¿Qué hacemos con lo que vemos? Personas en situación de calle

Gerardo Suarez
El Chasque
21/11/2024

Según un informe del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) del año 2023, en los barrios céntricos de Montevideo hay más de 60 personas por km² que viven en la calle.

Jaime Roos canta, en uno de sus famosos clásicos, que le parece mentira las cosas que ve por las calles de Montevideo. Caminar hoy por la ciudad y ver la cantidad de personas que duermen en carpas de nylon y cartón o en el suelo pelado, no solo parece mentira, también duele e interpela. El número de personas en la calle aumenta año a año y las respuestas que da el Estado son insuficientes.

En la madrugada del 1° de agosto de 2023 un grupo de 299 funcionarios y funcionarias del MIDES participaron en la elaboración del séptimo relevamiento de personas en situación de calle en Montevideo (el anterior es del 2021). Los datos recabados entre las 0:00 y las 06:00 horas de esa madrugada se presentaron en un informe en el mes de octubre de 2023. El mismo revela que esa noche durmieron a la intemperie 1.375 personas, un 49,5% más de lo registrado en el informe realizado en el 2021.

Al número de personas contabilizadas a la intemperie se le debe sumar las que esa noche durmieron en un centro nocturno, ya que la definición que adopta el MIDES para definir la “situación de calle” abarca a las personas que duermen a la intemperie y a las que duermen en centros nocturnos. Esa noche 1.381 personas durmieron en centros nocturnos del programa Calle del MIDES, lo que da un total de 2.756 personas en “situación de calle” esa noche. Si se cuenta a las personas que son parte de otros programas del ministerio, como Centros 24 horas, que no son contempladas como personas en “situación de calle”, el número asciende a 5.015.

El Ministerio cuenta con 6 programas para atender a la población sin hogar. El total de cupos disponibles es de 4.381. La situación no deja de empeorar y los cupos existentes son insuficientes. El informe dice que en el correr del año 2023 más de 8.000 personas hicieron uso de los centros nocturnos.

Respecto a las características de las personas que se encuentran en dicha situación el informe arroja que: el 91% son hombres, con una edad promedio de 38 años los que duermen a la intemperie, y de 43 entre los que duermen en centros nocturnos. También indica que existe una sobre representación de “poblaciones tradicionalmente discriminadas (afro, indígenas y trans)”.

El paradigma hace a la gestión

Camila Harán, trabajadora social del centro diurno “Espacio Compas”, plantea que es urgente un cambio de perspectiva en el Estado. “Las políticas públicas no están diseñadas para atender las particularidades de las personas en situación de calle y sus necesidades. Estamos dentro de un capitalismo mundial integrado que genera una desigualdad estructural que se reproduce también en las instituciones. En el centro que trabajo tenemos 25 cupos y todos los días le tenemos que decir a muchas personas que no las podemos dejar pasar porque no tenemos más cupos. Ahí se reproduce esa desigualdad, un sistema que se supone debería ayudarlos, los deja afuera”.

La desigualdad estructural de nuestra sociedad es la que causa los niveles de pobreza extrema actuales. La “situación de calle” debe ser atendida desde una perspectiva que atienda: el acceso a la vivienda, al trabajo, a la salud, a la alimentación, a la educación y al tejido comunitario. No es un problema individual de las personas que atraviesan esa situación, es un problema social. “La mirada que hay desde la sociedad es que cada uno tiene que ser autónomo per se, y no lo vemos como lo que es. Esto es un fracaso social del que todos somos parte” comenta Harán.

Inclusive el informe del MIDES plantea que atender las múltiples dimensiones de la situación de calle desde un organismo solo, hace ineficiente la atención del problema. Sin embargo, la recomendación de ampliar el marco de abordaje de la situación no es tenida en cuenta por el gobierno -que es el mismo que realiza el informe-.

