María Luisa Battegazzore
El Chasque 174
14/02/2025
Tras de mí, el diluvio, piensa Luis disfrutando sus últimos meses de protagonismo en esta larguísima transición, y el Frente Amplio ni siquiera saca los paraguas -ni las piraguas que serían más útiles en vista de la marejada que se avecina.
Nos deja el legado de un déficit fiscal que, pese a todas las reglas, ajustes y maquillajes es mayor que el que recibió; un significativo endeudamiento público; compromisos para el Estado con empresas privadas para las próximas décadas, de los cuales el Proyecto Neptuno puede ser el más indignante, por la oposición que despertó y porque, en un acto de desafío y soberbia, firmó el contrato al borde de dejar el gobierno. Pero no es el único. El presupuesto del MOPT está comprometido más allá del próximo período de gobierno. La operativa portuaria ha sido entregada en monopolio a Katoen Natie hasta 2081. Sería largo en exceso mencionar otros muchos contratos con empresas a veces ignotas o compras de garaje como los Hércules. El ex ministro de defensa se destacó por su afición a las gangas venidas a menos. Sólo los precios no eran de liquidación. Ahora tiene el primer plano como opositor duro e intransigente al futuro gobierno.
Habrá que pagar por todas las inauguraciones que constelaron la campaña electoral de Luis y su apoderado o testaferro. Delgado se proclamó la continuidad en persona, el portador y santo grial de la reelección imposible.
Las urnas derrotaron la continuidad, pero el Frente Amplio, que parece carecer hasta de instinto de conservación, flota en la continuidad o, al menos, no cuestiona ni denuncia la herencia indeseable ni propone claramente cambios. Al contrario, demuestra no haber aprendido nada en su período de oposición y declara no ser proclive a las revisiones ni a los controles sobre la obra del gobierno saliente. En actos visibles, confirma jerarcas pertenecientes a la coalición multicolor –hoy casi bicromática.
Causa cierta desazón que el futuro ministro Mahía adopte sin rubores el pomposo rótulo de transformación educativa cuando critica a la presidenta del CODICEN por su renuncia a poco del comienzo de clases. Menos rubores tuvo Robert Silva para disimular que la gran transformación, basada en el enfoque por competencias (EPC), sólo prolongaba la que, sigilosamente, emprendiera el gobierno frenteamplista. De hecho el MCRN (marco curricular) de 2017 es equiparable, punto por punto, al MCN de 2022. Hasta en los horrores gramaticales y sintácticos.
A pesar de las resistencias que levantó la transformación educativa, el FA, aparentemente, va a proseguir en ese camino. “Creo que cometeríamos un error en hacer una reforma que eche por tierra una reforma que hubo antes. No nos ayuda un intento refundacional. Lo que funciona y hay consenso, y está bueno, potenciémoslo. Lo que está en duda, veámoslo. No me gusta dinamitar cosas. No vengo con esa idea”, dijo Orsi a La Diaria (11/9/2024). El candidato, Mahía y Quirici, plantearon construir un “pacto educativo” nacional que no estaría limitado a los partidos políticos.
No está claro si mantendrán las disposiciones de la LUC en cuanto a las reformas institucionales. ¿Se conservarán las direcciones unipersonales en los subsistemas de ANEP o se volverá a los Consejos? ¿Se derogarán los artículos que establecían la injerencia del MEC y del parlamento en la política educativa (at. 145 y 151) enterrando la disposición constitucional de la autonomía; el art. 130 que prescribe subrepticiamente el EPC; el art. 128, que recortaba el principio de libertad de cátedra y la serie de disposiciones (art. 163, 171, 193) que afectan las garantías de la efectividad y los concursos, e instauran un sistema de premios y castigos, dentro de una tenaz intención de “vigilar y disciplinar” a los docentes para asegurar su adhesión al sistema?
Tenemos dudas porque, desgraciadamente la sección III de la LUC, que implicaba grandes reformas al sistema educativo, fue uno de los capítulos menos comentados y en que fue más absurdo y lesivo el procedimiento de urgencia.
La derecha tenía claro su programa y lo impuso desde el primer momento. Llegó al gobierno convenciendo a la “mayoría silenciosa” de que “era bueno cambiar”; la misma táctica se está desplegando en la competencia por la IMM. Hay que cambiar -qué y cómo son minucias sobrentendidas- al tiempo que se despliega una avalancha de críticas y alarmas, con mucha mayor exposición mediática que las respuestas, que además son institucionales, y por tanto, más medidas y cuidadosas en la forma y en el fondo.
Es gracioso que los colorados digan que son demasiados los años en que la IMM está en manos del FA y que ya eso justifica el cambio. ¿Nadie recuerda cuánto tiempo Montevideo estuvo bajo administraciones coloradas? Si sólo consideramos el período a partir de 1908, cuando se crean las intendencias como órganos de gobierno departamentales en sustitución del “Jefe político y de policía”, hasta 1990, en que ganó el FA por primera vez, y descontando el lapso de la dictadura, solamente una vez -parece un bolero- los blancos ganaron en Montevideo, cuando el sistema era el colegiado. En puridad, nunca hubo un intendente blanco, de modo que están urgidos en conseguirse uno.
En la década de 1990, era de orden que el discurso de la izquierda renovada invocara a “los cambios”, así en general, sin pensar en tomarse la molestia de aclarar el contenido de los mismos y, mucho menos, de convocar la participación e iniciativa de los militantes de a pie, ya no en la elaboración del programa, sino en su consecución en la práctica.
Si el gobierno frenteamplista opta por la continuidad, real o declamada, tengo la impresión de que está labrando su futura derrota electoral o, más importante, su debilitamiento y posible crisis. ¿Hasta cuándo la fidelidad podrá vencer a la decepción? Los fieles somos los viejos, que estuvimos en el glorioso nacimiento del FA y lo veíamos como una opción radicalmente transformadora, antisistémica. Lo que no significa ser inmunes a la decepción ni a la bronca. A los más jóvenes no se les dan muchas razones para el apego.
Debería reflexionarse sobre algunos hechos que me parecen significativos como señales o llamados de atención. Uno es la abundancia de votos en blanco o anulados (casi 120 000), de los cuales casi 35.000 contenían la hoja del Sí. Ciertamente había dos referéndums y no se discrimina en los datos publicados por la Corte electoral a cuál correspondían esos votos. Habría que indagar en ese aspecto, pero es posible interpretar el alto número de votos en blanco o anulados como índice de decepción por la política o los políticos. Es un síntoma peligroso, que abre camino a propuestas de outsiders, con perfil transgresor y demagógicamente opuesto al sistema, estilo Milei. En un anterior trabajo para El Chasque me preguntaba si esa no era la explicación para el inesperado ascenso electoral de Gustavo Salle, que no debería ser tomado a la ligera y no sólo porque se hizo con las dos bancas que habrían permitido al FA tener mayoría parlamentaria.
Si hablo, quizás excesivamente en términos electorales, es por la razón del artillero: ahí se juegan, a tuertas o a derechas, los inmediatos destinos del país y concretamente, de nosotros, sus pobladores. Sin contar que es la única dimensión que puede interesar al FA tal cual es. Si como táctica electoral Orsi asumió una actitud pasiva y contemporizadora, algo cándida, es de esperar que en la práctica de gobierno sea más decidido y definido, que demuestre en qué y por qué es diferente la vida con un gobierno progresista. Es una sencilla esperanza sin ilusiones.
