llegar a la cima y poder cenar en el Piso 40 ubicado en el World Trade Center de Montevideo. Salvo una minoría, los demás deben aceptar sin chistar su “destino”. Como dice el dicho: “el que nació para pito no llega a corneta”.

Esta clase social, esta oligarquía malla de oro hoy representada por la coalición de gobierno, es tan mezquina y voraz que no invertirá su capital en el país en tanto no exista la posibilidad de obtener ganancias. Es lo único que la mueve, la emociona y conmueve. No van a invertir ni por amor al prójimo ni en nombre de la patria. No lo hicieron antes, no lo van hacer ahora más allá del esfuerzo de Arbeleche por convencernos de lo contrario. En lugar de eso, colocan su dinero en el exterior porque es más rentable que ponerlo a trabajar. Se estima que Uruguay tiene más de 20.000 millones de dólares de plata de uruguayos colocada afuera del país. Por lo tanto esta pandemia está marcada por el carácter de clases de nuestra sociedad. No somos iguales ante esta tragedia, por el contrario, bajo ella las desigualdades y los niveles de explotación se incrementaron. El 10% más rico de América Latina goza del 71% de toda la riqueza acumulada, pero en términos redondos solo tributa el 5,4% de su renta en materia de contribución.

¿Qué pasa en el Frente Amplio?

Salvo algunas excepciones, existe una ausencia notoria por parte de la dirección de la fuerza política y esto resiente su accionar político. Se siente en el aire, en las calles, en los medios, en la gente. No debemos confundir la actividad de las intendencias de Montevideo, Canelones y Salto, o a sus intendentes, con el trabajo político del FA. Por otro lado debemos señalar que gracias a ellos es que todavía existe cierta visibilidad de la fuerza política.

Esta falta de capacidad para definir un camino político a seguir y no actuar solamente a instancias de la agenda del gobierno es realmente preocupante. A su vez estamos en plena campaña para obtener las firmas y plebiscitar los 135 artículos de la LUC y no se ve una fuerte convocatoria, ni liderazgo en una gran campaña de comunicación que ayude a crear clima para quienes juntan las firmas. El peso total de la militancia se encuentra sobre las espaldas de las organizaciones sociales y de algunos comités de base y coordinadoras del FA. Hay lugares donde se funciona muy bien y otros en los que el FA brilla por su ausencia. Por lo tanto, al igual que en las elecciones pasadas, está en cada frenteamplista de a pie volver a repetir la gesta histórica y llevar adelante esta patriada para lograr las firmas necesarias.

Debemos preguntarnos si esta es la fuerza política que surgió en 1971, que pagó un precio muy alto en la lucha contra la dictadura y la reconquista de la democracia, o en este proceso último se abandonó toda pretensión de impulsar los cambios revolucionarios que la propia fuerza política definió en sus orígenes. Es evidente que el FA fue ganado por la comodidad del sistema integrándose al statu quo del mismo. Parecería que creímos que la oligarquía y sus aliados iban a anular sus propios privilegios y abdicar como clase dominante sin presentar pelea. Esa intención de “democratizar el capitalismo” dentro de la izquierda viene de lejos y apunta a dejar fuera todo intento de revolución social, sustituyéndola por las reformas sociales en las cuales el movimiento por las conquistas de derechos y mejoras se convierte en un objetivo en sí mismo. Eduard Bernstein (socialdemócrata alemán 1850-1932) señalaba que “el objetivo final, cualquiera que sea, no significa nada, el movimiento lo es todo”.

En estos quince años en que gobernó el Frente Amplio podemos señalar que fuimos fieles a esa visión de impulsar una serie de reformas, que no acumularon en la dirección de establecer nuevas bases para avanzar hacia la construcción de una sociedad diferente. En lugar de atacar los pilares que sostienen la desigualdad, es decir, el poder de la élite oligárquica, se prefirió administrar el capitalismo con la intención de “democratizarlo y hacerlo más bondadoso”, abandonando así toda pretensión de imaginar un nuevo horizonte para la sociedad uruguaya.

En la medida en que se eliminó ese horizonte al cual llegar, es decir, qué sociedad queremos construir, también dejó de ser necesaria la creación del sujeto del cambio, pueblo conciente de su protagonismo y de su destino. Y al sustituir las fuerzas populares en esta batalla por la figura de “los ciudadanos”, se diluyeron los antagonismos de clase en un sujeto abstracto (el ciudadano) funcional a los valores y al statu quo capitalista.

No se trata de no impulsar determinadas reformas, de lo que sí se trata es de que éstas sean parte de la táctica para avanzar y construir la conciencia social necesaria para dar el salto cualitativo y alcanzar ese nuevo horizonte. De lo contrario las reformas son simples reformas sin un contenido real, sin un objetivo claro, provocando en muchos casos la desilusión y frustración en la gente. Creemos que este es un tema que está en el fondo de todo debate y que de alguna forma se expresa en la actual situación de inamovilidad de la fuerza política y en su falta de capacidad para generar hechos políticos. Ya es hora de que pase algo con el Frente Amplio.

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