El Chasque Nº31

20 de julio, 2020

Algunos elementos de nuestra historia y la actual reacción conservadora

¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!¡

Qué pena si esta vida tuviera
–esta vida nuestra–
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas *
¡y los mismos, los mismos poetas!

¡Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!

La historia del siglo XX uruguayo, desde los comienzos mismos del siglo, se ha caracterizado por una serie de avances de la mano de gobiernos que -en un sentido amplio- podemos llamar progresistas, o por el ascenso de la movilización popular y la posterior reacción conservadora1.

A los gobiernos de José Batlle y Ordóñez que llevaron adelante una serie de reformas democráticas y económicas caracterizadas por un liberalismo político democrático combinado con un intervencionismo económico que hoy se consideraría muy fuerte, seguiría la reacción conservadora con el “Alto de Viera”, posteriormente el Batllismo volvería al gobierno reiniciando el ciclo de reformas. En ese primer período batllista, se separó definitivamente la Iglesia del Estado, se universalizó el voto masculino, y se avanzó en derechos de la mujer incluido el derecho al sufragio, se concretó la ley de 8 horas y toda una serie de leyes que garantizaban derechos a los trabajadores, también nacieron muchas  de nuestras empresas públicas, algunas de ellas surgen a partir de la estatización de empresas privadas sumamente ineficientes, otras son creadas por el estado porque no había interés por parte de empresarios privados debido a que no había posibilidad de un negocio lucrativo. Desde las páginas de “El Día”, José Batlle y Ordóñez dirigía duros cuestionamientos al latifundio, pero no se quiso o no se pudo avanzar en una reforma agraria que había quedado pendiente desde la derrota de Artigas. Pero, con la dirección de José Batlle y Ordóñez, se concretaron sin duda toda una serie de avances democráticos y económicos que acabaron definitivamente con la república oligárquica del siglo XIX y permitieron que en Uruguay se concretaran algunos de los avances democráticos más significativos de nuestra región latinoamericana.  La reacción conservadora contra los avances del batllismo se transformaría en 1933 en golpe de estado con Gabriel Terra, un exbatllista devenido  político reaccionario. El golpe fue auspiciado por la Federación Rural, el riverismo del Partido Colorado, el herrerismo del Partido Nacional y otras fuerzas reaccionarias y contrareformistas. Ahí nos encontraremos con figuras como Luis Alberto de Herrera y Pedro Manini Ríos. Finalizada la dictadura de Terra accederá al gobierno el neobatllismo en 1947 con la figura de Luis Batlle Berres, que impulsará -en el contexto de la posguerra y la guerra de Corea- un proceso de industrialización por sustitución de importaciones y nuevos avances democráticos, destacan entre estos la creación del Instituto Nacional de Colonización, si bien tampoco se avanzó en una reforma agraria profunda. Existen algunas diferencias importantes entre batllismo y neobatllismo, pero no es aquí el lugar para plantearlas, solo podemos hacer una exposición muy esquemática y simplificada de algunos aspectos de estos fenómenos, pero si bien se los puede catalogar a ambos de “progresistas” en un sentido muy amplio, el contenido del primer batllismo es sin duda más avanzado que el del segundo, además de no estar asociado a prácticas como el clientelismo político que toma un gran impulso con el neobatllismo.

El fin de la guerra de Corea acabará con algunas de las condiciones fundamentales que hicieron viable este proyecto, lo que llevará al Uruguay a una situación de crisis profunda hacia mediados de la década del 50. La reacción accederá ahora al gobierno por “vía democrática”, con un alianza que reencontraba a viejos referentes de la reacción y nuevos actores, aunque con raíces en la vieja oligarquía rural, como el ruralismo con la figura de Chicotazo. En el marco de ese gobierno, Uruguay firmará la primera carta de intención con el FMI e iniciará un proceso de transformaciones económicas y políticas en un sentido cada vez más antitpopular que no cambiará de signo cuando el Partido Colorado retorne al gobierno, sino que, por el contrario, con la muerte de Gestido y el acceso de Jorge Pacheco Areco a la Presidencia, tomará un carácter cada vez más fascistizante.

El autoritarismo y la fascistización creciente no serán una reacción como el “alto de Viera”, el golpe de Terra o la alianza de chicotazo y el herrerismo que fueron contra un ciclo de reformas propiciadas desde gobiernos progresistas, sino que será la respuesta de las clases dominantes y el imperialismo contra el papel creciente y ascendente de la clase trabajadora -que concretará en 1966 la unificación sindical- y otros sectores subalternos, y contra una izquierda que en 1971 concretará la unidad política en el Frente Amplio, donde confluyeron los sectores más avanzados de los partidos tradicionales con el Partido Comunista, el Partido Socialista y otras organizaciones de izquierda. En este proceso de unidad, jugó un papel más que destacado -como ya señalamos en otros momentos- el Partido Comunista de Uruguay a partir de 1955, con el nombramiento como Primer Secretario de Rodney Arismendi, y el fin del aislamiento sectario en el cual el PCU había caído durante la secretaría general de Eugenio Gómez.

