“Una agenda únicamente distributiva no puede resolver el nudo que tenemos por delante”.

Rodrigo Alonso
El Chasque 97
4/08/2023

Entrevista al economista y docente de la Universidad de la República, Rodrigo Alonso

Chasque: A pesar del crecimiento del PBI que ha tenido Uruguay, la desigualdad y concentración de la riqueza se ha profundizado provocando un incremento en los niveles de la pobreza. Bajo los 15 años de gobierno frenteamplista que se caracterizó por mejorar los ingresos, sobre todo de los sectores más sumergidos, si bien no se logró una redistribución de la riqueza, si se pudo reducir los niveles de pobreza. ¿Qué queremos hacer y para qué el gobierno? ¿Repetir viejas fórmulas o tomar decisiones que resuelvan radicalmente la pobreza de cientos de miles de uruguayos?

Rodrigo Alonso:

En los gobiernos del FA hubo una mejora en la distribución del ingreso hasta aproximadamente 2011, si la medimos por el índice de Gini. Ello como resultado de la reforma tributaria, que mejoró la distribución del ingreso fundamentalmente a la interna de los sectores asalariados vía el IRPF. Esto es importante, porque muchas veces nos enfocamos en la desigual distribución entre el capital y el trabajo, que es un problema por demás relevante, pero nos olvidamos de la distribución a la interna de la clase trabajadora, donde también hay diferencias relevantes y es importante cerrar brechas. La política del PIT-CNT hacia los consejos de salarios que promovió ajustes diferenciales para los salarios sumergidos ayuda en este sentido. Eso ha perdido aplicación en este período.

La pregunta por el “qué hacer” es clave. En Uruguay, al igual que en la región, vivimos una fase de expansión y agregación económica en las primeras décadas del Siglo XXI, que dio espacio para la reproducción de los llamados “progresismos”. En el caso uruguayo, esa fase de expansión es muy nítida entre 2005 y 2014, donde la economía crecía a tasas cercanas al 5%; ya el quinquenio posterior (2015-2019) es de un relativo estancamiento, se crece más cerca del 1% al año en promedio y a nivel per cápita prácticamente permanecemos estancados. Esa fase de agregación de demandas también le sumó contradicciones a la economía uruguaya. Porque nuestra economía no crece fundamentalmente transformando su estructura productiva y aumentando su productividad media, sino impulsada por la mejora en los precios internacionales de los bienes que exporta que se traduce en la llegada de flujos de riqueza extraordinaria (la renta del suelo) que a su vez favorece la llegada de la inversión extranjera directa. Entonces, si te expandís y agregás demandas sobre la base de un flujo de riqueza que es temporal, cuándo este se reduce lo que sobreviene es la disputa por los términos en los que se va a dar el ajuste. Este gobierno ya avanzó en parte sobre eso, combinando crecimiento del PBI con caída salarial y caída del gasto público social, es decir, transfiriendo ingresos de abajo hacia arriba lo que recompuso la rentabilidad del capital. No obstante se mantiene cierto empate. Ante ese escenario parece que estamos con ciertas debilidades para colocar un programa claro y los sectores de la derecha política e intelectual tienen una agenda de reformas más clara. No es un problema únicamente de la izquierda uruguaya, sectores progresistas o de izquierda de la región están en la misma situación.

Chasque: ¿Se puede reducir estructuralmente la pobreza sin la creación de trabajo genuino y sustentable en el tiempo?

Rodrigo Alonso: En primer lugar diría que para pensar el problema de la pobreza en Uruguay hay que relacionarlo con el problema de los contingentes de trabajadores que no pueden siquiera vender su fuerza de trabajo y arrastran varias generaciones sin relaciones de asalariamiento. La cruda realidad es que a la estructura económica, tal cual está organizada hoy, le sobran personas.

No obstante lo anterior, en un país como el nuestro, con el PBI per cápita que tiene, no es descabellado proponerse avanzar fuertemente en la reducción de la pobreza por la vía distributiva y fundamentalmente por la acción del Estado. Quienes trabajan este asunto seguramente tengan más claridad al respecto. Pero ya circulan propuestas de erradicación de la pobreza infantil que pueden impactar en una drástica reducción de la pobreza en general, a las que me parece importante prestarles atención.

