Lucha social o Lucha política

Movimientos sociales o Partidos políticos
El Período de Transición. La revolución Democrática

Ruben López
El Chasque 110
3/11/2023

Está claro que el capitalismo no es la solución, es el problema.

En artículo anterior mostrábamos que: si bien el mundo ha cambiado, no ha resuelto sino por el contrario ha exacerbado las iniquidades, las diferencias entre las clases sociales. Ante los grandes cambios en el mundo, nos dicen que debe haber soluciones diferentes, ya no hay lugar a revoluciones, a desplazar del poder a la oligarquía. Ahora hay que apoyarse en el capital privado para obtener mejores salarios y bienestar para la población.

¿Por qué no ha habido nuevas ideas y resultados en el combate al flagelo de la miseria y la pobreza?

Por una sencilla razón: las Relaciones de Producción hoy, son las mismas que ayer, la clase dominante, la concentración de la riqueza, la propiedad, sólo son más brutales hoy que ayer, pero el sistema es el mismo.

El Banco Mundial informa en octubre: Casi el 50 % de la población mundial vive con menos de USD 6,85 al día, USD 171,25 al mes (en Uruguay serían 6.850 pesos al mes).
Este es el ingreso de 4.000 millones de seres humanos en el mundo.
(¿Estas cifras, brutales no nos hacen pensar que si algo estaba mal hace un siglo, hoy está peor aún?)

Entonces, ¿qué estamos discutiendo?
El capitalismo ya llegó a su fin y hay que superarlo.

Vemos que el sistema sólo produce enriquecimiento para unos pocos y miseria para la mayoría. No podemos seguir a los modernos “Berstein”, sosteniendo que “el capitalismo demuestra mayor capacidad de adaptación” y se pueden procesar reformas que limen sus aristas más agudas dentro del propio sistema.

Nos dicen, ya sea a nivel nacional, continental o mundial de “limar esas aristas” dejando el poder económico en manos del Gran Capital, argumentando que estamos todos en el mismo barco, a la búsqueda de una vida digna para todos.

Más, la historia pasada y en el presente, las posiciones de la derecha y ultraderecha (que resurge en el mundo hoy) nos indican que no, que los intereses de la clase dominante priman por sobre todo razonamiento o sentimiento, no permitirán tocar sus privilegios. Los trabajadores sólo tienen una salida para salvar a la humanidad entera, organizarse y luchar para superar el sistema salvaje que nos domina.

Vivimos el Período de Transición hacia nuevas formas de poder popular, por un nuevo orden social.
En Nuestra América y en los países dependientes de África y Asia, este período implica la Revolución Democrática, derrotar al Imperialismo, terminar con el neocolonialismo, desplazar del poder a las Oligarquías locales. Por el atraso del desarrollo capitalista y la entrega de las burguesías nacionales al capital extranjero, éstas no son capaces de liderar un proceso de liberación nacional, lugar que debe ser tomado por los trabajadores y otros sectores populares, también explotados y relegados en la distribución de la riqueza.

En el campo de la revolución el debate actual pasa por las formas de acumulación de fuerzas de los sectores populares.
Proceso de acumulación de fuerzas que consiste en:
* Educación, Unidad, Organización
* De Trabajadores, Productores directos, la Comunidad Organizada, que conforman el 90% de la población saqueada por los sectores dominantes
* Para Erradicar la pobreza en base al trabajo de cada uno -no al asistencialismo-, con el objetivo de satisfacer las necesidades de todos, no para el lucro de unos pocos.

Superar el capitalismo en un proceso, un período de transición, de lucha popular y democrática, de acumulación de fuerzas, hacia un nuevo orden social con el objetivo de satisfacer las necesidades humanas, primero de los más pobres, “los que vienen detrás”, con nuevas formas de poder popular.

¿Cuales son los pasos a dar, el camino a seguir?
Está claro que no va a ser igual en todos lados. El lugar y el momento concreto, determinarán formas, medios, métodos de lucha, vías de aproximación y las “vías de la revolución” (la forma más probable de acceso al poder).
En el caso de Uruguay, y casi toda América Latina, se han dado condiciones en los últimos decenios, a pesar de la agresión imperialista y la violencia de las oligarquías locales (en sus distintas formas, intervención de las fuerzas represivas, subversión económica, desestabilización, mediáticas, judiciales, etc.), para el acceso al gobierno por la vía electoral de los sectores populares. Los avances democráticos generales lo han permitido y sectores progresistas gobiernan en varios países de la región. No exento de problemas, por las presiones del capital y las derechas , más las debilidades propias de las fuerzas de izquierda, que no han encarado transformaciones estructurales profundas para “un cambio de las clases en el poder”, como planteara Seregni en 1971.