El proceso de fascistización se profundizará con el fraude que impuso a Juan María Bordaberry en la Presidencia de la República y el golpe de estado de 1973 que impondrá una dictadura de carácter fascista hasta 1985. Su objetivo era aplicar un ajuste del capitalismo funcional a los intereses de la oligarquía nacional y el imperialismo, y frenar el creciente protagonismo del pueblo.

En 1985 se logra la reconquista de la democracia, en la cual jugarán un papel fundamental la clase trabajadora y los estudiantes con organizaciones como el PIT y la ASCEEP que se transformarán en PIT-CNT y ASCEEP-FEUU, también el Frente Amplio que la dictadura no pudo destruir. El primer gobierno de Sanguinetti continuará en términos generales con el modelo económico impuesto por la dictadura, pero la movilización popular impondrá una serie de reconquistas democráticas fundamentales, entre ellas la convocatoria a los consejos de salarios, la restauración de la autonomía y el cogobierno a nivel de la Universidad, la liberación de todos los presos políticos, etc.

En los 90 el gobierno de Luis Alberto Lacalle intentará imponer, a tono con otros gobiernos del continente, y en un nuevo impulso a nivel internacional de las políticas neoliberales como producto también de una nueva correlación de fuerzas internacional desde la caída del socialismo real, una ley que privatizaba las empresas públicas que será plebiscitada por nuestro pueblo. Se formará una amplia alianza de organizaciones sociales y políticas que apuntará a derogar cinco artículos fundamentales de esa ley privatizadora, que serán identificados como la “papeleta blanca”, paralelamente otros sectores sociales y políticos apuntarán a la derogación total de la ley con la “papeleta rosada”. En la primer instancia de referéndum para habilitar al plebiscito, la “papeleta blanca “ no obtendrá los votos necesarios que eran más de un 25% del electorado, pero si en la segunda, por lo cual se convocará a plebiscito en octubre. Los cinco artículos serán derogados con más del 70% de los votos, será una dura derrota del proyecto neoliberal en nuestro país, también una de las primeras grandes derrotas del neoliberalismo en América Latina en la década de los 90. En esa lucha jugará un papel fundamental la figura de José Germán Araujo, quien desde los micrófonos de CX 30 se transformó en uno de los principales referentes políticos de la izquierda. Germán, como se lo solía llamar habitualmente, fue también una figura clave en la lucha contra la dictadura, por lo menos desde el plebiscito de 1980, en una contienda política extremadamente difícil y despareja contra el proyecto de constitución reaccionario, en que finalmente resultará victorioso el No a la dictadura, en otra de las páginas heroicas de la lucha de nuestro pueblo. Germán también será fundamental en la lucha contra la ley de Impunidad, que le valdrá ser desaforado del senado, al cual volverá en 1989 como el senador de la lista más votada del Frente Amplio, la 1001. Su temprana muerte dejó a la izquierda sin uno de sus principales referentes, un hombre que sin duda se transformó en una protagonista esencial de la estrategia de “avanzar en democracia”. Fue un inquebrantable luchador contra la dictadura, contra la impunidad y contra las políticas neoliberales, pero también un inquebrantable defensor de una concepción de izquierda revolucionaria, que se convirtió hacia el final de su vida en uno de los principales críticos de aquellos sectores de la izquierda que tras la caída del socialismo real quisieron dejar de lado las banderas del socialismo y la revolución.

Los 90 y comienzos del 2000 serán un período de fuerte resistencia de nuestro pueblo contra el avance neoliberal, lo que preparará en gran medida el camino para el acceso al gobierno del Frente Amplio en el año 2005, un proceso poco estudiado y en gran medida olvidado en nuestro país. Un breve recuento de esas luchas nos puede traer a la memoria la huelga de la construcción de 1993, las huelgas y movilizaciones casi permanentes de la FEUU: en defensa del cogobierno y la autonomía, de la gratuidad y el libre acceso a la enseñanza universitaria, de un presupuesto digno para la Universidad y para la educación pública en general y contra los procesos privatizadores de la enseñanza. El año 94 y 95 serán años de huelga universitaria, habrá movilizaciones muy importantes en el 97 y nuevamente huelgas en el 98 y el 2000. Destaca particularmente la huelga de 1994, donde se logró también recoger las firmas necesarias para habilitar el plebiscito que decidiría si se le otorgaba o no un presupuesto de un 4,5% del PBI a la educación pública. El plebiscito no resultará finalmente favorable a la iniciativa por un 4.5% para la educación, pero dejará el tema del presupuesto educativo fuertemente instalado en el debate público. El año 1996 será una año de grandes movilizaciones de los estudiantes de secundaria contra una reforma educativa impuesta en forma autoritaria por el segundo gobierno de Sanguinetti a través de Germán Rama,  también estarán muy movilizados en años subsiguientes. La lucha que se desarrolló en el 92 a través del plebiscito no será la única que se desarrolle por esta vía contra las privatizaciones, algunas de las iniciativas -promovidas mayoritariamente por el movimiento sindical, otras organizaciones populares y la izquierda- no resultarán vencedoras pero otras sí. Cómo el plebiscito contra la privatización de ANCAP, la lucha contra la privatización de ANTEL y contra la privatización del agua en 2004, algunos de los cuales no serán acompañados -es necesario recordarlo- por algunos sectores y personalidades muy relevantes del Frente Amplio, como el victorioso contra la privatización de Ancap o el derrotado contra las AFAPS. Esto será acompañado por otras formas de movilización por parte del movimiento sindical y de la izquierda más “clásicas”, como los paros generales, las huelgas por sector, las marchas, ocupaciones, concentraciones, etc.. Esta combinación de diversas formas de impedirá que el modelo neoliberal se aplique en Uruguay tan profundamente como en otros países de América Latina.

