Por joselo olascuaga
El Chasque
12/04/2025
Arthur Adamov, ruso francés de profesión dramaturgo (vanguardista del teatro del absurdo junto al irlandés Samuel Beckett y al rumano Eugene Ionesco, entre otros “parisinos” del siglo pasado) explicó en un librito llamado La política de los residuos, que el teatro del absurdo no es porque sí, ni porque a los actores, a caballo el siglo XIX entrando en el XX, se les haya ocurrido ponerse a hacer locuras.
“Es una forma de reflejar un mundo con relaciones absurdas”. Relaciones sociales políticas y económicas absurdas. Todos los sistemas socio económicos de clases anteriores al capitalismo fueron opresivos. Por ejemplo, en todos hubo hambrunas para los pueblos y saciedad para los opresores cuando por algún motivo, no alcanzaba para todos la producción de alimentos. “El capitalismo, en cambio, es el primer sistema que además de opresivo es absurdo, porque en el capitalismo la hambruna es consecuencia de que sobran alimentos” (esto no lo dijo Adamov, sino un abuelo decimonónico, de bigote negro y tupida barba blanca, nacido en Tréveris, Austria, Europa, quien fue expulsado de las academias de “occidente”, y aceptó el absurdo del sistema en que le tocó vivir y describió genial y transformadoramente, produciendo el único pensamiento de origen europeo que absurdamente no predomina en “occidente” pero sí en alguna civilización «oriental», China, Corea, Vietnam y otros asiáticos poco barbados y poco canosos. El susodicho, Karl Marx, adelantó que el absurdo ya sucedía en la acumulación originaria del capitalismo cuando todavía no era el modo dominante y también cuando explotaba en las colonias de Europa el trabajo esclavo). Con el rezago habitual de la superestructura, el arte del absurdo irrumpe y vanguardiza, en 1896, recién con la aparición de Ubú Rey, de Alfred Jarry. No hubiese podido vanguardizar en ninguna cultura precapitalista.
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