Julio castillo
El Chasque
24/06/2025
(Este artículo fue escrito antes del ataque de USA contra Irán)
¿Qué importancia tienen las palabras para definir los objetos y lo que sucede a nuestro alrededor?
Las palabras y la construcción del lenguaje fue y es parte clave en el desarrollo y existencia de la humanidad como civilización. Es por medio del lenguaje (construcción colectiva e histórica) que se suceden los intercambios de conceptos y por el cual expresamos nuestros pensamientos, construimos relaciones, etc.
Es a través de las palabras que definimos e interpretamos la realidad en la cual estamos inmersos. Ellas ayudan a calificarla, describirla y nos ubican, nos ordenan y permiten establecer como comportarnos frente a esa realidad
Cuando escuchamos una palabra inmediatamente el cerebro busca construir una representación que la explique y le de un contorno o marco.
Por ejemplo no es lo mismo caracterizar la dictadura uruguaya con las palabras cívico-militar que dictadura fascista. El golpe de Terra en 1930 devino en una dictadura sin embargo no se expresó como una dictadura fascista. Sin embargo la dictadura iniciada en 1973 con el golpe de estado perpetuado por Bordaberry se transformó rápidamente en una dictadura de corte fascista. Esta caracterización fue fundamental para lo que implicó construir la estrategia de la unidad democrática para enfrentarla.
Sucede algo similar cuando pronunciamos la palabra “guerra”, inmediatamente nos imaginamos dos fuerzas, dos ejércitos que se enfrentan.
Cuando decimos “genocidio” nos imaginamos matanza y liquidación de un pueblo a manos de un Estado o ejército.
(La palabra «genocidio» no existía antes de la Segunda Guerra Mundial. Es un término específico acuñado en 1942 por el abogado judío polaco Raphael Lemkin (1900-1959) y utilizado por primera vez en forma impresa en su libro de 1944, «El Gobierno del Eje en la Europa Ocupada».) Este neologismo surge de la palabra griega «genos», que significa raza, tribu, y el vocablo latino «cide», matar.
Esa palabra encierra una terrible realidad porque como civilización hemos experimentado varios genocidios a lo largo de la historia y por lo tanto sabemos lo que significa: lo peor de la humanidad. Rápidamente nos ubica en relación al hecho. Uruguay se pronunció en el caso del genocidio llevado adelante por el Imperio Otomano (turcos) contra el pueblo armenio. De igual forma se pronunció en el caso del holocausto y genocidio llevado adelante por Alemania nazi contra el pueblo hebreo. Vale también decir que no reconoce el genocidio llevado adelante por el Estado uruguayo en contra de la nación y cultura charrúa.
Hoy tiene su definición en el artículo 2 de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 como «cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, de manera total o parcial, un grupo nacional, étnico, racial o religioso, tales como: la matanza de miembros del grupo; lesiones graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia y acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.»
No vamos a detenernos en las razones que impulsan a Israel para desatar esta matanza sobre el pueblo palestino y al cual lo calificamos de “genocidio”.
La acción de “defensa” expresada por el gobierno de Israel no fue tal, por el contrario, se ha transformado en la liquidación sistemática de los palestinos, tanto en Gaza como en Cisjordania.
Frente a los hechos innegables, las declaraciones de Orsi, presidente de Uruguay, nos interpelan y preocupan al no pronunciarse con claridad frente a lo que sucede en Gaza. Como sabemos, el contenido del mensaje es tan importante como quien emite dicho mensaje. Y muchas veces el mensajero es a su vez parte del contenido.
El presidente dijo a la prensa que frente a los acontecimientos actuales en Gaza no vale las declaraciones, sino las acciones. Entre ellas sugirió mandar leche y arroz. Lo real es que los palestinos no sufren una inundación, y con esto, queremos establecer que definir la actual situación como genocidio o no, implica en sí mismo, una acción que rápidamente nos ubica.
La palabra “genocidio” no admite dos interpretaciones o dudas, todo lo demás se presta para ambigüedades.
Tampoco es honesto construir el artilugio de que una cosa es el Frente Amplio y otra es el gobierno uruguayo, como no es válido el argumento del Estado de Israel no tiene nada que ver con el gobierno de Netanyahu.
El pronunciar estas “palabras” no es otra cosa que tomar posición, “actuar” y ubicarse en un determinado lugar respecto a los hechos; principalmente la supuesta neutralidad sostenida por eufemismos. Recordemos que el camino de Hitler estuvo plagada de neutralidades y eufemismos.
También actuar (además de arroz y leche en polvo) sería levantar la oficina de la ANII instalada en Jerusalén (no es casualidad, es una provocación y que la UDELAR votó en contra de esa iniciativa) por el gobierno de derecha de Lacalle Pou como parte de un plan sionista de ir transformando esa ciudad sagrada (junto con los cambios de embajadas hacia Jerusalén), habitada por judíos, musulmanes y cristianos en la capital de Israel, violatoria a los acuerdos internacionales.
Llamar al personal uruguayo de la embajada hasta que Israel no ponga fin a las acciones de desplazamiento y matanza del pueblo palestino es lo mínimo que podrá hacerse desde nuestro gobierno.
De igual forma hubiera sido una acción importante, ya que no quiere meterse en asuntos de otros países, haber llamado al orden o expulsado a la embajadora de Israel por inmiscuirse en asuntos internos de Uruguay al abrir opinión ante la declaración del Frente Amplio señalando que Israel está cometiendo genocidio sobre el pueblo palestino.
Esta negativa de no definir como genocidio lo que sucede en Gaza tiene consecuencias internacionales y quizás lo más perturbador, tiene consecuencias hacia el interior de la sociedad uruguaya.
La indiferencia, el lavarse las manos o utilizar la palabra “preocupados” ante estos hechos aberrantes, no forman ni educan en la necesidad de construir una mirada humanista, de negación a toda barbarie, de solidaridad y rechazo a toda creencias de que un pueblo tiene más derecho que otro y que lo único que vale es la fuerza y el poder para imponerse.
El odio que construyó el nazismo contra el pueblo hebreo y judíos, es el mismo que hoy levanta el gobierno de Israel contra los palestinos y musulmanes. El odio destruye y el genocidio es, ni más ni menos, la expresión máxima del odio hacia el otro. Por eso, más allá de consideraciones políticas o económicas, es de principio, si somos humanos no podemos ser ajenos e indiferentes a este crimen. Sabemos que el odio que hoy siembra el gobierno de Israel es cosecha de más odio en el futuro. Es garantizarse una estrategia guerrerista y dominar al propio pueblo israelí sobre la base del miedo y la inseguridad de las posibles represalias. Algo que le conviene al discurso racista, colonialista del sionismo para mantener su política de anexión.
Es falso decir que una declaración de un jefe de gobierno sea simplemente “una declaración”, en realidad, definir con claridad la actual situación como “genocidio” y no como “conflicto” o “guerra” ayuda a ubicarnos en el lugar correcto de la humanidad y tiene la importancia política de proyección en el contexto internacional al sumar su voz a los países que rechazan el accionar del gobierno de ultraderecha y fascista de Netanyahu contra el pueblo palestino y en la expansión de la guerra de agresión en la región con el peligro eminente de que derive en un conflicto nuclear.
Y de suceder ese final ya no serán necesarias las palabras ni el arroz ni la leche en polvo porque no habrá con quién hablar ni a quién hacerle llegar nada.
Por eso, llamar las cosas por su nombre, importa.
No es guerra, es genocidio.
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excelentemente dicho
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