El capitalismo actual y la economía política

Iramís Rosique
La Tizza Boletín electrónico

El Chasque 194
11/07/2025

La Tizza da continuidad a su dosier dedicado al «mayor aguafiestas de la historia» y sus hijos. Esta serie de trabajos que compañeros de fuera y dentro de Cuba nos enviaron se hilvanan con un ánimo común: recordarnos que el legado de Marx ―el o los marxismos― es una tradición de pensamiento-lucha para «rebelar y revelar».

Iramís Rosique: Para Marx la economía política era algo así como la «reina de las ciencias sociales», no obstante, pareciera hoy que la economía política, y más aún su crítica, han pasado a ser «disciplinas en resistencia» frente a la preeminencia de la Economics. ¿Cuál es el peso de los estudios sobre economía política en la academia?

Oscar Rojas: Muchas gracias por la invitación a participar en este dosier. Tengo oportunidad, pues, de hacer algunas reflexiones, de compartirlas con ustedes. Reflexiones que vienen también de estar dando clases de economía política durante ya seis años en la UNAM. Y por supuesto que ha habido cambios, ¿no? O sea, hay toda una problemática que viene a bien develar. Y las preguntas permiten contar esa historia. Porque tenemos que hacer una renovación general de la forma pedagógica de la ciencia económica.

Sobre la economía política como «reina de las ciencias sociales», y ahora en resistencia, yo lo que he hecho ha sido adentrarme en esa discusión mediante mi tesis de licenciatura: «La deconstrucción del sistema ideológico capitalista mediante la crítica de la economía política». Es decir, mi hipótesis fue que hay un formato ideológico que deviene del tipo de relaciones sociales de producción actuales. Ese sistema ideológico capitalista tiene su base en su núcleo epistemológico y ese núcleo es como un capacitador o amplificador para generar una narrativa, un horizonte de visión o ―como dirían algunos desde la filosofía marxista amazónica, me refiero a Juan José Bautista, por ejemplo― un «modelo ideal», en el sentido de que todo modo de producción histórico da paso a una formación económico social, de ahí la importancia del sistema ideológico. Es decir, ahí hay una modulación que permite determinados tipos de política o no. O sea, es una especie de «llave».

Entonces,

el problema de fondo con la economía política es que nace acompañando los procesos de colonialismo, en particular me refiero a la economía inglesa. Y ahí es que nace, digamos, en «código de derecha», si me permiten esa forma de decirlo, en el sentido de que la ciencia económica surge de su capacidad originaria para darle cuerpo a los fenómenos económicos y sociales, un eje donde vas a poder colocar las categorías de tal manera que te produzcan la imagen del modo de producción como un todo.

Eso está presente en Adam Smith, está presente en David Ricardo y, por supuesto, también está presente en Marx. La diferencia es que Marx agrega que esa economía política estaba desde el lado de lo afirmativo y que eso es una visión unilateral, porque se esconde el plusvalor tras toda la capa de plomo que es la discusión de la ganancia capitalista.

Lo que hace Marx no es una reafirmación de la economía política originaria, sino de su crítica, es decir que va a complementar. O sea, va a pasar de una visión unilateral a una «omnilateral» a la hora de incluir en todo el proceso de análisis del mercado global qué significa o qué implicaciones tiene que la forma de extracción del valor sea a través de una relación de dominio, en especial el trabajo asalariado.

Eso genera toda una serie de temas que cruzan la esfera de la política, la esfera sociológica: es un cruce de totalidad. Y eso, pues sí, le apareció primero a los ingleses. Pero luego se da un paso hacia adelante. Lejos de lo que se creía, que el sistema capitalista era el punto de arribo final de toda la humanidad, en realidad es un asunto de carácter ideal. No es una conclusión científica, sino un modo de visión.

