El Chasque Nº38

4 de Setiembre, 2020

El PRESUPUESTO, EL DESAFUERO Y UNA CARTA ESCONDIDA

El presupuesto no hace más que confirmar orientaciones político-económicas muy claras de este gobierno. Es una ley presupuestal que recorta recursos en educación y salud, afectando salarios que fueron largamente postergados hasta la llegada del Frente Amplio al gobierno en 2005, que aumentaron durante los gobiernos progresistas pero que igualmente estaban en general lejos aun de ser satisfactorios. Para llegar a niveles dignos se deberían seguir aumentando, pero esa no era claramente la opción de quienes transforman el achique del gasto público, o del gasto público que beneficia a los sectores populares -que constituye lo que los economistas llaman “salario indirecto”-, en un dogma.

El recorte es particularmente salvaje en el presupuesto de la Universidad de la República. Aquí confluye la política de “achique” con la política privatizadora de la enseñanza, que toma particular relevancia a nivel de la educación universitaria. Universidad de la República que es además la principal investigadora y productora de conocimiento científico- tecnológico en nuestro país, pero el proyecto neoliberal no está -ni nunca estuvo- preocupado por el desarrollo de una independencia científico-tecnológico del país, elemento que resulta fundamental para todo proyecto emancipador de la dependencia respecto al imperialismo. Los gobiernos del FA impulsaron este desarrollo investigativo a través del aumento presupuestal, aunque ese aumento estaba lejos de ser plenamente satisfactorio y contenía asimismo algunas orientaciones que eran por lo menos cuestionables. Pero ahora no debería sorprender a nadie que con en el nuevo gobierno se intente retornar a niveles paupérrimos de inversión a nivel de investigación científico- tecnológica, todo indica que el arte y la cultura -con los cuales el Ministro Da Silveira ha demostrado un particular encono- también serán seriamente afectados. No es prioridad, ni siquiera interés de la derecha uruguaya y latinoamericana en general, el desarrollo de una ciencia, una tecnología y de un movimiento artítistico-cultural autónomo de las potencias dominantes. Su horizonte es, y siempre lo ha sido, la integración subordinada del Uruguay en el marco de la división internacional del trabajo.

Pero el recorte no lo es todo, también vemos como se aumentan la cantidad de coroneles y militares, como en un momento de crisis los aparatos represivos son fortalecidos, como también se duplican (o casi) los salarios de los directores de las empresas públicas. Y es que el dogma neoliberal de achicar al estado es en realidad una verdad a medias, lo que achican es la participación del estado en sentido redistribuidor, como “poncho de los pobres” al decir del viejo batllismo, pero el neoliberalismo fortalece el estado en tanto maquinaria burocrático-represiva. La función de las FFAA en Nuestra América no es en términos generales -desde hace ya mucho tiempo- protegernos de un posible enemigo externo, sino proteger al “país” del “enemigo interno”, que son para las oligarquías y el gran capital aliados al imperialismo los propios pueblos latinoamericanos, sobre todo cuando estos toman conciencia y se organizan. El ejemplo más trágico y notorio de esto es Chile, que combinó políticas neoliberales extremas que lo privatizaron casi todo con un gigantesco desarrollo de los aparatos represivos, modelo que fue gestado durante la dictadura pinochetista, pero que nunca fue desarmado a posteriori por los gobiernos democráticos, que siguieron en grandes líneas con el modelo económico neoliberal impuesto por la dictadura. Porque el neoliberalismo no implica estado mínimo como ellos suelen decir, sino poner al estado todo al servicio del gran capital, y eso exige un estado fuerte y particularmente represivo, un gran Leviatán capaz de reorganizar a toda la sociedad en función de los intereses del gran capital transnacionalizado.

Estas políticas de recortes y ataques a derechos conquistados no parecen aun estar

generando, sin embargo, un movimiento lo suficientemente potente en el momento presente como para frenar o revertir las políticas de ajuste, aunque no han dejado de haber importantes movilizaciones y nunca habría que olvidar, además, las grandes potencialidades organizativas y de lucha del pueblo uruguayo. Pero la hegemonía actual de la derecha es clara y ella se expresa de muchas formas, una de las más preocupantes es la de las ideologías que se alimentan del odio y alimentan el odio, un odio irracional de pobres contra pobres, que contrapone a sectores de trabajadores más precarios contra aquellos más formalizados. Algunos sectores de la clase trabajadora y otros sectores populares sienten cierta satisfacción cuando se recortan derechos de otros trabajadores que ellos ven como “privilegiados”, como el derecho a licencia por enfermedad en los trabajadores públicos. Mientras que determinados sectores de trabajadores más formalizados se satisfacen con el recorte de prestaciones sociales, que con una visión que ha asumido la ideología de la clase dominante como propia- “solo sirven para mantener vagos” o “pichis”. Estos sectores de trabajadores no se suelen percibir a si mismos como tales, sino como “clases medias” o incluso en algunos casos como “emprendedores”. De esta forma los poderosos, los que realmente concentran riquezas, privilegios y viven en base a la apropiación del trabajo ajeno, son invisibilizados, mientras promueven ciertas contradicciones -reales o inventadas- entre sectores populares. Pero la derecha, y más la derecha cuando por peculiares condiciones de crisis tiende a situarse en posiciones cada vez más reaccionarias, tiende no solo a negar u ocultar las oposiciones reales, entre los intereses de una minoría oligárquica y la mayoría del pueblo, sino que alimentan contraposiciones en sectores populares entre los cuales no hay contradicciones reales sino inventadas, o solo tienen -a lo sumo- contradicciones parciales y perfectamente superables.

