“Pero mi lengua ya no es tan mía” (sobre educación e ideología)

José Stagnaro *
El Chasque 140
31/05/2024

El niño que apenas comienza a decir palabras, que las aprehende, lo hace por un estímulo empático, amoroso. Ese niño (que luego seremos todos y en todas las edades), vive inevitablemente en la dimensión de lo inconmensurable; lograr por fin decir algo parecido a una palabra no es sólo una cuestión instrumental de referencia o significado (a fin de cuentas para él, un juego), sino que es, ya desde el inicio, algo mucho más importante, es integrar el universo dado por sus padres o sus vínculos amorosos, es “seguir siendo parte” -por medio de otros, con otros- del inmenso y misterioso mundo que ya lo ha cobijado, cuidado, amado desde su nacimiento.

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