Todo lo que se necesita para que el mal triunfe es que ustedes sigan callados

Orit Kamir*
Fuente: Haaretz

El Chasque 184
25/04/2025

¿Qué quieren de los alemanes? Mírense al espejo y véanlos. Las personas que permiten que el mal triunfe…

«Todo lo que se necesita para que el mal triunfe es que muchas personas buenas no hagan nada».

Nos gusta citar esta poderosa frase de Edmund Burke en el Día del Holocausto. Pero este año, la mayoría de israelíes no tienen derecho a reclamar a los alemanes que permanecieron indiferentes cuando el régimen nazi primero despojó, humilló y expulsó, y finalmente exterminó a nuestras familias. No tienen ese derecho porque hoy está claro que si estuvieran en los zapatos de aquellos alemanes, actuarían igual: callados, desviando la mirada y continuando con sus vidas. Porque permanecen indiferentes aquí y ahora, mientras su Estado abandona a decenas de israelíes a una muerte lenta, solitaria y desesperada bajo tortura, y mata de hambre, expulsa y destruye las vidas de dos millones de palestinos residentes de la Franja de Gaza. Y si algunos alemanes pudieron no saber, o al menos no comprender la magnitud del horror, en nuestra era de sobreinformación disponible para todos, nosotros no tenemos esa defensa.

La mayoría de los israelíes permanecen indiferentes día tras día, hora tras hora, momento a momento, y continúan con su cómoda rutina, incluyendo comidas festivas, celebraciones, fiestas y otros eventos. El hambre de los secuestrados, de los niños de Gaza y del resto de sus habitantes, un hambre que destruye sus cuerpos y almas, que les impide vivir vidas humanas, que quita la luz de sus ojos y la esperanza de sus corazones, no les preocupa lo suficiente como para salir a la calle a protestar, colgar un cartel o firmar una petición. Entonces, ¿qué quieren de los alemanes?

Los alemanes al menos tenían una buena razón para callar: si hubieran expresado una opinión que no concordaba con la del régimen, habrían pagado con sus vidas. Nosotros aún no hemos llegado a ese punto: los judíos israelíes aún no han sido desaparecidos o eliminados por expresar posturas humanitarias. Pero los israelíes tienen cien tonos de excusas diferentes para no protestar, por ejemplo. Desde «de todas formas no sirve de nada», pasando por «no soy una persona política» o «algunos de los manifestantes dicen cosas con las que no estoy de acuerdo», hasta «no soy persona de multitudes». Tienen presión en el trabajo y niños a quienes preparar la cena. Tienen un evento, una boda, entradas para espectáculos el sábado por la noche. Como los alemanes, que también tenían presión en el trabajo y también tenían hijos que criar. También para ellos las protestas no habrían servido de nada y, como ya se dijo, les habría costado la vida. Entonces, ¿qué quieren de ellos? Mírense al espejo y véanlos. Las personas que permiten que el mal triunfe.

En esta etapa de la conversación surge, por supuesto, la moralina que se expresa en diagnósticos y distinciones: los judíos en Europa no le hicieron a los nazis lo del 7 de octubre; no representaban una amenaza existencial; su exterminio fue un genocidio antisemita planificado, no daños colaterales en el contexto de una guerra. Y por supuesto: ¿cómo puedes comparar? No establecimos campos de exterminio masivos; no envenenamos con gas ni quemamos en hornos.

Cálmense. Nadie afirmó que las circunstancias son idénticas. Recuerdo muy bien la masacre del 7 de octubre, quién la perpetró y quién disfrutó de ella. Sé que no establecimos campos de exterminio con cámaras de gas y hornos. Pero todo esto son distracciones; «mira, un pájaro». Ustedes saben perfectamente que así como la ocupación israelí no justifica la masacre del 7 de octubre, esa masacre a su vez no puede justificar de ninguna manera la destrucción de las vidas de dos millones de civiles que no participaron en ella. Nada puede justificar la muerte de decenas de miles de niños. El castigo colectivo de inocentes es una estrategia nazi, no humana. También saben perfectamente que los campos de exterminio no son la única forma de perpetrar atrocidades. Los turcos no exterminaron a los armenios en campos con cámaras de gas y hornos; no faltan otros medios.