Hoy estamos nuevamente en un período de reacción, de ajuste y contrarreformas de la mano del gobierno de la “coalición multicolor”. Viejos apellidos, que representan las tendencias más conservadoras del espectro político uruguayo, se repiten, como el de Manini Ríos y el de Lacalle. Riverismo y herrerismo unen otra vez fuerzas, con el emergente neoruralismo de Un Solo Uruguay y los nostálgicos de la dictadura agrupados en gran parte en Cabildo Abierto. La Ley de Urgente Consideración avanza contra la autonomía y el cogobierno en la educación, también a favor de su privatización y mercantilización, da pasos muy importantes dirigidos a nuevas privatizaciones en sectores estratégicos claves, y también hacia un ajuste “represivo” imprescindible para imponer un ajuste socioeconómico que tendrá durísimas consecuencias para nuestro pueblo. Pero el ajuste se da por otras vías además de la LUC y las medidas que ha adoptado el gobierno: en las empresas privadas podemos ver la reducción de personal y rebajas salariales con la más que oportuna “pandemia”, como denuncian en estos días los sindicatos de los trabajadores del transporte. Sin duda, una parte significativa del empresariado utiliza como excusa el contexto del coronavirus para aumentar sus márgenes de ganancia con la anuencia del gobierno. Pero el ajuste tendrá un tercer elemento fundamental este año que será la ley de presupuesto, una ley que seguramente apuntará a un recorte sustantivo en muchos de los rubros fundamentales como educación, salud, vivienda o cuidados, que seguramente intentará contrabandear además reformas que van el mismo sentido reaccionario que la LUC. La motosierra neoliberal contra los pobres y a favor de los ricos está en pleno funcionamiento.

¿Cómo romper ese ciclo en que todo parece volver a repetirse del que habla el poema de León Felipe musicalizado por Los Olimareños?

La restauración conservadora no fue un proceso fatal e inevitable. Si hoy estamos aquí no es solo por virtudes ajenas, sino también por defectos propios. Creemos que la respuesta pasa en gran medida porque en todos estos años predominaron concepciones progresistas a nivel de la izquierda, que permitieron avances democráticos importantes y también una mejor distribución de la riqueza, pero que poco a poco fueron demostrando sus limitaciones, sobre todo ante un contexto internacional que ya no fue tan favorable cuando los precios de nuestros productos de exportación comenzaron a bajar. La necesidad de cambios profundos, nada sencillos de realizar pero necesarios para salir de ese ciclo de avances progresistas y respuestas reaccionarias y restauradoras, fue una tarea que quedó en gran medida pendiente, y no solo en Uruguay sino también en otros procesos progresistas de América Latina. Esos cambios sustantivos exigen además un gran y creciente protagonismo popular y una transformación cultural profunda que tampoco se impulsó, o solo se hizo en forma muy limitada y parcial, todo lo cual llevó también a que empezaran a surgir crecientes contradicciones entre algunos sectores populares y algunas políticas de los gobiernos del FA.

Pero una serie diversa de factores, de los cuales señalamos algunos, llevaron a que hoy estemos en un momento principalmente de resistencia ante la ofensiva conservadora neoliberal. Nuestro pueblo tiene una larga tradición de lucha, ha sido capaz de librar duras batallas en momentos muy difíciles, cómo la  huelga general de 1973, la lucha por el NO a la dictadura en 1980 y la lucha contra las privatizaciones en 1992, son muchas las reservas de nuestras organizaciones populares y de la izquierda de nuestro país. Las organizaciones del pueblo han logrado grandes victorias cuando llevaron adelante sus luchas con amplitud y amplios consensos pero también con mucha firmeza contra las políticas reaccionarias. Nuestro pueblo tiene una gran experiencia acumulada para estas batallas, que debemos tomar siempre como referencia  a la hora de plantearnos nuevos desafíos.

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