Oscar Rorra y los subterráneos de la militancia

Gerardo Suarez
El Chasque 157
27/09/2024

Su vida militante tiene de todo un poco: barrio, clandestinidad, exilio, karate, Comcar y clases de filosofía. Oscar Rorra pasó por hechos y experiencias que hacen de su historia un verdadero testimonio de lo que significa ser uno de esos militantes que luchan toda la vida.

Nacido en el barrio Sur de Montevideo en el año 1953, Rorra comienza su vida militante en la Unión de la Juventud Comunista (UJC), organización a la que aún se refiere como “la juventud”. De ahí en más el curso que tomó su vida estuvo fuertemente marcado por lo que la militancia y el contexto político le demandaron. El karate, al igual que la militancia, ocupa gran parte de su quehacer cotidiano desde la adolescencia. En dicha disciplina se coronó varias veces campeón nacional y compitió en ciudades como El Cairo y Los Ángeles. A la edad de 51 años se recibió de profesor de filosofía en el Instituto Profesores de Artigas (IPA), docencia que ejerció en centros como el Comcar.

Es sábado y Óscar me recibe en su casa del barrio La Comercial, una casa con mucha historia – ahí se imprimió en el año 1957 la primera edición del diario El Popular-. Llegué sobre el mediodía. Un rato antes había culminado la clase de karate que imparte en el dojo que tiene ahí mismo, en el fondo de la vivienda. El comedor, repleto de libros y papeles, es el lugar elegido para realizar la entrevista.

¿Qué recuerdos tenés de tu infancia en el Barrio Sur?

Recuerdo que jugaba mucho al futbol en la calle. Mi padre me decía que lo que él no me pudiese enseñar me lo iba a enseñar la calle. En el barrio todo el mundo era responsable por la educación del resto. Si yo hacía una travesura entre la escollera Sarandí y el Parque Rodó, antes de que yo llegara a mi casa mi familia ya lo sabía, porque los vecinos se preocupaban de vigilarme. Los días de fiesta dormía en el Medio Mundo. Todos los negritos que estábamos en el Sur caminábamos juntos, nos protegíamos. De chico hice boxeo y después karate en el club L’avenir. Mi viejo me decía: en la paz se prepara el buen guerrero, en la calma el marinero y hombre precavido vale por dos.

Cursó la primaria en la Escuela República de Chile y sus estudios secundarios en el Liceo IAVA, que por aquellos años vivía momentos de gran agitación. En ese contexto es que se da su afiliación a la UJC.

¿Por qué decidiste afiliarte a la UJC?

Mi abuela fue fundadora del “partido” –se refiere al Partido Comunista de Uruguay (PCU)-. Todos los viernes iban comunistas a casa a hablar de política con mi abuela, llevaban el diario y yo escuchaba. También me llevaban los sábados a ver películas soviéticas al seccional del partido. Primero me arrimé al gremio del IAVA, era justo el año en que se intervino el liceo, había muchas asambleas y discusiones. La de la juventud era la línea que yo conocía. Yo decía en las asambleas que no podemos plantearnos romper los vidrios de las casas y prender fuego los coches, así la gente no nos iba a querer, teníamos que ser simpáticos, teníamos que explicar las cosas. En esas asambleas un 22 de abril de 1970 me afilié.

La velocidad en la que maduraron los hechos en esos años fue la misma velocidad con la que maduró Rorra en sus tareas militantes. En febrero de 1971 nace el Frente Amplio (FA) y en noviembre se realizan las elecciones nacionales. La tarea que asumió en el marco de la campaña electoral fue la de cuidar los galpones de la COTRACO (Cooperativa de Trabajadores de la Construcción) que funcionaba como lugar de acopio de materiales de propaganda. “A mí en un momento me dicen usted se va a quedar sólo acá y tiene que cuidar todo. Eran unos galpones impresionantes de grandes, estuve 4 meses sin dormir”, comentó. Recién pudo volver a su casa el día después de las elecciones. “Mi vieja me dice: yo pensé que ibas a estar desanimado por todo el esfuerzo que hicieron y sacaron 300 mil votos nada más. Lo único que le dije es que quería dormir. Me acosté y me dormí” recuerda.

El día del golpe de Estado. ¿Recordás qué estabas haciendo?

Si, estaba en casa con otro compañero. Nos pusimos la camisa roja y dijimos: ahora vamos a demostrar quienes son los más valientes –cuenta entre risas-. Nos preparábamos para luchar contra el fascismo y la tortura leyendo a Fucik por ejemplo (Reportaje al pie de la horca) y otros héroes del movimiento obrero.

En ese momento era el Secretario de Organización de la UJC en el barrio Cerro. “En la huelga general el partido se encargó de los gremios y a la juventud se le dio la tarea de la calle, las movilizaciones y las pintadas. Hicimos movilizaciones todos los días en el Cerro, hasta más de una por día”. La militancia pasó a ser en condiciones de clandestinidad.

