Donde nacer o morir es indiferente.

(Imagen de la Tierra desde Saturno)

Julio Castillo
El Chasque 136
3/05/2024

El mundo gastó 2 billones 400 mil millones de dólares en armas en el 2023.
28,6 millones de personas sobreviven en una situación de desnutrición aguda.
La FAO señala que 59 países viven una situación crítica, lo que implica 24 millones de personas más ingresan en esa categoría en comparación a 2022.
Hoy 4.000 millones viven de milagro con menos de 7 dólares por día. Sólo un 10% tiene un patrimonio por encima de los USD 100.000, lo que significa que puede tener una casa más o menos en condiciones.

Desde 2020, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado. Durante el mismo período, la riqueza acumulada de cerca de 5000 millones de personas a nivel global se ha reducido.
“En Estados Unidos, hay tres personas que poseen más riqueza que la mitad de la población con menores ingresos, mientras que el 60 % de las personas trabajadoras vive al día. A pesar del enorme aumento de la productividad de la fuerza laboral y del boom tecnológico, los salarios semanales reales del trabajador o trabajadora estadounidense promedio son más bajos que hace 50 años.Bernie Sanders (www.elchasque.com)

Estos datos se suman hoy a los diferentes conflictos armados creados por las fuerzas imperialistas que se niegan a perder posición en la dominación sobre territorios estratégicos. Hoy cobra relevancia la masacre llevada adelante por Israel en Gaza contra el pueblo gazatí, la permanente provocación sobre Irán y el peligro de que escale a nivel regional; la guerra de Ucrania sostenida por la OTAN y jugando al borde del precipicio nuclear con consecuencias fatales para la vida en la Tierra. Por esta vía no existe salida alguna para la humanidad.

Cuando miramos el mundo no es difícil desmoralizarse y pensar que no existe salida a esta carrera hacia la extinción.

Carl Sagan, astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor, divulgador científico estadounidense, profesor asociado de la Universidad de Harvard y profesor principal de la Universidad de Cornell, describe en un texto maravilloso lo ridículo y absurdo de todo esto al señalar lo infinitamente pequeño que es nuestro planeta en el cual se destina esfuerzos, inteligencia y recursos naturales para fabricar toneladas de bombas y armas de destrucción masivas, que unos pocos, el 1% más rico, condena, por intermedio del sistema capitalista globalizado, a millones de seres humanos al hambre y la miseria por la sinrazón de acumular riquezas que no podrán usar en vida:

Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido.La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas e ideologías, cada héroe y cada cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y cada padre, cada maestro moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de un lugar del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, Cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios.Nuestra supuesta importancia, el espejismo de que ocupamos una posición privilegiada en el universo… Todo eso lo pone en cuestión ese punto de luz pálida. En nuestra oscuridad —en toda esa inmensidad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Dependemos sólo de nosotros mismos.La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y yo añadiría que también forja el carácter. En mi opinión, no hay mejor demostración de la locura que es la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo.Para mí, recalca la responsabilidad que tenemos de tratarnos los unos a los otros con más amabilidad y compasión, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido.”

Si la humanidad, en los albores de la civilización, hubiese tenido la oportunidad de salir al espacio como lo hizo Yuri Gagarin, cosmonauta soviético a bordo de la nave Vostok 1, donde tuvo el privilegio de ser el primero en observar la Tierra desde el espacio, alejarse de ella, tomar conciencia de lo increíble de nuestra existencia en el infinito del universo, poder comprobar con sus propios ojos la forma casi esférica que caracteriza a nuestro planeta y exclamar: ¡la Tierra es azul!, quizás la historia hubiese sido diferente.

Más allá de la buena intención de Carl Sagan de pregonar mientras vivió la necesidad de tomar conciencia de lo que implica navegar por el universo sobre una pequeña partícula nacida de las estrellas llamada Tierra por sus habitantes; de lo ridículo y brutal que implica matarnos una y otra vez, parece ser que los humanos insistimos en hacerlo en una especie de aquelarre inconsciente del final que nos espera.

Efectivamente vivimos en un mundo lleno de contradicciones, de conflictos terribles, de genocidios sobre genocidios, dramas y miserias inexplicables que no son ni serán producto de un espíritu maligno, de una conciencia perversa.

Contrariamente a esa esperanza de que un día despertemos y todos los seres humanos vivamos en armonía es la existencia de una sociedad organizada en clases sociales, donde una minoría es dueña de los medios de producción y somete y explota a la mayoría de la población que lo único que tiene para ofrecer es su fuerza de trabajo. Y esta explotación en esta etapa del desarrollo del sistema capitalista es a escala global. La transferencia de riquezas generadas por las clases subalternas no es solamente a nivel de cada país, sino que se transfieren hacia los grandes centros de poder. Las “naciones” y fronteras existen solamente en los papeles. Ese sometimiento determinado por las condiciones materiales deviene en una contradicción insalvable y en los que Marx denominó a la lucha de clases como motor de la historia de la humanidad. Esta lucha se expresa de diferentes manera y profundidad según el desarrollo de las condiciones materiales y subjetivas de dicho país o región. La importancia de los intereses imperialistas en determinados lugares estratégicos llevan a la intervención directa o a la construcción de bases militares, plataformas de dominación; las propias guerras son expresión de esa lucha de clases y contradicción que vive el sistema capitalista. El avance de los neofascismos en Europa, la experiencia de Milei en Argentina con la destrucción de los últimos reductos de la soberanía Argentina y de la institucionalidad democrática para dar lugar al mayor saqueo por parte del capital financiero sobre el pueblo argentino.