Como venimos sosteniendo, mientras la clase dominante mantenga su poder económico, el motor de la economía siga siendo la inversión privada y transnacional, el lucro individual y el enriquecimiento sean los objetivos sociales más apreciados, no habrá posibilidades para erradicar la pobreza, trabajo digno para todos, justicia social, cese de la violencia.

La izquierda no ha sabido resolver su relación con el poder. Los representantes se convierten en dirigentes permanentes que resuelven por sí y ante sí, muchos se apegan a sus “sillones” por tiempo indeterminado, no se rinden cuentas (tampoco se reclaman), quedamos esperando órdenes y sin incidencia desde abajo, de adherentes y militantes.
Se ignora al pueblo que debe tomar el destino en sus manos, debatir sobre los objetivos estratégicos y ejercer el control sobre quienes dirigen y gobiernan. Y no hablamos de eliminar a los dirigentes, todo lo contrario, sino de la relación a establecer entre los cuadros dirigentes, militantes y adherentes sobre una base democrática superior.

Digamos, si alguien quiere sacar réditos de estas críticas, que para la derecha estas disquisiciones no existen, no son un problema, la democracia para ellos consiste en conseguir votos para un puesto -que después le permita hacer carrera- desde el más modesto hasta la presidencia de la República. Tener su grupo de “amigos de” entre los que se deben contar quienes financien (inviertan), y su objetivo de acuerdo con “los amigos políticos” es la defensa de sus intereses, del sistema, de los privilegios de la clase dominante, de los “malla oro”. Para nada es satisfacer las necesidades colectivas, que quedan en un segundo plano.

Surgen visiones dentro de la izquierda, en las masas, que ante la demagogia y la mentira, optan por la negación de la política, de los políticos, el “que se vayan todos”. Sin buscarlo, queda aún más desamparado el pueblo, pues cualquier improvisado toma un micrófono, se hace de una pantalla, despotricando contra la corrupción, la política, los políticos, el poder, y desvía la atención del verdadero problema del real poder, que es el poder económico. Al cual sirven en realidad estos outsider. Cuando los problemas existen, se suceden los gobiernos y los problemas quedan, la reacción lógica es: «son todos iguales», el apoliticismo, el «hacé la tuya».

El gobierno de la derecha en defensa de los intereses dominantes deja de lado al pueblo. Tras decenas de años de gobiernos entreguistas, comienzan procesos donde grandes masas se levantaron y llevaron al gobierno a quienes mejor los representaran, sectores progresistas y de izquierda.

Pero cuando estos gobiernos con matices, representantes de los sectores populares con programas transformadores, son incapaces de dar soluciones a los problemas y necesidades, por debilidades, traiciones o indiferencia, y la conclusión es que “son todos iguales”, se transforma en una loza para toda la izquierda.

Y peor aún, cuando la derecha, la izquierda o el progresismo no logran soluciones para las grandes mayorías explotadas, -los primeros porque ni lo piensan ni lo quieren, los segundos por debilidad- aparece la ultraderecha como anti sistema, de forma oportunista, demagógica, con planteos racistas, sexistas, de género, anti estado, individualistas, etc., para ganar a grandes masas y hacer retroceder la historia.

El sentido de estos razonamientos es mostrar, que al no enfrentar al capital con decisión y dejar que siga dirigiendo la economía (y en última instancia la política), las crisis sistémicas inherentes al capitalismo no son vistas como producto de la verdadera causa, sino como consecuencia del gobierno de turno. Al tener como política, favorecer la acumulación de capital y la inversión privada para crear trabajo, mejores salarios, etc., esto será aprovechado por el capital, pero no va a invertir si no tiene una tasa de ganancia adecuada a sus propósitos. Por tanto al terminar el ciclo de auge, quedan de lado los asalariados, la población, y pequeños y medianos propietarios, pagando los platos rotos. Y el gobierno progresista se verá como el responsable de la crisis, no la verdadera razón, la «huelga de inversiones» desatada por los propietarios del capital, que lo llevarán a otro lado y volverán cuando «el mercado» y/o con la ayuda de un nuevo gobierno les garantice una tasa de ganancia adecuada a sus exigencias.

Eso debe hacernos pensar que OTRA POLITICA ECONÓMICA ES POSIBLE

Las crisis, inevitables, cíclicas dentro del sistema, hunden a los países y a los sectores populares. El esperar por el capital privado, el estado dependiendo de los impuestos para las política sociales, queda atado de manos y en manos del gran capital, de los organismos financieros internacionales, de las calificadoras de riesgo. Se pierde soberanía, no se pueden realizar acciones para el desarrollo y la protección de los más débiles, entre otras cosas, por las ataduras de los tratados internacionales y la Deuda Pública.

