Los dinosaurios no quieren desaparecer

Julio Castillo
El Chasque
14/12/2024

Entre los cientos de argumentos que justificaron o fueron parte de la estructura argumental de los discursos pregolpistas se encontraba la acusación preferida por la derecha: «la educación pública es un centro de adoctrinamiento marxista».

Quienes vivimos esa década y luego sufrimos el golpe de Estado recordamos la insistencia por parte de los sectores fascistas de arremeter contra la educación pública y señalarla como “responsable de destruir los valores occidentales a manos del marxismo que de forma perversa adoctrina y lava el cerebro a los jóvenes”.

Hace unos días atrás, cuando pensamos que después de pasar 40 años del fin de la dictadura y comienzo de la vida democrática, este tipo de argumentos ya no existirían y serían más bien parte de un guión para un film del absurdo, Manini Ríos, ex comandante del ejército y líder de Cabildo Abierto, trajo desde el pasado, para explicar el por qué de la derrota de la coalición de derecha a manos del Frente Amplio en las recientes elecciones, la vieja y anacrónica sentencia inquisidora de que “hay una fábrica de votantes del Frente Amplio y se llama enseñanza pública”.

Esta vez el viejo Marx no fue nombrado a pesar de que las ideas marxistas algo tienen que ver con la existencia del Frente Amplio. Sabemos que el odio hacia la educación pública por parte de los sectores conservadores y de la clase dominante en Uruguay es de larga data y se encuentra relacionada directamente a la “educación del pueblo”, como lo definió Varela, teórico central en Uruguay para su concreción basada en tres pilares fundamentales: laica, obligatoria y gratuita.

La afirmación hecha por Manini no es una novedad, lo vivimos en el período predictadura, sino porque en el actual contexto mundial donde existe un crecimiento de la ultraderecha que puja por hacerse de mayores espacios políticos en América Latina y en el mundo se ha transformado en argumento reiterativo. A comienzos de marzo, Milei dijo que su partido, La Libertad Avanza (LLA), es popular entre la juventud porque «los jóvenes llevan menos tiempo expuestos al mecanismo de lavado de cerebro de la educación pública».

Por otro lado, entre estas expresiones políticas e ideológicas del neofascismo y de la derecha se ha puesto de moda el concepto “batalla cultural”, introducido por el teórico marxista Gramsci en la época de ascenso del fascismo en Italia con Mussolini.

El Partido Nacional previo a las elecciones realizó una serie de charlas y cursos sobre los aspectos teóricos expuestos por Gramsci referidos a la creación de “sentido común” y la batalla cultural e ideológica.

La batalla cultural es una expresión más de la lucha de clases y se da en el terreno de las ideas, en la confrontación de contenidos ideológicos y culturales que pujan por alcanzar la hegemonía. En la actualidad, la ideología dominante y hegemónica es la que produce la sociedad capitalista. Las relaciones de producción de explotación de una clase sobre el conjunto de los trabajadores determinan un tipo de relaciones sociales. Esa posición de clase dominante a su vez produce contenidos culturales – ideológicos que justifican su existencia así como el tipo de relación social, en particular la explotación y apropiación del plusvalor creado por las clases trabajadoras en el proceso de producción.

El gran triunfo de la sociedad capitalista es hacer creer que su existencia es eterna y en particular luego del derrumbe del campo socialista. Tal es así que se decretó el “fin de las ideologías” y el fin de la historia por entender que no hay nada nuevo más allá de las relaciones capitalistas. Todo lo que suceda de aquí en adelante será dentro de él y no fuera de él.

Nada es casualidad. La propia reforma educativa impulsada por la coalición de derecha en Uruguay apunta al vaciamiento de la educación pública, la demolición de los pilares que la sostienen y el ahogamiento económico como forma de maniatarla y reducirla a un simple dispositivo de adoctrinamiento de los sectores pobres de la sociedad.

Dentro de la batalla cultural ellos han logrado construir un nuevo “sentido común” sobre la educación pública y sobre el derecho de los ciudadanos a usufructuar de ella.

