Ruben López
El Chasque 109
27/10/2023
“Pero la observación más importante que hay que hacer a propósito de todo análisis concreto de las correlaciones de fuerzas es la siguiente: que esos análisis no pueden ni deben ser fines de sí mismos (a menos que se esté escribiendo un capítulo de historia pasada), sino que sólo cobran significación si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de la voluntad. Los análisis muestran cuáles son los puntos de menor resistencia a los que pueden aplicarse con más fruto las fuerzas de la voluntad, sugieren las operaciones tácticas inmediatas, indican cómo se puede plantear mejor una campaña de agitación política, qué lenguaje será mejor comprendido por las muchedumbres, etcétera.”
(Antonio Gramsci -Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerzas. (1932-1935)
¿Cual es el carácter de la época en que vivimos?
De donde venimos:
Para analizar la situación actual y tomar decisiones, en este particular período de transición, hay que revisar la historia, las experiencias de la lucha de clases en el siglo XIX, de la Comuna de París, las revoluciones rusas de 1905 y 1917 y especialmente el nacimiento de los Soviets como organismos de poder popular. Su triunfo y desarrollo después de Octubre con el gobierno soviético hasta su derrumbe en 1990. Los procesos revolucionarios del siglo XX, desde el triunfo soviético (salvo para Hollywood) sobre la Alemania Nazi, el campo socialista europeo, China, Corea, Vietnam, Cuba y el proceso de descolonización en Asia y África. Claro que esto supera cualquier intento individual de encararlo, pero sería bueno, recopilar, estudiar, debatir y difundir las distintas visiones sobre estos procesos, como herramienta para la acción concreta.
Pues podríamos decir que para recorrer ese largo período de la humanidad, desde el capitalismo (último sistema dividido en clases) basado en la propiedad privada de los medios de producción, hasta el nuevo orden social donde “cada uno aporta según su capacidad y recibe de acuerdo a sus necesidades”, se necesita de toda la experiencia acumulada, el profundo conocimiento de la realidad y la decidida participación de sus protagonistas.
Es interesante observar que la propia intelectualidad burguesa sostiene: es muy loable el ideal comunista pero no es posible, es una utopía, se lleva a mucha gente a entregar su vida por nada, por lo cual es también irresponsable.
Ante esto podemos responder, igualmente, que más utópica es aún, la idea de 8,000 millones trabajando, sufriendo, la mitad de ellos sin alimentos ni vivienda adecuadas, para mantener eternamente a unos pocos millones de parásitos, que como vampiros chupan la sangre de miles de millones de trabajadores y además provocan la pobreza y la indigencia de otros tantos, sin un mínimo de pesadumbre por el hambre de los niños.
El mundo vivió siglos donde la guerra terminaba por resolver los conflictos entre clanes y tribus rivales, según dicen los estudiosos, de allí surgieron los primeros esclavos y los dueños de una propiedad que después legaron, dando origen a las clases sociales. De allí en adelante fueron Estados o naciones que lucharon entre sí por el poder y el poder lo tenían los dueños de la tierra (y de hombres y mujeres que no eran dueños ni siquiera de si mismos). Esclavos y siervos pertenecieron a la tierra y a los dueños de ésta y pelearon guerras por más tierras y más poder para su Señor, y más esclavos o siervos. Hasta que los avances en la producción, el comercio, las finanzas, generaron los Burgos (caseríos, pueblos, después ciudades) donde se reproducía una nueva clase, que disputaría el poder a la nobleza terrateniente, (nobleza a la que combatieron ferozmente y la llamaron parásitos, pues su función era cobrar una renta por su monopolio de la tierra, sin aportar nada a la sociedad). Parásitos en que se convertirían ellos mismos, con el correr del tiempo, al transformarse en “cortadores de cupones”1-.
