Artigas y el mito del gaucho

María Luisa Battegazzore
El Chasque
23/06/2025

Consultado por Estanislao del Campo sobre su Fausto, cuyo manuscrito le remite antes de publicarlo, Juan Carlos Gómez desaprueba la “humilde décima” de la poesía gauchesca. Pero le sugiere que, en cambio, cante cómo el “gaucho caballeresco y aventurero (…) arrollaba en los desfiladeros los tercios de Bailén y Talavera, cómo salvaba la democracia con Artigas, se encaramaba en la tiranía de Rosas, y ha ido rodando en una ola de sangre hacia el mar de la nada”.1 Es interesante que cuando el gaucho se le aparece heroico, alude a la “guerra gaucha” de Güemes, en el norte, al enfrentamiento con fuerzas regulares del Perú. No piensa en su propio país, donde no hay el menor desfiladero. Luego lo imagina como instrumento de todas y cualesquiera tendencias políticas y, finalmente, extinto en su propia violencia.

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La Revolución Agraria – 10 de setiembre de 1815

El Chasque
10/09/2024

En un nuevo aniversario del revolucionario Reglamento artiguista de tierras, rememoramos algunas publicaciones y en primer término, el propio reglamento que merece leerse y releerse a la luz de una realidad que se empeña en negar el contenido social de la Revolución oriental. Para la derecha y la ultraderecha que insisten en evocar al Artigas de bronce, hasta cierta izquierda progresista que olvida los contenidos para resaltar las formas, dejando a los trabajadores y al pueblo librados a los avatares del mercado, es necesario recordar que los objetivos son «la pública felicidad».

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¿A qué herencia renunciamos?

María Luisa Battegazzore
El Chasque 152
23/08/2024

Hoy los especialistas se devanan los sesos para caracterizar a las “nuevas derechas” que avanzan por el mundo. Como todo análisis de clase es considerado obsoleto y no rinde para obtener méritos académicos, se dedican a la descripción de elementos adjetivos, según paradigmas europeos y a su propia definición progresista de lo que es izquierda o derecha. O sea, están destinados a entender poco y mal.

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Encarnación Benítez

Prof. Gonzalo Alsina
El Chasque 144
28/06/2024

El Cabildo por distintas maniobras trató por todos los medios que no se cumpliera el Reglamento de Tierras Artiguista, o sea salvar a grandes latifundistas que sumados tenían más tierras que el actual departamento de Tacuarembó. Fueron un conjunto de medidas políticas, administrativas y judiciales dirigidas a aplastar la reforma agraria artiguista y a postergar la liquidación económico-social de la vieja clase latifundista.

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Un Cabildo clasista y traidor (2)

Prof. Gonzalo Alsina
El Chasque 143
21/06/2024

El Cabildo entre las distintitas maniobras para que no se aplicara el Reglamento de Tierras de setiembre de 1815, en noviembre demoró la elección de las autoridades encargadas por el reglamento para su aplicación.

Pero el pobrerío ocupaba los campos. Pero las tierras, sobre todo al sur del Río Negro, se entregaban lentamente y de manera desigual y según el amiguismo con algunos jefes militares y principales caudillos de tal o cual pago.

El Cabildo de los pitucones, lideraba la resistencia contra la reforma agraria del artiguismo. A pesar del enfrentamiento que ya había perdido con Artigas seguía en la misma. Despojaba, a los paisanos que ocupaban y exigían la aplicación del Reglamento.

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Artigas y el Reglamento Agrario de 1815

Prof. Gonzalo Alsina
El Chasque
19/06/2024

El denominado proceso artiguista duro de 1811 a 1820.

Su apogeo fue el año 1815. Éste año, el 9 de setiembre se aprueba el Reglamento de Aduanas y al siguiente, el 10 de setiembre de 1815 el Reglamento Agrario, que se empezó a discutir el 5 de setiembre y se aprobó el 10 del mismo mes y se le comunicó al Cabildo de Montevideo de su inmediata aplicación.

