Propiedad, gestión, participación social y el Estado

Ruben López
El Chasque 138
17/05/2024

En la actualidad hay cierto consenso que los sectores progresistas y la izquierda aspiran a una intervención fuerte del Estado en la economía. Por otro lado sectores de la derecha y la ultraderecha, defienden “el Mercado” como el regulador de la economía, que “la libertad” y la competencia, donde el esfuerzo, la voluntad, dedicación, capacidad e inteligencia, permitirán una justa asignación de recursos, donde cada uno recibirá lo que merece.

En El Chasque 137 y anteriores hemos visto que ni la sola acción del Mercado o el Estado han resuelto una administración sustentable de los recursos para satisfacer las necesidades de la humanidad.

El fracaso del Socialismo Real que se asentó en un Estado ubicado por encima de los trabajadores y el pueblo debe hacernos reflexionar, dejó enseñanzas que no hemos tenido en cuenta aún y que hemos analizado en anteriores artículos. Y el sistema capitalista, en su larga existencia, ha mostrado su incapacidad, por contradicciones intrínsecas que también hemos visto y lo describen las estadísticas año a año, cuando pone en peligro la propia vida en el planeta. La “libertad de Mercado” sólo tiene beneficios para los privilegiados, que parten con ventaja, veamos que la mitad de la humanidad sobrevive con menos de 7 dólares por día.

Por tanto:

  • Se plantea un desafío para el marxismo revolucionario, la necesidad de examinar profundamente los fracasos en la construcción de una nueva sociedad sin explotación.
  • El papel de la socialdemocracia, que busca atenuar la antítesis entre capital y trabajo dejando en pie las bases del sistema.
  • Tomar las ideas de Marx sobre la transformación de la propiedad privada capitalista en propiedad social y la constitución de una nueva sociedad basada en el desarrollo pleno y libre de cada individuo.
  • Y Lenin, quien enfatizó la necesidad de la intervención activa de las masas y del partido revolucionario para alcanzar el socialismo, desafiando el determinismo del marxismo de su época, según el cual el socialismo llegaría por sí solo tras el desarrollo y la caída del capitalismo.
  • La importancia de la participación protagónica del pueblo en los procesos de transformación política y social, critica a la falta de este protagonismo en los procesos de transición en los procesos revolucionarios del siglo XX y en la socialdemocracia europea.
  • Del mismo modo los procesos progresistas en América Latina, a pesar de llegar al gobierno y realizar avances, estos procesos no lograron impulsar cambios estructurales significativos debido a su dependencia en la negociación con las élites y la falta de protagonismo popular en la toma de decisiones.

En base a las experiencias de la lucha popular, sus realizaciones, aciertos y errores, debemos reexaminar el papel del Estado en los procesos de liberación.

Una reflexión crítica sobre los desafíos y fracasos en la construcción de sociedades más justas y equitativas, así como sobre la necesidad de una participación activa y protagónica de los pueblos en los procesos de transformación política y social.

Donde la comunidad juegue un papel principal en la toma de decisiones y el control de esos procesos. Cosa que la izquierda sigue sin tomar en cuenta, pues las organizaciones políticas, sin las cuales es imposible el triunfo sobre un enemigo poderoso, deben fortalecerse, profundizar la democracia interna y promover la democratización de la sociedad, con el protagonismo de la comunidad organizada en el territorio, en centros de trabajo y estudio, en la ciudad y en el campo.

Abandonar la concepción de un Estado fuerte para “resolverle” los problemas y necesidades a los sectores más débiles de la sociedad, en base al paternalismo, el asistencialismo, el clientelismo, que además impide la participación pues la limita a “organizarse para reclamar” no para “hacer, decidir, controlar”, y peor aún, alienta que algunos individuos desde la administración, se ubiquen por encima de quienes los mandatan.

El Estado, como defensor de los débiles y el Mercado, con la libertad de cada uno como fundamento del progreso de todos, no resuelven el problema, en ambos casos la solución queda fuera del radar de los verdaderos protagonistas.

En la sociedad capitalista, el Mercado abandona a los individuos en manos del más fuerte, de la clase poseedora, de quienes detentan el poder económico, como lo muestra la historia y las estadísticas más recientes. Unos se enriquecen, y la consecuencia no es (no ha sido) el bienestar general, por el contrario miles de millones de seres humanos se empobrecen y caen en la indigencia.

Y el Estado, dirigido por la burguesía o por sectores progresistas, ha llevado al paternalismo, el asistencialismo, el clientelismo, a depender las personas de los partidos y dirigentes de turno donde reparten, (generosamente muchas veces a través de amigos y correligionarios), migajas, que las crisis recurrentes del capitalismo se encargan de quitarles.

Ese Estado, tan duramente criticado por empresarios y la derecha es, en realidad, su principal aliado para mantener sus privilegios, con leyes, justicia, represión puestas a su servicio. También el dinero público fluye ante la menor dificultad, pues se trata de que el sistema no caiga y para ello no deben caer las grandes empresas que gozan de generosos subsidios, ayuda que se niega a la población más desfavorecida que debe aceptar “las leyes del mercado”.

