El Chasque Nº 64: «Actuar es fácil, pensar es difícil y actuar según se piensa, terriblemente incómodo” (Goethe)

26/02/2021

Hemos insistido en la necesidad e importancia de tener claro el objetivo estratégico, es decir, el destino que le proponemos construir a la sociedad uruguaya como alternativa al proyecto conservador y caduco de la élite oligárquica. El objetivo estratégico es la meta, es aquello que cierra una etapa histórica determinada y a su vez es lo que le da razón de ser y de existencia a la fuerza política; luchar por conquistar ese objetivo posible en un período histórico determinando. Es la gran bandera por la cual le diremos a miles que vale la pena comprometerse, sumarse a otros y luchar para alcanzarlo.

Por otro lado, leyendo los documentos históricos del FA y los más recientes, por ejemplo el programa último, vemos que existen un conjunto de definiciones de carácter estratégico que más allá de sus enunciados no han tenido peso a la hora de gobernar o se les ha ignorado. Inclusive en el programa 2020-2025 vemos incoherencias y contradicciones con los objetivos estratégicos generales.

Quizás uno de los problemas que hemos sufrido en el proceso de gobernar fue haber proclamado algunas cosas y hecho otras.

El mundo cambió y Uruguay también.

Cuando nació el FA, hace 50 años atrás, existía un contexto internacional totalmente diferente al actual. El mundo se encontraba dividido en dos campos: el socialista y el capitalista. A su vez esa contradicción global permeaba e influía directamente en los procesos políticos de cada país. Fue el período de la Guerra Fría, del mayo francés, de la guerra de Vietnam, de los ataques a Cuba. Era un mundo caracterizado por la confrontación política, ideológica y cultural; expresión de la contradicción principal de la época entre el capitalismo y el socialismo.

Se vivía un proceso ascendente de la lucha por la liberación de la dominación imperialista, de los movimientos democráticos populares, la aparente consolidación del socialismo como propuesta real y posible para miles de personas que luchaban en sus países contra el sistema capitalista; Cuba en América Latina recordaba permanentemente que se podía desafiar al imperio del norte, es decir, se vivía un estado de ánimo optimista, de confianza en la lucha de los pueblos, la certeza y la esperanza de lograr la derrota de las fuerzas retrógradas que durante tanto tiempo impusieron la injusticia y el dolor sobre la tierra. Ese clima anunciaba el nacimiento de un nuevo mundo, pero como sabemos no fue así.

Ya no existe el campo socialista, determinando a partir de fines del Siglo XX, un importante retroceso y enlentecimiento en el desarrollo histórico hacia la superación del sistema capitalista. El derrumbe del campo socialista implicó un intento fallido de la humanidad en ese complejo proceso histórico de construir una sociedad alternativa a la capitalista. Bajo este hecho innegable, todo fue cuestionado, desde la teoría hasta la práctica revolucionaria provocando un impacto emocional negativo y profundo en las fuerzas revolucionarias. La épica, los valores, la historia, nada quedó en pie y lo poco cierto fue arrastrado por la corriente restauradora. Se proclamaba el fin de la historia, el capitalismo era – o es para muchos- la estación final de la larga marcha de la humanidad en su evolución social. Triunfante, y no por mérito propio, el capitalismo avanzó sobre esas tierras vírgenes, se expandió hasta cubrirlo todo. Millones de personas se acostaron viviendo bajo el socialismo y se despertaron en el capitalismo. Hoy vivimos un mundo globalizado y dominado por la dictadura del capital financiero. Sin embargo, la tarea histórica de las fuerzas revolucionarias sigue siendo la misma que aquellas que se levantaron en las barricadas para defender París bajo la Comuna: cambiar el mundo de base “hundiendo al imperioburgués” y construir “unmundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” al decir de Rosa Luxemburgo.

El 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende y la UP ganaban las elecciones en Chile. Era claro que las posibilidades de alcanzar el gobierno por parte de la izquierda se transformaba en un hecho real. En 1971 el FA recién nacido logró una gran votación pero no le alcanzó para ganar. Luego vinieron tiempos de fascismo y persecución. Pasaron muchos años para ganar las elecciones y gobernar varios períodos a nivel nacional y departamental. Pasó mucho tiempo para transformarse en la primera fuerza política del país. Y es precisamente ese hecho el que nos hace decir que Uruguay no es el mismo. Los uruguayos experimentamos más de una vez ser gobernados bajo el proyecto frenteamplista de izquierda. Impensable en el 71. Desde el nacimiento hemos vivido las siguientes etapas: Nacimiento y resistencia, vida democrática y triunfo electoral, gobiernos del FA y la derrota a manos de la derecha. Lo más importante a destacar es el hecho que los uruguayos tuvimos la experiencia (la seguimos teniendo en algunos departamentos) de vivir bajo gobiernos frenteamplistas, con importantes avances pero donde hubieron también importantes carencias y errores.

Tenemos 50 años de las cuales quince fuimos gobierno nacional, gobierno en varios departamentos del país, que continúan en Montevideo, Canelones y Salto, por lo tanto los futuros compromisos que hagamos como fuerza política no abonarán en territorio virgen, el pueblo uruguayo nos conoce.

