La vida vale

El Chasque 98
Uruguay. Montevideo.
11/08/2023

Pareciera ridículo afirmar algo que entendemos obvio y que no debería necesitar explicación, sin embargo en estos tiempos en Uruguay, la vida, poco a poco ha ido perdiendo valor. Todos los días vemos en los informativos noticias referidas a muertes de personas producto de la violencia existente en la sociedad. En ese clima y a medida que pasa el tiempo los uruguayos nos hemos ido acostumbrando a la muerte por causas violentas y aceptando como un hecho imposible de evitar y de erradicar.

Jornada por la vida y la convivencia
El 5 de agosto de 2022, Micaela salía a trabajar y Gabriel iba al almacén cuando fueron baleados. Estos asesinatos marcaron el inicio del un colectivo multisocial e interbarrial #laVidaVale.uy. Conformado por vecinos, vecinas, organizaciones sociales de distintos barrios de Montevideo y la Mesa de articulación de servicios Udelar en Casavalle.

A un año de esos hechos fuimos invitados por la organización social “LaVidaVale.uy” a participar de la actividad que se realizó en el complejo Sacude, en pleno Barrio Casavalle. A su vez contó con la participación de organizaciones de la zona Oeste (Cerro, Organización de usuarios de la Salud), Colectivo La Pitanga (Punta de Rieles, Km.16, Villa García) y la UDELAR entre otras.

Con importante participación de vecinos e instituciones se llevó adelante una serie de intervenciones que invitaron a la reflexión en torno a la violencia y sus diferentes expresiones.

Es un hecho que la violencia tienen múltiples caras y todas ellas se relacionan de una forma u otra. De las opiniones surge con claridad que la violencia delictiva tiene una base estructural que se relaciona necesariamente a la falta de perspectivas y de horizontes claros que permitan a las personas construir una vida digna. Quedó claro que la falta de trabajo no precarizado, de viviendas decentes, de accesibilidad a la salud, de educación y una alimentación adecuada son factores que, combinados, actúan como una gran bomba atómica esfumando toda posibilidad a un presente y futuro de dignidad.

¿Alguien se puede imaginar que la felicidad y la propia vida pueda crecer en forma armoniosa, sin huellas ni cicatrices, en un contexto de desigualdad, marginación y pobreza?

A su vez debemos unir esa realidad social y material a los aspectos culturales e ideológicos que propone el capitalismo en el cual las personas no son vistas como tales, sino como meros consumidores de todo aquello que produce el sistema. Somos valorados por lo que consumimos y por lo tanto la realización de las personas, en gran medida, pasa por lograr acceder y consumir determinados productos. Esta cultura a su vez promueve la meritocracia como valor y camino hacia el éxito y el dinero, como expresión de poder ser y hacer.

Son niños con armas”
Frente a esa realidad de marginación y pobreza estructural muchos ven como única salida incorporarse a los circuitos delictivos, principalmente el narcotráfico, donde se puede acceder al “dinero fácil” y ser “alguien respetado”.

Estos barrios sufren esa realidad desde hace mucho tiempo. Lo más trágico es que niños y adolescentes son las principales víctimas de esta cultura del consumo que a su vez impulsa la cultura del delito justificada en la supervivencia, en ser el más fuerte de la selva. Son ellos los que terminan engrosando las pandillas que disputan el territorio para la venta de drogas.

Niños que no conocen otro lenguaje que la violencia desde que nacieron. Han sufrido la violencia familiar en su propio cuerpo y han sufrido la violencia de vivir en un barrio marginado, aislado y visto como “zona roja” que no entra un taxi, una ambulancia y prácticamente no llegan las líneas de ómnibus.

Nadie te quiere, te desprecian por vivir donde vivís, te miran de reojo porque ya parten de la idea que sos un chorro”

Esta violencia se une a su vez a la violencia institucional que le da la espalda a los reclamos y necesidades de quienes viven en estos barrios.

Transformar el dolor en esperanza”
Quienes no se resignan a naturalizar la violencia junto a quienes han sufrido la pérdida de familiares por balas perdidas en medio de un enfrentamiento de pandillas o producto de la violencia de género han decidido transformar el dolor en esperanza y la impotencia en potencia de lucha, en el abrazo solidario, en la construcción de comunidad que no se rinde frente a esa realidad.

Y esto que comenzó como un acción de denuncia por la trágica muerte de Micaela y Gabriel hoy se ha transformado en una fuerte organización que ya interactúa con otros barrios y que trabaja para desarticular todos los aspectos que conllevan a la violencia.

Más risas de niños y niñas y menos ruidos de balas”
Este reclamo nos interpela y nos hace reflexionar en la necesidad de actuar para transformar junto con la comunidad estas realidades donde lo común es sentir el estruendo de las balas. Más risas de niños es más felicidad, es más vida y menos muerte.

La organización comunitaria “La Vida Vale” nos muestra el camino por dónde ir, pero a su vez debemos ser honestos, no alcanza. Para avanzar es imprescindible que los organismos del Estado que tienen responsabilidad directa sobre esta situación actúen conjuntamente con la comunidad para transformarla.

Ni las cámaras de vigilancia, ni solo aplicando más represión al microtráfico han resuelto el problema de fondo, solamente atiende las consecuencias.

Por otro lado sabemos que es determinante golpear el crimen organizado en las esferas del poder, el de guante blanco. La LUC flexibilizó los montos a pagar a nivel de transacciones facilitando así el lavado de dinero de la droga. Para que exista el microtráfico de drogas es porque existe una red que protege y actúa a nivel de los centros de poder. Basta haber conocido el caso Astesiano y el de Marset para ver como funcionan.

Otra acción impostergable debe ser combatir el tráfico de armas y desarmar la sociedad como uno de los objetivos a alcanzar.

Luchar por la pública felicidad
No alcanza reprimir el delito que ataca solamente los síntomas de la enfermedad. Podremos derrotar a la violencia y a la inseguridad si somos capaces de atacar las causas que la generan construyendo la seguridad que da acceder a un trabajo de calidad y no precario; a la salud, la vivienda, educación e inclusión social y no la marginación. En pocas palabras, a la seguridad de vivir dignamente.

Entre tanta tragedia e incertidumbre surgen luces de esperanza que se encuentran atadas a la posibilidad de la construcción colectiva de resistencia a la resignación y a la lucha por lograr cambiar la realidad en que se vive”.

Por lo tanto nadie puede lavarse las manos si creemos que todas las vidas merecen ser vividas con dignidad. Para eso debemos luchar por construir entre todos una sociedad que nos distinga por la solidaridad, la justicia, el amor por el otro, en definitiva, un Uruguay donde valga la pena vivir y la pública felicidad sea una realidad y no un simple sueño.

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