Puertas que se abren y se cierran

Para atender a las personas en “situación de calle” el MIDES cuenta con centros nocturnos, centros 24 horas y centros diurnos, la mayoría de ellos gestionados por Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) o cooperativas de trabajo. El procedimiento para acceder a los mismos es a través de los centros nocturnos que funcionan como “puerta de entrada”. Las personas tienen que ir a pedir cupo a puerta de entrada y esperar a que se le asigne un centro para ir a dormir esa noche.

Emiliano Rabosto tiene 38 años, es estudiante de Trabajo Social y duerme en un centro nocturno. Sobre el acceso a los cupos dice: “tenés que pedir cupo todos los días. Vas a puerta de entrada y a las 6 de la tarde te apuntas. Los cupos empiezan a salir recién a partir de las 20:30 y hay veces que no hay, he llegado a quedarme a dormir en la calle.”

Por su parte Javier Rodríguez -chofer de camiones que hace 9 meses duerme en la calle- cuenta: “te demoran horas para darte un lugar, muchas veces bajo lluvia, con frío. He visto a veteranos a los que se le asignaba un refugio que estaba a 40 cuadras. Encima tenés dos horas para llegar porque sino te sacan el cupo. Hay veces que no llegas en dos horas. Hay gente que no puede caminar o que está cansada de trillar la calle todo el día, con las piernas hechas pedazos. Encima al otro día a las 9 de la mañana te tenés que ir y de noche volver a repetir todo”.

Rodríguez ha estado en 7 centros nocturnos, y por ahora no tiene pensado volver a solicitar ingreso. El relevamiento realizado por el MIDES informa que en el año 2019 el 65% de las personas respondió afirmativamente a la consulta de si tenía pensado acceder a un refugio, en el 2023 ese porcentaje cayó a un 47%. Un 80% de quienes no tienen pensado acceder a un centro nocturno argumentó que no lo hace por tener diferencias con la normativa de los mismos y por la dificultad de acceso.

Si es difícil llegar más difícil es quedarse

Una de las formas de obtener un cupo fijo en un centro nocturno es acceder a la permanencia. Una vez que a la persona se le otorga el estatus de permanente ya no necesita solicitar cupo todos los días. Si bien es difícil el proceso para adquirir la permanencia (puede llevar meses), luego de adquirida, te la pueden quitar. Ya sea por faltas o por problemas de convivencia, los gestores del centro pueden desvincular a las personas. En esos casos la permanencia se pierde y la persona vuelve a casillero cero. Tiene que reiniciar el proceso de ir todos los días a pedir cupo a puerta de entrada.

Centros gestionados por OSC que vienen sufriendo recortes presupuestales y precarización laboral, no están en condiciones de atender las complejidades que requiere trabajar y gestionar los refugios.

El sindicato Unión de Trabajadores del Ministerio de Desarrollo Social (UTMIDES) plantea en su plataforma sindical, resuelta en el Congreso del 28 de setiembre pasado, que los servicios deberían ser atendidos de primera mano por el ministerio y propone discutir la tercerización de la atención a las personas en situación de calle. Denuncian también que el ministerio fomenta la precarización laboral de las personas que trabajan en las OSC que gestionan los centros.

En el mismo sentido, Diego Andrada, vocero del Sindicato Único de Trabajadores de Instituciones Gremiales y Afines (SUTIGA) comenta, en nota a La Diaria del día 7 de agosto de 2024, que el MIDES quitó los equipos técnicos que funcionaban dentro de los refugios. A su vez plantea que la figura del “facilitador”, recientemente creada por el MIDES, no está acordada por Consejo de Salario, por lo que las organizaciones aprovechan y pagan por debajo de los laudos.

En un contexto de precarización de la atención que se brinda, la forma en que se resuelve situaciones conflictivas puede incurrir en violencia institucional. Tanto Rabosto como Rodríguez han pasado por procesos de desvinculación del sistema. “No hay auditorías de lo que sucede en los refugios” plantea Rabosto, y agrega: “a las personas que estamos en situación de calle no nos respalda nadie. Sufrimos situaciones de violencia o injusticia y no tenemos a quién recurrir.” Rodríguez comenta que a él lo han echado por discutir, inclusive lo han echado “por pelear por cosas de la gente de la calle” ya que en muchos lugares “tratan mal a la gente.”

