Por Michael A. Lebowitz
LA TIZZA
El Chasque 140
31/05/2024
Reflexiones sobre la Revolución Cubana
Ningún país ha enfrentado mayores obstáculos que Cuba en el intento de construir una sociedad poscapitalista. Criminales bloqueos, sanciones, invasiones, terrorismo imperialista, subversión interna con apoyo externo, la pérdida de aliados fundamentales, desastres naturales como huracanes y sequías y, no obstante, Cuba persiste (como lo hace también su maravillosa solidaridad que le ha marcado desde los primeros años). Sin embargo, como cualquier sociedad en la interface entre el capitalismo y la comunidad, Cuba ha sido y continúa caracterizándose por la reproducción desafiada (o lo que Fidel denominó la batalla a muerte entre el Futuro y el Pasado).
La Revolución Cubana, no obstante, comenzó con una ventaja: al inicio pudo contar con el apoyo tanto económico como político de la Unión Soviética, así como con un modelo económico basado en décadas de experiencia soviética. Que esto último haya sido realmente una ventaja, sin embargo, es cuestionable.[53] Después de varias décadas de experiencia cubana propia, Fidel Castro confesó:
Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo. Parecía ciencia sabida, tan sabida como el sistema eléctrico concebido por algunos que se consideraban expertos en sistemas eléctricos. Cuando decían: «Esta es la fórmula», este es el que sabe. Como si alguien es médico. Tú no vas a discutir con el médico acerca de anemia, de problemas intestinales, de cualquier especialidad, al médico nadie lo discute. Puedes creer que es bueno o malo, qué sé yo, puede hacerle caso o no; pero a nadie se le discute.[54]
Sin embargo, hubo un líder de la Revolución Cubana que sí rebatió. Durante su breve presencia en el mundo material y en la Cuba del triunfo revolucionario, Che Guevara cuestionó los fundamentos del modelo económico soviético. Como presidente del Banco Nacional de Cuba y luego como el primer ministro que tuvo el nuevo Ministerio de Industrias, el Che desarrolló un sistema de gestión — conocido como Sistema Presupuestario de Financiamiento— en el que las industrias estatales se trataban como divisiones de una única gran firma; era un sistema que difería notablemente del heredado a través del modelo soviético conformado por empresas estatales autónomas con sus propios presupuestos — el Sistema de Autofinanciamiento o Cálculo Económico—.[55] En específico, el debate en torno a estos dos sistemas se hizo público en 1963 y develó diferencias en cuanto al foco de atención sobre incentivos materiales y morales. En aras de comprender el argumento del Che es esencial tener en cuenta su argumento completo.
Los fundamentos del Che
1. La Meta y el Camino
Luego de haber estudiado marxismo, incluidos El capital y el Manifiesto Comunista durante su adolescencia, así como El Estado y la Revolución de Lenin durante la universidad, el Che comprendió de forma clara la meta de los revolucionarios: el cabal desarrollo de la sociedad comunista, la libre asociación de productores que Marx concibió.[56] Pero esa sociedad no se define simplemente por la abundancia sino, además, por nuevas relaciones conscientes entre las personas, una nueva conciencia hacia la sociedad. Para el Che, el comunismo es: «un fenómeno de conciencia y no solamente un fenómeno de producción». Por tanto, no podría alcanzarse «por la simple acumulación mecánica de cantidades de productos, puestos a disposición del pueblo».[57] Ciertamente, insistía, «combatimos la pobreza pero también la enajenación».[58] Y, para ese proceso, el Che creía que la planificación centralizada era fundamental. Es «el punto en el que la conciencia del hombre finalmente logra sintetizar y dirigir la economía hacia su meta: la completa liberación del ser humano en el marco de la sociedad comunista».[59]
2. Características del Período de Transición
Por supuesto, como bien sabía el Che, no es posible dar el salto del capitalismo hacia la nueva sociedad comunal. Necesariamente hay un período de transición en el que elementos del viejo orden interactúan, se interconectan y, ciertamente, colisionan con elementos del nuevo. Como resultado de esa interacción, los elementos de ninguno de los dos sistemas existen de forma pura. Considérese, por ejemplo, la ley del valor, que devela la manera en que el capitalismo se reproduce espontáneamente mediante el mercado.
