11/06/2021
«Se metieron con la generación que no tienen nada que perder, y aquí nadie tiene casa, trabajo ni nada que perder». “La Mona” Dirigente de Puerto Resistencia en Cali, Colombia
No es la primera vez que se expresan en América Latina movimientos espontáneos de masas, estallidos sociales de corte popular, desbordando las expresiones políticas institucionalizadas u organizaciones sociales tradicionales.
Su causas se encuentran en la más profunda crisis socioeconómica e institucional que vive el continente desde hace mucho tiempo pero que se ha agravado y agudizado producto de la pandemia, dejando al descubierto y en forma evidente las terribles desigualdades, injusticias y fragilidad de las grandes mayorías.
A su vez se le suma la incapacidad del propio sistema político en solucionar los temas que afectan a la gran mayoría de los pueblos. Podemos señalar que dentro de este fracaso reiterado del sistema, se incluyen las experiencias vividas durante los primeros gobiernos “progresistas” que tuvieron en sus manos la oportunidad de modificar el curso de la historia; sin embargo cayeron en el más profundo reformismo.
Del momento que se abandonó toda pretensión de cambios revolucionarios dejó de ser necesario construir el sujeto social que los llevara adelante, sustituyéndolo desde las instituciones del Estado por el trabajo de construir “ciudadanos o ciudadanía”; concepto nacido en las revoluciones burguesas y que oculta la lucha de clases. De ahí que estos gobiernos de corte progresista tuvieron como característica principal la aprobación de leyes relacionadas a los derechos de los “ciudadanos”, proclamando además como suyos, los objetivos trazados por la ONU para el desarrollo del milenio. La izquierda institucional fue ganada por el neo-desarrollismo económico unido a la creencia de poder democratizar el capitalismo, alcanzar la justicia social por medio de una mejor distribución de la riqueza, elementos sustentados ideológicamente en los principios trazados por la CEPAL, referente central en las políticas de estos gobiernos.
“Lo fundamental es construir los sujetos históricos que gestarán las grandes coyunturas para los cambios revolucionarios, profundizando con su movilización esos cambios, al tiempo que organizan sus poderes populares. Es a esto que le denominamos la estrategia del doble poder transformador: implementar medidas de cambio desde el poder institucional de los gobiernos de izquierda, pero también construir y fortalecer los poderes populares desde abajo”.
“Con frecuencia se comete el error de confundir sujeto histórico con sujeto electoral. Es verdad que en determinadas circunstancias el sujeto histórico transformador puede y debe expresarse electoralmente, pero ello no significa que debamos interpretar una masa votante como si ya fuera el sujeto histórico.
Esta equivocación, en la que suelen caer algunos proyectos políticos, se origina en la concepción institucionalista del Poder, que ha llevado a que organizaciones de izquierda, en la medida que absolutizan la vía democrática formal, se van convirtiendo en eficientes maquinarias electorales al mismo tiempo que debilitan sus estructuras sociales de base y abandonan el trabajo de masas. No es sólo que se desideologizan en términos revolucionarios, sino que van cambiando de ideología, asumiendo como propia la concepción liberal-burguesa-representativa de la democracia”. Alfredo Rada Vélez | 07/06/2021 |

Estos estallidos advierten de la larga crisis que soportan las grandes mayorías, los estragos del neoliberalismo que se traduce en frustraciones, rabia, indignación que alcanzó con un pequeño aumento de boleto en Chile para que miles se volcaran a las calles cuestionando el sistema. Algo similar sucede en Colombia, frente a la reforma tributaria, la propia situación económica, la violencia política unido a las matanzas de líderes sociales, el intento de hacer fracasar los acuerdos de paz con la FARC han sido factores que han ayudado a provocar este despertar del pueblo colombiano.
Las cifras de pobreza y hambre en Colombia en el último año son alarmantes. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la pobreza escaló en 2020 hasta un 42,5%. Otro 30% de la población está en situación de vulnerabilidad económica: tiene ingresos por encima del nivel de pobreza, pero ante cualquier crisis económica está en riesgo de caer en la pobreza extrema. Es decir que casi un 75% de la población colombiana está en situación de vulnerabilidad económica. A eso se suma que el desempleo subió 5 puntos en 2020, sobre todo entre los más jóvenes.
