El Chasque Nº43

2/10/2020
FA: Elecciones, la derecha y una autocrítica necesaria

Seregni: “Debemos medir cuidadosamente nuestros errores, como única forma de superarlos y de marchar por la buena senda. Porque no es la derecha la culpable de nuestros errores sino nosotros mismos”.

Comenzamos esta nota con la noticia de la muerte del genial Quino, creador de esa personita tan querida y cuestionadora de su mundo, de nuestro mundo, llamada Mafalda. Hoy es sin duda uno de esos días tristes, como cuando se fueron Idea Vilariño, Mario Benedetti y Galeano.
Con estas muertes tan coincidentes con la esperanza en la humanidad sitiada y bombardeada hoy por los sempiternos hacedores de la desgracia de los pueblos es que debemos sobreponernos a las derrotas transitorias y recuperar la creencia de que es posible construir un mundo mejor.
Creer en esa posibilidad es entender que los seres humanos no nacemos buenos o malos, ricos o pobres por arte de magia o por derecho divino, que por el contrario, es la base material y la construcción cultural la que moldea socialmente a los individuos. Por supuesto que para algunos eso no es así. Efectivamente proponen una visión donde el orden social no es modificable. No son nuevas estas teorías que tienen origen en la justificación de la esclavitud en el siglo XIX en EEUU donde se fundamentaba el carácter inferior de los “negros africanos” y por tal motivo pasibles de ser esclavizados.
Textualmente Gabriel Capurro, presidente de la ARU decía lo siguiente:
“Aunque todos podemos estar de acuerdo que la desigualdad extrema no es deseable, la realidad es que la desigualdad de ingresos va a existir siempre por la propia naturaleza humana y es justo que así sea. Las personas somos todas distintas, tenemos objetivos de vida diferentes, actitudes y aptitudes diferentes, y actuamos y trabajamos en consecuencia. Las diferencias existen y van existir siempre entre las personas, y por lo tanto en los ingresos, que no pueden ni deben ser iguales”
En pocas palabras, unos nacen con estrellas y otros estrellados.
Por otro lado nos enfrentamos a un relato que apunta a instalar una síntesis favorable a los sectores conservadores a posteriori de las elecciones departamentales. Vale traerlo aquí para saber a qué nos enfrentamos en palabras del senador Pablo Da Silva: “… Aislados, piensan que pueden pedir cuarentena obligatoria y marchar sin tapabocas, que son sensibles hablando de ollas populares cuando dejaron un millonario tendal en despilfarro, callando y alabando a los poderosos que recorren el mundo con plata ajena. Siguen creyendo en citadinos de primera y paisanos de tercera, despreciando nuevamente el ADN del ser oriental, que no es otro que personas lejos de la delincuencia y que quieren progresar deslomándose trabajando. (…) Somos el Partido de la probidad administrativa, de los hombres que suben y bajan pobres del poder, de la gente que no tiene voz que patalee por ellos, de los que amanecen a lomo de caballo para tener un ternero más y del que se engrasa en su taller mecánico pagando hasta el último peso en gastos fijos. No defendemos corporaciones, defendemos gente, no defendemos utopías, cambiamos realidades, y si no nos agrandamos, haremos en estos cinco años, el mejor Uruguay de tu vida…”
“…la desigualdad de ingresos va a existir siempre por la propia naturaleza humana y es justo que así sea…” ”… y que el ADN del ser oriental, que no es otro que personas lejos de la delincuencia y que quieren progresar deslomándose trabajando…” resumen claramente el corazón ideológico de las fuerzas conservadoras y su proyección cultural hacia la sociedad.