El Che argumentaba que «es imposible analizar la ley del valor separada de su medio natural: el mercado. De hecho, el mercado capitalista es en sí mismo la expresión de la ley del valor». Desafortunadamente, como señala Tablada, casi toda la literatura sobre economía política del período de transición carecía de herramientas conceptuales originales adecuadas para analizar el tema. Al aplicar, fuera de su contexto, las categorías marxistas pertenecientes al capitalismo, esa literatura distorsionaba el objeto mismo de estudio.[60]
Una implicación es la falta de claridad sobre lo que debe hacerse en esta sociedad en la que coexisten elementos del viejo orden y del nuevo. Para el Che, más que extrapolar a partir de un análisis estático de El capital, la necesidad principal es construir el Futuro: «Entendemos que durante cierto tiempo se mantengan las categorías del capitalismo y que este término no puede determinarse de antemano, pero las características del período de transición son las de una sociedad que liquida sus viejas ataduras para ingresar rápidamente a una nueva etapa». No fue una sorpresa que el Che rechazara el Manual Soviético de Economía Política que argumentaba lo siguiente: «es necesario desarrollar y utilizar la ley del valor y las relaciones monetario-mercantiles durante el período de construcción de la sociedad comunista».[61] ¿Por qué desarrollar?, se preguntó el Che. Detrás del pensamiento del Manual, argumentó, había «una concepción errónea de querer construir el socialismo con elementos capitalistas sin realmente cambiar su significado». Era un camino gradual de vuelta al capitalismo — un camino que «obliga a nuevas concesiones a las palancas económicas, es decir, al retroceso».[62]
Como hemos enfatizado, el desafío de la reproducción es característico del período de transición entre el Futuro y el Pasado. Mientras el Che señalaba la necesidad de liquidar los elementos de la vieja sociedad lo antes posible, también reconocía que existían movimientos en la dirección contraria. Al analizar las resoluciones del Partido Comunista Polaco en 1964, por ejemplo, comentó que «la solución que están proponiendo para estos problemas en Polonia es la total libertad de la ley del valor, o sea, un regreso al capitalismo».[63]
3. La batalla contra el Pasado
Particularmente en países subdesarrollados «la tentación de seguir los caminos trillados del interés material, como palanca impulsora de un desarrollo acelerado, es muy grande», apuntaba el Che. Sin embargo, debemos recordar que los intereses materiales provienen del capitalismo y son remanentes del Pasado. «No negamos la necesidad objetiva de ofrecer estímulos materiales, pero nos oponemos a su uso como el principal instrumento de motivación». De hecho, «la tendencia debe ser, en nuestro concepto, a liquidar lo más vigorosamente posible las categorías antiguas entre las que se incluye el mercado, el dinero y, por tanto, la palanca del interés material o, por mejor decir, las condiciones que provocan la existencia de las mismas».[64]
El Che tenía claridad sobre por qué hacerlo:
Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta.
Se puede crear una base económica de esta manera; no obstante, él predijo que «la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia».[65]
¡Y ese es el punto! Basarse en el interés material, «una palanca que desafortunadamente tenemos que usar, un remanente de la vieja sociedad», genera individuos sin conciencia socialista. El resultado de basarse en el interés material propio del individuo significa crear personas ajustadas a la sociedad capitalista. Es por ello que el Che hizo énfasis en la importancia del segundo producto: «para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo».[66]
4. La batalla por el Futuro
«Uno de los objetivos fundamentales del marxismo», señaló el Che, «es eliminar el interés, el factor interés individual y el lucro desde las motivaciones psicológicas».[67] Con este objetivo, hizo hincapié en la importancia de construir la conciencia socialista, con la que los trabajadores «se sientan parte de un gran esfuerzo colectivo que la nación debe realizar y, así, estaremos lo más integrados posible en este empeño, cada cual con su propia manera de pensar y cada cual con sus propias convicciones, pero intentando incorporase a trabajo vivo».[68]
El reconocimiento de sí mismos como parte de un todo hacia el que los miembros de la sociedad tienen un deber social, no obstante, constituye un cambio que «será necesariamente prolongado y no puede aspirarse a que se complete en un corto período de tiempo».
No será ni un proceso automático como resultado del desarrollo de fuerzas productivas; tampoco la exhortación por sí sola transformará a las personas. «No es posible cambiar el pensamiento de las personas por decreto. Las personas solo cambiarán su forma de pensar mediante su propia convicción».[69]
Siendo coherente con su pensamiento, como ha detallado Helen Yaffe en su estudio, en el Ministerio de Industrias el Che intentó construir espacios reales para el protagonismo de los individuos, de manera que pudieran aprender mediante la práctica concreta.
