Entre el corsé de la neutralidad ideológica de los medios públicos y “la grieta”.

Julio Castillo
El Chasque 122
26/01/2024

Últimamente se han venido sucediendo una serie de comentarios que preocupan por lo que encierran o sostienen desde el punto de vista ideológico.

Se inició un debate a raíz de la publicación del libro Cómo ganar la batalla mediática, el dilema de la izquierda” escrito por Darío Mendiondo en el que, según consignó El Observador, sostiene que los medios de comunicación públicos deberían “competir” con los privados y que el canal TV Ciudad “está en el camino correcto”.

Esta publicación no realizada por TV Ciudad trajo comentarios desde la izquierda, en la palabra del senador Mario Bergara, y secundada por el ministro de trabajo, Pablo Mieres.

Que visión equivocada! TV Ciudad está operando fuera del corsé de la neutralidad”¿Está haciendo militancia política de izquierda? Esperamos que no sea así. Porque hacerlo sería un grave error y festejarlo sería simplemente “infantilismo de izquierda”. Bergara ha participado en varios programas de TV Ciudad y por ahí, el hecho de entrevistarlo sea para él operar fuera del corsé de la neutralidad y por ende llevar adelante una “militancia de izquierda” por parte del medio.

Bergara aseguró que eso “implicaría estar dispuesto a considerar legítimo que un eventual gobierno de derecha hiciera publicidad para sus ideas en los medios públicos y con los recursos del Estado”. En realidad hace rato que la derecha y este gobierno produce “publicidad” y hacen programas que pretenden legitimar su actuación. Si creemos que los medios dominantes y también los medios públicos estatales son las Carmelitas Descalza, basta ver cualquiera de ellos para descubrir el mensaje ideológico que proyectan.

Agrega Bergara: “Los medios públicos deben ser de calidad periodística y ser incluso mejores que los privados. Pero por profesionalismo y no por andar a los bandazos ideológicos según quien gane el gobierno. Es un simplismo inconducente que fracasó incluso en los regímenes más totalitarios. Hace poco TV Ciudad por medio de su programa ”Lado B” entrevistó a Manini Ríos y al senador por el Partido Nacional, Sebastián da Silva. Ante esto, cabría afirmar, que claramente se bandeó ideológicamente hacia la derecha.

En los medios de comunicación no existe el “0” en el dial.

Leyendo estos comentarios hay una serie de elementos de corte ideológico, de creencia ideológica que profesa con el “liberalismo democrático” y busca proyectar falsamente la idea de que los medios públicos de comunicación son asépticos y neutrales a toda ideología. Si buscamos el cero en el dial de una radio no lo vamos a encontrar.

El Estado como construcción histórica de dominación social, es el principal sujeto institucional que proyecta y construye con el “discurso” una imagen de sí mismo sobre el conjunto de la sociedad para hegemonizar y perdurar en el tiempo. Esa “opinión pública” o “sentido común” sobre la institución “Estado” es una expresión particular de la ideología dominante, en el sentido que sirve de base para la legitimación de su accionar. Los medios de comunicación son determinantes en esa construcción, tantos privados como públicos, y en esencia, reproducen la ideología dominante y delinean el “sentido común”.

El espacio público hace posible la libertad de pensamiento, expresión y acción, como de las libertades políticas. El ámbito público se manifiesta como el lugar de surgimiento de la opinión pública, la que constituye la base de la cohesión social que permite la construcción y legitimación políticas. Es un ámbito abierto virtualmente a todas las personas. A partir de este espacio abierto es posible el surgimiento y desarrollo de la opinión pública. La cantidad de individuos, grupos, estamentos y clases que interactúan en el espacio público en la modernidad ha requerido y propiciado el desarrollo de múltiples y diversos medios de información, comunicación e influencia, tales como los periódicos, las revistas, los diarios, el teléfono, la radio, la televisión, las redes cibernéticas, etc..

Como no ha pasado desapercibido para la filosofía política, este espacio público no deja de tener una importancia fundamental en la esfera política. Mediante la “opinión pública” los ciudadanos de un Estado ejercen la crítica y el control de las funciones gubernamentales.

Marx denuncia el carácter ideológico, en el sentido de falsa conciencia de la opinión pública. Se trata de una opinión que oculta, tras la máscara de universalidad, el interés propio (en este caso) particular de la burguesía.