Entonces la guerra entre los países, la paz y las alianzas, respondían a los intereses de las clases, dependían del poder económico en primer término y después de su máquina de guerra y el Estado, sin dejar de tener en cuenta la fuerza de las ideas que trasmitían a sus pueblos y así estuvieran dispuestos a dar su vida en defensa de intereses muy ajenos a los suyos. Esta historia se repite hasta que en el Siglo XX, sus dos guerras superan en mucho lo que fueran milenos de enfrentamientos, por la capacidad destructiva de las nuevas armas, por el amplio desarrollo económico que trajo el capitalismo, sus monopolios, el capital financiero y sus profundas crisis. De la primera guerra mundial surge el primer Estado proletario, que rompe con la propiedad privada y se encamina al Socialismo. De la segunda, las explosiones nucleares en Hiroshima y Nagasaki sobre la población civil, lanzadas por Estados Unidos llenan de horror al mundo, tanto por el nuevo poder que representan capaz de destruir la vida en el planeta, como por el crimen de lesa humanidad, el asesinato de tantas vidas inocentes, civiles, hombres, mujeres y niños que no participaban del combate. Ya no sería posible otra guerra mundial, cuando unos pocos años después la Unión Soviética hiciera saber al mundo que también poseía armas nucleares. Se inicia la Guerra Fría, que evita la confrontación directa, pero será sustituida por guerras convencionales, sobre todo en los países que emprenden el camino de la liberación colonial o neocolonial, en África, Asia y América Latina.
La lucha de clases siempre ha estado bajo el manto de los intereses económicos, el poder, que culminan en la guerra.
Al mundo unipolar, heredero de la implosión de la URSS que siguió a la guerra fría posterior a la segunda guerra, le ha seguido, enfrentado a la posición de USA de un mundo basado en “sus reglas”, un proceso nuevo, heterogéneo -no responde como los años de la guerra fría a las ideologías- que encabezan China con su planteo sobre la “prosperidad compartida”, Rusia (que a partir de la guerra con Ucrania ha sido apartada del mundo occidental, vía sanciones) a los que se suman India, Brasil, Sudáfrica, los países del BRICS+ y buena parte del sur global, que teme quedar bajo la égida de USA, su poder económico y militar que utiliza para someter a quienes se oponen, mediante bloqueos, sanciones, agresiones directas o indirectas.
Por tanto el mundo hoy, no es el enfrentamiento entre China y USA, que sí existe, no es entre naciones con ideologías diferentes, sino entre un mundo basado en reglas que impone USA, apoyado por Europa, relegada a un segundo plano y un mundo multipolar liderado por China y su pujante economía (se prevé que en pocos años pase a ser la primera potencia económica), más el resto de los países, que desean liberarse de la presión y el chantaje del imperialismo, y ven una posibilidad de desarrollo en el nuevo mundo en gestación.
Si esto es posible, y la decadencia y debilidad de USA se profundiza, y el mundo multipolar que surge puede promover la independencia económica del sur global, el tiempo lo dirá. Pero lo cierto es que para los pueblos que luchan por su liberación, la nueva situación representa una oportunidad.
Desentrañar los nuevos fenómenos, en el desarrollo del capitalismo, sus tendencias generales, las contradicciones, las tensiones, peligros y oportunidades que se presentan.
El capitalismo, ¿ya llegó a su fin, hay que buscar la forma de superarlo? o es, con sus defectos, lo posible como sostiene la clase dominante, o es injusto si, habría que cambiar en el futuro si, pero sólo queda mejorarlo, limar sus aristas más ríspidas como pregonan ciertos sectores progresistas.
La historia nos brinda teorías y hechos, que es posible analizar.
El Marxismo nos brinda un método de análisis y una guía para la acción. Tras su Tesis XI, “no sólo se trata de estudiar el mundo, sino de transformarlo”, Marx nos llamaba a la acción.
Cuando se habla de renovación, muchas veces se están repitiendo viejas ideas, que presentadas como nuevas, ocultan al capitalismo en su esencia, cuando sigue siendo el mismo bajo una piel diferente. Su leitmotiv es la explotación del trabajo, la obtención de plusvalía y la acumulación de capital. Sólo que hoy a un nivel infinitamente superior a lo que fueron los siglos XIX y XX. No hace falta mucho esfuerzo para verlo, basta mirar a los 4.000 millones de seres humanos que se debaten entre la indigencia y la pobreza hoy en día.
En 1850 había 1.262 millones de habitantes en el planeta, hoy más de 8.000 millones, los miserables del mundo más que triplican el total de habitantes de hace 170 años. Si en cantidad es así, basta mirar como viven en países de Africa, Asia o América Latina, para conocer que la calidad de su vida no es mejor que los explotados del siglo XIX.
