El Chasque Nº 72: Sucedió en abril.

16/04/2021

Es de noche; siempre sucede bajo el manto de la noche, se sabe;

el fascismo oculta su rostro, tiene miedo del mañana, de la justicia del pueblo, se sabe. En la fatídica noche del 17 de abril de 1972, frente al local del seccional 20 del Partido Comunista ubicado en la calle Agraciada, se perpetuo el crimen; fusilaron ocho trabajadores; todos saben que eran uruguayos, frenteamplistas y comunistas.

La 20, como la conoce el pueblo es un lugar sagrado de la patria, de la libertad y también es compromiso de lucha. Los nombres de Mendiola, de Sena, de Cervelli, de Gancio, de Elman Fernández, de Abreu, de Ricardo González, de Ruben López, se entrelazan con los héroes caídos a lo largo de la historia del país como los caídos en la masacre y exterminio del pueblo charrúa un 11 de abril en Salsipuedes a manos de Bernabé Rivera, sobrino del presidente Fructuoso Rivera, justificados hoy por el Partido Colorado y los riveristas del cabildante Manini Ríos.

Los charrúas fueron los últimos herederos del ideario artigista. Su eliminación significó barrer con todo vestigio de las ideas y el proceso revolucionario artiguista, y principalmente el reglamento de tierras y el reparto de las mismas. Fueron eliminados todos los decretos de entrega de tierras promulgadas por el gobierno de Artigas y devueltas a sus antiguos dueños o entregadas a los traidores. Se puede seguir hasta los días de hoy los apellidos de aquellos patricios dueños de grandes extensiones de tierras. Es así que los Manini Ríos, defensores de la matanza del pueblo charrúa, tenían en su poder treinta y cuatro mil hectáreas de campo, es evidente que no la obtuvieron por la gracia de Dios.

Los mártires de “La 20”, son parte de las cuentas de un rosario de la larga lista de héroes que han tapizado la breve historia de Uruguay. Entre ellos el General del Pueblo, Líber Seregni, preso durante toda la dictadura, símbolo y rehén, firmeza y serenidad de la lucha, líder del Frente Amplio; Venado, Polidoro, Rondeau y Juan Pedro, caciques charrúas asesinados en Salsipuedes junto a su pueblo, son momentos diferentes de una misma lucha por la que también murieron Liber, Hugo y Susana enfrentando al pachecato y los cientos de desaparecidos y asesinados durante la dictadura.

Nos dice Rodney Arismendi en su intervención en el local de la 20 en 1987:
“… Aquí venimos año a año desde la reconquista de la democracia, como también en la clandestinidad y bajo la dictadura, a rendir homenaje a estos ocho compañeros fríamente asesinados por los que luego cubrieron de sangre y de dolor el país. Ahí, sobre esa vereda, más allá de las cenizas y del paso de la gente, de la arena que arrojaron encima, todos los días está presente y florece la sangre, convocando a los orientales, convocando a los trabajadores y al pueblo de estas barriadas, al que conocemos por espacio de cincuenta años, o más, de lucha proletaria, a sumarse hoy para consolidar la democracia pero también para avanzar en esa democracia asegurando la verdad y la justicia, la defensa de la libertad, y nunca más dictadura. Pero también como parte inseparable de la libertad, de la institucionalidad democrática, de la reconquista del pueblo, de la resolución de un proyecto de un Uruguay que avance, que rompa el dominio de la oligarquía, de los financistas, de los empresarios que lucraron con la dictadura y fueron parte orgánica de ella y que hoy reciben todos los beneficios…”

Y en esa continuidad que perdura, condenados y atrapados como en un bucle de la historia, la batalla vuelve a repetirse; sigue siendo entre la oligarquía, terratenientes unidos al gran capital y el pueblo, entre los dueños de todas las cosas y el pueblo trabajador, entre “los panzas llenas” y los “miserables” con la salvedad que hoy esta batalla se libra en un contextos diferente que nos impone la actual pandemia provocada por el virus del Covid-19.

Los muertos por el virus ubican a Uruguay por encima de Brasil con quinientos fallecidos en doce días, dejando a la vista la insensibilidad del actual gobierno de derecha, representante de la oligarquía, que le importa más la economía que la salud de los uruguayos. Esta clase social es en esencia la misma que asesinó al pueblo charrúa, la que fusiló al General Leandro Gómez, la que se llevó la vida de Liber, Hugo y Susana, la que fusiló a los compañeros de la 20, la que impulsó y sostuvo la dictadura.

Ante esta situación de privilegio al gran capital, al “malla oro”, en detrimento de los más necesitados, nuestros muertos nos convocan nuevamente, más allá de distinciones, a redoblar la lucha por lograr las firmas para impulsar el plebiscito contra los 135 artículos de la LUC, para garantizar la libertad y la democracia, avanzar hacia el bienestar, el progreso y la superación de la crisis junto al pueblo, que sufrió, trabajó y dio su sangre para librarnos de la dictadura.

Y dejamos este pequeño homenaje a los mártires de la 20 en palabras de Rodney Arismendi: “… Hemos dado nuestra vida cuando fue necesario por la democracia repitiendo aquello tantas veces dicho por el gran poeta Antonio Machado: “los ricos y los poderosos hablan todo el día de la patria y la democracia, y en las horas de la crisis, el pueblo la compra con su sangre”. Nuestro camino es el de la democracia porque pensamos que en las condiciones nuestras puede ser el más viable, el más efectivo, el menos doloroso para las soluciones socialistas a que aspiramos.

Compañeros y amigos, en esta hora de homenaje a los mártires, nosotros sentimos como una lección profunda un poema de César Vallejo, gran poeta peruano, comunista y poeta de América, que decía en horas trágicas, titulado “Masa”:

Al final de la batalla y muerto el combatiente
vino hacia él un hombre y le dijo
no mueras, te amo tanto
pero el cadáver, ay, siguió muriendo
Se le acercaron dos y repitiéndole:
No nos dejes, valor, vuelve a la vida
pero el cadáver, ay, siguió muriendo.
Acudieron a él, veinte, cien, mil, quinientos mil
clamando; tanto amor, y no poder nada contra la muerte.
Pero el cadáver, ay siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon
los vio el cadáver, triste, emocionado, incorporóse lentamente
abrazó al primer hombre y echóse a andar.

Es la obra, compañeros, que nos legan los mártires, capaces de revivir como memoria, como lección, como ejemplo y como bandera de unidad. Solo el gran pueblo unido, entero, la gran masa creadora, trabajadora, en todos los aspectos, puede asegurar el destino de la patria, puede resolver los grandes problemas que tenemos delante. Es la lección de los compañeros de la 20, de los hombres de otras tendencias muertos que están aquí recordándonos: ¡Unidad de todo el pueblo, hacia la victoria, como lo supo hacer Artigas!”

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