El Chasque 95
21/07/2023
Julio Castillo
“El paraíso de los ricos está hecho
con el infierno de los pobres”
Víctor Hugo.
En estos días se ha venido hablando de la pobreza en nuestro país y particularmente de la pobreza a nivel infantil y adolescente.
En una actividad impulsada por la fundación La Plaza, el economista Gustavo de Armas, asesor en planeamiento estratégico de la oficina del coordinador residente de la Organización de las Naciones Unidas en Uruguay, presentó el informe titulado “Abatir la pobreza en Uruguay al 2030. Compromiso ético y condición del desarrollo”. La investigación fue motivada por el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible –el fin de la pobreza–, a los que nuestro país adhirió en 2015.
Señaló que si bien Uruguay es “el país con el Estado de bienestar más desarrollado de la región”, los últimos datos registrados indican que, en materia de pobreza infantil, el caso es “absolutamente extremo”.
Según explicó, guiándose por la determinación que utiliza la Cepal, “el porcentaje de pobreza en niñas, niños y adolescentes es 33 veces más alto que en adultos mayores”.
Además 44% de la población pobre es menor de 18 años, la situación afecta con mayor notoriedad a las mujeres, que suelen ser las jefas de los hogares más vulnerables. De hecho, 68% de los 88.000 hogares pobres que hay en nuestro país tienen jefatura femenina.
A su vez Agustín Iturralde señaló que hay 270.000 personas que, por las características de sus hogares, “son más parecidas a los que están por debajo de la línea de pobreza que al resto de la sociedad”.
Según la diputada del Frente Amplio Cristina Lustemberg, 157 mil niños viven por debajo de la línea de pobreza en Uruguay. La diputada impulsó un proyecto de ley denominado “Garantías para la primera infancia, infancia y adolescencia” que ha tiene amplio apoyo de la bancada del FA, así como su aprobación unánime en la Comisión de Población y desarrollo de la Cámara de Representantes.
No podemos dejar de señalar el significado de este hecho y el logro alcanzado por el FA, y en particular por el trabajo sostenido de la diputada. En esta ley se pretende reorganizar los recursos haciendo más eficientes las medidas y programas existentes dirigidos a resolver o “paliar” la pobreza particularmente infantil y adolescente. Todo lo que se haga para abordar el drama de la pobreza es bienvenido.
A su vez, debemos señalar, que más allá de hacer ley la obligación del Estado en esta materia y el compromiso político de todos los partidos, la pobreza estructural no se va a resolver simplemente con medidas administrativas de gestión o de “justicia distributiva”.
En ese evento la vicepresidenta de la República, Beatriz Argimón, señaló que es parte del “compromiso de construir futuro que mueve al gobierno y a los legisladores en general”. Sin embargo el actual período de gobierno la pobreza aumentó casi a un 10%. No vemos el compromiso, por el contrario, las políticas aplicadas de recortes en las áreas sociales han colaborado en profundizar la desigualdad y la miseria. Es típico de este gobierno no hacerse cargo, ponerse por fuera del problema. Hablan de la pobreza asumiendo que no tienen nada que ver porque en definitiva la pobreza es para ellos producto de la desidia o castigo divino.
Sin embargo sabemos que la pobreza no nace por generación espontanea ni es como pregona la meritocracia, una suerte de “falta de voluntad, de un estado vicioso del alma, de no querer trabajar y progresar”; por el contrario es la expresión de determinadas condiciones materiales que propone un sistema profundamente injusto en su ADN, que expulsa a miles al borde de la sociedad, a la pobreza y marginación total.
Generalmente la miseria y la pobreza se presenta en forma descontextualizada, por fuera de una realidad material que la genera y la determina, cayendo en definiciones eufemísticas que hacen más suaves la tragedia que encierra la palabra “pobreza”. Sectores “vulnerables” o de “contextos críticos” son conceptos acuñados por el Banco Mundial que constituyen otra de las falacias del modelo económico que disfraza la realidad social con frías cifras y proyecciones estadísticas que distan del contexto de un mundo caracterizado por profundas raíces de injusticia social y desigualdad.
En consecuencia, la historia muestra cómo a través del tiempo ha bastado con el cambio de denominación de un hecho trágico en lo social para pretender hipócritamente conjurar las crisis estructurales, mostrando cifras que chocan con la realidad. El análisis de la pobreza, desde lo cuantitativo, ha conducido a la teoría del desarrollo pendular entre definir la pobreza, ya sea desde un aspecto de insuficiencia de ingresos o como una enfermedad recurrente de la economía originada por la privación del consumo para satisfacer necesidades vitales.
En realidad todas las teorías e iniciativas han actuado y actúan hoy como placebo social, aportando muy poco a la solución del problema y, por el contrario, manteniendo burocracias que viven a costa de la tragedia de millones de personas y disfrazan las verdaderas dimensiones de la pobreza.
Ni John Rawls* con su “Teoría de la Justicia” tan de moda por estos tiempos ha podido hacer nada con este tema. La voracidad del capitalismo se la ha llevado puesta. El derrame de la riqueza, “la justicia distributiva” bajo los gobiernos del Frente Amplio no funcionó para resolver el carácter estructural de la pobreza. Se logró una reducción temporal, hacerla retroceder, pero no se eliminaron los factores estructurales que la crean. Esta postura constituyó el anuncio del fracaso de la teoría del derrame, que en la lógica de los actuales responsables de las políticas económicas legalizaron la desigualdad creciente y nos convencieron, en conferencia de prensa, que había que darle más al rico, al malla oro, para que de una forma residual se beneficiara al pobre. Los uruguayos estamos esperando que se derrame algo, unas migajas a favor del pueblo.
