¿Una última oportunidad o el comienzo de cien años de soledad?

Julio Castillo
El Chasque 142
14/06/2024

A Macondo llega la peste del insomnio que trae consigo la del olvido…”
(Cien años de soledad. G. García Márquez)

Nuevamente avanzamos hacia instancias y definiciones electorales que determinarán la vida de los uruguayos en los próximos cinco años.

No es intención entrar en los aspectos y detalles que hacen a este evento que podemos afirmar sucederá en esta primera etapa con un relativo interés o desinterés (según se lo mire) por parte de la población. Como sabemos, en las elecciones internas de los partidos el voto no es obligatorio, determinando por lo tanto que sea mucho más complejo movilizar a posibles electores. Más allá del esfuerzo comunicacional y de movilización realizado por los partidos, es real que no existe un clima propicio, un estado de ánimo que nos indique que la sociedad se encuentra comprometida y consciente de la importancia de concurrir a las urnas. Pueden existir varias razones que no podemos ahondar por falta de información. De cualquier forma, queremos ensayar alguna explicación que a nuestro entender se encuentra determinada por el nivel de conciencia social que tiene nuestro pueblo. Sabemos que esta es resultado del choque de visiones ideológicas y culturales existentes. De alguna manera la consciencia social implica reconocernos como “pueblo”, como comunidad donde nos unen aspectos comunes y problemas comunes. Es por otro lado tomar distancia y vernos, es decir, objetivar y tener la capacidad crítica (acción que nos separa del resto de los animales) sobre el lugar al cual pertenecemos y sobre el acontecer de nuestra vida inmersa en esa comunidad.

Salvo a la salida de la dictadura, donde hubo un renacer de la participación ciudadana, una subjetividad y clima positivo hacia la política partidaria y hacia la manifestación electoral como expresión máxima del quehacer democrático, momento cúlmine del rescate de las libertades y de la vida republicana, hoy podemos comprobar como paulatinamente ha ido cayendo el interés por lo político partidario en el entendido de que la política es la herramienta para modificar la realidad.

Actualmente “la política” se vive como un mal necesario, si bien es una idea o “sentido común” que persiste desde hace mucho tiempo en nuestra sociedad. Traemos aquí un fragmento de la letra de “Orejano” escrita por Serafín J. García, publicada en 1965 como muestra de ese sentimiento:

Porque no me llenan con cuatro mentiras
Los maracanases que vienen del pueblo
A elogiar divisas ya desmerecidas
Y hacernos promesas que nunca cumplieron”

Como vemos, esa comprobación de las promesas no cumplidas por los políticos data de hace un tiempo en nuestro país y ha ido cobrando fuerza y expresión -por qué no- política. Es decir, una consciencia que niega la política y lo político en forma crítica, y a su vez, es en sí mismo un hecho político.

La consciencia social amalgamada por la confrontación ideológica, la lucha de clases, los medios de comunicación como herramientas estratégicas en la reproducción de la cultura e ideología hegemónica y a su vez constructora de un sentido común; la tradición como basamento para reconocernos parte de algo, hoy trasmuta hacia la no consciencia social. Poco a poco la vida en comunidad es fraccionada y trasmitida en partes por las redes sociales. De actores y constructores de una comunidad pasamos a ser simples espectadores. Es lo mismo ver una serie de Netflix que ver por las redes sociales una pelea entre jóvenes en Nuvocentro. Poco a poco la vida es sustituida por la tecnología o mejor dicho vivimos a través de la tecnología. El desarrollo tecnológico que nos permite ver en tiempo real, cual juego de guerra Call of Duty, el genocidio del pueblo gazatí a manos del Estado del Israel instala y propone un distanciamiento del hecho y como máximo expresarnos por medio de algún emoticón de “me gusta” o “puñito” para luego pasar a un contenido de recetas saludables.