En las Asambleas de Producción, por ejemplo, todos los miembros de una fábrica — al menos el 70 % para que ocurra una reunión— sistemáticamente se reunían para discutir los planes y el progreso del trabajo, así como auditar la labor de los administradores. Estas eran, como señaló el Che, «parte de la vida de las fábricas» y estaban orientadas a motivar a los trabajadores a participar en la gestión de la producción.[70] Asimismo, el Ministerio de Industrias hacía uso del Sistema Presupuestario de Financiamiento, opuesto a la separación entre las empresas estatales — separación propia del Sistema de Autofinanciamiento—. Es por ello que a los Comités de la Industria Local (CILO) se les estimulaba para que coordinaran y racionalizaran recursos locales, un paso importante para la descentralización de la producción y la gestión por parte de los trabajadores. Al descentralizar y crear hábitos de trabajo independientes de cualquier incentivo material, «la clase trabajadora tiene que prepararse a ella misma para asumir la gestión laboral en el tiempo más corto posible». El Che propuso, en particular, que esa cooperación entre fábricas fuera un intento de «crear la conciencia de una sola fábrica». Como funcionario ministerial encargado de supervisar estos comités comentó que «lo más importante sobre los CILOS era el sentido de pertenencia, que cada unidad era parte de esa gran fábrica cubana».[71]
Además de estas iniciativas, Yaffe llama la atención sobre el Comité de Piezas de Repuesto — creado para que los trabajadores inventaran soluciones ante la falta de piezas de repuesto tras el triunfo de la Revolución—, el Comité Técnico Asesor — que integraban un promedio del 10 % de la fuerza de trabajo— y el Plan Especial de Integración en el que brigadas de trabajadores especializados prestaban asistencia en todo el Ministerio para la resolución de problemas. Ella concluye su disertación mediante la descripción de estas políticas como «enfocadas en integrar a los trabajadores en la gestión de la producción, aprovechar su experiencia y creatividad para resolver problemas y racionalizar la producción, así como inducirlos a identificarse con los medios de producción como suyos».[72]
Sin embargo, ninguna discusión sobre el camino propuesto por el Che hacia la lucha por el Futuro estaría completa sin poner de relieve su fuerte promoción del trabajo voluntario. Luego de que las masas se hubieran movilizado exitosamente en octubre de 1962 (durante la Crisis de los Misiles) y octubre de 1963 (después del daño causado por el huracán Flora), el Che hizo el llamado de que «el espíritu de octubre» perdurara «todo el año, cada mes, cada día»; ese espíritu consistía en «considerar el trabajo de cada uno en cada momento como una tarea fundamental para el país, sea el que sea, sin importar cuán humilde o simple sea». Dentro del Ministerio mismo, el Che creó el Batallón Rojo, consistente cada uno en brigadas de diez trabajadores del Ministerio, todos comprometidos con un mínimo de 80 horas de trabajo voluntario en seis meses y, entregados a una competencia y emulación amistosa — en la que el Che también participó—, los miembros de la brigada de hecho sobrecumplieron la tarea.[73] En particular, argumentó, «la emulación debe ser la base fundamental para el desarrollo de la conciencia socialista y para obtener logros en la producción y la productividad».[74]
5. La necesidad de caminar en dos piernas
Para el Che, se crea conciencia socialista mediante la práctica, mediante la creación de espacios para el protagonismo colectivo. Por el contrario, señaló que el interés material como palanca económica constituía «el gran caballo de Troya del socialismo».[75] Reforzar la enajenación y el individualismo heredados del capitalismo, significa retroceder. Este individualismo, no obstante, «prevalece en la conciencia de las personas» durante el período de transición; por tanto, creía que era necesario encontrar vías para lograr que el interés material se desvaneciera.