No quiere decir que por no ser científica no sea válida, sino que tiene un origen distinto. No es un origen académico, sino el origen de la especie humana realmente existente, haciendo su cultura y construyendo todas sus imágenes. Entonces, Marx develó el sistema capitalista — cómo se lleva a cabo realmente la producción de riqueza, que está íntimamente ligada a la producción de miseria— y ahí es cuando los poderes del capital reaccionan. Esos poderes no son ciegos en cuanto al horizonte de visión, aunque sí lo son con respecto a la competencia capitalista, paradójicamente. Pero

entienden que el tipo de imagen que se pueda propagar a la sociedad sobre el fenómeno económico es un modulador que permite controlar las expresiones políticas.

La economía política entra, por supuesto, en resistencia a causa de todo eso. Porque, como saben, después de Marx vino una contrarrevolución. No hay que olvidar que eso es un suceso histórico tan importante como la Segunda Guerra Mundial, una contrarrevolución que trató por todos los medios de desacreditar o desvirtuar las conclusiones derivadas del análisis marxista. Hubo aquellos que impugnaron la ley del valor, como Bom Bauer, o aquellos como Max Weber que, desde la visión de afirmación positivista del sistema ideológico, buscaban eliminar cualquier cosa que permitiera hacer esa amplificación.

Entonces,

más que en resistencia, diría que es una disciplina no solo atacada, sino también perseguida. El gran macartismo siempre ha sido contra ese pensamiento. ¿Por qué? Porque es un pensamiento sobre cómo organizarse, cuál es el terreno sobre el cual se puede construir un triunfo político. Es un asunto ontológico, material.

Y para contrarrestarlo hubo que construir todo un esquema de academicismo basado en la lógica formal, la matematización, etcétera. Así es como nace la Economics: no solamente se le quita la crítica, se le quita incluso la política y se constituye un sujeto abstracto, un modelo que debe tener determinadas características para ser considerado bueno. Aquí ya nos encontramos en el ámbito de la ética.

Ese es un vector importante en la discusión: el asunto de la ética, no si tiene ética o no, porque la ética es esa predisposición. No tiene que ser una ética buena, por así decirlo. Todos los dispositivos de relaciones sociales generan una ética, nada más que hay que entender que esas éticas son cualitativamente distintas y, en el caso capitalista, opuestas.

Entonces vino toda la estructura universitaria basada en la reacción a la ley del valor de Marx. Ha habido una preminencia, sin duda, pero es una preminencia espuria desde mi punto de vista. Sí, lo ha detenido y es trágico todo lo que ha producido, pero es espuria porque no está sostenida realmente en un paradigma vivo al estilo de Thomas Kuhn, sino que está sostenida en la negación de una ley científica. Es como si toda la biología estuviera basada en desacreditar el origen de las especies de Darwin o la teoría de la relatividad de Einstein en la física. Sería una locura; algo así sucede con la economía.

La ciencia económica y la economía política están en resistencia, por supuesto, por ser sistemáticamente atacadas. Pero poniendo el acento en la resistencia, porque ha habido una batalla. No ha sido sencillo. Por más que han querido borrar en las universidades los cursos de economía política, pareciera que no se puede. Porque hay siempre una necesidad de realmente entender. Entonces, el peso de los estudios sobre economía política en la academia ha sido central, porque aunque no sea preeminente, es un elemento de referencia para poder entender la anatomía y el momento evolutivo de lo que está pasando. Cuando estás en un momento del ciclo ascendente, la necesidad de revisión no es tan acuciosa como cuando estás en el ciclo descendente.

Como profesor de economía política de la UNAM, ¿qué estrategias considera efectivas para enseñar teoría marxista en un entorno académico predominantemente neoliberal?

En México se inicia la carrera de economía en 1929, el año de la crisis, pero derivado del proceso de la Revolución mexicana que había ocurrido entre 1910 y 1917, y que estaba construyendo la economía mixta, la nueva potencia industrial que acompañaría al Estado social que estaba surgiendo. Ahí nació la economía mexicana, con un carácter nacionalista. Hay coqueteo, por supuesto, con la influencia marxista, pero luego viene el triunfo de Bretton Woods de los Estados Unidos. Se consolida por primera vez como país hegemónico y eso va a generar un influjo ideológico potente sobre México, que primero se inclinó hacia el keynesianismo, es decir, la visión todavía heterodoxa, pero de los ingleses en retirada hegemónica, que al menos admitía la tematización del Estado como interventor, como agente económico directo y planificador programático. Todas las discusiones de base eran enriquecidas, al mismo tiempo, por el marxismo, que se ha ido comprendiendo paso a paso, en cuanto las obras de Marx han llegado en diferentes momentos: en la primera mitad del siglo XX no se conocían todos los textos, pero el conocimiento de esos textos se amplía mucho en la segunda mitad del siglo.

