El fútbol palestino bajo el asalto israelí

Nic Murray
Jacobin

El Chasque 142
14/06/2024

El sangriento ataque de Israel contra Gaza ha sido implacable e incesante. No ha impedido que la Asociación Palestina de Fútbol juegue al fútbol.

Cuando sonó el silbato final en el estadio Abdullah bin Khalifa de Doha, Mohammed Saleh cayó de rodillas. El defensa nacido en Gaza acababa de capitanear a Palestina en una histórica victoria por 3-0 sobre Hong Kong, con la que alcanzaba por primera vez los octavos de final de la Copa Asiática de este año. Se recompuso antes de levantarse y señalar el número 110, escrito en su antebrazo. En el momento de esta victoria se cumplían 110 días de los ataques genocidas de Israel contra Gaza, ya con más de veinticinco mil palestinos muertos y otros dos millones desplazados.

Saleh declaró después a los medios de comunicación que «jugaba este partido por nuestra gente de Gaza y por las almas de los mártires». Su casa familiar en la zona rural de Gaza había sido destruida, su familia desplazada y muchos de sus amigos asesinados. Las noticias de varias muertes le llegaron mientras estaba en la Copa Asiática.

Después Palestina perdería por 2-1 ante Qatar, anfitrión y a la postre campeón, aunque no antes de que Oday Dabbagh, el delantero estrella del equipo, pusiera adelante al equipo por 1-0 en el minuto treinta y seis, rematando con una tranquilidad que contradecía las dificultades que los jugadores habían tenido que superar jugar ese partido. Tres de los convocados originalmente para el torneo no pudieron salir de Gaza para unirse al equipo y más de la mitad de los que sí lo hicieron, debieron trabajar rápidamente para recuperar su forma física ya que integraban equipos palestinos en los que la competición estaba suspendida desde hacía más de tres meses.

«En la situación actual, [llegar a los octavos de final del torneo] significaba el doble de lo que habría significado en otras circunstancias», explicó a Jacobin Susan Shalabi, vicepresidenta de la Asociación Palestina de Fútbol (APF). «Con la devastadora guerra que la ocupación está librando contra la existencia misma de nuestro pueblo, el hecho de que el equipo lograra alcanzar la fase eliminatoria por primera vez en su historia envió un claro mensaje de resistencia y perseverancia».

El viaje de Palestina hasta los octavos de final de la Copa Asiática se remonta mucho más allá de los diecisiete días en Qatar y está caracterizado por la resistencia y la perseverancia que mencionó Shalabi. La Asociación Asiática de Fútbol no se afilió a la FIFA y a la Confederación Asiática de Fútbol hasta 1998, tras múltiples solicitudes, lo que le permitió competir por la clasificación para la Copa Asiática y la Copa Mundial. Pasarían otros diez años antes de que la selección nacional palestina pudiera disputar un partido internacional ante su público, empatando 1-1 con Jordania en el Estadio Faisal Al-Husseini. Desde 2019, sin embargo, están obligados a jugar fuera de Palestina todos los partidos internacionalesen los que deben ser locales.

El lugar de aquel histórico partido de 2008 acogió el año pasado la final de la Copa de la Liga Palestina, que se vio interrumpida en el descanso cuando dos tanques blindados israelíes entraron en el estadio, disparando balas de goma y gases lacrimógenos contra el estadio y las gradas. Los ataques obligaron a muchas personas a ser hospitalizadas o a recibir tratamiento médico, incluido el guardameta del Jabal Al-Mukaber, y forman parte de la larga y constante persecución de futbolistas por parte de Israel y del uso de la violencia para impedir el pleno florecimiento y crecimiento del fútbol en toda Palestina.

El Estadio Nacional de Rafah, así como los edificios de la Asociación Palestina de Fútbol y veinte instalaciones deportivas, sufrieron graves daños durante la Operación Plomo Fundido, y tres prometedores jugadores, Ayman Alkurd, Shadi Sbakhe y Wajeh Moshtaha, se cuentan entre los 1.400 muertos.