Una vía era emplear el interés material para guiar a las personas de manera que pudieran ver su trabajo como una contribución social y un deber. Con clasificaciones de los salarios — establecidas tras la evaluación laboral— , los trabajadores del Ministerio de Industrias podían obtener retribuciones adicionales si sobrecumplían las normas establecidas, pero nunca podían obtener un ingreso equiparable al del grupo siguiente en la escala salarial. No obstante, podían recibir clases y desarrollar sus capacidades: «por ejemplo, asistir a una escuela donde se te paga el salario y donde adquieres una nueva calificación. Al regresar a la fábrica, esta nueva calificación se convierte automáticamente en un aumento de salario. Ello significa que se trata de un incentivo material, pero ese incentivo material no se deriva directamente de la relación entre el trabajo y lo recibido por él».[76]
No obstante, más importante que tratar de subvertir el incentivo material era la necesidad de que el individuo aprendiera a «identificarse con su trabajo» y para ello el trabajo voluntario constituía la «escuela que crea conciencia». La transformación del trabajo, de «una necesidad humana desagradable… a una necesidad moral y una necesidad interna», era esencial y el Che argumentaba que el combate contra el incentivo material como principal resorte es responsabilidad del Partido: «la acción del Partido de vanguardia es la de levantar al máximo la bandera opuesta, la del interés moral, la del estímulo moral, la de los hombres que luchan y se sacrifican y no esperan otra cosa que el reconocimiento de sus compañeros».[77]
El aumento de la conciencia y de la producción puede ir al unísono. El Che sostenía «que el desarrollo de la conciencia hace más por el desarrollo de la producción en un tiempo relativamente corto que el incentivo material».[78] Pero lo importante era el equilibrio, la necesidad de caminar sobre dos piernas. Insistía en que era esencial transformar la conciencia como parte del «aspecto dual de la construcción del socialismo. La construcción del socialismo no es ni una cuestión solo de trabajo ni una cuestión solo de conciencia. Combina el trabajo y la conciencia, expande la producción de bienes materiales mediante el trabajo a la vez que desarrolla la conciencia».[79]
En este sentido, Tablada plantea que para el Che «la planificación debe considerar y conjugar dos elementos:
● La creación de las bases para el desarrollo económico de la nueva sociedad, su regulación y control.
● La creación de un nuevo tipo de relaciones humanas, del hombre nuevo».
Reducir la planificación a una noción económica «sería deformarla desde el principio».[80] Al igual que Marx, el Che comprendió que la naturaleza del producto humano depende de las relaciones dentro de las que las personas interactúan. La conciencia socialista no se desprende automáticamente del desarrollo de la producción.
Más que las medidas específicas que él concibió en su momento, el legado del Che es haber reconocido que, si se desea que prevalezca el Futuro, es esencial crear las condiciones en las que se desarrolle la conciencia socialista.
Actualización: «el péndulo guevariano» y la dependencia del camino
Obviamente, la meta y el camino hacia esa meta en aquella época estaban bien claros para el Che. Nunca sabremos si él habría ajustado o cambiado completamente sus medidas específicas en el más de medio siglo que ha transcurrido desde que salió de Cuba y de este mundo material. Sin embargo, podemos valorar la era post-Che en Cuba a la luz de los fundamentos establecidos por este pensador.
En su capítulo sobre el legado del Che en Cuba, Yaffe indaga en las fases de la historia económica de la Revolución Cubana, las describe como «un péndulo que oscila entre lo deseable y lo necesario». El «péndulo guevariano», propone esta autora, «refleja la habilidad de Cuba de impulsar hacia adelante el desarrollo socialista, mediante la creación de nuevas formas sociales y políticas, sin retroceder hacia mecanismos capitalistas para resolver los problemas económicos».[81]
Hayan sido o no oscilaciones de un péndulo — con su regularidad— o si cada subperíodo — que ella clasifica como «oscilación que se aleja» u «oscilación que se acerca»— ha sido o no realmente una oscilación, no cabe dudas de que han ocurrido cambios significativos en el recorrido de Cuba. En específico, tras la partida del Che, el mecanismo de planificación soviético, con su foco de atención en el interés material, fue cada vez más dominante y se oficializó con la adopción en 1976 del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía. Luego de diez años de puesto en práctica, no obstante, ese modelo fue fuertemente rechazado a partir de 1986, en lo que se denominó «Rectificación».
Se rechazaron los conocidos esquemas perversos típicos del «Socialismo Real», esquemas que el Che comprendió bien.[82] El 8 de octubre de 1987, Fidel aseveró que el Che se habría «horrorizado» al ver lo que había surgido en Cuba. Se habría «horrorizado» al ver que había «empresas que por ser rentables robaban» y que mentirían «para cumplir y sobrecumplir fraudulentamente el plan». Se habría sorprendido con que «el trabajo voluntario fuera una especie de tontería» y que los caminos «conducen a todos los vicios y a todas las enajenaciones del capitalismo». El Che habría dicho «está pasando precisamente lo que yo creía que les iba a pasar». Fidel argumentó que si hubiéramos estudiado el pensamiento económico del Che habríamos estado mejor preparados, e hizo un llamado a los miembros del Partido y a los economistas «para que estudien y conozcan el pensamiento político y el pensamiento económico del Che».[83]
El potencial latente en la Rectificación puede apreciarse en la decisión del Partido en 1990 de iniciar una amplia discusión antes del Cuarto Congreso del Partido Comunista. Lo anterior desencadenó propuestas de la población, resumidas por Juan Valdés Paz como «demandas de descentralización; desburocratización; desestatización; y de mayor participación popular».[84] No obstante, nunca sabremos lo que habría ocurrido si Cuba hubiese emprendido ese camino en aquel momento.
