Luis Cesar ̈LULA ̈ Ibarra flores
El Chasque
27/09/2025
Dicen los políticos en campaña que hay que cuidar la “salud mental”. Pero, ¿cómo hacerlo si cada noche nos acostamos con imágenes de cuerpos mutilados, hospitales arrasados y niños buscando a sus padres bajo escombros?
En Gaza ya no hablamos de guerra: hablamos de un genocidio transmitido en vivo. Y a diferencia de Ucrania, donde se enfrentan ejércitos regulares respaldados por 32 naciones, en Palestina no hay ejército: hay un pueblo sitiado y masacrado.
El problema no es solo político ni geopolítico: es humano. El horror penetra en nuestras casas a través de las pantallas y nos roba el sueño. Nos convierte en insomnes, en ansiosos, en personas que cargan con una culpa impotente. ¿Cómo dormir tranquilo sabiendo que 70.000 vidas fueron arrasadas mientras el mundo gira como si nada?
La salud mental, esa palabra tan de moda en boca de los poderosos, se vuelve una farsa cuando el mismo sistema que promueve la indiferencia es el que produce el horror. Pretenden que sigamos funcionando como autómatas: comer, trabajar, dormir, votar, sonreír, como si el genocidio no existiera.
No pedimos recetas mágicas ni discursos vacíos de “resistir y organizarse”. Lo que pedimos es simple y brutal:
- Que no se normalice el crimen.
- Que se llame genocidio al genocidio.
- Que se entienda que cada víctima es también una herida en nuestra mente colectiva.
No hay salud mental posible si convivimos con la indiferencia. El silencio nos convierte en cómplices. Y el horror que aceptamos como normal hoy, será la pesadilla que heredarán las generaciones que vienen.
