¿El plebiscito no existe?
Benjamín Nahoum
13 octubre, 2023
(Transcribimos párrafos del artículo publicado en Brecha)
Mañana se reunirá el Plenario Nacional del Frente Amplio (FA) para tomar posición sobre el plebiscito convocado por el PIT-CNT y otras organizaciones sociales para anular los efectos más regresivos de la ley 20.130, que en mayo produjo sustanciales modificaciones al régimen jubilatorio de nuestro país.
Si bien hay dos posiciones encontradas, todo parece indicar que se aprobará la propuesta del presidente de la fuerza política, Fernando Pereira, de dejar en «libertad de acción» a los integrantes del movimiento-coalición y, de acuerdo a lo que se ha conocido de un documento elaborado como base de discusión, que esa libertad de acción será entendida en los hechos como una prescindencia, sin tomar posición en ningún sentido ni hacer referencia al tema en la campaña electoral, que también será la campaña por el plebiscito, dado que la instancia de decisión ciudadana es la misma.
Hace tres semanas publicamos en Brecha una nota que se titulaba «Libertad de in-acción», y ese título debería repetirse si finalmente eso es lo que resuelve el FA. La fuerza política más importante del país, que disputa el gobierno con casi todas las demás juntas, no tendrá posición sobre una instancia democrática de enorme trascendencia, que definirá el futuro de uno de los problemas más importantes del país: la seguridad social. Se trata de una instancia convocada por varias de sus organizaciones más representativas, que tiene como telón de fondo la que, según la opinión de una importante mayoría de la población y según las pocas encuestas que se conocen (vaya a saber por qué), es la más regresiva adoptada en lo que va de este gobierno.
La explicación de esa prescindencia del FA no está, desde luego, en que no se comparta que es necesario revertir la impopular reforma de este gobierno, sino, por un lado, en una cuestión de estrategia, que fue lo primero que se planteó, y, por otro, en un conjunto de inconvenientes que acarrearían las modificaciones que propone el plebiscito y que no están suficientemente claros. Porque no se discute la justicia de que los trabajadores puedan seguir jubilándose a los 60 años, que las prestaciones tengan un valor mínimo decoroso o que se evite el lucro en la seguridad social, pero tampoco se apoyan explícitamente estas reivindicaciones.
Una tercera explicación –que se trata de cálculos electorales– estoy seguro de que no es la real, porque si fuera así, además de incompatible con los principios y la historia del FA, sería tremendamente equivocado: no hay tema más arduo que este para que el gobierno tenga que salir a defenderlo y quede en falsa escuadra. Y no hay un escenario posible mejor para confrontar los modelos de país que cada una de las fuerzas propone, y para que la gente entienda qué significan y a qué conducen el uno y el otro.
Es indudable que en el interior del FA hay diferencias de estrategias sobre cómo pararse frente a esta reforma injusta impuesta por la coalición: quienes creemos que hay que actuar ya, con la única arma que hoy tenemos, el plebiscito, y quienes creen que el mejor camino es cambiar la situación aprobando otra ley, cuando haya condiciones, que borre esta y construya una nueva realidad, a partir de un amplio diálogo social. Ambas cosas no son contradictorias, lo que son contradictorios son los momentos, pero en todo caso la discusión de estrategias es ya una etapa pasada, y lo será más cuando se alcancen las firmas. El temor a la discusión interna puede llevar a dejar al FA en una posición incomprensible para la gente en general y muy particularmente para las y los frenteamplistas.
La «libertad de acción» se fundamenta, a su vez, en que si el FA no tiene posición, no corresponde que quienes lo integran se pronuncien como FA en uno u otro sentido, y entonces se postula la «neutralidad» en todo lo que es común al FA, quedando la libertad de acción restringida a lo puramente sectorial o aun individual. Pero, en la realidad, no hablar del plebiscito, no discutir la papeleta de las organizaciones sociales, no juntar firmas, no repartir papeletas no es una posición neutral: es una de las posiciones en disputa. Hacer como que el plebiscito no existe no es abstenerse de tomar partido, es colaborar para que fracase.