Por otro lado, el Socialismo confundió la propiedad social con la propiedad estatal. El Estado, en manos de pequeños círculos, con la consigna de repartir la riqueza creada por quienes trabajan, quitó el poder de decidir y controlar, al pueblo que dice representar. Se cae en el paternalismo, el clientelismo, la burocracia y finalmente en la corrupción.

Entonces, el problema no es Estado o Mercado, lo fundamental es quienes son los dueños de los medios de producción y quienes los gestionan.

Propiedad y gestión por parte de los trabajadores y el pueblo.
Es un desafío para los procesos progresistas, al encarar el Período de Transición, hacia un nuevo orden social, liderado por los trabajadores

Un gran desafío para el marxismo revolucionario.
El gran desafío de construir una nueva sociedad, un hombre nuevo, una nueva hegemonía, relaciones sociales, organización del trabajo para el desarrollo de la base material, de las fuerzas productivas para satisfacer las necesidades humanas.

Con la participación protagónica de los pueblos.
La historia lo ha mostrado, no ha sido por falta de disposición a entregar la vida, en un minuto, o dar cada minuto de la vida, millones de hombres y mujeres del pueblo lo han hecho con honor. Han logrado vencer a la clase dominante.

¿Por qué no se pudo construir una nueva hegemonía, una distribución más justa para satisfacer las necesidades?
¿Cómo esa incapacidad hizo resurgir las viejas ideas que parecían derrotadas?
¿Cómo las nuevas ideas se transformaron en un nuevo catecismo, en palabras pero no hechos?
¿Cómo ganó la burocracia, la corrupción, saltando leyes y principios?
El resultado: un efecto devastador en la sociedad, triunfa la ideología del enemigo, el egoísmo, hacé la tuya, el individualismo. Suma adeptos la ideología burguesa y muchos dirigentes usaron sus cargos para su enriquecimiento personal.

¿Que pasó?
En primer lugar anotamos una gran carencia: la Participación. El Protagonismo Popular, los cambios no sólo para, sino CON trabajadores y pueblo.

En el período de transición, en las experiencias del siglo XX, faltó la participación protagónica del pueblo en la toma decisiones, en todas las instancias.

El mismo fenómeno se repite, bajo distintas formas, en la Socialdemocracia europea y los procesos progresistas en América Latina, se deja de lado al pueblo, a la militancia, olvidando la vieja enseñanza que las revoluciones las hacen los pueblos

Finalmente transcribimos algunos pasajes que van en el mismo sentido de nuestras dudas sobre la situación actual, contenidas en un artículo de Lebowiz que publicamos.

Marta Harnecker plantea algunas interrogantes que merecen una respuesta de nuestra militancia en Latinoamérica y particularmente en Uruguay, enfrentado hoy a un proceso electoral que puede llevarnos de nuevo al gobierno:

“¿Entienden que necesitan un pueblo organizado, politizado, capaz de presionar para debilitar el aparato estatal heredado y poder así avanzar en el proceso de transformaciones propuesto? ¿Entienden que nuestros pueblos tienen que ser actores de primera línea y no sólo de segunda? ¿Oyen y otorgan la palabra a sus pueblos? ¿Entienden que pueden apoyarse en ellos para combatir los errores y desviaciones que vayan surgiendo en el camino? ¿Les entregan recursos y los llaman a ejercer la contraloría social del proceso? En síntesis, ¿contribuyen a crear un sujeto popular cada vez más protagónico que vaya asumiendo responsabilidades de gobierno?” Marta Harnecker

Todas estas preguntas tienen como premisa otra interrogante que le antecede en ese mismo capítulo: «¿Cuál es la actitud de los gobiernos frente al desarrollo económico y el desarrollo humano?». En particular, ella pregunta si los gobiernos «entienden que este desarrollo humano no se logra con un Estado meramente paternalista […] sino que sólo se logra a través de la práctica y […] por crear espacios para que el pueblo pueda desempeñar su rol protagónico».

“Marx explicó una y otra vez que, en sus luchas, los trabajadores transforman tanto las condiciones como a sí mismos. En 1850, su mensaje a los trabajadores fue el siguiente: «debéis atravesar 15, 20, 50 años de guerras civiles y de luchas populares no solo para mudar la condición de las cosas, sino también para cambiaros a vosotros mismos y haceros capaces de ejercitar el dominio político».

Más de dos décadas después (tras la derrota de la Comuna de París), Marx se mantuvo haciendo énfasis en la inseparabilidad entre la actividad humana y la autotransformación del individuo: «tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y los hombres». «Mediante la práctica y la creación de espacios en los que el protagonismo popular sea posible» — como recomienda Marta — se estaría invirtiendo en la capacidad humana.” Hacia donde va Cuba-Lebowitz

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