Por tanto hay que tener cuidado cuando se habla sobre lo “mucho que cambió el mundo”, con su innovación, robots, computadoras, máquinas, naves espaciales, inteligencia artificial, etc. porque esos cambios no fueron democráticos, no son para todos, sólo para una elite, claro que de cientos de millones, pero sobre todo una super elite, el 1% que tiene una riqueza igual al 99%.
Estos son los cambios que trajo la ciencia, la técnica, la productividad del trabajo, junto a la maravilla de la civilización y su capacidad productiva, la riqueza y buen pasar para una parte y la barbarie de la miseria, la indigencia, la explotación, la indiferencia para el resto de la humanidad.
Sólo África tiene hoy 1.400 millones de habitantes, la mayoría en la pobreza y la indigencia, siendo un continente con una inmensa riqueza en tierras cultivables y minerales, es saqueado por las grandes potencias.
¿Cuál es el cambio que ven progresistas y renovadores, que debiera cambiar la política “vieja, sesentista, dogmática” de terminar con el capitalismo, de lucha contra el imperialismo, que genera ese soterrado mundo? Un mundo que no se quiere ver, ni mostrar.
Mientras, estos sectores de izquierda o progresistas adoptan las ideas dominantes, dejar el sistema tal cual, sólo algunos cambios que mejoren el salario, condiciones de trabajo, derechos para la mujer, para los diferentes.
Todo eso está bien, está perfecto, todo lo que sean avances en las condiciones de vida de los pueblos, luchar por ellos, es correcto, se ha hecho durante siglos, pero si esa lucha sólo hubiera conseguido reivindicaciones y no cambios políticos profundos, no se habría avanzado. La lucha reivindicativa, por salarios, por reformas, por derechos es el camino que tienen los pueblos para aprender en base a su propia experiencia, comprender cual es su verdadero enemigo, tomar conciencia -y se aprende en la vida misma- que sus conquistas (cualquiera sea), son efímeras si no cambia el orden social que las sostiene, pues la clase dominante a la vuelta de la esquina, les a quitará el salario, las libertades, los derechos que obtuviera.
¡Qué fue sino el período del terrorismo de Estado en el Cono Sur, por ejemplo! Sólo en términos de salario real, en Uruguay, todavía no se han recuperado los valores de 1971 -un dato no menor, en aquella época lo normal era que trabajara una sola persona por hogar y solventaba los gastos, hoy trabajan dos adultos y apenas si da- y la pérdida es mayor si nos remontamos a 1957. Eso fue lo que nos dejó el pachequismo y la dictadura, hablando sólo de los trabajadores y sus ingresos. Habría libros para escribir todo lo perdido en lo económico, social, ético, seguridad, etc.
Sobre los Cambios y las Continuidades.
Se reiteran debates que tienen dos siglos, pues el objeto de estudio se ha transformado, no parece el mismo. Claro, pasamos de la carreta a los viajes espaciales, podríamos decir con los renovadores “el mundo ha cambiado tanto, que deben cambiar las maneras de encararlo, no podemos repetir a los revolucionarios del Siglo XIX o a los “sesentistas” del Siglo XX”
Pero tras esta observación, a todas luces cierta en su primera parte, los argumentos que le siguen no brillan por su originalidad, pues reiteran planteos de hace 100 años.
Para mostrarlo recurrimos a Rosa Luxemburgo en su polémica con Bernstein:
“Bernstein considera que la decadencia general del capitalismo aparece como algo cada vez más improbable porque, por un lado, el capitalismo demuestra mayor capacidad de adaptación y, por el otro, la producción capitalista se vuelve cada vez más variada.