Las redes sociales, la Inteligencia Artificial en el actual contexto permiten y ayudan a consolidar y profundizar el individualismo extremo. El trabajo y la producción de riquezas ha cambiado en tanto se “destructuran las cadenas de producción” para ser sustituido por la Inteligencia Artificial o gracias al desarrollo tecnológico pasar a manos de individuos aislados. Y este cambio material y social del trabajo impacta en el plano subjetivo y cultural. Crea un nuevo sentido común. En este contexto cobra fuerza expresiones como la meritocracia, la voluntad individual por encima de las condiciones sociales y la épica de los emprendedurismo de garage al estilo Steve Jobs. El actual desarrollo de la tecnología en manos de los centros de dominación y del gran capital, permite efectivamente al sistema no solo controlar a cada individuo, también a aislarlo en el trabajo y sus resultados, así como impulsar por medio de aplicaciones inteligentes para celulares la autoexplotación. Basta ver, por ejemplo, el sistema de delivery de repartidores de comida en nuestro país, donde el promedio de las horas de trabajo de lunes a viernes es de 41 y los fines de semana 17; la suma de esto da un total de 58 horas semanales, que supera las 44 horas máximas establecidas por ley para los empleados y obreros del comercio. Estas aplicaciones no tienen rostro ni ubicación real geográfica. Esta modalidad similar a al sistema del trabajo a “fasón”, solo que en un entorno de alta tecnología conlleva a la creencia de que “no tenés patrón” y que tu ingreso depende de uno y de nadie más. No es casualidad que en el caso uruguayo sean los sectores jóvenes e inmigrantes que se inserten en esa modalidad de trabajo porque no requiere grandes habilidades ni preparación y a su vez de rápida salida económica.

Creer que depende exclusivamente del esfuerzo personal y de la voluntad poder construir un presente y futuro, deviene rápidamente a la idea de que la pobreza se asocia a la falta de ella y el no querer trabajar. Este cambio que se vive a escala global crea a su vez un individuo desprendido totalmente de la comunidad, de lo colectivo, de lo “público”, indiferente al sufrimiento humano, amoral e insensible. La característica de estos tiempos se manifiesta en la falta total de empatía hacia el semejante, hacia la tragedia o el dolor del otro. Vivimos una época en descomposición y desarticulación de aquellos lazos que nos relacionaba o nos hacían parte de un proyecto común y más grande a nosotros mismos. La vida se experimenta desde la experiencia personal e individual y de forma fraccionada. Como bien lo señaló Lacalle Pou en el marco de la pandemia y fiel a estos tiempos y a su basamento ideológico, “la sociedad es la suma de los individuos” y de ahí, la bajada al concepto de “libertad responsable”, dejando de lado el “bien común” y desconociendo lo acumulado por la sociedad como resultado del esfuerzo colectivo que permitió mal o bien afrontar el covid-19.

El hecho de construir el relato de qué gracias a la actitud individual del uso responsable de la libertad fue el factor determinante para sortear la pandemia se contradice con los resultados de más de 7000 fallecimientos durante la pandemia, ubicándonos en los primeros lugares de países de muertes por habitante. Haber relegado a un segundo plano al Estado como responsable directo de cuidar y proteger a los ciudadanos, y no apelar al bien común expresa toda una postura ideológica y reniega de la reserva moral del pueblo uruguayo y de su consciencia social forjada en 200 años de existencia, que entre otras cosas hizo posible el éxodo en los orígenes de la patria. ¿Qué motivó al pueblo oriental a levantar sus haciendas, quemar aquello que no podía llevar y ponerse en marcha junto a Artigas hacia un exilio autoinfligido como muestra de su irreductible compromiso con la libertad? Esa consciencia social, hizo que cualquier sacrificio individual fuese pequeño frente al bien común de alcanzar la libertad de todo opresor.

Detrás del concepto la “libertad responsable” hay un objetivo estratégico que busca reforzar los valores que promueve el neoliberalismo y que exige liquidar toda conformación colectiva o la idea de que “el pueblo unido jamás será vencido” pueda disputarle la hegemonía. No es un argumento sin un propósito, todo lo contrario.

¿Qué posibilidades tiene un individuo aislado y solo frente al patrón, al malla oro? Ninguna.

Son varios los hechos donde el pueblo uruguayo ha dado muestra de su reserva moral, de la existencia de una consciencia social capaz de sostener y preservar determinadas ideales comunes por encima de los intereses personales. En este mes nuevamente recordaremos la heroica huelga general realizada por la central de trabajadores (CNT) en respuesta al golpe de Estado y la larga lucha y resistencia contra la dictadura.

Luego de la revolución artiguista, quizás la lucha contra la dictadura fue el otro período en nuestra joven historia que puso a prueba nuevamente el valor del bien común por encima del interés individual y demostró la existencia de una consciencia social, de una comunidad espiritual construida en torno a la libertad y capaz de resistir los peores sacrificios.