Luego de un tiempo en la villa del Cerro volvió a militar en su barrio de nacimiento, donde desarrolló tareas tanto en la UJC como en el PCU. En el año 1975 el gobierno dictatorial implementó la Operación Morgan, un operativo de represión dirigido directamente a la militancia comunista. “Con la operación Morgan la cosa se volvió mucho más violenta”. Una de las tareas que asumió fue la de sacar del país a militantes requeridos por las fuerzas de represión.

En el año 1976 le informan que se emitió una orden de captura en su nombre. Debía irse del país. En el documento “UJC Escuela de Comunismo II parte” emitido por el Ministerio del Interior en el año 1979 figura: “Oscar Rorra (Secretario de Organización del Regional I en 1974, integrante del aparato armado del PC, requerido)”.

¿Cómo fue tu exilio en Buenos Aires?

El partido me dijo que de Buenos Aires me iba para Angola. En ese momento Angola luchaba contra el apartheid sudafricano. Hice ir para Argentina a todo mi grupo. Nos íbamos un jueves, pero el martes vienen y nos dicen que al final se suspendía el viaje, nunca supimos el por qué.

En Buenos Aires se instaló en el barrio San Telmo. Vivió en ese país hasta el año 1978. En ese período salió campeón argentino de karate dos veces, en 1976 y 1977. Durante el mundial de futbol de 1978, intentó regularizar sus documentos de residencia y se le informó que había una orden de detención a su nombre. “Me dijeron que ellos no podían reprimirme mientras esté el mundial de futbol, pero que si me agarraban un día después del mundial era boleta”. Salió, en calidad de exiliado político, rumbo a Suecia, no sin antes festejar el primer mundial de futbol de la selección argentina. “Sacamos los tambores por la 9 de julio, yo bailaba. Se armó una festichola impresionante”.

Óscar Rorra (izquierda.), Sergio Ulloa (derecha.) – Final campeonato argentino 1976.

En Suecia se radicó en la ciudad de Lund, donde vivió hasta el año 1984. En esos años integró la dirección de la UJC en el exilio. Realizó tareas de denuncia de la dictadura, de solidaridad para con los compañeros y compañeras detenidos y de organización de la militancia en el exilio. Volvió al Uruguay el día antes de las elecciones nacionales de 1984. “El partido había dado la orden de volver al país”.

¿Cómo fue el regreso a Uruguay?

Volví con la cabeza de que ni bien llegaba caía preso, pero no, cuando aterrizamos había unos balcones en el aeropuerto llenos de banderas de la UJC y el partido, estaba lleno de gente esperándote. Ahí tomé dimensión de lo que había logrado el partido.

En el aeropuerto mismo los compañeros lo recibieron y le entregaron una tarjetita con la hora a la que tenía que entrevistarse con el PCU, para ver qué tareas debía ocupar. Al día siguiente, día de la elección nacional, asumió la tarea de garantizar la seguridad del edificio en el que estaba el comando de campaña del FA, ubicado en la calle 18 de julio. “Teníamos que controlar el edificio, pero fuimos y copamos todo, controlábamos los ascensores, los garajes, la gente que entraba y salía. La gente que vivía ahí se quejaba, eran todos latifundistas. Nuestro entusiasmo era mucho, se nos fue de las manos”, recuerda entre risas.

Ya en democracia continuó compitiendo en karate en distintas partes del mundo y formó un seccional partidario de nombre “Espartaco”, integrado por más de 100 karatecas.

A su vez comenzó en el IPA los estudios de filosofía, “es la base ideológica de todo proceso revolucionario”. Fue el primer profesor reconocido por ANEP en dar cursos anuales de secundaria en el Comcar. En esa experiencia coordinó la creación de un periódico realizado entre docentes y personas privadas de libertad llamado Pres y diario. Su primer número salió en noviembre de 2012. “Lo que yo quería era lograr la autonomía de los presos en las cárceles, había cosas que tenían que controlarlas los presos, por ejemplo: las farmacias, el comedor y la educación”.

Las trabas que enfrentó, por parte de las autoridades carcelarias y ministeriales, para la realización de ese proyecto fueron muchas más de las imaginadas. “Las autoridades no querían la organización, porque si hay autogestión hay quien los controla, hay quien sabe qué pasa con las cosas. La autogestión es una vía abierta de conocimiento de la interna de cada lugar”.

En el año 2013 tuvo que abandonar su barrio Sur. La IM demolió el edificio (CH 20 INVE) donde vivió durante décadas, fue un proceso “tristísimo”. De ahí se mudó a su actual casa en la calle Justicia. “Después pasé a ser concejero de la 1001 en temas militares y ahí en medio de eso me jubilé”. Considera que la persona más importante con la que se relacionó en su militancia es Rodney Arismendi y, el revolucionario que más le ha llamado su atención es el general del Ejército Popular de Vietnam, Vo Nguyen Giap.

Al día de hoy continúa su militancia en el PCU.

¿Cuál es la tarea que consideras más importante hoy?

El trabajo es convencer que hay un interés general que es más importante que los intereses particulares. Es mi punto de vista, no quiere decir que sea verdad. Tenemos que hacer que haya espacios para que la gente se junte, converse, discuta. Eso considero es lo más importante para el futuro.

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