Mientras que la Rectificación generó el impulso para la creación de los Consejos Populares (nuevos órganos locales de participación), su potencial, y el de la propia Rectificación, no se materializó debido a la necesidad de responder inmediatamente a la crisis producida por un potente impacto externo: el colapso y desaparición del bloque soviético después de 1989.
Cuba perdió el 80 por ciento de su comercio, incluidas las importaciones de petróleo — lo que provocó un abrupto declive de la producción nacional y la pérdida de ingresos por concepto de reexportaciones— y el PIB cayó un tercio. «¡Todo para el frente!» significaba luchar por la supervivencia, algo que se logró milagrosamente. Durante el «Período Especial», marcado por el hambre, un cambio impuesto hacia la agricultura orgánica y serias dificultades en el transporte tanto urbano como a lo largo de todo el territorio, Cuba se volteó considerablemente hacia el turismo como una fuente de divisas para pagar las necesarias importaciones. Con la entrada de divisas del turismo y las remesas de los cubanos en el exterior, a lo que se añadió el creciente apoyo de la Venezuela de Chávez a cambio del suministro de servicios médicos y deportivos por parte de la isla, los primeros años del siglo XXI marcaron una definitiva mejoría económica.[85]
Este fue también, no obstante, un período en el que tuvo lugar un suceso político de envergadura: la Batalla de Ideas. Propiciado por el éxito de las movilizaciones masivas durante la campaña por el regreso del niño secuestrado Elián González, Fidel puso énfasis en la importancia de las ideas como herramienta principal para combatir el imperialismo estadounidense. En particular, el programa se enfocó en la educación de los jóvenes, especialmente los menos privilegiados. Fidel señaló en febrero de 2003 que, a pesar de los logros brindados a todos los ciudadanos, «no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país». Apuntó que un aspecto de este fenómeno era la desigualdad con respecto al acceso a la educación superior: «La posibilidad de estudiar, superarse y obtener un título universitario fue siempre patrimonio exclusivo de los sectores que poseían más conocimientos y recursos económicos. Solo por excepción los pobres escapaban de este fatalismo». Ahora, como resultado de la Batalla de Ideas, «se alcanzó un viejo sueño: la universalización de la educación superior… Este programa ha significado posibilidades inéditas para jóvenes y adultos que antes no podían llegar jamás a la Educación Superior y ahora se incorporan al propósito revolucionario de alcanzar una cultura general integral para todos los ciudadanos».[86]
La Batalla de Ideas incluía otros muchos aspectos, como grandes inversiones en la educación (aumento de la preparación de maestros para reducir el tamaño de los grupos a 20 estudiantes, la preparación de profesores de arte y la disponibilidad de computadoras, televisores y reproductoras de video para las aulas de primaria y secundaria, etc.). Según las palabras del pasado año del colectivo La Tizza, acaso la parte más inspiradora de esta campaña con la que Fidel «elevó la autoestima de los jóvenes, especialmente de los más desfavorecidos, y logró reconectarlos con el proyecto revolucionario», fue la creación de los «trabajadores sociales».[87]
En su discurso de diciembre de 2004, Fidel indicó que las nuevas escuelas de trabajadores sociales ya habían graduado más de 21.000 jóvenes, que constituyen ahora «un verdadero contingente de apoyo y solidaridad social». Algunas de las actividades de este grupo, casi todas ejecutadas por mujeres jóvenes provenientes de contextos desventajosos, se correspondían con las categorías normalmente reconocidas como trabajo social; por ejemplo, visitar comunidades para encontrar y trabajar con jóvenes desvinculados, así como realizar encuestas, puerta por puerta, a lo largo de toda la nación. Estos estudios permitieron detectar 37.000 ancianos que requerían atención personalizada en sus hogares. Otras actividades fueron únicas y vincularon directamente a los trabajadores sociales con las necesidades de la Revolución; por ejemplo, se les asignó la tarea de sustituir los bombillos incandescentes en los hogares por bombillos compactos y fluorescentes ahorradores de energía. Más dramático, a más de 10.000 trabajadores sociales se les asignó la tarea de ocuparse de más de 2.000 gasolineras durante varias semanas, con el objetivo supervisar la entrega de combustible desde las refinerías. El ejercicio develó que la mitad del ingreso por las ventas de combustible se estaba perdiendo debido al robo y la corrupción.[88] Aunque la Batalla de Ideas fue rechazada por algunos que «perdieron completamente la noción de su significado, miles de jóvenes en áreas marginales» se reconectaron con el proyecto revolucionario.[89]