La violencia

Al hablar de la calle es habitual hablar de la violencia. Lo que no es tan común es identificar quienes son los violentos y quienes los violentados en cada situación. Si se presta atención y se escucha, uno se puede llegar a sorprender.

“La violencia es estructural. En una discusión entre un trabajador social y un loco de la calle, el peso que tiene lo que dice cada uno no es el mismo, la validez del conocimiento no es la misma” se lamenta Rabosto. “Por estar en la calle no quiere decir que no tengas conocimientos, que no sepas de la vida. Hay personas que nacieron en pésimas condiciones, sin comida, sin padre, sin madre, y viven cosas muy difíciles en su vida. Es imposible que esas personas enfrenten las diferencias con calma, con las palabras adecuadas. Si levantan la voz ya les dicen que son violentos y los desvinculan. En todo momento el violento sos vos, y una vez que te etiquetan de violento esa etiqueta no te la sacas más” agrega.

Al reflexionar sobre las expresiones de violencia presentes en la sociedad Harán comenta que: “no es solo una violencia desde el estigma, de mirar al otro como una persona que no quiere salir adelante, de pensar que le damos todo y no puede, noto también que hay un sentimiento de bronca hacia las personas que viven en la calle.” Informa también que el invierno pasado varias personas llegaron al Espacio Compas con lastimaduras realizadas por grupos de personas que salen a golpear a gente que duerme en la calle.

Rodríguez, que hace meses duerme en la calle, explica que siempre procura armarse una carpa para poder sentir que tiene un techo, algo sobre su cabeza, y armarla en algún lugar tranquilo. “Tranquilo es un decir, escondido más que nada, no tanto por la gente de la calle, sino por otra gente mala que de repente viene y te quiere prender fuego, o te quiere pegar y lastimar. Más bien por la gente esa, la gente de la calle es difícil que te haga algo, te pueden llevar algo si lo tenés medio regalado, pero lastimarte no. Vos te cuidas de la otra gente, de la gente que está bien. Bien económicamente en realidad, porque sicológicamente está enferma. Siento también discriminación todo el tiempo de la gente que no duerme en la calle, pero te acostumbras, te adaptas. Ya no tengo vergüenza de agarrar comida de la calle, tenés que hacer como que no hay nadie a los costados, como que estas sólo en el mundo.”

La realidad interpela

El relevamiento del MIDES arroja que el centro de la ciudad es el que tiene mayor densidad de personas que viven en calle, con zonas en las que hay más de 60 por km². El centro es también el lugar que más camina la población montevideana. Ese hecho incide en las políticas públicas que se aplica.

Un muro, ubicado en la calle Miguelete esquina Arenal Grande, tiene pintada la pregunta “¿Qué hacemos con lo que vemos?”. Políticas como la Ley de Faltas del año 2013 o la Ley de Urgente Consideración del año 2020 son parte de las respuestas a esa pregunta.

“Que levanten a las personas de la vía pública es una forma de tapar el ojo socialmente, de que no se vean en la calle, pero son parches, no garantizan ningún derecho,” afirma Harán.

En un capítulo de una famosa serie animada que trata sobre la vida de una familia tipo estadounidense, el padre de familia camina por su casa y al pasar por la puerta del cuarto de su hija, que estaba abierta, la ve llorar desconsolada. Él se llena de angustia al verla en ese estado y exclama: ¡no puedo ver a mi hija llorar! Acto seguido camina hacia el cuarto, cierra la puerta y sigue su camino rumbo al comedor. En efecto, al cerrar la puerta no la vio llorar más.

Si algo genera angustia o simplemente no se quiere ver, la solución no es “cerrar puertas» para no ver el problema. Se debe abordar las causas que lo generan. Si la búsqueda de soluciones no ataca la desigualdad estructural, va a ser muy difícil que las respuestas que se dé sean mucho más que parches temporales. Un ensayo de respuesta a la pregunta de la pintada del muro de la calle Miguelete la da Harán: “tenemos que hacernos cargo.”

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