La “hegemonía” política-ideológica de la clase dominante -y hoy por hoy una hegemonía particularmente conservadora y reaccionaria- es la que hace comprensibles determinados fenómenos, como la aceptación resignada del ajuste, la naturalización de diferencias sociales y económicas crecientes, y el recorte de derechos de los trabajadores. Y si la derecha tiene hoy esa capacidad hegemónica, es también porque la izquierda no fue capaz de impulsar una verdadera contrahegemonía, en parte porque sectores muy significativos de la izquierda respondían a las pautas de la ideología hegemónica en su versión más progresista y liberal. ¿Cómo revertir esta hegemonía actual? No se logrará con geniales golpes de efecto político o menos aún adoptando modalidades y métodos propios de los partidos y las concepciones propios de la derecha, sino con un lento y prolongado trabajo de militancia, cuyos frutos se ven a largo plazo. Hoy esta militancia casi anónima, gris, que siempre realizó un gran esfuerzo cotidiano para transformar las cosas no se encuentra en su mejor momento, ha sido ninguneada muchas veces, cuando no despreciada con soberbia por algunas visiones que sostenían que “vivimos en tiempos diferentes, de Internet, de redes y militancia virtual”, por lo que “los comités de base ya fueron”. Sin embargo, esa militancia, conciente y profundamente crítica, es y ha sido el músculo y diferencial histórico de la izquierda, que logró no solo que el Frente Amplio llegara al gobierno en 2005, sino que casi revirtió los resultados de octubre a noviembre en las últimas elecciones. No es adoptando mecanismos como las múltiples candidaturas, que siempre criticamos como parte de la ley de lemas, sino retomando nuestras mejores tradiciones políticas -lo que antes llamábamos “nuevas formas de hacer política”- que podremos transformar las actuales condiciones e ir abriendo caminos para cambios profundos, todo lo cual exige una participación activa y protagónica de la militancia frenteamplista.

Pero otros acontecimientos se entremezclaron con el de la ley de presupuesto y de la lucha presupuestal, como son el desafuero de Manini Ríos y la publicación de las declaraciones de Gilberto Vázquez ante un tribunal de “honor”, que prueban que tanto Vázquez como el tribunal, si algo les falta es precisamente honor. Manini Ríos debería ser desaforado para que pueda ser procesado, y para que se aclare en todos sus términos su responsabilidad en el ocultamiento de las declaraciones de Gavazzo ante el tribunal de honor, donde este último reconoció haber desaparecido a Roberto Gomensoro. Pero en medio de estas circunstancias, el Ministro de Defensa utilizó una carta que tenía escondida en la manga: las gravísimas declaraciones de Gilberto Vázquez que no supusieron ningún tipo de condena por el poco honorable “Tribunal de honor”. Estas declaraciones no fueron dadas a conocer, como demostró la organización Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, al gobierno de aquel entonces presidido por Vázquez. Sin embargo esto sirvió al actual gobierno para descentrar el foco de atención, para generar indignación en gran parte de los militantes y votantes de izquierda por no haber dado a conocer las mencionadas declaraciones, de las cuales el gobierno de Vázquez y el Ministerio de Azucena Berrutti en realidad no tuvieron conocimiento. Lo que se podría criticar al gobierno del Frente Amplio es en todo caso haber actuado con cierta credulidad, en no haber exigido las actas, en no visualizar como la institución FFAA sigue actuando como una corporación que perpetúa la impunidad y el ocultamiento de la verdad. Pero, con todas las inconsecuencias y contradicciones posibles que se puedan haber dado en 15 años de gobiernos del FA, no se puede desconocer que los únicos avances significativos que hubo en el conocimiento de la verdad histórica y contra la impunidad se dieron en los gobiernos del FA, y que la actual coalición gobernante no solo está formada mayormente por quienes en su momento promovieron la ley de impunidad, sino también por quienes fueron sus férreos defensores a posteriori, como el herrerismo y el sanguinettismo, a los cuales se suma Cabildo Abierto que expresa, entre otros sectores reaccionarios, a los elementos más retrógrados y corporativos de las FFAA. Sin duda queda mucho para hacer contra la impunidad y por la verdad histórica, pero para poder realizar esas tareas es fundamental analizar las fuerzas políticas y las clases sociales que han promovido históricamente primero el golpe y la dictadura y posteriormente la impunidad.

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