Antes de ser gobierno teníamos un proyecto político y una estrategia de acumulación.

Esa estrategia nos llevó a conquistar el gobierno. Hoy ese proyecto mostró su debilidad y por lo tanto requiere reflexión y un rumbo que nos permita disputar la hegemonía. Por la tanto es necesario elaborar una estrategia que trascienda lo electoral y marque el norte para una nueva etapa de acumulación de fuerzas que permita avances significativos de la sociedad sobre la alternativa capitalista. Esto obliga a pensar y delinear el carácter de la época, la democracia y sus alcance, la situación post-pandemia y su repercusión a nivel global y en nuestro país. Las fuerzas sociales que pugnan contra el sistema, las principales tendencias y contradicciones, la viabilidad del modelo de producción actual, su relación estrecha ante la crisis ambiental y la posibilidad de la continuidad de la vida en la tierra son algunos de los temas que construyen el contexto general actual en el cual tendremos que desenvolver la lucha.

Nada de lo humano me es ajeno” (Terencio)

Establecer un programa mínimo acorde con la estrategia que apunte a dar respuestas a los grandes problemas y contradicciones que vive el país. ¿En que tipo de sociedad queremos vivir?¿El ideal es perseguir la ganancia y la acumulación de capital o satisfacer las necesidades humanas?

Un programa mínimo para unir a miles con la idea de construir un Uruguay donde nada de lo humano nos sea ajeno.

Definimos dos objetivos centrales:

ERRADICAR LA POBREZA.

Un plan integral (trabajo, vivienda, salud, alimentación, educación, etc.) para erradicar la pobreza, que a su vez tiene un fuerte acento de género ya que los mayores niveles se encuentran en mujeres solas con hijos a su cargo. Un compromiso ineludible dentro de este capítulo debe ser el de “pobreza cero” a nivel infantil.

LLEVAR EL PUEBLO A GOBERNAR

Es una tarea pendiente. Sin un pueblo conciente de su papel, movilizado y preparado para la lucha, no habrá avances. Solamente el nivel de participación del pueblo determinará la profundidad de los cambios.

A su vez es imprescindible alcanzar determinados objetivos tácticos:

(1) Impulsar en el seno del pueblo el debate amplio y democrático para la toma de decisiones sobre su destino, más su organización y movilización permanente, para defender y ampliar las conquistas, hacia un poder popular de nuevo tipo.

(2) la Comunidad en cada lugar puede ser resumen y artífice del protagonismo popular.

(3) Un Frente Amplio inserto en el pueblo con capacidad para organizarlo y llevarlo a gobernar.

El Programa Mínimo debe proponerse dentro de sus objetivos detener la acumulación de riqueza, ampliar y promover distintas formas de propiedad y gestión social.

Analizar todo lo referido a la cadena productiva vinculada al agro-negocio, frigorífica y producción ganadera. Abordar el desarrollo de la agroecología, la producción orgánica, la miel, los agro tóxicos y otros temas bajo un programa agrario integral que a su vez ponga en debate la cuestión de la propiedad de la tierra, la extranjerización, el cooperativismo, etc.

También trabajar en el desarrollo de la pequeña y mediana industria, innovación, ciencia e investigación. A su vez ir al rescate de la educación pública, la cual no será posible sin la participación activa y democrática de docentes y estudiantes. Luego del terrible error de haber declarado esencialidad y chocado con los docentes, debemos ser profundamente autocríticos y restablecer lo que históricamente defendimos cuando hablamos de la “educación del pueblo”. A su vez incluir todo lo referido al nivel democrático de nuestra sociedad. La amenaza existente sobre ella por parte de las clases dominantes. «Hoy vivimos a nivel mundial la dictadura del capital financiero y su expresión es el neoliberalismo. El fascismo es parte esencial del capital financiero y nada dice que al peligrar sus privilegios, no vuelva a convocarlo.” Se necesita la participación popular, el alcance y significado en lo referido al concepto de “ampliar y profundizar la democracia”. Impulsar la “apropiación democrática de parcelas de poder”, en todas las esferas de la vida ciudadana (políticas, sociales, económicas, culturales, educativas, etc.). Hacia la participación irrenunciable, real y efectiva del pueblo, en la toma de decisiones.

¿Es necesaria una reforma constitucional que permita incorporar cambios legales que ayuden a consolidar un proyecto más humano, solidario y democrático?

En resumen: Erradicar la Pobreza – Programa Agrario – Reforma Urbana- Vivienda- Educación para el pueblo –Seguridad Social- Innovación, ciencia e investigación – Salud, son algunos de los temas que debería contener ese programa mínimo que aquí no pretendemos definir.

¿Un Frente Amplio para impulsar reformas sociales o para la revolución social?

El FA está llamado a cumplir su tarea histórica, en esta nueva contingencia nacional

Aquello que nos marcaba Seregni en plena campaña electoral de 1971: “En la actual encrucijada, el pueblo oriental, en el frente amplio, está decidido a no continuar sufriendo la historia. Ha resuelto construir él mismo su propio futuro. El pueblo demostrará, tal cual lo están haciendo desde ya los militantes del frente, que es posible construir una sociedad y un hombre nuevo, en una patria libre, digna y soberana”. 19/06/1971

A la luz de los nuevos desafíos es importante dar respuesta a la pregunta ¿qué es ser frenteamplista y qué frente amplio necesitamos para esta tarea histórica?