Después de todo este ciclo ascendente hegemónico, desde 1944 hasta la crisis financiera del 2008, los Estados Unidos están perdiendo hegemonía y ello está dando lugar a todo lo que estamos viendo: una crisis política, social, ideológica, militar, hegemónica en general, que nos lleva a una serie de movimientos muy acelerados. Esos movimientos ya no los puede leer la Economics, para nada.

La experiencia que hemos tenido es que los alumnos y las alumnas comprenden que la economía política ahorita está regresando a través de una visión interesante, porque su servicio inmediato es la explicación estructural de los cambios geopolíticos y geoeconómicos. Todavía falta seguir avanzando, pero la potencia ya está siendo demostrada con el alumnado.

Por ejemplo, estamos iniciando un curso de ganancia y competencia de capitales. Comenzamos en el tercer tomo de El capital y lo mezclamos con la visión de lo que está pasando hoy con el asunto de los aranceles. La verdad es que estamos teniendo muy buenos resultados. El capital tiene una alta capacidad explicativa contemporánea, sin duda alguna.

Creo que tuvimos una muy mala pedagogía durante el ciclo descendente, porque también los marxistas se hicieron una coraza, una estructura más eclesiástica, conservadora en lo epistemológico. Se aceptaba en general la dialéctica como un baluarte de la crítica de la economía política, pero no se aceptaron siempre todas sus consecuencias y resultados, porque la dialéctica dice que debes estar en permanente autocrítica y que nunca hay un poder que llegue a establecerse para siempre. Eso es algo difícil de internalizar cuando estás en un período de Guerra Mundial o de Guerra Fría.

En suma, creo que ahorita la economía política viene de regreso, va a ir mostrando cada vez más su capacidad explicativa y la Economics está mostrando que ya está totalmente defasada. Ahora que los Estados están regresando, la Economics tiene que salir por la ventana, porque su función es opuesta: anular la acción del Estado. Entonces sí, se estuvo en resistencia y ahora estamos en la batalla.

Sobre las estrategias como profesor de economía política, puedo enumerar algunas. Explicar con normalidad, con mucha sobriedad, poco a poco, a lo largo de los cursos, que la ciencia económica es un territorio de combate ideológico.

Los estudiantes tienen que estar conscientes de que nuestra ciencia está influida estructuralmente por una contrarrevolución, es un antiparadigma.

Mercado y transición socialista en Cuba. Apuntes para un debate.

Por Carlos Lage Codorniu

Tuve oportunidad de ser fundador del primer seminario de filosofía de economía en la UNAM. Tuvo éxito porque no había nadie a quien se le hubiera ocurrido. Se trataba de poner en duda la noción del Homo economicus, de demostrar que esa no era la «naturaleza» económica de la especie humana, sino una visión orientada a fortalecer ciertas relaciones de dominación.

También es importante señalar los núcleos conceptuales cruciales, como la teoría del valor, la concepción del Estado, la concepción del mercado, e ir haciendo la distinción sobre los mismos conceptos abordados desde el otro paradigma. Esos contrastes entre paradigmas funcionan muy bien con el alumnado, quienes están muy capacitados para hacer saltos de dimensión con facilidad, quizás como resultado de su exposición al desarrollo tecnológico actual.