Según la CEPAL en su documento “Panorama Social en el Caribe y América Latina 2022” señala:
“Después de un fuerte crecimiento de la pobreza y un leve aumento de la desigualdad de ingresos en 2020, a consecuencia de la pandemia por COVID-19, el 2021 dio cuenta de una reducción de las tasas de pobreza extrema y pobreza y un crecimiento de los estratos de ingresos medios, que no fue suficiente para revertir completamente los efectos negativos de la pandemia”, explica la publicación. De esta forma, en 2021 la tasa de pobreza de América Latina alcanzó el 32,3% de la población total de la región (una disminución de 0,5 puntos porcentuales respecto a 2020), mientras que la tasa de pobreza extrema fue de 12,9% (0,2 puntos porcentuales menos que en 2020).
La CEPAL proyecta que a fines de 2022 la pobreza se situará en 32,1% de la población (porcentaje que equivale a 201 millones de personas) y la pobreza extrema en 13,1% (82 millones), es decir, una leve disminución del nivel de pobreza y un leve aumento de la pobreza extrema respecto a 2021, debido a efectos combinados del crecimiento económico, la dinámica del mercado de trabajo y la inflación. Estas cifras implican que 15 millones de personas adicionales estarán en la pobreza con respecto a la situación previa a la pandemia y que el número de personas en pobreza extrema será 12 millones más alto que el registrado en 2019.
Los niveles proyectados de pobreza extrema en 2022 representan un retroceso de un cuarto de siglo para la región, subraya el organismo regional.
Al igual que en años anteriores, la CEPAL señala que la incidencia de la pobreza es mayor en algunos grupos de la población en la región: más del 45% de la población infantil y adolescente vive en la pobreza y la tasa de pobreza de las mujeres de 20 a 59 años es más alta que la de los hombres en todos los países. De igual forma, la pobreza es considerablemente más alta en la población indígena o afrodescendiente.
Este informe muestra el fracaso de todo intento de reducir la pobreza por medio de una “justicia distributiva”. Hasta ahora ningún consenso internacional, acuerdos en torno a los derechos humanos, declaraciones de los organismos internacionales ha sido capaz de resolver la pobreza. Esta forma de estar siempre dando vuelta a la noria hace referencia a la impostergable necesidad de establecer claramente sin eufemismos que el sistema capitalista es directamente responsable de la miseria de millones de persona en su voracidad por acumular riquezas, esencia de su propia existencia.
En Uruguay, Olesker señaló que en los primeros 3 años de gobierno la transferencia del trabajo al capital fue de U$S 1.000 millones. Esta transferencia a las arcas de los oligarcas vinculados al capital financiero significa que miles de uruguayos sean empujados a la pobreza. El gobierno ha hecho un gran recorte en los planes sociales con el objetivo utilitario de ordenar el “gasto fiscal” en un contexto paradójico de una economía que crece. En su objetivo de llevar adelante una redistribución de la renta a favor del capital hace que no se vuelque parte de esa renta a la educación, la salud pública, la vivienda, las infancias; impulsado fuertemente la acumulación de las ganancias en los sectores privilegiados, en los malla oro.
Entendemos que para el FA el drama del la pobreza, y en particular la infantil y adolescente debe ser prioridad en un próximo gobierno. No hay tiempo para experimentos administrativos o discusiones tecnocráticas. La pobreza no pueden esperar a que crezca la torta o que los ricos se apiaden y caiga alguna moneda. Por lo tanto el FA no tiene excusas, por el contrario debe hacerse cargo definitivamente de esta tragedia. No hay otra razón más fuerte y un sentido más claro de la existencia del Frente Amplio como fuerza de cambios reales que erradicar la pobreza.
El programa del FA en ese punto debe ser claro al respecto y requiere medidas especiales que ataquen la base estructural que provoca la miseria, ayudando a movilizar grandes recursos humanos, materiales y económicos para actuar en concreto sobre la realidad.
Quisimos gobernar sin tocar los intereses del gran capital y fracasamos. Ahora es hora de hacer aquello por la cual nos llamamos de izquierda, modificando aspectos centrales de la estructura económica de nuestro país, que limiten el poder del capital, atacando la concentración voraz tanto de la propiedad como de la riqueza creada por nuestro pueblo en manos de un sector privilegiado. Solo así podremos lograr definitivamente erradicar la pobreza estructural de nuestra tierra y alcanzar la “publica felicidad”.
* Probablemente la mejor forma de situar la concepción de justicia que presenta John Rawls sea a partir de la idea de dignidad; este concepto, a partir de la Modernidad y muy especialmente a través de las obras de John Locke e Immanuel Kant, atribuye a las personas un valor en sí mismas que no puede ser retaceado por ningún acuerdo fáctico. John Bordley Rawls (Baltimore, 21 de febrero de 1921-Lexington, 24 de noviembre de 2002) fue un filósofo estadounidense, profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard y autor, entre otras obras, de Teoría de la justicia (1971), Liberalismo político (1993), The Law of Peoples (1999) y Justice as Fairness: A Restatement (2001).