La mercantilización de la vida, donde el consumo es parte del éxito y medida de como nos percibimos en la escala social ha llevado, junto al ninguneo de los docentes y desmerecimiento de la imagen por parte de las autoridades, al desprestigio de la educación pública.

Hoy ha dejado de ser, para muchos, un orgullo enviar a sus hijos a la escuela pública. Van a la escuela pública, no por su condición de pública, por ser un derecho o los valores que encierra en torno al derecho a educarse en igualdad, independientemente del origen y condiciones socioeconómicas; simplemente lo hacen por impedimento económico.

La gran mayoría acepta la idea de que la educación privada es de mejor calidad y a su vez encierra una representación aspiracional de poder pertenecer a un sector social superior y privilegiado.

Esta idea se inscribe dentro de lo que llamamos “batalla cultural” y creación de sentido común. La consolidación de la idea generalizada de que lo privado es mejor que lo público y particularmente en la educación, es un triunfo de las fuerzas reaccionarias en esta disputa por la hegemonía ideológica.

El sistemático ataque que se vivió en estos cinco años sobre los docentes acusándolos de violar la laicidad y sus sindicatos como responsables de todos los males fue parte de la metodología usada.

Otro ejemplo es eliminar el concepto de “terrorismo de Estado” en los libros de enseñanza para instalar la idea de que el golpe de Estado fue producto de una guerra entre la sedición y el Estado de derecho. Dos palabras que al ser eliminadas tergiversarían la verdad creando un falso relato sobre la historia reciente.

En Argentina se lleva adelante un ataque frontal contra la educación pública. Una ofensiva brutal sobre la cultura en general como forma de reorganizar los contenidos culturales para construir argumentos y relatos que permitan alcanzar su objetivo estratégico de consolidar la visión “tatcheriana” de la libre empresa como garantía del progreso, la identificación de la pequeña propiedad con la gran propiedad y la consiguiente analogía entre el monetarismo aplicado a la macroeconomía y la administración del hogar, las privaciones personales de hoy como garantía de la abundancia de mañana.

Detrás de este esfuerzo por eliminar el pensamiento crítico y transformarnos en una sociedad de corderos se encuentra el objetivo de impulsar un mayor saqueo de las riquezas creadas a favor del gran capital y si es necesario avanzar sobre la democracia y la república que ellos tanto alaban.

La batalla cultural e ideológica es en el terreno de las ideas que permite instalar o modificar aspectos que hacen al sentido común, a como el conjunto de la sociedad percibe o entiende determinado fenómeno o relaciones. Este sentido común es clave para los que sucedió en Alemania en el marco del ascenso del nazismo y a posterior. ¿Qué responsabilidad tiene el pueblo alemán en el holocausto y en la banalidad del mal? El estudio del proceso judicial contra los responsables del holocausto y el análisis de su comportamiento en los tribunales llevaron a H. Arendt a formular la idea de que la barbarie criminal del nazismo sólo fue posible mediante la difusión generalizada, como un hongo, de lo que calificó como la banalidad del mal.

Es decir, el quiebre del pensamiento crítico, la incapacidad de distinguir entre el bien y el mal, la normalización de la barbarie, de la prepotencia, de la injusticia, el sonambulismo social frente a la explosión y la discriminación. En definitiva, el «colapso moral» de las actitudes y comportamientos dominantes.

Significa que no alcanza con que existan los promotores de estas ideas, sino que además, es necesario la complicidad, el silencio, la indiferencia moldeado previamente; caldo de cultivo propicio para que se expanda como un virus.

Basta leer la poesía de Bertol Brecht:

primero vinieron a buscar a los comunistas
y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los intelectuales y no dije nada porque yo no era intelectual.
Luego vinieron por mí pero ya era demasiado tarde”

Probablemente no haya mejor ejemplo en los días que corren del sonambulismo cívico y del colapso moral de la ciudadanía rendida a la barbarie que la actitud de amplios sectores de la opinión pública «civilizada» y «liberal» frente a la guerra genocida llevada a cabo por el Estado de Israel contra el pueblo palestino.

