Las falacias del liberalismo.

César Barretto Luchini*
El Chasque 99
18/08/2023

Apuntes sobre las bases conceptuales que sostienen el sistema
“Una economía de mercado consiste en un sistema económico controlado, regulado y dirigido por los precios del mercado: el orden en la producción y en la distribución  de bienes se confía a ese mecanismo autorregulador” Karl Polanyi, La gran transformación. 1944. Así  define el pensador húngaro lo que los liberales han sostenido como una de las bases del capitalismo. Todo lo que se produce está destinado a la venta y todos los ingresos obtenidos provienen de esas ventas. Para el liberalismo toda intervención del Estado en la economía es violatoria de esta sagrada autorregulación del mercado. Sin embargo es una enorme falacia. En los orígenes de la consolidación del sistema a mediados del siglo XIX una vasta  cantidad de regulaciones administrativas y legales generadas desde el propio Estado hizo posible la “autorregulación” , leyes aduaneras, subsidios, exoneraciones, leyes laborales etc.

En nuestro país ,donde gobierna una coalición cuya política económica está identificada con el más puro neoliberalismo esa “ autorregulación” se da de manera paradójica a través de potentes intervenciones del Estado como es el caso de la concesión del puerto por 60 años a Katoen Natie o la contratación de personal a la Fundación A Ganar por parte de las intendencias blancas del interior. A lo largo de su historia el sistema ha generado colosales desastres como la crisis de 1929 y otras más recientes como la de 2008. Todos esas catástrofes económicas y sociales se hicieron en nombre de la sacrosanta autorregulación del mercado como en el caso de la desbocada especulación financiera con los bonos sub prime en 2008. El concepto de mercancía implica algo que es creado por el ser humano para ser vendido. Sin embargo la tierra, el dinero  y la naturaleza en sí no son algo que haya sido creado para ser vendido. Si la erosión se lleva la capa fértil del suelo no se puede comprar otro suelo fértil. Lo mismo si usamos la atmósfera o el agua como si fueran infinitos. Por lo tanto es falso que la naturaleza sea una mercancía de la misma forma que no lo es el trabajo humano porque los seres humanos que son quienes trabajan y crean no son creados para ser vendidos.

Dice Polanyi al respecto:” el trabajo , la tierra y el dinero no son obviamente mercancías , el postulado de que cualquier cosa que es comprada y vendida debe haber sido producida para la venta es enfáticamente falso con respecto a esos elementos. En otras palabras, de acuerdo con la definición empírica de mercancía, no son mercancías. El trabajo es tan solo el nombre de una actividad humana que pertenece a la vida misma y que no es producida para la venta, que no puede ser almacenada, movilizada  ni separada del resto de la vida. La tierra es solo otro nombre para designar a la naturaleza y ella no es producida por el hombre. Finalmente el dinero es tan solo el símbolo del poder de compra que, como regla, no es producido de ningún modo sino que es creado por el mecanismo de la banca olas finanzas del Estado. Ninguno de esos elementos de la industria es producido para ser vendido. La definición del trabajo, la tierra y el dinero como mercancías es absolutamente ficticia”.

Más allá del liberalismo.
Después de la crisis del 29 surgieron corrientes como la que encabezó Keynes en Inglaterra. El keynesianismo plantea que el Estado debe intervenir para evitar que ocurran cosas como las que habían llevado a esa debacle. Como respuesta a esa corriente que fue la que predominó sobre todo con la política del New Deal de Roosvelt cobró cierta relevancia una corriente identificada con la escuela austríaca de economía de la cual Friedrich Hayek fue un prominente representante. Hayek y su pensamiento cobraron más trascendencia con el auge del neoliberalismo que Thatcher y Reagan impulsaron en los comienzos de los ochenta. No en vano Javier Milei plantea que Margaret Thatcher es su referente lo cual resulta un tanto paradójico y chocante para alguien que es argentino. Esta corriente plantea de forma mucho más radical los principios liberales. El Estado es mala palabra y la desregulación absoluta de la economía una solución mágica en el entendido de que el mercado autorregulado es el santo y seña para el desarrollo económico. Solo que eso jamás funcionó en ninguna parte. Hayek denosta las políticas sociales que desde una perspectiva keynesiana intentan amortiguar los efectos negativos de asuntos como la desocupación y otros malestares de la sociedad capitalista. Según Hayek las políticas de ayuda social y de subsidios son tremendamente injustas porque le sacan a unos (los más ricos) para darle a otros (los más desfavorecidos). Milei no hace sino repetir como un fanático las palabras de su inspirador. Para Hayek el Estado debe eliminar toda estructura institucional que no sea el ejército, la policía, el sistema judicial y las aduanas etc. En su concepción ultraindividualista Hayek llegó a escribir en su último libro que habría que volver al voto censitario, es decir que hay gente que puede votar y otras no. Los que tienen un rol destacado en la economía pueden hacerlo pero los “nadies” no. A fines del siglo XIX y comienzos del XX existió el voto censitario en la mayor parte de las “democracias” occidentales. Por ejemplo en Suecia los que pertenecían a la aristocracia tenían un voto equivalente a 500 votos de un ciudadano común con lo que en muchos casos con su solo voto podían gobernar un pequeño pueblo de unos cientos de habitantes.

El liberalismo y el neoliberalismo radical de Hayek y Milei se apropian del concepto de libertad como si les perteneciera. Sin embargo para ellos la libertad es simplemente la libertad irrestricta para los negocios de modo que el capitalista resulta la figura ejemplar a ser seguida en su modelo de sociedad. La libertad de Hayek no es la libertad para el pleno desarrollo humano, rico culturalmente y armonioso con la naturaleza sino la libertad del zorro en el gallinero.

*Coordinador -Tus Ideas Valen

www.tusideasvalen.blogspot.com

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