Sin embargo, Fidel pronto se vio obligado a renunciar a sus deberes presidenciales por razones de salud. Las implicaciones pronto fueron evidentes. En pocos años, Cuba emprendió un camino que José Luis Rodríguez, exministro de Economía, describió como «un período de profundos cambios».[90] Las señales iniciales aparecieron en el primer discurso importante de Raúl Castro como presidente interino en julio de 2007, donde habló de la necesidad de «transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento, pero han sido ya superados por la propia vida».[91]
En los dos años siguientes se eliminaron una serie de, lo que Raúl denominó, «prohibiciones innecesarias» que afectaban a los consumidores, se distribuyeron tierras estatales ociosas en usufructo a personas naturales y cooperativas, y la gestión de las barberías estatales fue entregada a sus trabajadores. Al enfatizar en la insostenibilidad del presupuesto estatal, Raúl señaló la necesidad de recortar los gastos debido al efecto de los daños del huracán y la desaceleración económica mundial — que afectó tanto al turismo como a los ingresos por exportación de níquel—. Por indicación de la dirección, el periódico del partido, Granma, informó en septiembre de 2009 que el gobierno comenzaría el proceso de cierre de 24.700 comedores en los centros de trabajo, y publicó un editorial firmado en octubre, argumentando que la libreta, la cartilla mensual de racionamiento, debería ser reemplazada por subsidios destinados solo a los necesitados.[92]
Al año siguiente, el gobierno cubano avanzó por el siguiente camino: aumento de 50 años a 99 años del plazo máximo de arrendamiento de tierras a los inversionistas extranjeros, anunciando — a través de la Central de Trabajadores de Cuba— que medio millón de trabajadores del sector estatal serían despedidos para abril de 2011, flexibilizando los requisitos para otorgar licencias a empresarios privados y, finalmente, en noviembre de 2010, se publicó un borrador de los Lineamientos, las directrices de la política económica sobre las cuales la Comisión de Política Económica del Partido había trabajado extensamente. Los Lineamientos propuestos estaban destinados a establecer cambios profundos en los conceptos y estructuras subyacentes al modelo cubano, cambios descritos como la «actualización» del modelo cubano.[93]
Raúl no dejó lugar a las dudas sobre la importancia de los cambios previstos. En declaraciones a la Asamblea Nacional el 18 de diciembre de 2010, argumentó que:
Es necesario cambiar la mentalidad de los cuadros y de todos los compatriotas al encarar el nuevo escenario que comienza a delinearse. Se trata sencillamente de transformar conceptos erróneos e insostenibles acerca del Socialismo, muy enraizados en amplios sectores de la población durante años, como consecuencia del excesivo enfoque paternalista, idealista e igualitarista que instituyó la Revolución en aras de la justicia social.
Como ejemplo, señaló la libreta, la cartilla de racionamiento: «no pocos identificamos la libreta de abastecimientos como un logro social que nunca debiera suprimirse». Si bien su establecimiento estaba destinado a ayudar a las personas necesitadas, ahora es la fuente de muchos problemas: «constituye una expresión manifiesta de igualitarismo, que beneficia lo mismo a los que trabajan y a aquellos que no lo hacen». Estos eran algunos de los muchos problemas que debían abordarse en los Lineamientos, y concluyó que «o rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos».
Las amplias discusiones organizadas en los centros de trabajo, en las comunidades y en las instituciones sociales produjeron muchas enmiendas y adiciones a los Lineamientos, pero el resultado más sorprendente de esta consulta fue una oposición significativa a la eliminación de la libreta y a la reducción del empleo estatal, lo cual no es sorprendente ya que los artículos subsidiados de primera necesidad y el pleno empleo habían sido parte del contrato social cubano desde los primeros días de la Revolución.[94] Tal como Raúl lo había entendido, con respecto a la libreta muchos cubanos la consideraban «un logro social que nunca debiera suprimirse».[95] Tomando en consideración dicha oposición, el partido decidió proceder con las reformas, pero hacerlo solo gradualmente.
Otros objetivos de los Lineamientos aprobados por el 6o Congreso del Partido Comunista en 2011 incluyeron la reducción de la propiedad y el empleo estatales, el fomento de un amplio sector de propiedad y gestión no estatal, la expansión de los mercados y el papel atribuido a ellos, un nuevo enfoque en el incentivo material individual, la creación de un mercado laboral libre y el potencial de acumulación por parte de las pequeñas y medianas empresas privadas.