Otra necesidad es conectar los conceptos con la realidad actual. Por ejemplo, estaba dando un curso de imperialismo en la UNAM en febrero de 2022, y esa mañana me desperté con la noticia de que Rusia estaba invadiendo Ucrania. Llegué con esa novedad a las 7:00 de la mañana y dije, «¿compañeros, ya vieron las noticias?». Insistirles en que estén conscientes de lo que está pasando en el momento es muy importante. Fue muy intenso porque comprendieron que el concepto que estábamos señalando estaba ocurriendo en la realidad.

Cuando descubren que un bombazo puede venir de la decisión de un tipo de política económica por parte de una potencia, ven que la conexión es real y ya no hay vuelta atrás.

Eso se encadena con el fomento de la lectura. Por ejemplo, explicar que la prosa de El capital no es el Manifiesto comunista repetido en tres tomos, sino que es todo un desarrollo lógico. Hay un lenguaje categorial que permite ir explicándolo todo. Y es un lenguaje científico también. Es crucial que sepan que no es lo científico por un lado, bien lejos, y nosotros por el otro, haciendo desideratum político, sino que se hace desde un conocimiento científico.

Como estrategia también tenemos que afianzar el nuevo tipo de relación docente-alumnado en clase. No puede ser vertical. Hasta ahora se ha utilizado la verticalidad y la autoridad para imponer una organización, y se ha desconfiado de otras maneras porque se cree que son desorganizadas. Me refiero a una visión de horizontalidad real, de alteridad, de que se tienen corresponsabilidades, inspirada en las enseñanzas de Paulo Freire. Es posible hacerlo y los estudiantes reciben un trato digno a sus ideas, incluso cuando haya necesidad de apretar en ciertos aspectos.

Cuando uno asiste a ciertos espacios de la izquierda latinoamericana, al momento de hacer análisis de contexto el punto de vista geopolítico se traga a la lectura desde la economía política. Entonces, se habla mucho del duelo entre potencias, sobre las potencias «buenas» y las «malas», sobre las que nos gustan o no, pero poco sobre los procesos profundos en el orden sistémico que están ocurriendo en el capitalismo contemporáneo. ¿Tiene la izquierda mayoritaria actual — al menos en nuestro continente— un problema en su relación con la teoría?

No diría yo que lo geopolítico «se traga» a la economía política, sino que es más «taquillero», porque no se ha desarrollado la parte que lo complementa, que es la geoeconomía: las leyes de desarrollo del sistema capitalista, cómo está estructurado, cómo se han ido desarrollando las fases del modo de producción entre sus vertientes de libre competencia y de imperialismo. Es muy curioso, porque el tercer tomo de El capital no es la conclusión de los dos primeros, sino, en palabras de Marx, cómo aparecen los fenómenos en el mercado mundial derivado del núcleo del sistema, del plusvalor.

Esa aparición a nivel general es la visión geoeconómica y en realidad sabemos que la geoeconomía es la que va siendo el motor real y va arrastrando lo geopolítico. Hay un sentido de determinación. Lo que está ocurriendo ahora es que poco a poco se ha ido estableciendo esta otra visión geoeconómica. No se trata de competencia, sino de aprovechar el entusiasmo geopolítico para jalarlo hacia lo geoeconómico.

Mientras más se expanda la noción del planeta como un todo, más nos acercamos a una interpretación alineada con la perspectiva de los tomos segundo y tercero de El capital. Hay que superar la visión limitada del siglo XX, según la cual es suficiente con el primer tomo, con entender que hay un proceso de explotación o de acumulación originaria en el capítulo 24.

Se tiene que pasar a un nivel diferente: no solo cómo se mueve el mercado mundial, cómo interactúan los mercados, sino qué realidades concretas se están produciendo de acuerdo a fases determinadas dentro de una gran lógica de desarrollo, desde el modo de producción capitalista hasta su opuesto, el modo de producción social.

Creo que la izquierda mayoritaria actual no se ha dado a la tarea de hacer esa reconstrucción. Se ha estado tanto en la resistencia, negando la oposición externa, que no se han afinado las armas internas para plantear una visión geoeconómica.

