Ruben López
El Chasque 147
19/07/2024
Es esencial la participación de la comunidad organizada en la planificación de la producción de bienes y servicios.
Son los ciudadanos que padecen los problemas los más indicados para la elaboración de los planes estratégicos, tomando después parte directa en la concreción de los mismos y en el control social (sin menoscabo del necesario control administrativo contable sobre la gestión).
Los vecinos, los trabajadores, los productores directos no pueden sólo plantear sus problemas y necesidades a las distintas instancias de gobierno para que un día lo resuelvan. Deben participar activamente, para resolverlos en conjunto (comunidades y gobierno), ejerciendo además un estricto control sobre las instituciones en el cumplimiento de lo planificado.
¿Acaso gobernantes y dirigentes no son los representantes del pueblo?
No se puede quedar a la espera que las jerarquías resuelvan, en un renovado paternalismo, que genera pasividad en los ciudadanos, en lugar de prepararlos para la actividad creativa, pasando por el más amplio debate, a la toma de resoluciones, a la acción y finalmente el control sobre los responsables por el resultado de sus tareas.
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Hay que terminar con “el Estado abrigo de pobres”, el solucionador de todos los problemas (en teoría al menos), clientelar, burocrático y por lo tanto corruptible o corrupto, que cobija junto a excelentes funcionarios, otros que abusan con desempeños mediocres, desde un empleo vitalicio.
Hay cosas que todos ven, que se mencionan en voz baja, que la ultraderecha y el fascismo usan y ponen como bandera contra el Estado, incluso parecen aspirar a una “verdadera revolución”, que convence (a los distraídos) al contener una parte “de la verdad”. Ese “Estado” ineficiente, burocrático, corrupto es producto de la propia clase dominante, que lo utiliza para mantener su poder económico, el “aparato burocrático militar” a su servicio, que tiene todos los vicios, funcionales a esa misión.
Así cuando la ultraderecha accede a posiciones de gobierno, muestra que fue sólo demagogia y oportunismo, al poco tiempo se ve que representan al mismo poder dominante (que ayer parecían repudiar), al poder económico que tras bambalinas siempre a manejado los piolines.
El progresismo y la izquierda han tomado la defensa de un Estado presente, cosa que en principio no es mala. Lo malo es seguir con la idea del estado asistencialista, de sustituir a las personas en el desarrollo de su vida. Hay que apoyar, promover, (asistir si a quienes no pueden desenvolverse por si mismos, como la infancia, discapacidades y ancianos) a todos los ciudadanos para que con su trabajo puedan salir adelante y propendan a su felicidad y al desarrollo del país.
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Diálogo social, consenso, políticas de estado, amplios acuerdos.
El consenso con la derecha y con la oligarquía tiene como límite sus intereses y sus privilegios.
No les importa que más de 500,000 compatriotas tengan ingresos menores a $25,000, que cientos de miles no accedan a una comida diaria, sólo les preocupan sus ganancias -con la excusa que después vendrá “el derrame”-, pues más inversiones traerán mayor producción, más empleo, mejores salarios, que beneficiarán a los más humildes. Argumentos que se han transformado en “sentido común”, trasmitidos por la derecha han calado en la socialdemocracia, el progresismo, la izquierda. Bien se ha dicho que una mentira repetida mil veces se transforma en verdad.
La mitad de la humanidad (que sobrevive con menos de 7 dólares por día) y los uruguayos que no llegan a “fin de mes”, lo sienten, pero …no lo saben. Hundidos en la pobreza y la indigencia, la exclusión social a la que los lleva la violencia cotidiana, en un mundo que ofrece mucho a través de los medios de comunicación, pero lo niega -a la mayoría- en la vida cotidiana.
Entonces, como lo sugieren las ideas dominantes, cada uno debe valerse por si mismo y como no te plantean límites, sólo que el más fuerte, inteligente, audaz, astuto es el que triunfa, estás listo para la guerra, en una sociedad que no la hace fácil (salvo para los herederos, que corren con ventaja a la hora de las oportunidades), el resto si quiere triunfar debe aplastar a sus competidores.
En el mundo, unos pocos individuos tienen una fortuna igual a la mitad de la humanidad, en nuestro país una investigación reciente mostró que sólo el 20% de los orientales aumentó sus ingresos, mientras para el 80% disminuyeron.
¿A quien asombra que el consejo de que gane el más fuerte haya disparado las cifras de la delincuencia, las mafias, el narcotráfico a nivel nacional y mundial?
Pero nuestra sociedad no quiere ver ni discutir esto -todos o casi, concuerdan en sostener, profundizar, a lo sumo mejorar el actual sistema capitalista-, mientras se discute como reprimir más y mejor, allanamientos nocturnos, militares a la calle, mayores penas, reformas de la constitución, más leyes, decretos, etc.
El candidato del Partido Nacional apoya el Plebiscito para autorizar los allanamientos nocturnos (más represión) y declara que el Plebiscito de la Seguridad Social “sería una catástrofe económica y previsional para los trabajadores actuales y futuros.”. Se felicita por las medidas represivas, mientras condena al que mejora la situación de los trabajadores y los jubilados (jubilación a los 60 años, una jubilación mínima, eliminación del lucro en la Seguridad Social -AFAP).
Y por ahí van. Justifican la acumulación ilimitada de riqueza (y por tanto, aunque digan que no, la multiplicación de la explotación, la pobreza y la miseria), por el egoísmo de una clase poseedora que no quiere renunciar a la mínima porción de sus privilegios (que incluye su riqueza actual, más su inalienable derecho a seguir acumulando).
El argumento catastrofista de Delgado dice a los trabajadores y a los más pobres, que debe quitarle hoy y en los próximos 30 años, para protegerlo a él, a sus hijos y nietos para que no sean perjudicados después.
Lo que no dice es que su reforma, en realidad está favoreciendo al pequeño núcleo de ricos y super-ricos de aquí y de afuera, quitándole a los trabajadores de hoy, de mañana y a los futuros jubilados.
Solamente pensemos: ¿por qué los avances de la ciencia, la tecnología, la productividad del trabajo tienen que favorecer a los poseedores, a los dueños del capital y la riqueza, por qué una parte de ese plusvalor creado -además por el trabajo humano- no puede ir en beneficio de los trabajadores?
Esta simple pregunta no la podrán responder, o no la quieren responder, volverán al loop, primero hay que crear riqueza, para después repartirla.
Consenso, políticas de Estado, acuerdos son posibles con el 90% de la población
Hay que tener cuidado, pues los intereses no son los mismos, por tanto los consensos al 100% no son posibles, porque como hemos mostrado el poder económico no tiene ninguna intención de ceder nada de sus privilegios y los sectores políticos que los representan como Lacalle Pou y su delfín Delgado, han optado por los “malla oro”. A confesión de parte, relevo de prueba.