La capacidad de adaptación del capitalismo, dice Bernstein, se manifiesta en la desaparición de las crisis generales, resultado del desarrollo del sistema de crédito, las organizaciones patronales, mejores medios de comunicación y servicios informativos. Se ve, secundariamente, en la persistencia de las clases medias, que surge de la diferenciación de las ramas de producción y la elevación de sectores enormes del proletariado al nivel de la clase media. Lo prueba además, dice Bernstein, el mejoramiento de la situación política yeconómica del proletariado como resultado de su movilización sindical.” Reforma o Revolución – Rosa Luxemburgo)
Comparemos estos argumentos con los actuales, de sectores de la izquierda y el progresismo, que plantea desde la negación lisa y llana de un nuevo orden social, a un socialismo “quizás posible” en un futuro remoto (no se plantea una estrategia). Tampoco se pone la mira en medidas que afecten al capital, internacional o nacional, por el contrario se fijan políticas para fortalecer al capital privado en la economía (como se hizo en los gobiernos del FA), pues hay que cuidar el “prestigio” frente a las “Calificadoras de riesgo internacionales”, sostener el libre mercado, las fuentes de crédito, la relación con la banca y las multinacionales. Lo que significa la renuncia a desarrollar una política soberana, al servicio del interés nacional, que atienda a la mejora real en la calidad de vida de los trabajadores y el pueblo. En el proceso de autocrítica que realizó el FA después de perder las elecciones en 2019, se mencionaban algunos aspectos de lo que decimos, mencionando el hecho que “no se habían tocado las estructuras de la economía” por ejemplo.
Parece que los actuales revisionistas, no tienen argumentos más «modernos» que los de Bernstein y Kautsky del pasado. Por más que pretendan vestirse con nuevas ropas.
Si realizamos la comparación y cambiamos:
«el sistema de crédito» por las calificadoras de riesgo, los Bancos Centrales, FMI, OMC;
las «organizaciones patronales» por los consejos de salarios y la OIT;
«mejores medios de comunicación y servicios informativos» por la informática, Internet, robotización, redes sociales, inteligencia artificial, etc.;
« la diferenciación de las ramas de producción y la elevación de sectores enormes del proletariado al nivel de la clase media» y el
«mejoramiento de la situación política y económica del proletariado como resultado de su movilización sindical.» por, este fenómeno es super moderno, no hay rama de la producción y servicios que no lo viva intensamente, además ¿que otras palabras podría utilizar?, es un calco de lo que hoy se argumenta, pero podemos agregar: el continuo aumento del nivel de vida, la venta de autos y electrodomésticos, el turismo masivo, el consumo, el auge del comercio, etc.
Lo que está entre comillas y subrayado, son los conceptos de Bernstein, citados por Rosa, para justificar «la capacidad de adaptación del capitalismo» y mostrar porqué «el desarrollo del capitalismo no va a desembocar en un colapso económico general», le siguen las palabras actuales que justifican el mismo razonamiento.
Tras 100 años, argumentos casi idénticos, aún “con asombrosos cambios en el mundo”.
¿Cómo puede ser que cambios tan violentos: de la carreta al avión, del telégrafo a Internet, del trabajo manual y mecánico a la robotización y la inteligencia artificial, no produzcan otras respuestas, “más avanzadas”, que reclaman los renovadores de hoy?
Por una sencilla razón: las Relaciones de Producción hoy, son las mismas que ayer, la clase dominante, la concentración de la riqueza, la propiedad. Sólo son más brutales hoy que ayer, pero el sistema es el mismo.
Parecen tan o más «ancianos», que los “sesentistas”, los «modernos» argumentos de «renovadores» en la moderna izquierda, de muchos politólogos, sociólogos, economistas, periodistas y múltiples izquierdistas y progresistas.
Pero aún así, los retrógrados, “sesentistas, dogmáticos, ancianos, con los ojos en la nuca”, pensamos que es necesario analizar con detenimiento los errores y aciertos, con elevado espíritu crítico, sin dogmas ni prejuicios, para aprender de la experiencia del movimiento obrero y comunista internacional. Y comprender, para transformar.
Pues, aún pensamos que el gran desafío sigue siendo el mismo: la construcción de “una nueva sociedad”, “nuevas formas de poder popular”, “propiedad social, comunitaria, gestión colectiva” para resolver los problemas más acuciantes.
Para ello es necesario: romper el “hechizo” de la ideología neoliberal, derrotar la idea de una “felicidad individual” basada en explotar, aplastar o eliminar al otro, que impide soñar (y crear) un mundo de paz y colaboración entre los seres humanos.
1 Así se llamó a principios del siglo XX a los accionistas que su única función era cobrar regularmente dividendos por sus acciones.