Lo que si no se puede mejorar sustancial y sostenidamente sin la creación de trabajo genuino como ustedes plantean, o sin, por ponerlo en otros términos, el aumento sostenido de la productividad media, son los niveles salariales. Actualmente, un tercio de la fuerza de trabajo percibe ingresos mensuales menores a los $25.000 líquidos por 40hs de trabajo semanal según informa el Instituto Cuesta Duarte. Una política distributiva puede mejorar marginalmente esta situación, su mejora sostenible pasa por el aumento de la productividad media del trabajo y esto requiere un plan estratégico de desarrollo y la capacidad de contar con recursos para invertir en formación y en capital.

No obstante lo anterior, me parece relevante evaluar políticas para la activación de la fuerza de trabajo ociosa que tiene el país, por la vía del empleo estatal o por la articulación con el sector privado. Esto en clave de garantizar el derecho al trabajo, tal como está establecido en la Constitución, la cuál evidentemente no se cumple en su espíritu. Otro debate pertinente vinculado a esto es el de la reducción de la jornada laboral, es una buena señal que comience a darse.

Chasque: ¿Será posible promover y apoyar la propiedad y la gestión social, debilitando a su vez, la acumulación de Capital privado?

Rodrigo Alonso: No creo que haya que debilitar la acumulación de capital privado, sino más bien darle una orientación, disciplinarlo en función de objetivos nacionales, para lo cual es clave tener claro esos objetivos. Algo que hoy está un tanto difuso.

Respecto a lo que se denomina “propiedad y gestión social”, que entiendo que hace referencia a lo que se conoce como economía social y solidaria, me parece clave analizar de qué estamos hablando allí. En nuestra región, la denominada economía popular muchas veces tiene por contenido ser la forma de empleabilidad de población trabajadora que el capital ha dejado ociosa y que no le interesa emplear. Por tanto, no es posible separar la expansión de estas formas de economía “alternativa” de la producción de población obrera excedente para el metabolismo del capital. Siendo así, este tipo de emprendimientos se enfrenta con un punto de partida muy complicado. Los casos más claros son los de las empresas recuperadas. Literalmente se trataba de sectores que el capital ya no tenía más interés en seguir explotando y los trabajadores que se ven enfrentados al desempleo deciden sostener con apoyo estatal en muchos casos. Pero la condición de base es que estábamos ante formas de capital que ya habían quedado sobrantes, ya sea porque habían perdido la carrera de la productividad o por otras razones. Siendo así, no es raro que ante el intento de reactivarlas, vuelvan a fracasar o requieran un flujo sistemático de subsidios para sostenerse.

Me parece importante mantener una línea política abierta hacia este tipo de experiencias, cuidando de no exigirles más de lo que pueden dar y complementando esto con una acción política orientada a sectores estratégicos de la economía, con altos niveles de proactividad y capaces de insertarse en el mercado mundial y por ello adquirir valor internacional (divisas). A su vez creo clave fortalecer la línea política hacia el capital público, el cuál es de hecho el capital nacional más relevante que viene resistiendo la estocada de la penetración del capital extrnajero en la cúpula empresarial uruguaya. Sobre ello precisamente estamos compilando un libro junto a Gabriel Oyhantçabal y Juan Geymonat que saldrá en unos meses y que lleva por título “Uruguay For Export. Declive del empresariado nacional y capital extranjero”, editado por El Berretín.

Chasque: ¿Estamos hablando de un Estado que participe activamente en la actividad económica y que a la vez deje actuar al Mercado?

Rodrigo Alonso: En parte sí, pero sobre todo me interesa marcar el hecho de que esto debe estar enmarcado en una orientación general de por donde debería pasar un plan de desarrollo para el Uruguay de hoy. Y para esto es clave que los sectores populares vayamos más allá de un encare meramente distribucionista de los problemas nacionales.

Resumidamente, diría que un eventual nuevo gobierno de izquierda en Uruguay deberá trabajar en tres niveles, el de la emergencia social, el de la cuestión distributiva, y, el más importante y a su vez más complejo de abordar, el de la formulación de un plan estratégico de desarrollo. Para este último requerimos superar una conciencia política de fuerte impronta distributiva para ir conformando una conciencia productiva nacional. Porque una agenda únicamente distributiva no puede resolver el nudo que tenemos por delante.

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