Por otro lado, y como contracara a lo expuesto, preocupa el poco interés existente en la sociedad por diferentes temas que han afectado y afectan a nuestro país y al mundo. Existe un nivel importante de indiferencia a lo que sucede, hablamos, por ejemplo, de la crisis hídrica sobre la población, donde llegamos a tomar agua salada y el gobierno no hizo nada, inclusive demoró en instalar determinados beneficios en las aguas embotelladas luego que hicieron el agosto (hablamos de las multinacionales Danone, Coca Cola, Pepsico y Unilever). Ante ese hecho nadie salió en forma espontánea a manifestar su desaprobación, solo grupos en defensa del agua y algunos sindicatos. Inclusive el propio PIT-CNT se demoró en dar una respuesta y no hablemos del Frente Amplio que se conformó con algunas acciones parlamentarias y declaraciones. Vale lo mismo para lo que significó el debate y la movilización en torno a la reforma de la seguridad social propuesta por el gobierno. Mientras Francia se prendía fuego por la misma razón, aquí las movilizaciones fueron totalmente insignificantes y menos el debate político e ideológico en torno a lo que estaba en juego. Esa misma actitud de hacer poca ola por parte del FA, de no jugar fuertemente su papel de oposición contribuyó a su vez a que hoy el movimiento popular y las fuerzas progresistas estén dividida en torno al plebiscito sobre aspectos centrales de la reforma jubilatoria.

La gente atrapada en su mundo, en su problema particular no tiene capacidad para relacionarlos a problemas más de fondo y generales. La permanencia de las dificultades a nivel social, (pobreza, trabajo, vivienda, salud, etc.) unidos a la incapacidad de las fuerzas de izquierda para transformarlos en conciencia social, en organización para la lucha, contribuye fuertemente en la construcción de una visión negativa sobre la política, y en el caso de Uruguay es muy grave ya que la participación en la vida política por parte de amplios sectores de la sociedad fue una característica de esta comunidad espiritual y constructora de la consciencia social de nuestro pueblo.

Esa inmovilidad la vemos con relación al conjunto de escándalos de corrupción, de abuso de poder, de intentos de manipular la justicia, de espionajes a parlamentarios y lo último, al presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala. ¿Qué gobierno necesita un Astesiano? Aquél que vea al PIT-CNT como su enemigo, es decir, un gobierno de la oligarquía, del malla oro. Durante un mes, previo al choque, Abdala venía siendo investigado por su exjefe de seguridad, por lo tanto, el presidente sabía y lo permitió violando todas las leyes existentes. Este último episodio, el objetivo final no era perjudicar a la persona por ser Marcelo Abdala o por gusto, por el contrario, era golpear al PIT-CNT. Son vergonzosas las explicaciones y los intentos de quitarle importancia al hecho, de mentirnos en la cara, de creer que somos estúpidos al hacer centro en las filtraciones de chats con conversaciones privadas (obvio que son privadas) pero de interés público y acusan a la fiscalía, a la prensa, periodistas y al que se le cruce de estar en un plan conspirativo contra el gobierno. Delgado con cara de circunstancia dice que no va a hacer campaña electoral de chats. Quieren descentrar la atención sobre estos hechos, se victimizan mostrando el desprecio a la inteligencia del pueblo uruguayo, hacia el sistema democrático, promoviendo la desidia y la idea de que todos los políticos son iguales. El asesor presidencial, Roberto Lafluf, sugirió separar lo público de lo personal. En definitiva, un doble discurso. Actúan como los aviones de bombardeo que utilizan señuelos para confundir y desviar la trayectoria del misil que va contra ellos.

El punto es el daño que se genera al sistema democrático, sus instituciones y la credibilidad en la política, en la participación en ella y por consiguiente provoca el alejamiento de las personas de esa actividad. Destruida la creencia en el valor de la democracia, en la actividad política como espacio y herramienta para dar respuestas a las preocupaciones en el marco de la comunidad, abre camino a la frustración más brutal y hacia un profundo individualismo.

Este nuevo individuo ya no creerá en lo colectivo, por el contrario, lo despreciará. No se verá representado socialmente ni políticamente y por lo tanto se tornará indiferente e insensible a los hechos que lo rodean.

La memoria colectiva será borrada, todo será olvidado inclusive siu condición humana. Primera condición para abonar el terreno para el surgimiento de figuras mesiánicas y discursos de corte fascista.