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Artigas, 10 de setiembre de 1815:

Reglamento Provisorio

Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de su campaña y seguridad de sus hacendados

Ruben López
El Chasque
10/09/2023

A 208 años de este documento, que representa parte esencial del ideario artiguista, es importante recordarlo como ejemplo por su carácter revolucionario en lo económico y social.

6°. Por ahora el Sr. Alcalde Provincial y demás subalternos se dedicarán a fomentar con brazos útiles la población de la campaña. Para ello revisará cada uno, en sus respectivas jurisdicciones, los terrenos disponibles; y los sujetos dignos de esta gracia, con prevención, que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la Provincia.

12°. Los terrenos repartibles, son todos aquellos de emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallan indultados por el jefe de la Provincia para poseer sus antiguas propiedades.

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LA EDUCACIÓN EN LA PATRIA VIEJA

María Luisa Battegazzore
El Chasque 102
8/09/2023

Cuando hablamos de la Patria Vieja y del artiguismo debemos referir al antiguo virreinato, un enorme territorio con grandes desniveles en materia educativa y cultural: desde regiones de poblamiento tardío, como la Banda Oriental, donde apenas existían algunas pocas escuelas de enseñanza básica, hasta el Paraguay, donde, como apunta con asombro Félix de Azara en 1801, hasta los simples jornaleros sabían leer y escribir. Una herencia que se conservará en el vilipendiado Paraguay de Francia y los López, hasta que la infame guerra de la Triple Alianza lo “civilizó” atándolo a la coyunda imperialista.

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Soberanía, comercio e integración en el proyecto artiguista

¡Libre comercio! era el voto que pronunciaba el alma y la faltriquera de los hacendados en el Plata y que alimentó la adhesión a los movimientos revolucionarios. Para algunos allí debía terminar toda rebeldía, que podía incluso evitarse si España hacía concesiones o si se obtenía la libertad comercial por alguna otra vía. Por ejemplo, con la dominación portuguesa.

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25 de Agosto de 1825

1825 Y EL DEBATE SOBRE LOS ORÍGENES

María Luisa Battegazzore – 25/08/2020

Y aquel grito sonó… De la Florida
En los fragosos campos,
Rodeada de bravos redentores,
Arde la inmensa hoguera
Que la Patria encendió. Y arden en ella
Nombres, tratados, vínculos nefarios,
Que vuelan, en cenizas esparcidos,
Como aliento de pueblos redimidos.
(Juan Zorrilla de San Martín. La leyenda patria)