De repente, por ejemplo, aquí en México dicen: «¿Por qué si tenemos todo el poder en las cámaras no expropiamos todo el sector financiero?». Y dices: «Es muy sencillo decirlo, pero en la operación del sistema financiero eso sería como volar una bomba en un avión», porque vas a tener una reacción muy importante.

Las transformaciones se tienen que hacer, pero sabiendo cuál es el terreno. Pensemos en un terreno minado, no puedes simplemente decir: «¿Por qué no corres por todo este campo sin morir?». Está reviviendo lo que Marx y Engels en el Manifiesto comunista llamaban socialismo utópico. Y esos son los dominantes ahora, porque se ha olvidado la máxima de Federico Engels en «Del socialismo utópico al socialismo científico», que la base de referencia para entender el proceso material es la economía. No se puede dejar de estudiar seriamente la estructura de la economía política si quieres captar el movimiento de la totalidad.

Hay muchos autores convencidos de que el capitalismo contemporáneo no es el mismo de hace cuarenta años, de que su naturaleza ha cambiado de manera significativa. Ahí están los que hablan de «capitalismo cognitivo» (Caffentzis), de «capitalismo de plataformas» (Srnicek), de «capitalismo de la vigilancia» (Zuboff)… Varoufakis, por ejemplo, que se refiere a «tecnofeudalismo», o incluso alguien como McKenzie Wark se pregunta si lo que estamos viendo nacer con fuerza sigue siendo capitalismo o es algo esencialmente distinto. Por otro lado, hay compañeros que insisten en que el hoy puede ser leído y agotado con textos clásicos como Imperialismo, fase superior del capitalismo de Lenin. ¿Qué opinión tienes sobre esas posiciones?

Estoy totalmente de acuerdo con que de ninguna manera puede ser el de hoy el mismo capitalismo que el del siglo pasado. El capitalismo es una máquina de expansión, no solo cuantitativa, sino de nuevas cualidades. El concepto de las fuerzas productivas se basa en un concepto también de revolución económica. La especie humana por el solo hecho de ir practicando los procesos de producción, los va mejorando, es inevitable. Eso siempre va empujando las fuerzas productivas y, por lo tanto, la tensión con las relaciones sociales de producción: esa es la estructura elemental del materialismo histórico.

Venimos de un tiempo del ciclo descendente, donde se posicionó la visión del fin de la historia, donde se anula el desarrollo histórico y se confunde el capitalismo casi con un ecosistema natural. En mi tesis doctoral propuse una nueva dimensión, recordando que el proceso del capitalismo es un modo de producción que tiene distintas fases y fases intermodales. Hay diferencias dentro del modo, pero también hay diferencias hacia una nueva cualidad.

Defiendo una teoría de transición. Hay compañeros que insisten en que el hoy puede ser leído y agotado con textos clásicos como Imperialismo… Leerlo es totalmente necesario, pero sin duda el texto de Lenin no agota ninguna explicación, sencillamente porque hay desarrollos cualitativos que no se dieron en el siglo XIX y en el XX. Es una responsabilidad tratar las cosas de forma seria, pero es un hecho que Lenin y Marx construyen un muy buen punto de referencia para entender todos esos procesos.

Dominación imperialista, guerra contra la vida y disputa hegemónica

Por Henry Mora Jiménez*

El principio de que puedas agotar todo en un texto clásico es lo más antidialéctico posible. Para Marx eso es obvio y por eso es tan potente, tiene una gran capacidad de anticipación.

Para determinar un concepto como el de capital tiene que comprender cuál es el giro que tiene de acuerdo a su par dialéctico, su opuesto. Si el capital en su momento cumbre es el principio de competencia, en la siguiente fase es el contrario, el principio de cooperación. Y Marx dice: «Cuando el capitalismo logra constituir el mercado mundial y el sistema financiero internacional, habilita una macroestructura cooperativa posible». Ese es el principio de la ley de transición del sistema capitalista y sirve para el análisis de lo que está pasando, por ejemplo, con los BRICS.