Queremos traer las reflexiones de Rafael Paternain en su artículo “Víctimas e indignación moral: Algunas claves de época” publicado en Brecha del 7 junio, 2024. Lo recomendamos. En él, Paternain se interroga y cuestiona lo siguiente: “¿Por qué ciertos hechos perpetrados desde el poder no desatan una indignación unánime? ¿Por qué no movilizan? ¿Por qué estamos dispuestos a dejar pasar violencias lacerantes y situaciones aberrantes? ¿Por qué esos hechos se evalúan públicamente solo en términos de costos políticos o de las capacidades para manejar estrategias de neutralización y olvido? ¿Por qué cada hecho logra traducirse como un caso aislado o, a lo sumo, como un cúmulo de episodios, todos ellos interpretados como individuales o personales? Tiene que existir una base social, emocional y cultural que lo sostenga. Hay violencias que parecen no problematizarse –sobre todo las que provienen del poder– y se naturalizan según quién sea el actor involucrado”.

Veamos, 46% de la población aprueba la gestión de Lacalle Pou y 40% la desaprueba, según encuesta de Cifra a pesar de todos los escándalos acumulados.

¿Por qué?

En cierta forma la explicación está dada por la incapasidad política de la oposición (Frente Amplio) que no no ha tenido la visión ni el coraje de confrontar políticamente con el presidente como responsable directo de lo que sucede en el país. Separar los hechos entre lo personal con lo político ha sido el camino para desactivar la posibilidad de visualizar por parte de los uruguayos la existencia de una ética, una moral y una conducta política sistemática de uso y abuso del poder para beneficio propio. El presidente o no estaba informado, pasó a saludar, no tiene conocimiento o la culpa es de las filtraciones, etc. Jamás lo veremos hacerse responsable de lo que sucede en su gobierno o señalar responsabilidad política a los actos de corrupción.

Por otro lado esta percepción sobre la imagen del presidente se relaciona también y en cierta medida, con la fragmentación de la vida que no permite ver la totalidad de la realidad y que no permite hacer conexión con el contexto socio económico que establece un marco explicativo a determinadas situaciones. La responsabilidad de un destino ruinoso o deslumbrante es exclusivamente el resultado de la elección hecha por los individuos en sus vidas. En esa visión desarraigada de los parámetros socioeconómico cobra valor el éxito “per se”, la imagen y la capacidad de consumo como patrón de medida que deviene en odio al débil y en particular al pobre que recibe algún tipo de ayuda del Estado. El argumento del esfuerzo personal se expande con mucha velocidad porque apunta a la experiencia cotidiana de las personas. En cambio, pensar en términos de concentración de la riqueza fruto de la explotación es más difícil porque hay todo un aparato ideológico construido para no abordar ese punto y en gran medida lo hacer ver como correcto. “En lugar de envidiar su riqueza deberías seguir su ejemplo”

Paternain agrega argumentos que ayudan a entender la realidad actual, que, de una forma u otra, refuerzan la inmovilidad y la falta de indignación de la sociedad frente a hechos de importancia común (agua potable, reforma jubilatoria, etc.) o ante a los niveles de corrupción y atentados a la democracia del actual gobierno.

En primer lugar, aparecen las distancias sociales, la mediatización de la vida, que dan como resultado la indiferencia ante el sufrimiento de los otros… El escenario de la distancia solo ve piezas sueltas, desprovistas de razones sociales para su consideración…”

Hay un segundo factor que es la desafección, es decir, la desconexión con todo lo colectivo y la reconexión con todas las demandas más individuales o personales. La individualidad es el centro, y el mercado –en todas sus dimensiones– es el gran proveedor de sentido. “…La vida social y colectiva desaparece bajo esta lógica, y los juicios morales parecen tener un sentido situado. Aquí se procesa una guerra de todos contra todos, y los impulsos egoístas siempre se atribuyen a los demás. Por lo tanto, hay un cierto resentimiento hacia las víctimas que se consideran «débiles» o manipuladoras, pues se interpreta que el mundo es un lugar en el que solo se sabe sacar ventajas…”

Por lo tanto, el Frente Amplio, las fuerzas progresistas y democráticas deben entender que ya no hay tiempo ni margen para discusiones o lucubraciones tecnocráticas sobre cómo abordar determinados temas. Es necesario resolver efectivamente los problemas centrales que sufre nuestra sociedad y junto a esa tarea gigante crear un nuevo sentido común, un nuevo puerto al cual llegar, y en esa marcha, construir una comunidad espiritual a la que valga la pena pertenecer y luchar para avanzar hacia nuevos horizontes, aquellos donde sea posible hacer realidad la pública felicidad. De no lograrlo y fracasar, sea por indolencia, falta de compromiso con el pueblo, o desidia, entonces, como en Macondo, finalmente seremos condenadas a cien años de soledad, y no tener una segunda oportunidad sobre la tierra. Seremos arrasados y sepultados por el huracán de la indiferencia, el egoísmo y la injusticia.

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