Fernando Medina
El Chasque 96
28/6/2023
El resultado de las elecciones generales en España el 23 de julio ha sido muy diferente del esperado. O mejor dicho, ha sido diferente del resultado publicitado por las encuestas y el tinglado mediático de las derechas. Pese a una gestión del Gobierno de coalición del PSOE y PODEMOS bastante notable, especialmente vistas las circunstancias en las que se ha desarrollado (pandemia y crisis económica, proceso inflacionario, guerra de Ucrania), todo apuntaba a victoria arrolladora de la derecha y su aliada la ultraderecha.
Pero la cierto es que ni las izquierdas se han desfondado, ni el PP ha logrado la mayoría absoluta o al menos una mayoría amplia como la que esperaba; ni siquiera el resultado de su aliado el ultraderechista VOX le permite sumar para alcanzar la mayoría. Una de las buenas noticias de la noche electoral es que este partido ultraderechista ha perdido 19 diputados.
La realidad es que el PP ha ganado las elecciones, sí, y no debe minusvalorarse, pero con un resultado que no le permite formar Gobierno. El sistema electoral español no es presidencialista, no otorga la Presidencia del Gobierno al partido más votado, sino que esa facultad recae en quien es capaz de reunir una mayoría de diputados en el Congreso. Y es ahí donde la derecha y la ultraderecha han fracasado. En ninguna de las hipótesis que es posible manejar alcanzan esa mayoría necesaria de 176 diputados (o alternativamente más votos favorables que en contra). Sencillamente no tienen los aliados necesarios. Todo ello a expensas de algún cambio que pueda producirse por el recuento del voto de las personas en el exterior, aunque no parece que pueda alterar la situación de forma importante.
Y esa mayoría en cambio sí puede alcanzarse reeditando el pacto de investidura de 2019, que llevó a la actual coalición de gobierno progresista de PSOE y PODEMOS. Es más, en términos de voto popular las opciones que se reclaman de izquierda han obtenido más votos que las de derechas. Y lo que quizá sea tan importante como todo lo anterior (al menos en el corto plazo y si se acompaña de una gestión adecuada), el fracaso de las expectativas de la derecha y de la extrema derecha ha creado un estado de opinión y movilización en las izquierdas que no existía con anterioridad.
Las izquierdas tienen razonables posibilidades por tanto de seguir gobernando reeditando el Gobierno de coalición (esta vez con PSOE y SUMAR), y en el peor de las escenarios si ello no fuera posible concurrir a nuevas elecciones. Sería una nueva oportunidad, y esta vez en circunstancias muy diferentes del 23 de julio, con una mayor movilización de su electorado, y habiendo quedado desenmascaradas más allá de toda duda las mentiras e inconsistencias del discurso político de la derecha y ultraderecha.
Hasta aquí las buenas noticias. Porque la euforia de algunos en la izquierda tampoco está justificada. Derecha y ultraderecha no pueden formar Gobierno, totalmente cierto, pero no se puede olvidar que el PP ha sido el partido más votado (aunque sea con una pequeña ventaja sobre el PSOE) y que tiene por tanto mayor número de diputados en el Congreso y mayoría absoluta en el Senado. Y ello supone en el caso de repetición del Gobierno de coalición una posición muy fuerte en la oposición.
Y hay más. Que PSOE y SUMAR puedan reeditar el Gobierno de coalición, no significa que esté asegurado o que sea cosa fácil. Requerirá negociaciones delicadas y muy complicadas con los posibles socios de investidura. Que además habrá que repetir en cada ocasión para poder sacar adelante los grandes retos que nos aguardan: desde abordar los procesos de reindustrialización y transiciones digital y medioambiental hasta avanzar en un nuevo contrato social para el siglo XXI, y ello sin perder de vista asuntos tan insoslayables como la profundización de la integración fiscal europea y el rechazo a una vuelta a los marcos de la austeridad, que podría estrangular nuestro crecimiento y los propios procesos de modernización económica. Por no mencionar los diferentes y gravísimos problemas derivados de guerra de Ucrania, ya presentes o por manifestarse.
En resumen, las izquierdas tienen motivos para el optimismo, pero en modo alguno pueden dar por fracasado el proyecto de gobierno de las derechas. Tienen la oportunidad, difícil pero real y posible, de reeditar el Gobierno de coalición. Y en el peor de los casos afrontar un nuevo proceso electoral, que esta vez se desarrollaría en mejores condiciones.
Pero sea cual sea el desenlace lo cierto es que las izquierdas tienen una segunda oportunidad, y eso es mucho más de lo que parecía la víspera de las elecciones.
No sería conveniente terminar sin una reflexión final. En todo el artículo hablo de “las izquierdas”. Dejando en segundo plano por su especificidad nacionalista a Bildu (Euskadi) y ERC (Cataluña), con éste término me refiero fundamentalmente a la socialdemocracia del PSOE y las diversas interpretaciones de las formaciones a su izquierda que se integran en SUMAR, agrupación que simplificando mucho es la sucesora de PODEMOS. El proyecto socialdemócrata, cualquiera que sea la opinión que le merezca a cada cual, es bastante claro y definido, a estas alturas poco hay que descubrir sobre el mismo. En cambio el proyecto de SUMAR nace, por más que algunos lo nieguen, por las insuficiencias y limitaciones del proyecto de PODEMOS, que en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo cayó en la irrelevancia y casi desapareció. Cabe preguntarse si los actores correspondientes (y muy singularmente algunos dirigentes de PODEMOS) han extraído las enseñanzas necesarias, de sus aciertos por supuesto, pero muy especialmente de los errores cometidos. Porque si así no fuera, en un futuro no muy lejano seguramente deberíamos dejar de hablar de “las izquierdas” en términos electorales. Le habrían hecho un gran favor al bipartidismo PSOE-PP.
