I – Los metafísicos

El Chasque
5/11/2025

Transcribiremos algunos párrafos de un increíble libro, escrito en 1907 en Estados Unidos. Fue capaz de anticipar el fenómeno del fascismo y hoy, más de 100 años después, sigue asombrándonos con la lucidez de su pensamiento.

Hablo del EL TALON DE HIERRO DE JACK LOND0N

y cuando crueles reveses os hagan dudar del éxito de vuestra causa recobraréis confianza y os diréis con el noble Everhard: ‘Perdida esta vez, pero no para siempre. Hemos aprendido muchas cosas. Mañana la causa volverá a levantarse más fuerte en disciplina y en sabiduría’”
Anatole Frace (1923)

Capítulo Primero – MI AGUILA
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Pero mi padre no se daba fácilmente por vencido; al cabo de algunos instantes declaró:
Tenemos entre nosotros a un miembro de la clase obrera. Estoy seguro de que podría presentamos los hechos desde un punto de vista nuevo, interesante y remozado. Hablo del señor Everhard.

Los demás manifestaron un interés cortés y urgieron a Ernesto a exponer sus ideas. Su actitud hacia él era tan amplia, tan tolerante y benigna que equivalía lisa y llanamente a condescendencia. Vi que Ernesto lo entendía así y se divertía. Paseó lentamente sus ojos alrededor de la mesa y sorprendí en ellos una chispa maliciosa.

-No soy versado en la cortesía de las controversias eclesiásticas -comenzó con aire modesto; luego pareció dudar.

Se escucharon voces de aliento: «¡Continúe, continúe!» Y el doctor Hammerfield agregó:
-No tememos la verdad que pueda traernos un hombre cualquiera… siempre que esa verdad sea sincera.

-¿De modo que usted separa la sinceridad de la verdad? -preguntó vivamente Ernesto, riendo.

El doctor Hammerfield permaneció un momento boquiabierto y terminó por balbucir:
-Cualquiera puede equivocarse, joven, cualquiera, el mejor hombre entre nosotros.

Un cambio prodigioso se operó en Ernesto. En un instante se trocó en otro hombre.
Pues bien, entonces permítame que comience diciéndole que se equivoca, que os equivocáis vosotros todos. No sabéis nada, y menos que nada, de la clase obrera. Vuestra sociología es tan errónea y desprovista de valor como vuestro método de razonamiento.

No fue tanto por lo que decía como por el tono con que lo decía que me sentí sacudida al primer sonido de su voz. Era un llamado de clarín que me hizo vibrar entera. Y toda la mesa fue zarandeada, despertado de su runrún monótono y enervante.

-¿Qué es lo que hay tan terriblemente erróneo y desprovisto de valor en nuestro método de razonamiento, joven? -preguntó el doctor Hammerfield; y su entonación denunciaba ya un timbre desapacible.

-Vosotros sois metafísicos. Por la metafísica podéis probar cualquier cosa, y una vez hecho eso, cualquier otro metafísico puede probar, con satisfacción de su parte, que estabais en error. Sois anarquistas en el dominio del pensamiento. Y tenéis la vesánica pasión de las construcciones cósmicas. Cada uno de vosotros habita un universo a su manera, creado con sus propias fantasías y sus propios deseos. No conocéis nada del verdadero mundo en que vivís, y vuestro pensamiento no tiene ningún sitio en la realidad, salvo como fenómeno de aberración mental.

«¿Sabéis en qué pensaba cuando os oía hablar hace un instante a tontas y a locas? Me recordabais a esos escolásticos de la Edad Media que discutían grave y sabiamente cuántos ángeles podían bailar en la punta de un alfiler. Señores, estáis tan lejos de la vida intelectual del siglo XX como podía, estarlo, hace una decena de miles de años, algún brujo piel roja cuando hacía sus sortilegios en la selva virgen.”
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Continuará