Los nuevos acontecimientos mundiales plantean problemas para el paradigma dominante. Incluso en el mainstream, personas que no habían tenido una tradición crítica empiezan a cuestionar las cosas, se percatan de que ya no es como antes. Eso es lo que describía Thomas Kuhn con las revoluciones científicas: llega un momento en el cual se agota un paradigma porque los experimentos y la corroboración con la realidad ya están desconectados.

Es natural que empiecen a surgir términos como capitalismo cognitivo, las plataformas, vigilancia, y tecnofeudalismo. Ese término me parece acertado en el sentido de que está apuntando a una visión de todo lo que está pasando en los datos, lo cognitivo, las plataformas, el capitalismo de nube.

Estamos en la fase de los ciegos y el elefante, donde dependiendo de lo que estás tocando, van a salir enunciamientos distintos. Aquí yo impugno que todo eso está bajo el principio de la distopía, es decir, que no hay otra opción más que la cosa sea grave. Lo que estamos buscando es la posibilidad de entender lo que está planteado desde la crítica de la economía política: que hay la posibilidad, ya materialmente existente, de construir un sistema cooperativo global, distinto del anterior basado en la hegemonía.

Para que todo eso tenga sentido, tenemos que tomarnos en serio la dialéctica y las conclusiones mismas de El capital. En mis clases en la UNAM hago las referencias históricas, nos posicionamos en el tiempo-espacio a escala global y reconocemos ciclos particulares, desde el nacimiento del sistema capitalista hacia 1818 hasta la crisis de 2008.

El tecnofeudalismo tiene la bondad de intentar capturar lo nuevo, pero al evocar al pasado del mundo feudal, es como si negara precisamente la posibilidad de lo nuevo. Lo que falta es la discusión de exterioridad, de que realmente hay otras capacidades que no se están enunciando. Me refiero a los mecanismos que aparecen bajo crisis, bajo excesos, como el sistema de crédito, pero ahí mismo están los hilos, la tecnología que puede permitir un modo de producción no capitalista.

Has trabajado mucho la crítica de la economía política marxiana. ¿Crees que fenómenos como la financiarización extrema y la digitalización de la economía desactualizan los aspectos fundamentales de la crítica de la economía política de Marx? ¿Cuál sería en tu criterio ese núcleo duro?

Marx anticipó con plena claridad que se iba a constituir un mercado de especulación sin ningún tipo de máscara. En el tomo cuarto de El capital, las historias de la plusvalía, señala con claridad que el capital de interés, el capital financiero, la financiarización extrema, es el fetiche ya consumado, es el final.

Sobre la digitalización, se olvida que Marx tiene los llamados cuadernos tecnológicos, donde estudió la tecnología del capital productivo a profundidad. Sus conceptualizaciones del desarrollo tecnológico son claras: la distinción entre trabajo manual y no manual, trabajo productivo y trabajo improductivo, y el uso de las distintas fuerzas productivas en el proceso. El hecho de que la digitalización sea reciente no quiere decir que no derive de todo el proceso de desarrollo tecnológico del capital, de todas aquellas tecnologías que permiten nuevos niveles de cooperación.

No le tenemos que exigir a Marx que nos hable de fenómenos del siglo XX, es imposible. El diseño del desarrollo de El capital y el nivel de profundidad, de estructura de totalidad concreta que está planteado ahí, el tipo de oposición madre, que es capital-trabajo, y la tendencia tecnológica en el sentido de la cooperación, son fundamentales. Aunque esas tecnologías aparecen bajo el dominio de la propiedad privada, son potencialidades de organización colectiva a escala del mercado mundial, que es el supuesto de desarrollo del capital. El espacio base del capital no es la empresa, es el mundo entero.

Por eso es necesario ir recuperando la lectura desde la economía del capital para construir no solo la geopolítica, sino la geoeconomía. Para entender en qué momento estamos. Así como quien quiere cosechar necesita saber en qué temporada del año está, quien quiera hacer una revolución tiene que saber también en qué fase, cuáles son las posibilidades de hacer eso. Nada de esto tiene sentido si no enunciamos con plena confianza la gran hipótesis de que es posible la superación del sistema capitalista.

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