El programa último del FA nos dice:

“El camino alternativo es sin duda más difícil: construir una sociedad inclusiva, crecer con inclusión, considerando que la única construcción social sostenible es aquélla que se apoya en principios de libertad, solidaridad y justicia social. Una sociedad de iguales, de iguales en derechos y oportunidades en nuestra plena diversidad, de irrestricto respeto y ejercicio de los derechos humanos. La igualdad, la libertad y la solidaridad son la diferencia con el proyecto de la derecha”.

“El proyecto artiguista y sus principios marcaron una vocación para nuestro territorio. Las orientaciones básicas del proyecto artiguista tienen plena vigencia y el Frente Amplio se compromete a cumplirlas. Las tareas inconclusas y las banderas quedaron como un desafío para las generaciones venideras. En una tierra generosa para echar raíces, los ideales artiguistas fueron nutriendo a las nuevas generaciones y marcando nuestra identidad. Enarbolar la bandera de Otorgués simboliza nuestros principios de libertad, igualdad, justicia social, solidaridad, democracia y soberanía. Principios y valores que han guiado nuestra fuerza política desde su creación y nos definen como una fuerza política de izquierda. Decía el General Seregni el 26 de marzo de 1971: “el Frente Amplio es el legítimo heredero de la tradición artiguista y de ella toma sus banderas y su ideario”. Todas las declaraciones públicas, acuerdos, manifiestos y compromisos asumidos por el Frente Amplio desde su nacimiento, reafirmaron los principios y valores que inspiraron el proceso revolucionario artiguista: la soberanía nacional, la democracia institucional, republicana y representativa, la justicia social y la integración latinoamericana. En nuestro VI Congreso, en diciembre de 2017, izamos en alto dos banderas históricas en la lucha y reivindicaciones de los movimientos sociales de nuestro país, que asumen, a la luz de los desafíos de estos tiempos, nueva dimensión y urgencia: nuestra fuerza política se ha declarado antipatriarcal y antirracista, manteniendo sus postulados históricos: antimperialista y antioligárquica. Estas definiciones nos llevan a trabajar por un modelo contra-hegemónico”.

“Como nunca, hoy es necesario levantar bien alto los principios de la izquierda, que no sólo implican una opción social y política, sino que acompañan una opción de vida, como ciudadanos y ciudadanas, como personas, como gobernantes: la solidaridad y la humildad, que hacen a la dignidad del ser humano, y la ética como principio, como conducta, como compromiso”.

“El FA supo conjugar desde sus inicios dos cualidades fundamentales: la profundidad con amplitud, claridad y firmeza de principios de una fuerza política con vocación de acción permanente, que definía en su declaración constitutiva y llamamiento del 5 de febrero de 1971, “un programa de contenido democrático y anti- imperialista, que establezca el control, y la dirección planificada y nacionalizada de los puntos claves del sistema económico para sacar al país de su estancamiento, redistribuir de modo equitativo el ingreso, aniquilar el predominio de la oligarquía de intermediarios, banqueros y latifundistas, y realizar una política de efectiva libertad y bienestar, basada en el esfuerzo productivo de todos los habitantes de la república.”

Expresamos nuestro hondo convencimiento de que la construcción de una sociedad justa, con sentido nacional y progresista liberada de la tutela imperial es imposible en los esquemas de régimen dominado por el gran capital.

La ruptura con este sistema es una condición ineludible de un proceso de cambio, de sus caducas estructuras y de la conquista de la efectiva independencia de la nación. Amplitud consecuente para estar siempre abiertos a la integración de otras fuerzas políticas que alienten su misma concepción nacional progresista y democrática avanzada. Con su particular estructura de alianza de sectores y de movimiento, apoyado en un pacto fundacional de concertación social amplia y unidad de acción, ha construido una larga historia de acumulación de fuerzas y voluntades, desde la resistencia y la oposición hasta ser gobierno nacional con mayorías parlamentarias por tres periodos…”

Una nueva hegemonía debe ser encabezada por el FA.

Unir la elaboración del Programa Nacional con el local y con la lucha cotidiana por soluciones en cada lugar, convirtiendo cada organismo del FA en una fuerza política real en su zona de influencia. El Comité de Base a la cabeza por soluciones, estudiar y conocer la realidad para transformarla. Hacia un programa local que sintetice el debate de los distintos actores. Una democracia radical, (radical en el sentido de participación, de la toma de decisiones) estará dado por el protagonismo de los ciudadanos en el proceso, de su compromiso, posible sólo a través de una nueva forma de hacer política, de una nueva hegemonía cultural, social y política.

Una dirección que garantice la expresión democrática de los frenteamplistas desde cada lugar, el Plenario Nacional que cumpla su rol fijado por los estatutos. Para lograr la unidad de acción, después de un amplio debate, donde las decisiones sean colectivas.

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