La revolución francesa fabricó la ilusión de un Estado que siguiera los dictámenes de la razón y libre de dominación. Pero resultó todo lo contrario por la constitución misma de ese Estado que se organiza socialmente sobre la base de la existencia de clases. La opinión pública y el Estado democrático liberal en el que se basa, engañan y ocultan las relaciones de dominación. La única posibilidad de superar las ilusiones y alcanzar un verdadero ámbito de libre discusión racional, es la supresión de las diferencias de clase a través de la superación del sistema capitalista. Mientras exista el capitalismo existirá la lucha de clases y uno de los terrenos en el cual se expresa esa lucha es en la disputa por hegemonizar ideológicamente el espacio público.

Bergara, Pablo Mieres y El Observador no deberían preocuparse por el hecho de que TV Ciudad “compita” en el marco de una sociedad democrática liberal y sometida a las leyes del capitalismo, por el contrario, deberían aplaudir que exista otra “oferta” de hacer televisión.

Es decir, el hecho de competir con los medios privados o públicos del Estado uruguayo no significa tener una militancia de izquierda por parte de TV Ciudad.

Esta idea es impulsada y promovida por la derecha y por los propios medios privados que pretenden silenciarla para poder definitivamente monopolizar el mercado y proyectar a sus anchas los aspectos ideológicos que sostienen sus privilegios. Ahora se suma la voz de Bergara a esa acusación, partiendo de la publicación de Mendiondo donde vuelca opiniones sobre el papel de los medios públicos y que no es necesariamente la postura de TV Ciudad con relación a su misión.

Por todos los medios se quiere instalar la idea de que TV Ciudad es de izquierda y con esa acusación apuntan (más allá de simpatías o no) contra Carolina Cosse, ubicándola como autoritaria y de abusar de un medio que pagamos todos los montevideanos. Algo similar sucede con los privados que los sostenemos todos los uruguayos con aportes directos y por medio del contrato de Antel Vera y no tenemos manera de controlar.

Lo vemos a diario en las calles de la ciudad, en los barrios marginados, en la pobreza infantil. Salvo que aceptemos como verdad lo que dice la derecha a través de los medios de comunicación, públicos y privados, que la situación de pobreza en la que viven muchos uruguayos es por la falta de voluntad o indolencia. Es una forma de ocultar la verdadera razón, de colocar esa realidad de miseria y pobreza por fuera del sistema económico. Una gran justificación de la famosa “grieta”. Al decir de Bolsonaro – ”son vagos”. Esta afirmación, por ejemplo, es profundamente ideológica.

Hablando de la lucha ideológica vemos lo que declara la exfiscal Gabriela Fossati sobre la “grieta”:

Recordemos que la grieta se inició con la doctrina de Lenin sobre la “lucha de clases” (un error grave ya que fue en todo caso Marx quien la puso al descubierto) del proletariado con los burgueses. La gente de bien no quiere grieta, pero es una realidad. Hay que trabajar mucho para contrarrestarla pero sin inocencia”.

Lo preocupante es la coincidencia entre la ex fiscal y el senador Bergara al respecto de la “grieta”(término acuñado en Argentina) ya que a raíz de los comentarios sobre la película “La sociedad de la Nieve” y en sus explicaciones posteriores señaló que, tal vez, en Uruguay existan “recelos” de clase, pero afirmó que no debe haber ni odio ni “grieta”.

Aparte del disparate dicho sobre lo vivido en los Andes por un grupo de uruguayos mayoritariamente jóvenes (lo que sucedió nada tiene que ver con clases sociales ni grietas) debemos señalar que hablar de la lucha de clase como resultado del estado de ánimo o expresión subjetiva, emocional (recelos, envidia) y no objetiva, es ocultar la verdad. Viniendo de alguien que estudió en Harvard y que debe haber leído El Capital de Marx nos sorprende esas afirmaciones.

La lucha de clases existe en tanto existe el sistema capitalista que necesita para sobrevivir la explotación de unos, dueños de los medios de producción (minoría) sobre los otros, dueños de elegir quien los explote (mayoría).

La contradicción no está dada entre el “bien contra el mal”, de la “gente de bien” que no quiere la grieta y lo que sí la quieren.