En su artículo, «A Lot Done but Much More to Do» (Mucho se ha hecho pero falta mucho más por hacer), el economista cubano Juan Triana elogió «la asimilación política e ideológica de la necesidad de cambio» y argumentó que, entre estos, «los cambios que se introducirán en el sistema empresarial estatal son claramente los más significativos porque la economía del país y una parte sustancial del empleo se concentran en estos». Esos cambios implican aumentar la autonomía económica y financiera, la autofinanciación efectiva de las empresas estatales, «un viejo objetivo no alcanzado que se remonta a la década de 1970 cuando Cuba comenzó su primera “apertura” bajo el Sistema de Gestión Económica».[96]
En su conjunto, no es sorprendente — como señala Al Campbell— «un profundo temor de los partidarios del esfuerzo de medio siglo de Cuba para comenzar a construir el socialismo — y una esperanza igualmente ferviente en los opositores— de que las reformas actuales llevarán a Cuba de vuelta al capitalismo».[97] Recordando la opinión del Che en 1964 sobre las decisiones del Partido Comunista de Polonia, no puede haber duda de que este habría sido su temor. Campbell propone, sin embargo, que existen barreras importantes para la restauración del capitalismo. Tal vez lo más significativo en este momento es la determinación de los líderes del Partido de evitar esto y construir en su lugar un «socialismo próspero y sostenible». El punto se ilustra con la declaración de Raúl de que «no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo».[98]
Sin embargo, incluso sabiendo a dónde se desea llegar, eso no significa que se llegará allí. Una vez iniciado el camino hacia la meta de un socialismo próspero y sostenible, ¿podría esto llevarnos hacia otro lugar? ¿De hecho, en qué se diferenciaría este camino de uno en el que la meta consciente sea el capitalismo? Al igual que en el caso de los sistemas dinámicos inestables, ligeras variaciones al comenzar un camino pueden conducir en última instancia a grandes diferencias en los resultados.[99] Y una vez iniciado, puede resultar muy difícil abandonarlo.
La dependencia del camino es un concepto bien conocido en economía y en los estudios de cambio institucional, que explica cómo las elecciones una vez tomadas pueden hacer que sea más fácil permanecer en un camino en lugar de cambiar el rumbo. Tomemos en consideración la posibilidad de que terminemos en lo que el Che llamó «callejón sin salida. Y terminas allí después de haber viajado una larga distancia con muchas encrucijadas, y es difícil averiguar dónde tomaste el giro equivocado». Los pasos iniciales importan: de hecho, la observación que regularmente se hace con respecto a la dependencia del camino es que «la historia importa».[100]
En el caso de la «actualización» del modelo cubano, en resumen, el camino puede conducir a otro objetivo que no sea el anunciado, porque precisamente, en lugar de reconsiderar el rumbo, la respuesta lógica a cada barrera puede convertirse en dar más pasos adelante (y más rápidos). Y se volverá más probable si hay una corriente organizada que promueva esto como lo racional. Los economistas cubanos juegan ese rol. Como propone Anthony Maingot, «podría decirse que son los economistas los intelectuales orgánicos más importantes en esta búsqueda de reformas». Podemos entender su perspectiva a partir de su declaración de que lo nuevo que «no puede nacer» no es socialismo. «Hoy, decididamente es justo lo contrario en Cuba».[101] ¿Lo «viejo» que está muriendo es, entonces, el modelo cubano o el socialismo?
Analicemos el consejo de los economistas cubanos. Al igual que los economistas neoclásicos del capitalismo, que defienden sus teorías frente a resultados imprevistos, su respuesta pudiera ser: ¡simplemente no hemos ido lo suficientemente lejos! En este sentido, los economistas cubanos, al igual que sus homólogos soviéticos, actuarían como portavoces del capital, siempre inclinados a proponer otro paso en dirección al capitalismo, en el nombre de (su) ciencia versus dogma.[102]
Omar Everleny, por ejemplo, exclamó recientemente: «Ojalá se implementaran las reformas que los economistas llevan décadas proponiendo». Pero podrían no ser aceptadas, sin embargo, debido a «preceptos políticos e ideológicos enraizados en sus esferas de dirección». Del mismo modo, Juan Triana se refirió en 2021 a 30 años de una profunda crisis económica, «30 años posponiendo y demorando cambios necesarios en lo económico, desconociendo la existencia de leyes objetivas, que al final se imponen», y señaló entre las razones para ello, poner «por encima de los intereses de la nación los de organizaciones particulares». Por su parte, Pedro Monreal se había quejado en 2007 de que «los economistas académicos como él», a diferencia de los que trabajan en el plan estatal y dentro de los ministerios, no son escuchados. La influencia en este sentido «nunca es una cuestión para los profesionales técnicos… Son decisiones que básicamente se corresponden con cuestiones políticas». Más recientemente, Triana elogió la «actualización» porque finalmente hay claridad con respecto a la aceptación de la necesidad de inversión extranjera, pero aún enfrenta «incuestionables prejuicios que son difíciles de eliminar rápidamente».[103]
Ciencia versus dogma. «Son problemas económicos que solo se superan con soluciones económicas», insiste Everleny. Eso requiere, sin embargo, «audacia y valor para romper dogmas». Pero, ¿cuáles son los prejuicios, las premisas ideológicas y los dogmas que estos científicos económicos han lamentado? Muy simple, el «modelo cubano» existente, el modelo actualmente en proceso de «actualización», para lo cual «se ha hecho mucho, pero queda mucho más por hacer».[104]
Intentar describir brevemente el modelo cubano existente seguramente ofenderá tanto a aquellos que lo entienden íntimamente como a aquellos que tienen una concepción predeterminada del mismo. Sin embargo, si no se hace el intento es imposible comprender el significado de la «actualización» y sus perspectivas.