Los Estados latinoamericanos, nacidos de una revolución de independencia, parecen tener partida de nacimiento con fecha establecida. Pero cuál es esa fecha ha dado lugar en nuestro país a grandes debates. Sería interesante ver brevemente algo de la historia de las efemérides.
Pocos episodios de nuestra historia revisten un carácter romántico heroico comparable a la Cruzada Libertadora y la revolución de 1825. Asimismo pocos han sido más controversiales. La lista de los “33 orientales” y hasta su número, el lugar del desem­barco, las conductas e ideas de los protagonistas, el significado de las leyes del 25 de agosto, la diplomacia, los objetivos explícitos y las intenciones ocultas, han sido objeto de polémicas, a veces virulentas, más allá del ámbito académico.
Estas divergencias se expresaron en las leyes que instituían las fiestas cívicas. En 1834, siendo Rivera presidente, se promulga una ley que establecía el 18 de julio como la gran fiesta cívica de la República, a la que se agregaban el 25 de mayo, el 20 de febrero (batalla de Ituzaingó) y el 4 de octubre, que ya nadie recordará de qué se trata: es la fecha de la ratificación de la Convención Preliminar de Paz. No se conmemoraban el 19 de abril ni el 25 de agosto, ni acontecimientos del período artiguista.
En 1860, bajo la presidencia de Bernardo P. Berro, una ley que derogaba la anterior disponía que “El aniversario del 25 de Agosto de 1825 es la gran fiesta de la República”. Señala Alfredo Traversoni: “Aprobada en circunstancias en que se debatía el tratado de neutralización de 1859, surgía evidentemente del propósito de proclamar públicamente que el Uruguay no debía su independencia a la concesión argentino-brasileña de la Convención de 1828, sino a su propia voluntad expresada en las leyes de la Florida”.
Un gran debate sobre esta cuestión se planteó en 1879, ante el proyectado monumento a la Independencia Nacional en Florida. Juan Carlos Gómez, desde Buenos Aires, le opuso su interpretación histórica –las leyes del 25 no establecieron la independencia sino de Brasil y reafirmaron la pertenencia a las Provincias Unidas- y su tesis política favorable a la reconstrucción de la unidad platense en unos “Estados Unidos del Plata”. Alejandro Magariños Cervantes, Francisco Bauzá, José Pedro y Carlos María Ramírez lo refutaron con ardor.
En la ceremonia inaugural del monumento, el joven Zorrilla de San Martín, de 24 años, recitó su Leyenda Patria, lo que fue quizás la obra más eficaz para exaltar la idea nacional y la emoción patriótica en una población que, en gran parte, se com­po­nía de inmigrantes. Desde entonces y por más de medio siglo, fue fervoroso orador imprescindible en todas las grandes fiestas cívicas.
Poco antes, la exhibición de la obra de Blanes sobre el “Juramento de los Treinta y Tres” había constituido un hecho artístico y comunicacional sin precedentes: miles de personas desfilaron por el taller del artista para contemplarla. Esta pintura instaura el mito del juramento para lograr la imagen heroica y triunfal que no se trasmitiría con una escena de cauteloso desembarco nocturno, en una playa solitaria, desde lanchones. Más parecerían, piensa Blanes, contrabandistas que libertadores.

El Centenario
En la década de 1920 el debate se retomó en el Parlamento por una cuestión de orden práctico: cuándo celebrar el Centenario de la Nación, a ejemplo de la Argentina que lo hiciera, no sin polémicas pero con magnificencia, en 1910.
Se formó una Comisión Parlamentaria para estudiar el problema. En 1922, de acuerdo al extenso informe del diputado Pablo Blanco Acevedo, la mayoría de la Comisión se pronunció por el 25 de agosto de 1825 como fecha fundacional. La propuesta generó intercambios apasionados y de gran nivel intelectual sobre la interpretación del período 1825-1830, en particular el significado de las leyes de la Florida, la intervención inglesa y el vínculo con las provincias del Plata.
El proyecto que sostenía que el Uruguay existió como estado independiente desde la declaración del 25 de agosto de 1825 no sólo enaltecía a Lavalleja sino que otorgaba la iniciativa emancipadora a los orientales. La Cámara de Representantes lo aprobó, por 49 votos en 87: por la afirmativa, los blancos y algunos colorados, como el propio Blanco Acevedo; todos los batllistas por la negativa.
En el Senado, en base a un informe de Justino Jiménez de Aréchaga, prevaleció la tesis de que la independencia sólo se había obtenido por la Convención Preliminar de Paz de 1828, hecho escasamente carismático. Por tanto el Centenario se celebraría en 1930, conmemorando la Jura de la Constitución.