Este clima de debacle expresa el nivel de profundidad en la crisis estructural permanente que vive el capitalismo y que no puede ni podrá resolverla.

Luego de la caída de la experiencia socialista de la URSS, el capitalismo con sus bases ideológicas y culturales se presenta (o es) vencedor de esa contienda. La caída del campo socialista abrió las puertas para el asalto definitivo a la democracia, a las ideas que le dieron sustento, sucumbiendo al empuje del capital financiero que reclama eliminar todo aquello que tenga un sentido social y colectivo y toda ley que le impida reproducirse e inclusive en esa búsqueda de aumentar las ganancias se lleva puesto a quienes fueron aliados en determinados momentos de la historia.

Necesita desestructurar la sociedad, fraccionarla hasta encerrar al individuo en sí mismo, sin capacidad para actuar socialmente y explotarlo y exprimirlo hasta el fin de sus días.

Ante esto se proclama el fin de las ideologías y de la historia. La humanidad habría llegado a su creación social superior. Nada nuevo o diferente existirá más allá del capitalismo. Punto final.

Ahora de lo único que se trata es luchar individualmente por sobrevivir, trabajar 52 horas semanales como lo hacen en nuestro país los repartidores de Pedido Ya, explotados por una “aplicación” con base en el extranjero. Hoy ya es una realidad en el mundo. El teletrabajo, afianzado luego de la pandemia ha llevado a miles a estar horas detrás de un ordenador, donde la experiencia de la creación del producto y por lo tanto de la riqueza deja de tener un carácter social y colectivo.

He hablado con muchas personas y compañeros de izquierda y en todos ellos hay un elemento común que ha calado en profundidad que se refiere a la falta de perspectiva histórica. Todos ellos creen que no hay ninguna posibilidad de derrotar al sistema capitalista, de cambiar el sistema; es decir, ni se lo proponen.

Por lo tanto vivimos un mundo donde nacer o morir es indiferente.

Tanto da porque a nadie le importa la vida del otro. Efectivamente, hay un triunfo ideológico y cultural por parte del sistema capitalista en el cual la crítica como el accionar es solamente posible dentro del horizonte capitalista ya que no existe ni existirá nada más allá de eso.

La derrota es tan profunda que ha logrado asesinar la capacidad de imaginación. Aquella famosa consigna del Mayo francés, “la imaginación al poder” hoy es impensable porque la imaginación en general está vinculado a la capacidad de visualizar el futuro y éste no existe porque no existe la historia.
Al decir de León Felipe:

¡Qué pena si esta vida nuestra tuviera
esta vida nuestra—
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!

El convencerse de que no es posible cambiar y que así será por siempre hasta el fin de los tiempos, implica darle paso a la frustración, a la desesperanza, a negar la lucha con el propósito de construir “el Paraíso en la Tierra”.

Bajo esa premisa que niega la posibilidad del cambio toda estrategia es vacía e inútil ya que se desarrolla dentro del sistema capitalista propiciando su reproducción. No existe un puerto al cual llegar, simplemente se trata de navegar.

Esta visión hegemónica no solamente actúa sobre sectores de la izquierda sino que actúa sobre toda la sociedad. Una de las causas de la violencia no es un producto directo de la pobreza, sino más bien una consecuencia de la falta de oportunidades y la desesperanza.

Las personas nos adherimos a las normas y leyes porque vemos un beneficio en ello, un futuro prometedor. Pero cuando ese futuro parece inalcanzable o incluso inexistente, la motivación para seguir las normas se desvanece. Muchos jóvenes hoy en día no pueden ver un futuro claro para ellos mismos. Viven en el presente, sin la capacidad de soñar con un futuro mejor o de creer que sus acciones hoy pueden tener un impacto positivo en su vida mañana. Esta es una realidad que la izquierda no ha podido revertir porque ella misma no cree en el cambio más sí en las reformas, en hacer más humano al capitalismo.

Ese camino de tratar de atenuar los aspectos más agresivos del sistema capitalista insiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía. Ese intento de conciliar la contradicción entre el capital y el trabajo ha conducido a frustraciones y fracasos que han devenido en avances de la ultraderecha y el neofascismo proclamando y levantando banderas antisistema.

Es real que el horizonte inmediato es tormentoso, pero nada es para siempre. Todo se mueve al golpe de la lucha de clases.

En esa línea, Marx señala que es ese tipo de mitología la que puede hacer que cualquier orden dado parezca sólido. Como escribió en otra parte, «Todo lo sólido se desvanece en el aire». En El Dieciocho Brumario argumenta que cualquier orden dado, por sólido que parezca, puede ser en realidad bastante frágil porque siempre depende de un conjunto de condiciones que lo sustentan.

Y escribe: «La Constitución, la Asamblea Nacional, los partidos dinásticos, los republicanos azules y los rojos, los héroes de África, el trueno de la tribuna, el relampagueo de la prensa diaria, toda la literatura, los nombres políticos y los renombres intelectuales, la ley civil y el derecho penal, la liberté, égalité, fraternité y el segundo domingo de mayo de 1852, todo ha desaparecido como una fantasmagoría al conjuro de un hombre al que ni sus mismos enemigos reconocen como brujo. El sufragio universal solo pareció sobrevivir un instante para hacer su testamento de puño y letra a los ojos del mundo entero y poder declarar, en nombre del propio pueblo: “Todo lo que existe merece perecer”.»

Lo dice Vallejo:

¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

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