Liderada por su Partido Comunista, Cuba ha sido capaz de derrotar más de 60 años de esfuerzos contrarrevolucionarios de la potencia más fuerte de la tierra: el imperialismo estadounidense. En su intento por construir el socialismo, el Partido ha utilizado la planificación estatal para desarrollar sectores clave, ha proporcionado pleno empleo (a través del Estado), ha asegurado la educación gratuita universal, la atención médica gratuita universal y artículos de primera necesidad subsidiados de forma universal (por lo tanto, un ideal igualitario). Su modelo de socialismo se refiere principalmente al Estado — más que a los procesos de autogobierno y autogestión—, y es una variante del modelo «el director y los dirigidos» en el que la autoconcepción del director de orquesta es que «sin mí, habría caos».[105] En consecuencia, la dirección del partido concibe su responsabilidad como una forma de asegurar la supervivencia y la realización de los objetivos de la revolución y, con este fin, ha movilizado a las masas para luchar contra los efectos de los desastres naturales y con el propósito de consultar las propuestas del partido.
El camino actual del modelo cubano «actualizado» es el producto de dos fuerzas. Por un lado, existe la tendencia a una creciente dependencia de las fuerzas del mercado, la creación de un sector capitalista significativo y un ejército de mano de obra de reserva, una mayor apertura al capital extranjero y liberar del control estatal a las empresas estatales. Por otro lado, por parte de la dirección superior del partido existe cautela en cuanto a los procesos espontáneos incontrolados — dada la amenaza omnipresente del imperialismo— y el reflejo de dicha cautela en los que están en la parte más baja en la jerarquía, quienes son expertos en obedecer reglas y en explicar consecuentemente «no, no es posible». Como resultado, las reformas proyectadas son lentas, y el patrón ha sido de retrasos, baches y retrocesos en el camino.[106]
¿Pero hacia dónde va el camino? «Actualizar» el modelo económico cubano preservando la responsabilidad del Estado parece ser un camino en la dirección del «socialismo de mercado» — o cualquier otro eufemismo que se prefiera— de China y Vietnam. Eso no debería ser una sorpresa, ya que los economistas cubanos han estado enamorados de los modelos y la experiencia de esos dos países.[107] Por supuesto, está la pregunta planteada de si Cuba podría proceder con éxito copiando ese camino.
A diferencia de China y Vietnam, Cuba no tiene grandes reservas de población en el campo para aprovechar como fuente de mano de obra barata en la actividad orientada a la exportación, ni es probable que tenga el mismo acceso a los mercados estadounidenses que esos países.[108]
En cualquier caso, el camino futuro del modelo actualizado no puede analizarse aislado de su pasado y presente. El bloqueo de larga data y su endurecimiento — como ocurrió con las medidas Trump-Biden— ha limitado severamente el acceso a la divisa que es esencial para importar artículos de primera necesidad — como alimentos y petróleo— , lo que ha dejado a Cuba vulnerable a la suerte (o a la falta de ella) de los aliados internacionales que en el pasado redujeron los déficits de Cuba en los pagos internacionales. Pero tener en cuenta el pasado también significa que no podemos ignorar los resultados que históricamente ha tenido la manera en que el Partido ha interpretado su responsabilidad en el desempeño económico de Cuba, tales como la ineficiencia de las granjas estatales, las exigencias del Estado a la producción agrícola y la falta de oportunidades para el protagonismo de los trabajadores en las empresas estatales, lo que ha resultado en alienación y baja productividad en la industria.
