(Un 17 de enero de 1989 el flaco nos decía adiós)
El Chasque 121
19/01/2024
Su postura, su «voz de otro», su militancia y sus canciones lo colocaron en lo más alto del cancionero popular latinoamericano en el siglo xx. Sus canciones son tan actuales como bellas. Montevideo sigue sonando a Zitarrosa; la pampa y sus zambas lo siguen extrañando. Cada vez se agiganta más su carrera y los músicos más jóvenes se atreven a reversionar sus clásicos.
Elegimos escuchar sus canciones hoy -y siempre-, y recordarlo a través de otro genio que dio el Uruguay en las letras, Juan Carlos Onetti, que supo decir en una entrevista:
«Zitarrosa es un cantor inteligente y culto, que sabe mirar a su alrededor y cantar lo que ve. No solo hay que admirarle su talento sino envidiarle su capacidad de llegar al público y hacerlo sentir. Ya lo dijo Machado: ‘Qué más quisiera yo que escribir para el pueblo’”.
Guitarra Negra y su compromiso con la lucha
«Hago falta… yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy… Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera… Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado… falta mi cara en la gráfica del Pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo… los ojos míos en la contemplación del mañana… mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.»
Alfredo Zitarrosa agarró y se murió.
A los pájaros se les murió Zitarrosa,
a los tambores del sur, al sur,
a la milonga y al dolor,
a las guitarras, a los boliches,
a todo el Uruguay se nos murió Zitarrosa.
Alfredo Zitarrosa agarró y se murió,
con los ojos empapados de vida.
Era un uruguayo impecable,
amigo hasta los puchos,
compañero del alma, nada menos.
A los mostradores de Montevideo
les tomaba el pulso con el culo del vaso,
les diagnosticaba soledades y tristezas
y les recetaba milongas.
se dice que Alfredo Zitarrosa agarró y se murió,
Yo lo sé….. pero si alguna noche por ahí,
jugando un truco en “El celestial”,
el Señor te canta una flor con 48,
vos cantále una milonga Alfredo,
para que vaya aprendiendo lo que son milagros.
Julio César Castro (Juceca)
