Julio Castillo
El Chasque 116
15/12/2023
Más allá del análisis de lo que vendrá y tendrá que soportar el pueblo argentino, nos interesa ver como opera en la sociedad la supuesta despolitización de las personas, es decir, la incapacidad de poner en cuestión en forma consciente y crítica la realidad en que vive.
Obviamente no podemos hacer ese análisis fuera de un contexto dado. El triunfo de la ultraderecha en el vecino país no es producto de la generación espontánea y tampoco se puede explicar en forma exclusiva por el deterioro de las condiciones materiales en la vida de la gente.
No era un resultado evidente que dadas determinadas condiciones, Argentina cayera en el precipicio de la ultraderecha. Es cierto que luego del gobierno de Macri, el endeudamiento con el FMI y el inicio de la debacle, el gobierno de Fernández en lugar de modificar el rumbo culminó hundiendo al país en una crisis más profunda.
¿Por qué ante esta situación no fue la izquierda la que canalizó el descontento en lugar de la ultraderecha?
La izquierda argentina propiamente dicha se encuentra dividida, fragmentada y sin posibilidad alguna de incidir en la realidad política y por ende disputarle a la derecha y en este caso a la ultraderecha la hegemonía cultural e ideológica.
Por otra parte el peronismo y la experiencia hecha por el pueblo en este último período mostraba un profundo desgaste por el incumplimiento de la máxima del peronismo: ”justicia social”.
Debemos entender que el peronismo no es de izquierda. Nunca fue de izquierda, al contrario, en su esencia fue un movimiento de corte nacionalista popular dirigido por sectores de la burguesía nacional que disputaron el poder a los sectores más entreguistas al capital internacional que avanzaba de la mano de EEUU en América Latina luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
A su vez fue expresión del oportunismo de derecha por medio de una actitud mesiánica hacia “los descamisados” y la instrumentación de una serie de medidas que condujeron a la confusión y engaño a amplios sectores de la clase trabajadora y de los sectores populares. La penetración política en la organización sindical quebrando la independencia de clase y construyendo organizaciones sindicales peronistas y totalmente corporativistas, similar a lo realizado por Getulio Vargas en Brasil.
El haber reconocido la deuda con el FMI y llevar adelante medidas paliativas, sin objetivo y sin capacidad del gobierno de Fernández para revertir la situación y ponerla a favor del pueblo, terminó siendo todo lo contrario y provocando la debacle. 70.000 millones de dólares fue la transferencia hacia las clases dominantes.
No podemos culpar a las personas por este resultado. Hasta ayer habían confiado en el peronismo. Es una conclusión errada y en definitiva oculta el problema de fondo que demuestra con claridad que el sistema capitalista y sus crisis no tienen salida bajo las políticas “progresistas”.
En la medida de que no se ve necesario el cambio, tampoco se ve necesario aislar y desplazar a las clases dominantes del poder económico y político, de construir una nueva sociedad bajo valores humanos, solidarios y de justicia social, en definitiva de llevar adelante la batalla ideológica y cultural.
Y es fundamental no eludir el bulto. Hay que poner en el banquillo de los acusados al capitalismo, único responsable hace 500 años de provocar desgracia y explotación sobre los pueblos latinoamericanos. Combatir las ideas que pregonan hoy sobre la meritocracia, la salida individual, la falsa libertad cuando hoy nadie parte de una misma situación. Hablar de libertad en el mudo de los monopolios, de los milmillonarios, de la concentración de riqueza es reafirmar que la gran mayoría es libre de elegir quien lo explote. Es la libertad del zorro en el gallinero. Es la libertad de la “casta económica” para expoliar al pueblo.
Hablando de la batalla cultural
“La muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie”. Hannah Arendt
La sociedad argentina tiene una profunda influencia de las ideas del catolicismo, de poner la otra mejilla, de tener empatía por el mas humilde. Sin embargo no sirvió de mucho ante el avance del individualismo radical y el odio.
Lo real es que los “valores cristianos” fueron pisoteados por la propuesta de la ultraderecha, y a pesar de eso, Milei tuvo su misa en la Catedral y fue bendecido por la Iglesia Católica.
En su discurso Milei hizo referencia más de una vez al “cielo”, a la voluntad de Dios. Nada nuevo en ese sentido. Ellos siempre tienen a Dios de su lado. Pero ¿realmente piensan eso? ¿Piensan que Jesús sentado a la derecha de Jehová aprueba su accionar y su programa de ajuste sobre los más humildes?
En el plano cultural triunfaron los valores de la jungla y no los del cristianismo. Sobrevive el más apto, la lógica individualista que se refuerza por la necesidad de supervivencia ante la ausencia de salidas colectivas, se fortalece la creencia de que solamente la fuerza de voluntad y el mérito podrá hacernos salir adelante, sin importar si para eso debemos pisarle la cabeza al otro.
Ante el desastre económico profundizado y sin salida aparente por parte del gobierno “progresista” de Alberto Fernández, unido al deterioro y descreimiento del discurso histórico del peronismo de justicia social, fue que se crearon condiciones para instalar la idea de que el Estado y las políticas sociales son un curro y que lo único que va a salvar esa situación es la libertad individual y la propiedad. La ultraderecha argentina, al igual que Hitler en la Alemania de 1930, levantó una idea fuerza ante la crisis brutal, fabricó un enemigo responsable de la crisis, mostró un horizonte posible al cual llegar, no exento de sacrificios, como sucedió con el pueblo hebreo que conducido por Moisés deambuló por el desierto para llegar a la tierra prometida.
El discurso de Milei fue profundamente ideológico y casi como un mantra repitiendo frases hechas en torno a la libertad.
Y tal fue el triunfo en lo ideológico y cultural que las personas aplaudían el discurso de asunción como una secta, enceguecidos y dispuestos a morir por la promesa hecha por Milei donde la única alternativa a la actual situación y por ende a sus vidas, es enfrentar un ajuste económico tipo tsunami.
Los argentinos eligieron a pesar de todo un proyecto político regresivo, provocado por el hartazgo de estar años en la mala y por una prédica reaccionaria, de exaltación del individualismo, la existencia de un enemigo identificado por la “casta política” y un supuesto retorno a las glorias del pasado.
Y esta elección fue política. Amplios sectores actuaron con una mirada crítica ante una realidad sin salida. No existió despolitización, lo que si hubo fue sustitución de una idea por otra. Sin nuevas propuestas y alternativas a la crisis prefirieron la incertidumbre del cambio a continuar con un modelo que había fracasado.
Mientras tanto los oligarcas, la “verdadera casta” se frotan las manos pensando en toda la riqueza de los argentinos que van a poder apropiarse.