Señalamos que la consolidación de una hegemonía ideológica y cultural promovida por la derecha y la ultraderecha (fascismo), es posible si se elimina el pensamiento crítico y se construyen determinadas realidades materiales y subjetivas (ideológicas-culturales) que logren sostener las promesas o relatos de las posibles soluciones a las frustraciones de amplios sectores de la sociedad.

Es el caso de Argentina, producto de un profundo desgaste de gobiernos peronistas, emerge la propuesta “libertaria” de origen “anarcocapitalista” que apunta contra una supuesta “casta política y sindical”, el “estatismo” y “colectivismo” responsable de todos los males que conduce en forma irreversible hacia al desastre del socialismo.

Solo la libertad, el mérito personal y la propiedad privada pueden sacar a los individuos de la esclavitud que impone el Estado corrupto. El mérito personal, la voluntad individual son el camino para prosperar. De ahí que la pobreza es provocada por la falta de una actitud positiva, falta de voluntad o la indolencia provocada por la inmoralidad. El “emprendedurismo” muy de moda, hace pensar que al no tener patrón te hace libre o el delivery que trabaja 58 horas semanales para una aplicación es libre.

Es así que la “cruzada libertaria” pretende justificar el asalto al poder sobre la restitución moral y la libertad a una sociedad decadente producto de una larga historia de abusos de la “casta política” y del peronismo”. De igual forma la dictadura uruguaya construyó y justificó el golpe de Estado y sus crímenes sobre la base argumental de restituir “la orientalidad”, una serie de preceptos morales que supuestamente nos identificaban, contra las ideas foráneas y el comunismo internacional. Pero debemos ser claros, la banalidad del mal en este caso también contó con sus cómplices, sus indiferentes y una base social que permitió todas las atrocidades de la dictadura.

En estos cinco años de gobierno de Lacalle Pou hemos visto como se profundizó el ataque al teatro independiente, buscando ahogarlo económicamente, el ataque a las murgas por ser identificadas como creadoras de contenidos críticos al accionar del gobierno señalando su identificación con el FA y retirando la ayuda económica en muchas intendencias del interior. Similar al ataque de Milei al cine argentino. El tono agresivo, de ofensa, calificativos y operación de enchastre hacia el FA; desde el insulto hasta “la mentira repetida mil veces”, el FAPIT, Tribilín, “un Uruguay sin izquierda” hasta que el Frente Amplio va a soltar a todos los presos o estamos ante el peor Frente Amplio, fue en estas elecciones, parte del menú de la derecha para impedir el triunfo de la fuerza de izquierda.

Según Martín Aguirre director de El País insistir por ejemplo en que “los sindicatos son la institución peor valorada en la sociedad. La gente sabe que lejos de ser el defensor de los pobres y oprimidos, hoy son un brazo político de ideas anacrónicas y minoritarias, que privilegian en muchos casos su interés corporativo, por sobre el general. Y que tienen un vínculo carnal con el FA”. En realidad fue lo que se hizo en los cinco años en forma sistemática cuya abanderada fue Graciela Bianchi.

Recordemos en las elecciones de 1971 la “campaña del terror” llevada adelante por el pachequismo, el creciente odio en sectores del pueblo hacia el comunismo y el FA impulsado por la derecha, culminó con el intento de asesinato de Liber Seregni en la ciudad de Rocha. Traemos este recuerdo para entender el papel de la batalla cultural y la creación de sentido común materializado en una subjetividad y estado de ánimos social que justifican la violencia sobre el contrario o contra grupos étnicos o diversos. Fue Hitler contra los judíos, fue el pachecato contra el comunismo internacional culminando en la dictadura y es hoy contra los palestinos por parte del Estado de Israel y el sionismo. Y en Uruguay, en las recientes elecciones, el intento de asesinar a un militante frenteamplista de un escopetazo en Cerro Chato a mano de un militante del Partido Nacional.