Es evidente que como Frente Amplio no pudimos arrebatarle a las fuerzas conservadoras y reaccionarias parte de esa construcción cultural. Esa batalla no la supimos dar o fuimos cooptados por una visión edulcorada de la lucha ideológica. Es decir, hay sectores políticos de la izquierda que han hecho de la “alternancia en el gobierno” una cualidad positiva de la “democracia” en tanto no se plantean o no tienen definido en un horizonte teórico cambiar el sistema o proponerse mínimamente una sociedad más democrática.
Las fuerzas ultra conservadoras que hoy se manifiestan nuevamente y que persisten en la sociedad uruguaya tienen profundas raíces que podemos rastrearlas en la corta historia uruguaya.
Siempre actuaron como elementos retardatarios de los cambios, inclusive dentro del propio sistema capitalista. Ellos responden a la inquisición religiosa, a la propiedad, principalmente de la tierra, a su explotación sin límites ni trabas y al autoritarismo.
Es “el ADN del ser oriental, que no es otro que personas lejos de la delincuencia y que quieren progresar deslomándose trabajando…” “… de la gente que no tiene voz que patalee por ellos, de los que amanecen a lomo de caballo para tener un ternero más…” “…No defendemos corporaciones, defendemos gente, no defendemos utopías, cambiamos realidades.”
Este discurso confirma que el esfuerzo paga, que cada uno es libre y dueño de su destino, por lo tanto de eso dependerá de cómo te vaya en la vida. Es decir, “si sos pobre es porque no tuviste la voluntad de deslomarte o porque naciste pa peón y no tenés la capacidad para aspirar a otra cosa”.
En realidad no me imagino que la fortuna de Gabriel Capurro (presidente de la ARU) fuera producto de que amaneció a lomo de caballo para tener un ternero más. Sin embargo, en la gente del interior es muy común escuchar, “y yo nací pa peón” o por lo contrario, “no sirve ni pa peón” se manifiesta esa resignación de la “cosa dada” – “siempre fue así” sostenida y fomentada hasta el cansancio desde la derrota de Artigas a la fecha por las fuerzas conservadoras como forma de mantener la relación de poder y sometimiento al pueblo.

Sin embargo otra es la historia de estos verdaderos parásitos
El pueblo se llamaba San Borja del Yí, y se encontraba en Durazno. Ese pueblo estaba en los campos de lo que se llamó “Estancia de los Marinos”, una estancia que fue confiscada y repartida a los indios por el general José Artigas en 1816. Ese pueblo, San Borja del Yí, había desaparecido, pero luego los indios guaraníes -que habían sido corridos del departamento de Artigas- reconquistaron la tierra que les había dado Artigas. En 1862, treinta años después del exterminio indígena por parte de Rivera, el pueblo fue arrasado a sangre y fuego con todos sus indios misioneros.
La comunidad era dirigida por Luisa Tiraparé que lideraba y “vivía en el disfrute, el goce de una libertad plena, natural, que se resistía al “disciplinamiento” que se le quería imponer”. El nuevo orden que se implantó en el campo uruguayo venía con varias cosas en las carretas. Por ejemplo: disciplinar y eliminar el “inútil derroche de energía” -según decían- y domesticar a las indias que libremente disfrutaban de su sexualidad. Las elites dominantes de la Banda Oriental no admitían los bailes, los usos, costumbres y creencias de los indios. Los domesticaban o los eliminaban. Con doña Luisa Tiraparé pasó lo último: fue eliminada junto a su pueblo. Esta historia de la jefa india, es en definitiva la historia de la propiedad de la tierra. Eliminados los indios, los campos de aquel pueblo indígena San Borja del Yí, volvieron a los anteriores dueños, a los que Artigas les había expropiado la tierra, la sucesión Viana-Achucarro. Lo interesante de este episodio de nuestra historia, es el dato inocultable de los orígenes de las estancias y de la oligarquía criolla, dueña de campos -por extensión familiar, desde mediados del siglo XIX- sobre todo cuando se comienza a alambrar y los gauchos, en varios momentos liderados por un tal Aparicio Saravia, se resistieron al alambramiento. Ahí surge la consigna gaucha que acompañó a Aparicio: “aire libre y carne gorda”. Las élites se garantizaron el ganado y la tierra y eso -hay apellidos que se repiten desde hace 150 años- pauta la historia del campo y, consecuentemente, del comportamiento electoral de dueños, capataces y peones.
En ese marco, nace la Asociación Rural del Uruguay. Fue fundada, digamos, pocos años después de que se eliminara a la capataza Tiraparé y su pueblo, San Borja del Yí. La ARU tuvo un papel fundamental en la modernización y colaboró con el gobierno del general Latorre, a quien se le adjudica el rol de modernizador del Uruguay. Una parte de esa modernización fue el dictado de normas para alambrar las estancias y penar a quien vulnerara esos límites. Así nace la propiedad privada y familiar en el campo.
La ARU, entonces, viene de esos tiempos y con esa composición social en su ADN.
Así llegamos hasta hace unos 10 días, cuando habló en el cierre de la Expo Prado, el ingeniero agrónomo Gabriel Capurro.
Juan Bautista Capurro, un marino mercante nacido en la localidad de Voltri, cercana a Génova, en el último decenio del siglo XVIII, que había arribado al país algo antes de 1829 llegando a Montevideo donde se afincaría definitivamente.
Se instaló en las costas de Montevideo -hoy Parque Capurro- desde donde le vendía alimentos y agua a los barcos que llegaban a la bahía.
Ese es el origen del Capurro que escuchamos los otros días en la Rural de El Prado.
Esa familia luego se fue bifurcando y ahí aparecen -en ese tronco genealógico- algunos apellidos interesantes: Arteaga, Arocena, Artagaveytia, Rodríguez Larreta, Gómez Ruano, Gómez Lenguas, Hughes Gómez y Gómez Folle, entre otros.
El actual Gabriel Capurro tiene una estancia llamada “El Aguará” que fuera fundada en 1941 por Mario y Eduardo Capurro a partir de 220 ovejas. Pero el inicio fue en el campo del padre de los hermanos Capurro (“La Pastoral”), Haroldo Capurro.
Además, su tío y padrino, Mario Capurro, fue presidente de la Asociación Rural del Uruguay cuando la gremial cumplió 100 años (en 1971) y Sub secretario del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca. ¿Dónde queda “El Aguará”? En Durazno, en donde estuvo San Borja del Yí, el poblado indígena de la capataza Tiraparé. Los mismos lugares en donde otro apellido, Bordaberry, desembarcó en el siglo XIX a criar ovejas llegando a tener 24 mil hectáreas.
Es claro que el presidente de la ARU no es un recién llegado, ni se hizo de abajo y que sus actuales patrimonios tienen que ver con una cuestión muy interesante en el Uruguay que son las herencias. Y el éxito actual -a veces tiene que ver con el esfuerzo y el talento- pero más se vincula con la historia de donde se viene.

