¿Tiempos de banalidad del mal o de estupidez humana?

El peligro de pensar

Soc. Liliana Pertuy
El Chasque 210
31/10/2025

Tanto Hannah Arendt como Dietrich Bonhoeffer se preguntaron cómo personas comunes pueden participar en el mal sin ser necesariamente perversas.

Ambos coincidieron en algo inquietante: el mal y la destrucción no nacen solo de los monstruos, sino también de los conformistas. De quienes renuncian a pensar, a juzgar, a mirar por sí mismos.


El mal como rutina

Hannah Arendt (1906–1975), filósofa alemana de origen judío, observó en el juicio a Eichmann —funcionario nazi— que no se trataba de un psicópata, sino de un burócrata obediente.
Su maldad no provenía del odio, sino de la ausencia de pensamiento y de juicio moral.
Eichmann cumplía órdenes dentro de un sistema que había normalizado el horror.

Así nació su célebre concepto de “la banalidad del mal”: la idea de que el mal extremo puede ser cometido por personas perfectamente “normales”, incapaces de pensar críticamente o de ponerse en el lugar del otro.


La estupidez como problema moral

Dietrich Bonhoeffer (1906–1945), pastor luterano y teólogo alemán, fue ejecutado por resistir al nazismo. En sus escritos advirtió que el verdadero enemigo no era la maldad consciente, sino la estupidez colectiva.

Para Bonhoeffer, el estúpido no es quien carece de inteligencia, sino quien renuncia a su autonomía moral y se deja poseer por el discurso del poder.
Cree sinceramente en lo que repite, sin pensar, sin preguntar.


Cuando se suspende el pensamiento

  • El mal aparece cuando se suspende el juicio moral.
  • La estupidez, cuando se suspende la autonomía moral.

Ambos pensadores apuntan a la misma raíz: el mal se vuelve posible cuando las personas dejan de pensar y juzgar por cuenta propia.

Arendt lo explica desde lo político y lo administrativo.
Bonhoeffer, desde lo ético y espiritual.
Pero los dos coinciden en que la resistencia comienza cuando recuperamos la responsabilidad personal y la libertad interior, frente a la obediencia ciega, el grupo, el líder o la ideología.


Entre Eichmann y la masa

  • El burócrata obediente que cumple órdenes sin reflexionar.
  • El individuo “estúpido” que repite consignas y clichés colectivos, convencido de hacer lo correcto.

Dos figuras distintas, un mismo vacío: la falta de pensamiento crítico y de profundidad moral.


El único camino de salida

Recuperar la capacidad de pensar.
Recuperar la libertad interior y la independencia moral, guiadas por la fe, la conciencia o la razón ética.

La esperanza está ahí:
en el pensamiento y la palabra libre,
en la lucidez espiritual
y en el coraje moral para no dejarse arrastrar por la corriente.

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