Como consecuencia, podemos concluir que no hay otra salida que enfrentar al gran capital cuando todavía hay tiempo, lo cual no quiere decir ignorar la inversión privada y externa, sino establecer una estrategia recuperando soberanía. Un plan de desarrollo donde primero esté el pueblo y sus necesidades, inversión pública, social, cooperativa, mixta, también privada, que implique planificar las grandes inversiones, donde los réditos queden en el país, ingresos, mejores salarios, mayor capacidad productiva, calificación de trabajo, ciencia, técnica, innovación, etc.

La izquierda debe ser clara y tomar medidas concretas para resolver los principales problemas que afectan a la mayoría, que no confunda al pueblo. Cumplir el programa, los compromisos asumidos, aún cuando las dificultades sean externas.

Lo importante es la conciencia de las masas y éstas no avanzan, sino que retroceden, cuando lo que prima es el desprecio a la acción política. Se renuncia a la única forma de resolver los problemas, de transformar la sociedad, a través del poder popular, desplazando a la oligarquía.

No hay otra forma que a través de la organización política, sustituir a la burguesía, tomar las riendas de la sociedad, del poder económico, político, una nueva hegemonía, por el pueblo y al servicio del pueblo.

El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde mucho tiempo antes, la cual puede ser lanzada hacia adelante cuando se juzga que una situación es favorable (y será favorable sólo en la medida en que exista una fuerza así y esté llena de ardor combativo); por eso la tarea esencial consiste en curarse sistemática y pacientemente de formar, desarrollar, homogeneizar cada vez más y hacer cada vez más compacta y consciente de sí misma a esa fuerza.” (1932/1934 –Gramsci: Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerzas.)

Pero desde sectores de la izquierda, en muchos casos, se desprecia la actividad política, no se toma en cuenta las palabras de Gramsci, que además concentran la vasta experiencia revolosucionaria mundial. En base a los mismos argumentos de sectores atrasados del pueblo que plantean “son todos iguales”, se habla de la inexistente “clase política” junto a politólogos, sociólogos, todólogos, llevando más confusión a las masas. Pues evita comprender lo esencial de la lucha política, la existencia de clases sociales, una, propietaria de los medios de producción y de la riqueza generada por el trabajo y otra clase, carente de todo, salvo su fuerza de trabajo que debe vender al precio que le paguen para sobrevivir. Si pensamos la lucha desde el punto de vista de la clase dominante, nunca llegará la liberación. La cuestión no es entre buenos y malos, laboriosos y perezosos, intelectuales y analfabetos, campo y ciudad, hombres y mujeres, honestos y delincuentes, políticos y pueblo llano, etc.

La cuestión hoy y aquí, es entre pueblo y oligarquía, entre los dueños y los que trabajan. Y la única salida es la organización política de los trabajadores y el pueblo para conquistar su liberación.

Todo lo que evite, minimice esta tarea, sin quererlo está haciendo un tremendo mal a la causa popular. Los que al no cumplir sus promesas como gobernantes, alejan al pueblo pues lo llevan a descreer de su única herramienta (su unidad, su organización), y los otros, que al no encontrar caminos para organizarse y evitar los males que trae el poder (burocracia, acomodamiento, corrupción, nepotismo), en vez de luchar para superarlos, se pliegan a la corriente que más le sirve a la burguesía, “son todos iguales”, “que se vayan todos”, lo que es más fácil de comprender para las masas descontentas, atrasadas, explotadas, excluidas, disminuidas, que se unen al coro. Lo que al final facilita la llegada de “salvadores”, ya fueran Hitler y Mussolini, o Trump, Bolsonaro o Milei hoy.

He ahí la importancia de establecer claramente cuales son “las condiciones en el momento y lugar concreto” para la acumulación de fuerzas por parte de los sectores populares 1.

La organización social, es por definición reivindicativa, los movimientos sociales se organizan para reclamar al Poder, no para ejercerlo, y en caso que lo hicieran ya dejan de ser sociales al ejercer al poder político. Salvo que se quiera disolver el Estado, que no exista gobierno, lo cual en la civilización actual sería algo complejo, sólo pensar en escuelas, liceos, universidades, hospitales, policlínicas, policía, producción, comercio, servicios, etc. etc. En todo caso cuando Marx planteó la extinción del Estado, no habló de cada cual a lo suyo sino del tránsito “del Gobierno de los hombres a la Administración de las cosas”.

¿Se puede separar la lucha social de la lucha política?
¿El Movimiento social del Partido político?

¿El fracaso de la izquierda para conformar un frente político, que responda a los intereses de la clase obrera y el pueblo al momento de llegar al gobierno, puede ser argumento para abandonar la lucha por el poder y dejarlo en manos de la clase dominante?

El “que se vayan todos” es un grito desesperado de los desamparados de siempre, por pan, por trabajo, por dignidad. Y los intelectuales que los aplauden, porque no tienen idea de que hacer, los abandonan y traicionan en nombre de “no nos vamos a ensuciar disputando un puesto en el poder”, porque el poder corrompe.