Las cifras del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas indican que casi 7,5 millones de colombianos viven en condiciones de precariedad alimentaria, es decir, que no logran ingerir las 2.100 calorías necesarias por día para no caer en la desnutrición. Un 5,5% (casi 2,8 millones) más que en 2019. Eso implica que 1,6 millones de familias no pudieron continuar con tres raciones diarias en 2021, según el DANE. La subalimentación golpea en el país, sobre todo a los hogares rurales, a los que tienen a una mujer como cabeza de familia y a los de indígenas y afrodescendientes. Ya en 2015, la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN) reveló que un 54,2%, es decir, uno de cada dos hogares en Colombia, no podía acceder a una alimentación básica diaria. Ante este cuadro la gente siente que no tiene futuro. ¿Cómo se puede pedir calma ante esa situación? La gota que hizo rebasar el vaso fue el anuncio de una reforma del sistema impositivo que afectaría fundamentalmente el bolsillo de la gente con ingresos más bajos, y excluiría a los más ricos.
Esta situación de convulsión social señalan claramente el nivel de podredumbre del sistema capitalista, del fracaso de las democracias liberales para dar respuestas a la injusticia acumulada de larga data, de pérdida de expectativas por parte de los pueblos en sus instituciones, en la política y en el valor de la “democracia”.
No es casual que los uruguayos ubiquen al Parlamento entre las últimas instituciones en la cual confiar. Y es peligroso, porque este clima de desprestigio crean condiciones para los discursos oportunistas de derecha o de corte fascista.
Vemos en Europa como ha crecido la ultraderecha y los nacionalismos.
Largos períodos de gobiernos socialdemócratas que no han resulto las necesidades de amplios sectores de la población, la propia crisis del capitalismo que golpea la industria nacional, la desregulación laboral y la inmigración han impulsado un fuerte crecimiento de los partidos de ultraderecha que ponen en entredicho
el futuro de la democracia europea. La izquierda europea a su vez se encuentra totalmente desmerecida, diluida en las visiones socialdemócratas e imposibilitada en su capacidad de conducir ese descontento.
“América Latina atraviesa por una coyuntura en la que se disputan el predominio continental los proyectos populares de transformación revolucionaria y los proyectos de regresión neoliberal con fuerte componente fascista”.
“En Bolivia la derrota de los golpistas en las elecciones de octubre de 2020, que permitió la recuperación del proceso de cambio con el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), cuyo retorno sin embargo no se da con el mismo nivel de acumulación política de fuerzas que alcanzó el proceso boliviano en el período anterior; en Chile, el triunfo de los movimientos sociales y de la izquierda articulada a ellos en la elección de constituyentes de mayo de 2021; en Perú, el descomunal avance de los sectores populares y del movimiento indígena con el candidato Pedro Castillo en las elecciones presidenciales, y en Colombia, el levantamiento popular que ha mostrado novedosas formas de organización de masas, permiten vislumbrar la apertura de nuevos procesos de transformación social en Sudamérica, procesos en los que pueden consolidarse las organizaciones revolucionarias que conserven su vínculo con los movimientos sociales”. Alfredo Rada Vélez | 07/06/2021
Es determinante que las fuerzas de izquierda sepan interpretar el momento y las perspectivas que se abren para no quedar rezagados o por detrás de las necesidades y de la acción del pueblo. Es necesario construir organización política para darle dirección y sentido a las futuras luchas y estar a la altura de las exigencias que plantea el pueblo. El FA debe sacar enseñanzas de su propia experiencia en el gobierno y de nuestros hermanos latinoamericanos para definir con claridad los pasos a dar para llevar definitivamente al pueblo a gobernar, de lo contrario, el tren de la historia nos dejará a un lado de la vía, porque América Latina se mueve y no pide permiso.