Habría que preguntarle a los 200 trabajadores despedidos por la “empresa-app” Pedidos Ya que opinan de la grieta y que hicieron mal para ser expulsados de sus trabajos. Supongo que para la fiscal el bien se encuentra representado por los dueños de la empresa y el mal por el sindicato que reclama por los puestos de trabajo.

Quienes acusan a los trabajadores de “provocar la grieta”, son los que históricamente han saqueado al pueblo y creado las grietas.

Para ser claros: mientras exista el capitalismo existirá la explotación y por lo tanto la lucha de clases. Y esta contradicción entre el capital y el trabajo es objetiva, sucede independientemente de la voluntad y es irreconciliable; se expresa en la ley de la dialéctica “unidad y lucha de contrarios”: para existir, se necesitan, y a su vez, se repelen

Por otro lado queremos señalar que no recordamos ver indignado ni escuchar la defensa de los trabajadores de Canal 5 despedidos por Sotelo y apoyado por el Presidente. Algo similar a Torquemada y la Inquisición. Tampoco escuchamos nada sobre la actitud de censura y persecución del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) al no homologar la decisión del jurado y, adicionalmente, denunciar a Pablo Martinis, el coordinador del libro ¿Se terminó el recreo? ganador del primer premio en la categoría de Ensayos e Investigaciones en Ciencias de la Educación de los Premios Nacionales de Literatura. Es más que evidente que les moleste este trabajo que critica al actual gobierno y pone en cuestión muchos conceptos de carácter ideológico.

Todo lo que se produce culturalmente es ideología.

Esta choca con sus diferentes contenidos y visiones en el “espacio público”. La llamada “batalla cultural” se trata de la lucha por el control del pensamiento, de las ideas, de la cultura de la sociedad, del “sentido común” mediante el uso de las instituciones y los dispositivos culturales.

Para los marxistas esa tensión y choque entre el capital y el trabajo es el agente del cambio. El conflicto es una expresión de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que genera una crisis orgánica del capitalismo. El conflicto es también una oportunidad para que las clases subyugadas por el capital se organicen y se movilicen y se unan en busca de la liberación. El conflicto es una forma de construir una contrahegemonía que desafíe al poder dominante.

Salvando la distancia histórica, para Gramsci, la cultura es el resultado de la lucha de clases, en la que una clase social domina a las demás mediante su hegemonía cultural, es decir, su capacidad de imponer su visión del mundo como natural y legítima. La cultura no es algo estático ni homogéneo, sino que está en constante cambio y conflicto. Por eso, Gramsci propone la creación de una nueva cultura popular, que exprese los intereses y valores del proletariado, y que cuestione y desafíe la cultura dominante de la burguesía. La batalla cultural es, para Gramsci, una estrategia revolucionaria para transformar la conciencia colectiva y preparar las condiciones para la emancipación política y económica del proletariado.

El ejemplo más claro de dominación cultural es el reality show “Gran Hermano”. No solamente promueve el voyeurismo, lo pornográfico que encierra hacer público lo privado, y quien triunfa no es la solidaridad, la empatía; todo lo contrario, triunfa lo peor de este sistema: el individualismo, el egoísmo, el egocentrismo, el pisarle la cabeza al la otra persona, etc.

La cultura no es algo ajeno a nuestra vida, está inserta en el núcleo de nuestras relaciones sociales cotidianas, en la forma del lenguaje que usamos, por ejemplo, con nuestro jefe o con nuestra pareja, pero también en nuestra relación con los museos o con el cine. No es deslindable una cosa de la otra.

La estructura social y el modo de producción capitalista generan un reparto de lo cultural que parece neutral pero nunca lo es, en ningún caso.

Dada la bondad que parece poseer la palabra cultura (como ficción consoladora o como promesa de felicidad) toleramos bajo su espectro una enorme cantidad de desigualdades. En este sentido, la precariedad no es solo una cuestión económica, sino también una producción social en la que quien sufre la precariedad carece de las herramientas o códigos de acceso. Precisamente, los procesos culturales son procesos de construcción de imaginarios de clase y en ese sentido determinados programas y contenidos generados por parte de los medios hegemónicos (privados y públicos) a decir verdad no tienen nada de “neutrales”.

2 comentarios en «Entre el corsé de la neutralidad ideológica de los medios públicos y “la grieta”.»

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