En 2014, mientras volvían a casa después de entrenar, los primos adolescentes Jawhar Nasser Jawhar y Adam Abd al-Raouf Halabiya recibieron múltiples disparos en las piernas y los pies por parte de las fuerzas israelíes, antes de ser golpeados y de que les echaran perros encima. Nunguno pudo volver a jugar al fútbol.

Mohammed Khalil, delantero del Al-Salah, vio truncada su carrera en 2018 y tuvo dificultades para volver a caminar tras recibir un disparo en la rodilla de una «bala mariposa», una forma de munición explosiva prohibida por la Convención de Ginebra. Su compañero de equipo Mohammad Obeid también recibió disparos en ambas rodillas por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

El futbolista Mohammad Obeid fue abatido por las fuerzas israelíes durante la Gran Marcha del Retorno. (Hassan Jedi / Agencia Anadolu / Getty Images)

El genocidio israelí en curso se cobró ya la vida de al menos ochenta y siete futbolistas, veinte de los cuales eran niños, detalla Shalabi:

Todas las infraestructuras futbolísticas de Gaza quedaron destruidas o gravemente dañadas. Los estadios fueron utilizados por el ejército «moral» de ocupación israelí, para su eterna vergüenza, como campos de concentración donde los civiles sufrían horribles humillaciones y torturas.

Los estadios de Cisjordania no estuvieron exentos de esta destrucción sistemática: las instalaciones de los clubes fueron destruidas en los campos de refugiados de Nurshams y Jenin; los jugadores fueron detenidos y fusilados. Incluso en Jerusalén Este, la política de la ocupación de cerrar y demoler las instalaciones de los clubes continúa impertérrita.

La APF le pidió ahora a la FIFA que expulse a la Asociación Israelí de Fútbol (AIF) y «aborde las violaciones internacionales de los derechos humanos y del derecho humanitario sin precedentes cometidas por Israel». La expulsión de la FIFA impediría a Israel participar en las actuales rondas de clasificación para el Mundial de 2026. Tal medida tiene precedentes: Rusia fue descalificada del Mundial 2022 tras la invasión de Ucrania.

«Es la inexplicable reticencia internacional a tomar medidas lo que le dio impunidad a la ocupación para seguir violando todas las convenciones. Eso es cierto en todos los aspectos, ya sea en la cultura, la economía o el deporte», dice Shalabi sobre la necesidad vital de que los organismos rectores del fútbol actúen, cuya disposición a permitir que la AIF «incluya en su liga equipos de colonos racistas ubicados en tierras robadas en territorios palestinos reconocidos internacionalmente envalentonó a la AIF para seguir violando más reglas».

El tiroteo de Khalil en 2018 provocó llamadas para que Argentina cancelara un próximo amistoso internacional con Israel, lo que finalmente se hizo, aunque la justificación dada en ese momento fue la de «preocupaciones por la seguridad de los jugadores». Clubes y países de toda Europa hicieron oídos sordos a llamamientos similares durante el genocidio y siguieron cumpliendo sus encuentros contra equipos israelíes.

«Imagina que tu vecino te roba la casa y te echa y el resto del vecindario le trata como si fuera el dueño. ¿No normalizaría esto el robo y envalentonaría al ladrón?», se pregunta Shalabi.

Todos los miembros de la FIFA votarán la propuesta en el próximo congreso de la FIFA, que durará tres días, a partir del 17 de este mayo, dos días después del septuagésimo sexto aniversario de la Nakba. Para conmemorar la fecha y las continuas violaciones de los derechos humanos en Palestina, la selección femenina palestina disputó un amistoso contra el Bohemian FC irlandés, el primero que jugó en Europa.

A diferencia de la selección masculina, Palestina remontó un gol en contra y se impuso por 2-1. El delantero Nour Youssef, afincado en Alemania, aprovechó un error de la defensa del Bohemian para anotar el gol de la victoria, arrancando los aplausos de un Dalymount Park con las entradas agotadas. Fue un ejemplo de lo que Shalabi explica como el papel vital que desempeña el fútbol en Palestina como «expresión de nuestra identidad nacional: nuestro anhelo de ocupar nuestro lugar bajo el sol como una nación libre y soberana como todas las demás».

Nic Murray
Investigador en salud mental y miembro de la Campaña de los Cuatro Días.

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