La orientalidad tuvo su año
En épocas más recientes hubo otros intentos de instalar una versión oficial de la historia. La dictadura, ansiosa por celebrar algún magno hecho histórico, decretó el “Año de la Orientalidad” en 1975, conmemorando el sesquicentenario de los que se designaron como “Hechos Históricos de 1825”, evitando definirse en el espinoso tema de la independencia. Con esa invocación anodina se formó una Comisión de Homenaje, que realizó actos y editó algunos materiales.
Sin embargo no dejó de dictaminar en materia historiográfica. Un relato oficial sobre la incorporación de Rivera a la revolución libertadora, titulado “Abrazo del Monzón”, fue de lectura obligatoria en los liceos. Pivel Devoto se ocupó de contradecirlo, eludiendo la censura, a través de la publicación, en folletos, de una serie de documentos.
El relato de 1975 –y decimos relato con toda intención- evitaba cualquier referencia a la participación de las Provincias Unidas en la guerra contra Brasil y a la intervención inglesa. Un trabajo del Departamento de Estudios Históricos del Ejército que se publicó con El País sobre las acciones militares aclaraba: “Sólo se han tenido en cuenta los hechos en los cuales intervinieron los orientales solos contra el invasor”. Con lo cual Juncal, Camacuá, Ituzaingó y la campaña de las Misiones desaparecían de la historia, mientras merecía recordarse una “sableada en Colonia”.
Como consecuencia el término “orientales” quedó algo contaminado y se pasó a ser “uruguayos”.

El Bicentenario
Más recientemente otra vez fue necesario abordar cuestiones históricas para celebrar, como otros países hispanoamericanos, el Bicentenario. Casi todos se plegaron a la fecha de 2010, en recuerdo de diversos sucesos revolucionarios que no necesariamente supusieron la independencia sino que, se consideró, conducían a ella.
Uruguay se decidió por 2011 para iniciar la conmemoración de un “proceso de emancipación oriental”, referido al período artiguista y que abarcaría varios años. Es posible que nos esperen nuevos bicentenarios en 2025 y 2030. Sin hablar de otro aniversario quizás menos discutido: el centenario del campeonato de fútbol y la aspiración a revivirlo. En 1930, desde París, Pedro Figari veía, en las celebraciones del Centenario y del campeonato, un signo del desconcierto de los tiempos.
La ley 18677 fue muy escueta y no incluyó considerandos, pero éstos fueron abundantes en el sitio oficial (www.bicentenario.gub.uy). Las fundamentaciones no aclaraban el significado de ese proceso, manteniéndose en el reino del circunloquio y la ambigüedad. Exhortaban a “conocer aquellos hechos que algunos consideran fundacionales de la nacionalidad mientras que otros los enmarcan en diversos procesos de organización de los estados en la región rioplatense…”. Asimismo se declina reconocer el carácter continental de la revolución de independencia, algo que los libertadores tenían bien claro, definiéndonos como “americanos”. Según la ley, el movimiento regional apenas sería el “marco” en el que se desarrolla nuestro propio proceso. Esta era una buena ocasión para reforzar o debilitar nuestra pertenencia e identidad latinoamericanas. Se elige subrayar nuestras “particularidades”, que “nos caracterizan y enorgullecen” y, si parece inevitable construir un mitos fundante, se vuelve a preferir el de la excepcionalidad.
Empero, tampoco hay definición sobre la cuestión de la nacionalidad. El discurso oscila permanentemente entre la unidad y la diversidad identitarias aunque, con una formulación que resalta la diversidad y la pluralidad, en el plano individual y en el colectivo. La conclusión es ecléctica, al grado de la incertidumbre, en función de la corrección política: “En estos doscientos años se ha construido una sociedad con un sentido de pertenencia a nuestro suelo, a nuestro pasado y a ciertos comportamientos culturales que nos son comunes, que nos permiten ser de un modo parecido pero ligeramente diferente, según la visión que cada uno tiene del mundo”.
Hace medio siglo Ardao escribió un ensayo titulado “La independencia uruguaya como problema” y lo cerraba proponiendo un tema dentro del campo de la filosofía de la historia: la nacionalidad uruguaya como problema. Al parecer, aún no fue resuelto.
Las interpretaciones y polémicas reseñadas, así como otras que se han sucedido en el tiempo, son doblemente históricas. Lo son por la materia en discusión y lo son porque traducen posiciones que, a su vez, son históricas, producto de cada época, su problemática y preocupaciones. Por lo que la mirada al pasado tiene un inevitable contenido político e ideológico, al tiempo que contribuye a generar e implantar ideología.