Huelga de hambre de Wasen…

Gonzalo Alsina
El Chasque
16/12/2024

La vorágine de las semanas anteriores me hizo cometer una omisión imperdonable. Va a continuación un homenaje a un verdadero tupamaro.

Del histórico y bastante olvidado, Paro Cívico que cambio la correlación de fuerzas, y ayudó a las negociaciones finales que permitieron -aún sin conseguir todo lo necesario-, el complejo tránsito desde la dictadura a la democracia; a la huelga de hambre de Adolfo Wasen Alaníz, habían transcurrido solo tres días.

Este último acontecimiento puso de nuevo con fuerza arriba de la mesa el tema de la amnistía. Wasen, gravemente enfermo fue trasladado al Hospital Militar donde inició la huelga reclamando amnistía.

Uno de los nueve rehenes varones en 1981 fue operado de un tumor maligno en el cuello y sometido a tratamiento, pero le mantuvieron el duro régimen de reclusión. En mayo de 1984 fue internado de nuevo en dicho hospital. Donde le diagnosticaron varias metástasis.

No bien inició la huelga de hambre, la organización de Madres y Familiares de procesados por la Justicia Militar hizo pública su situación y pidió apoyo para tratar salvarle la vida

Su caso se transformó en algo paradigmático. Wasen no pedía por él, sino que pedía la amnistía para todos los presos políticos y exiliados. No bien se conoció su decisión de hacer la huelga de hambre, se multiplicaron diversas mediadas de apoyo; desde marchas de decenas de camiones repletos de jóvenes – a mí me tocó, a pedido de Aldo, recién salido de la clandestinidad, conseguir 30 camiones para movilizar a cientos de estudiantes-; concentraciones todos los días en la Plaza Libertad.

El 6 de julio, 21 personas entre familiares y militantes de DD.HH, empezaron un ayuno en Conventuales, que fueron acompañados por el PIT-CNT, SERPAJ, ASCEEP, el Frente Amplio y el P. Nacional. –sector Por la Patria-.El domingo 15 de julio hubo una gran movilización por 18 de Julio que terminó en Conventuales.

El 18 de julio, el ayuno culminó con una marcha de miles de personas reclamando amnistía general e irrestricta.

Los apoyos se extendieron a todos los partidos políticos que con distintos acentos en el tema amnistía pedía la libertad de Wasen Alaníz. Muchos de los apoyos de los partidos políticos desviaban el foco de la medida sin mencionar la amnistía que era el verdadero objetivo.

La medida de Wasen y las luchas que lo apoyaron colocaron con mucha fuerza el tema de la libertad de los presos políticos. Se supo más de la situación de los presos y presionó para las liberaciones anunciadas en las negociaciones.

Si bien el tema DD.HH no estaba primero en la agenta militar, la movilización social lo volvía a colocar en la agenda negociadora.

El juicio y castigo a los violadores de lesa humanidad, en diciembre de 1983 en Argentina, repercutía acá en nuestro país.

La junta de generales y el Goyo Álvarez, pretendían que no hubiese revisionismo.

Wasen continuo su huelga hasta el 1º de agosto de 1984, persuadido de que retomara la alimentación dados los importantes objetivos alcanzados con su accionar, como la liberación de decenas de presos políticos que habían cumplido la media pena, dos días antes de la reunión en el Club Naval.

Wasen falleció el 17 de noviembre de 1984, unos días antes de las elecciones y su sepelio fue una gigantesca movilización en reclamo de amnistía, que recorre desde el barrio la Unión hasta el cementerio del Norte.

Quiero terminar este modesto homenaje al compañero Wasen con las palabras de su compañera:

“En esos instantes construimos libertad”
“Ahora estaba internado en el Hospital Militar y ya no quedaban dudas de la inminencia de su desenlace. ¡Quería decirle tantas cosas! Ya no me conformaba con las cartas censuradas, eran insuficientes los códigos que intentábamos descifrar burlando la censura. Quería sentirlo cerca de mí, vislumbrar aunque más no fuera su respiración en un espacio común, sabernos próximos. […]

Tendría que simular una enfermedad, podría ser un fuerte dolor de columna que me impidiera moverme, o tal vez una apendicitis. […] En el consultorio, el médico dijo: “hay que internarla, puede ser apendicitis”, reventaba de placer, era como el pasaje al paraíso, la victoria.

Lo tenían sólo –desde hacía once años en distintos cuarteles del Interior- y ahora en un calabozo del Hospital que lindaba con la celda de internación de las mujeres.

Cuando llegué, el solo hecho constatable de que nos separaba una pared, ya me producía una excitación indescriptible. Recurrí al lenguaje usado por todos los presos en algún momento de incomunicación que consistía en golpes en la pared formando una palabra y otra hasta completar alguna frase. Primero fue mi nombre, seguido de un “te quiero, estoy acá porque te quiero”, y la respuesta desconcertada de él que no podía creer. […]

Además de la pared teníamos otro lugar que colindaba: los baños. En el nuestro había una pequeña ventanita con rejas que daba para el de él […] La ventana estaba muy alta pero con artimañas lográbamos tocarnos las manos entre las rejas. No podíamos vernos ni hablar, nos presentíamos a través del disfrute de esa caricia robada a ellos, conspirábamos ternura. ¡Pudimos hablar de tantas cosas! En eso instantes construimos libertad”. Sonia Mosquera

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