En vez de construir una orgánica que tire por al borda a los acomodados, burócratas y corruptos y se afirme la participación democrática del pueblo, en cada una de las organizaciones sociales, comunitarias, políticas, para que sus integrantes tomen las decisiones, tomen el control, nombrando y destituyendo a quienes dirigen y gobiernan, se opta por consignas que agregan leña al fuego: lo que “importan son los movimientos sociales” parece que puros e impolutos, no los partidos donde están quienes buscan o encuentran su provecho personal. Van a decir que no plantean que el fin sea la búsqueda del provecho personal, pero si afirman la inevitabilidad de acomodarse, de aprovechar, de pegarse “al sillón”, una vez que llegaron. Bien. Esto es lo fácil, acomodarse a las dificultades, a las debilidades del ser humano, decir: esto fue así, es así y será así, siempre.
Flaco favor le hacemos al pueblo y para regocijo de la clase dominante que tiene el campo hecho orégano para hacerse del poder político con mayor facilidad.

Busquemos algunas experiencias que nos ayuden a razonar, (como guía, no como dogma).
Después de analizar las “deficiencias del aparato del estado” y advertir sobre los peligros de “escisión” en el Partido, Lenin hace algunas advertencias y propone algunos cambios, como ser la ampliación del Comité Central:

Los obreros que pasen a formar parte del CC deben ser preferentemente, según mi criterio, no de los que han actuado largo tiempo en las organizaciones soviéticas (en esta parte de la carta, lo que digo de los obreros se refiere también por completo a los campesinos), porque en ellos han arraigado ya ciertas tradiciones y ciertos prejuicios con los que es deseable precisamente luchar.
Los obreros que se incorporen al CC deben ser, de preferencia, personas que se encuentren por debajo de la capa de los que en los cinco años han pasado a ser funcionarios soviéticos, y deben hallarse más cerca de los simples obreros y campesinos, que, sin embargo, no entren, directa o indirectamente, en la categoría de los explotadores.” (28/12/1922)

Habían pasado sólo 5 años desde el triunfo de la Revolución, en guerra y con la escasez y el hambre como lugar común. Pero Lenin ha sabido captar algo que será decisivo en todos los procesos revolucionarios hasta nuestros días, pues lo que no pudo el enemigo, lo logró la incapacidad, debilidad, inoperancia de las direcciones y cuadros dirigentes de los Partidos de izquierda.

Ya en su lecho de muerte, Lenin comprendió estas debilidades, y como siempre, apegado a la realidad buscó en el momento y lugar concreto, las formas para corregirlo (mientras nosotros con toda la experiencia, errores, fallas, traiciones, incluso crímenes en nombre del proletariado, nos rendimos ante “la naturaleza humana”). Es hora de tomar medidas adecuadas para que los trabajadores y el pueblo, los adherentes del FA y sus sectores integrantes, sean protagonistas. Garantizar su participación en las decisiones, establecer el control efectivo por el cumplimiento de esas decisiones, donde se rindan cuentas regularmente sobre el programa, los planes y el gobierno (No sólo informes de los ministros en ADM), en las coordinadoras, departamentales y organismos nacionales del Frente Amplio.

Junto a la autocrítica necesaria y en profundidad, que juzgue aciertos y errores en cada etapa, debe estar el análisis de la situación, la identificación del enemigo principal y como derrotarlo.
Los enemigos son la oligarquía y el imperialismo que someten a trabajadores y pueblos. El capitalismo atenta contra el ser humano y lleva a la extinción de la vida en el planeta. Y el triunfo sobre este poderoso enemigo depende del grado de conciencia, unidad y organización de los sectores populares.

Las formas y los métodos de lucha serán los que lleven a la participación de masas en cada circunstancia, pues es durante la experiencia en la lucha que se genera conciencia.

Perseguir la unidad no impide, por el contrario exige, un amplio debate para encontrar los mejores caminos. La unidad es fundamental, pues divididos los pueblos no pueden ganar esta tremenda batalla, que necesita además una poderosa organización para derrotar un enemigo poderoso.

Pero la unidad por sí sola no conduce a nada, sino está sustentada en un programa de soluciones a las necesidades del pueblo, éste como sujeto revolucionario, protagonista en la toma de decisiones y en el control. La unidad no puede convertirse en el lugar común donde se eligen los dirigentes y los candidatos al gobierno, que en solitario o por acuerdos de cúpula resuelvan, después, los destinos de la fuerza política y del gobierno, sin consultar a quienes los pusieron allí.

No es menor esta preocupación que afecta a multitudes en las filas populares, pues los ejemplos, desde el gobierno soviético y de otros países socialistas, más la socialdemocracia y procesos progresistas en América Latina, han fallado, entre otras cosas, por no haber contado con el pueblo a la hora de gobernar.

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