Pánico global y horizonte aleatorio. Alvaro García Linera

03/04/2020

Hemos entrado en tiempos paradójicos propios de una sociedad mundial en transición. Tiempos de inestabilidad generalizada en la que los horizontes compartidos se diluyen y nadie sabe si lo que viene mañana es la repetición de lo de ahora, o un nuevo orden social más preocupado por el bienestar de las personas… o el abismo. La angustiosa contingencia del porvenir es la única certidumbre.

Y es que ahora no estamos ante los azares regulares de la cotidianidad, como por ejemplo, cuando tomábamos un metro para dirigirnos al trabajo y no podíamos prever con quiénes nos encontraríamos en el vagón o si llegaríamos a tiempo. La incertidumbre actual es más profunda, es de destino, porque uno no sabe en realidad cuándo volverá a tomar el metro, si tendrá trabajo al cual dirigirse o, llegado el extremo, si estaremos vivos para entonces. Lo de hoy es pues un derrumbe absoluto del horizonte de las sociedades en la que la aleatoriedad del porvenir es de tal naturaleza que todo lo imaginable, incluida la nada, pudiera suceder.

Un diminuto virus de entre los cientos de miles que existen está llevando a que más de 2.600 millones de personas suspendan sus actividades regulares, que una gran parte de los trabajos con los que la gente reproduce sus condiciones de existencia esté paralizada, y que los gobiernos implementen estados de excepción sobre la posibilidad de desplazarse y agruparse. Un pánico global se ha apoderado de los medios de comunicación y una niebla de sospecha sobre el otro cercano, portador de la enfermedad, quiere encumbrarse en el espíritu de la época.

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