Luego de la derrota varios han salido a poner paños fríos argumentando que en definitiva somos los mismos. Se ha querido argumentar que nuestra historia es de respeto por las ideas del otro, que Uruguay siempre fue un ejemplo de conducta civilizada y la verdad no es así. Blancos y Colorados se “degollaban de parao” durante la Guerra Grande y el levantamiento de Aparicio. Bajo la dictadura torturaron y desaparecieron personas. Pensar que Uruguay estuvo ausente de la violencia es falso. Una idea que también ha calado en ciertos sectores del Frente Amplio es que no tenemos tantas diferencias con la derecha. En realidad ellos y nosotros queremos lo mejor para Uruguay. Parece ser que todos vamos al colegio las Carmelitas Descalzas.

En ese sentido operadores políticos de derecha tratan de instalar la idea de que los programas propuestos por la CR (Coalición Republicana) y el FA son muy similares y en definitiva se trata simplemente de un cambio en el tono de la gestión. Este tipo de argumentos por parte de la derecha pretende licuar y crear la idea de que los cambios no pueden ser más allá de lo existente y del marco preestablecido por el sistema capitalista. Entre ellos se encuentran la supuesta macroeconomía, el no poner impuestos por la presión fiscal, colocando barreras subjetivas y marcando la cancha en el imaginario de la sociedad ante posibles cambios.

Martín Aguirre, director del diario oficial El País y portavoz otrora de la dictadura uruguaya y siempre de las clases dominantes, realizó una editorial sobre las causas de la derrota de la CR. En él se insiste en que fue un error no confrontar ni chocar con el FA. En realidad esa afirmación es simplemente una mentira. Desde que llegaron al gobierno existió, como parte de la estrategia, señalar al FA como el responsable de todo lo malo y desacreditarlo. Se atacaron a los sindicatos y sin embargo se apeló al PIT-CNT en el contexto de la pandemia para que los trabajadores resignaran sus demandas salariales, no así a los “malla oro”. Resultado, 4.000 mil millones de dólares irrecuperables para los trabajadores.

Por supuesto que se busca desviar la atención sobre las verdaderas causas de la derrota que se encuentran en el 95% de las personas que no llegan a fin de mes o en el 20% de pobreza infantil o los actos de corrupción, entre otras causas.

En dicho artículo titulado “Una autopsia complicada” reafirma: “La política, como bien dice Milei, a diferencia de la economía es un suma cero. Si vos no ganás el poder, lo tiene otro. Y un político al que no le gusta pelear, intelectualmente hablando, es como un forense al que le da asco hundir el cuchillo en un cuerpo maloliente.”

Para evitar que los dinosaurios triunfen es fundamental tener claro que no somos lo mismo; defendemos intereses distintos: Los conservadores, la derecha, los fascistas el gran capital y la guerra. Nosotros la izquierda, la justicia social, la libertad y la paz. Ellos el individualismo, la codicia y el egoísmo, nosotros la solidaridad y el amor al otro.
Debemos prepararnos para una lucha dura y larga. No podemos pecar de inocentes. Al decir de los Zucará,
“La inocencia no mata al pueblo Pero tampoco lo salva, Lo salvará su conciencia…”

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Abajo dejo dicho editorial:

Una autopsia complicada
Martín Aguirre

«Es claro que no hay una única razón que explique la derrota de un gobierno que venía con números positivos y apoyo de más del 50% a su presidente. Pero hay un tema del que se habla mucho por estas horas que es la llamada “batalla cultural”. De hecho, un editorial publicado por El País el pasado martes, y que generó bastante ruido, lanzaba una tesis que después fue retomada por el amigo Rafael Porzekanski: el oficialismo no entendió que si no generaba una pugna que disputase el sentido común de la gente, iba a perder. Porque ante un choque simpático entre dos ofertas muy similares, el electorado opta por el FA.,

Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando decimos “batalla cultural? Tal vez es necesario empezar por lo que no es. No se trata de insultar, de descalificar, o de importar el lenguaje vituperante de Milei o Trump. No. Eso se justifica en sociedades agrietadas, o donde hay profundos rencores ocultos. Eso en Uruguay, por suerte, no existe.