Tuvimos la oportunidad y la perdimos.

Seregni – 26/03/1971
“En los últimos 25 años, desde el término de la segunda guerra mundial, pueden distinguirse dos etapas diferenciadas, dos políticas económicas distintas. La primera que comienza al término de la segunda guerra mundial y se clausura en el año 1958, corresponde al esfuerzo por industrializar el país. La segunda que va desde 1958 al año 1964, parece animada por el intento de fortificar nuestra agropecuaria. Estos dos enfoques sucesivos y distintos, terminaron los dos en callejones sin salida, con características distintas, con enfoques distintos, no lograron renovar y movilizar creativamente al país.”
“¿Por qué no tuvieron salida? ¿Por qué se frustraron? En la ultima instancia la contestación es muy sencilla: las dos vías tomadas no enfrentaron el obstáculo decisivo para el desarrollo nacional, y ese obstáculo es la oligarquía, es decir, la trenza bancaria terrateniente y de intermediación exportadora, el grupo social que domina y acapara la tierra, el crédito, los canales de comercialización de nuestros productos. Sus centros de poder siguieron intactos, determinando nuestra economía, estrangulando al país, beneficiándose de las energías de nuestro pueblo, apropiándose y desviando el esfuerzo nacional.
En la primera etapa, cuando la prosperidad de la post-guerra, en la fase ascendente de la etapa industrializadora, las masas urbanas participaron de un nivel de vida que llenaba sus necesidades mínimas. No parecía vital entonces profundizar la lucha.”

¿Vivimos una tercera etapa?

¿Fue 2005 a 2020 otra etapa jugados a la gran inversión privada que traería mejor empleo y salario? ¿No se puede repetir aquí la conclusión de Seregni:
«las masas urbanas participaron de un nivel de vida que llenaba sus necesidades mínimas.»
Debemos preguntarnos: ¿no llegamos en estos 15 años a un tercer callejón sin salida? «con características distintas, con enfoques distintos, no lograron renovar y movilizar creativamente al país.”
«No parecía vital entonces profundizar la lucha.” Remarcaba Seregni.
Y, no se enfrentó el «obstáculo decisivo para el desarrollo nacional», «que es la oligarquía»
La autocritica profunda y necesaria, culminadas la elecciones departamentales, deberá tomar en cuenta estos elementos, ¿no habrá perdido el país una tercera oportunidad?

¿Qué hacer?