Lo común en las terribles atrocidades que las personas cometen unas contra otras es la combinación de dos componentes: la deshumanización y la falta de empatía hacia el prójimo. La negación del valor humano, su dignidad inherente, junto con la insensibilidad emocional al sufrimiento de otra persona. En el momento en que despojamos a las personas de la humanidad que les atribuimos y del valor que le asignamos, es decir, de su dignidad humana inherente, y también dejamos de participar en su dolor, todo lo demás son solo detalles técnicos. Desde el momento en que los convertimos de sujetos en objetos, de fines con valor intrínseco y absoluto a medios para lograr objetivos, y endurecimos nuestros corazones hacia ellos, cruzamos la línea roja. Y entonces es posible expulsarlos una y otra vez sin nada, matarlos de hambre, negarles agua limpia, destruir sus hospitales y escuelas, bombardear sus casas y dejarlos agonizar bajo los escombros, porque la «santidad de la vida» no entra en juego. Es posible ver niños huérfanos, perdidos, con los ojos desorbitados de terror; jóvenes con miembros amputados; padres que llevan los cuerpos carbonizados de sus hijos, y continuar con la siguiente comida. Entonces, ¿qué importa que no los maten en campos?

Netanyahu y el gobierno israelí que ha formado a su imagen y semejanza separan a los secuestrados de los residentes de Gaza, entre sangre judía y sangre palestina, pero son indiferentes al destino de todos. Según su enfoque, matamos de hambre a los residentes de Gaza y destruimos sus vidas para salvar a los secuestrados. Es decir, los residentes de Gaza son un medio para lograr el fin. Y paralelamente, en un argumento claramente contradictorio, afirman que estamos sacrificando las vidas de los secuestrados para poder seguir destruyendo Gaza y las vidas de sus residentes. Es decir, los secuestrados son un medio para lograr el fin. Combinen ambos argumentos y obtendrán una deshumanización completa y una absoluta falta de empatía hacia ambos grupos.

De Netanyahu y del gobierno israelí que ha formado a su imagen no se esperan ni valores ni sentimientos humanos. Sus partidarios dicen amén, y la mayoría silenciosa permanece en silencio. Mira desde el margen. Pero incluso los mejores israelíes, que participan incansablemente en las protestas por la liberación de los secuestrados, separan sangre de sangre. «No hay nada más importante, cada secuestrado debe regresar», clamamos en cada protesta y marcha. Y casi siempre un silencio absoluto respecto a la destrucción de Gaza y la muerte de sus habitantes. Empatía profunda hacia las decenas de «nuestra gente» que «sufre y también muere», e ignorancia del sufrimiento y la muerte de dos millones de palestinos. No irritar, no alejar, no dividir. No perturbar la paz de quienes permanecen indiferentes.

Pero la humanidad es universal. No es posible ser empático con el sufrimiento de los secuestrados y sus familias y endurecer el corazón hacia los demás. Es cierto, no hay nada más importante que salvar a los secuestrados inmediatamente, pero hay algo igualmente importante: las vidas humanas de dos millones de residentes de Gaza. El reconocimiento del valor humano y la empatía humana requieren luchar tanto por unos como por otros, juntos. Y son lo suficientemente importantes como para defenderlos incluso si esto irrita y aleja. Lamentablemente, solo un puñado de manifestantes de «El Bloque contra la Ocupación», «Juntos» y «Free Jerusalem» claman «cada niño es inocente» y «la victoria no se logra sobre los cuerpos de niños/secuestrados». Y simplemente «¡basta de guerra!»

Durante toda mi vida no he entendido cómo los alemanes pudieron permanecer indiferentes, permitir que ocurrieran atrocidades y vivir como si nada. He leído libros, visto películas, estudiado artículos académicos. He encontrado muchos análisis históricos, sociológicos y psicológicos. Pero ninguno logró ilustrarme cómo es posible realmente interiorizar tal deshumanización y borrar la empatía hacia el prójimo. «Perder la imagen humana». Ahora camino por las calles por las que he caminado toda mi vida y sé que la mayoría de las personas que me rodean permanecen indiferentes; permanecen impasibles ante la sangre de los secuestrados y de los residentes de Gaza; permiten que ocurran atrocidades y continúan con sus vidas sin pestañear. ¿Cómo puede ser?

En este Día del Holocausto, cada israelí debe verse a sí mismo como si estuviera en Gaza: encerrado, golpeado y hambriento en túneles; deambulando desolado, perdido, aturdido y despojado entre los escombros que fueron su mundo. Sentir la angustia insoportable de los secuestrados y de los gazatíes. Encogerse de terror. Y desde ese lugar hacer un examen de conciencia. Y luego encontrar una manera de gritar «¡basta de guerra!» Porque, recuerden, todo lo que se necesita para que el mal triunfe es que ustedes sigan callados.

*Orit Kamir es profesora, investigadora y conferencista en derecho, género y cultura. Directora del Centro para la Dignidad Humana.

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