Tampoco es disfrazarse Ayn Rand, y salir a ofrecer la motosierra como respuesta a todos los problemas del país. Si usted nos pregunta, el Estado uruguayo agradecería un tratamiento de motosierra en muchas partes. Pero no es lo que piede la gente, ni conseguiría inclinar la balanza electoral. Y tampoco sería consistente con un gobierno que ni cerró el portland de Ancap.

Pero la batalla cultural si implica polarizar. Una elección es una lucha entre distintas formas de ver la política, el Estado, la sociedad. Y en un país con matriz socialistoide como este, si vos no explicás por qué hace falta cambiar, si no mostrás claro cuál es el choque de fondo, marchás. Y lo increíble es que el Frente Amplio hoy da cachones enormes en ese sentido.

Por ejemplo, los sindicatos son la institución peor valorada en la sociedad. La gente sabe que lejos de ser el defensor de los pobres y oprimidos, hoy son un brazo político de ideas anacrónicas y minoritarias, que privilegian en muchos casos su interés corporativo, por sobre el general. Y que tienen un vínculo carnal con el FA.

Es una papa, políticamente, confrontar con esa visión, y plantear que la pugna era entre los Abdala, los Joselo López, los Molina, y quienes buscan modernizar el país. Entre la ley y la prepotencia, entre el statu quo y quienes los costos laborales impuestos por las demandas sindicales, tienen fuera del mercado de trabajo.

Nadie lo hizo. Tal vez Gonzalo Baroni que tuvo un choque al final de la campaña con los gremios educativos, pero nadie más. ¿Usted se lo explica?

Otro renglón donde las ideas del FA se han alejado del sentido común general es lo que tiene que ver con el feminismo, la diversidad sexual, y toda esa agenda identitaria y “woke”. Hay temas que estamos todos de acuerdo, pero a medida que esos se han ido resolviendo, las demandas van por carriles que alienan a la mayoría de la sociedad. Los abusos en materia judicial contra los padres, los tratamientos de cambios de sexo en menores, los discursos al estilo Lilián Abracinskas, etc, etc.

Es verdad que el MPP es tal vez dentro del FA el que menos va por ese lado. Pero confrontar en esa línea genera un corte claro que te pone mucho más cerca del uruguayo medio.

No se hizo nada en ese sentido, salvo una salida de la pro secretaria Mariana Cabrera hace meses hablando de las injusticias del sistema judicial con los padres, sola y mal organizado.

Estos son apenas dos temas, pero hay muchos más. El enfoque buenoide sobre la marginalidad que campea en las calles, el rol aplastante del Estado versus el derecho a diseñar tu propia vida, el acoso a la libertad de expresión, y la histeria “generación de cristal” con los microfascismos.

¿Sabe qué? A esta campaña, y tal vez al gobierno, le faltó más Cabildo Abierto y menos Partido Independiente. Lo decimos de manera conceptual y a la hora de apuntar al electorado, no porque hubiera que reivindicar el clienteleismo en el Ministerio de Vivienda, y ponerse facho con las drogas.

¿Por qué? Y porque si voces claramente interesadas te están insistiendo que es todo lo mismo, que no importa quien gane, o que las dos ofertas electorales son “Atchugarry”, es porque te están cocinando. Por el contrario, si te peleás con los conductores de los matinales de TV, si te putean en Twitter, si te condenan Unicef y el Sindicato Médico… bueno. Eso quiere decir que tenés más chance de estar conectando con el electorado que te puede ganar una elección.

La política, como bien dice Milei, a diferencia de la economía es un suma cero. Si vos no ganás el poder, lo tiene otro. Y un político al que no le gusta pelear, intelectualmente hablando, es como un forense al que le da asco hundir el cuchillo en un cuerpo maloliente”.

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