A la luz de los últimos acontecimientos marcados por las elecciones departamentales, del avance de las fuerzas reaccionarias y conservadoras expresadas en la coalición multicolor, pero principalmente por el núcleo principal conformado por el herrerismo – ruralismo y Cabildo Abierto nutrido en el viejo riverismo y nostálgicos golpistas se presenta la necesidad de colocar todo sobre la mesa para discutir el cierre de esta etapa y el comienzo de un nuevo ciclo histórico.

Sabemos que vuelve a conformarse dos campos claros (bipartidismo) por un lado las ideas avanzadas, progresistas, de izquierda y por otro el campo conservador, reaccionario de derecha.
Es fundamental avanzar y analizar la composición de clase de este núcleo conservador, quienes integran esa “oligarquía” y cual es su base económica porque no es la misma del 71. Debemos estudiar que lugar ocupa el capital extranjero en la economía nacional y como se relaciona con este sector. A su vez estudiar sus relaciones con el oligopolio de los medios de comunicación como parte de ese aparato de dominación que opera en la construcción de la hegemonía cultural expresada en el “sentido común”.
Entendemos que es determinante analizar el papel de la propiedad de la tierra en la conformación del poder económico. Sigue siendo el principal medio para la generación de la riqueza y reproducción del capital en nuestro país. Por lo tanto debe estar en nuestro análisis que lugar le vamos a dar a la propiedad de la tierra en la estrategia futura.
A su vez la discusión del modelo productivo y su matriz. ¿Seguiremos contribuyendo a la destrucción del planeta en tanto integramos una forma de producir que prima las ganancias más allá de las consecuencias que provoquemos al medio ambiente? Sabemos que el mundo que emerja de esta crisis sanitaria no puede volver a lo mismo, sería un suicidio colectivo, la irreversible eliminación de la vida sobre la tierra.
Es necesario reconstruir una organización política que sea capaz de trabajar con la gente para impulsarla a que se hagan dueña de su propio destino. O es con el pueblo o no es. Perdimos el día que le dimos la espalda al soberano, el día que dejamos de lado la ética. Siempre entendimos que ser de izquierda era construir una moral irreductible a las tentaciones del poder, a una ética contraria a la promovida desde las clases hegemónicas. Y en esto fuimos permisivos y autocomplacientes, por lo tanto es necesario un nuevo acuerdo y retomar el compromiso histórico.
Lo peor que podemos hacer es culpar al pueblo. Debemos ser honestos y autocríticos y hacernos responsables del retroceso que vivimos luego de haber tenido la oportunidad de consolidar una consciencia popular y democrática profunda.

Lo vemos en torno al tema de la impunidad y con el dolor en el alma, esa es una batalla en la que ellos van ganando en el seno del pueblo, ya no solo en dar vuelta la página sino que ahora se agrega el hecho de que ellos – responsables de azuzar a la bestia contra el pueblo – son los verdaderos héroes de la democracia. Se vivió en el marco del desafuero a Manini, tanto en los discursos como en las redes sociales, los medios masivos y en la respuesta de la gente ante la convocatoria a ir al Parlamento. En este caso, lo más grave, es que la institución democrática legislativa, el Parlamento, decide apoyar la impunidad al votar en contra del desafuero de Manini Ríos. Ellos, la derecha, salvo Ciudadanos, cerraron filas para proteger a un integrante de la coalición dejando a su vez a Cabildo Abierto en deuda con el PN.
Entonces, a la hora de hacer la autocrítica podemos decir que no todo está perdido (estuvimos peor) pero se puede perder todo si no asumimos que estamos cosechando lo que sembramos.
Señalaba Seregni: “Debemos medir cuidadosamente nuestros errores, como única forma de superarlos y de marchar por la buena senda. Porque no es la derecha la culpable de nuestros errores sino nosotros mismos”.
En el marco de un amplio debate es imprescindible la autocrítica y recomponer el campo popular sobre nuevos horizontes. Marchar a la creación de un gran bloque democrático popular que enfrente el proyecto regresivo y construya una nueva perspectiva popular. Tenemos historia, tenemos el cuero duro y somos porfiados. Luchar es vencer.

“Me puse al lado de los indios y me derrotaron
Me puse al lado de los negros y me derrotaron
Me puse al lado de los campesinos y me derrotaron
Me puse al lado de los obreros y me derrotaron
Pero nunca me puse al lado de los que me vencieron
¡Esa es mi victoria!”
Darcy Ribeiro: Poeta brasilero

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