IX -La lucha de clases: ¡El Poder! Verdaderamente, es la reina de las palabras, la última palabra

Wickson: “Despedazaremos a los revolucionarios bajo nuestro talón y caminaremos sobre vuestros rostros. El mundo es nuestro, somos sus dueños y seguirá siendo nuestro.”

EL TALON DE HIERRO
Jack London

El Chasque
31/12/2025
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Estos párrafos corresponden a una increíble obra de anticipación, escrita en 1907 en Estados Unidos. Jack London, su autor, premonitorio y con gran lucidez se adelantó al fenómeno del fascismo, describió como los monopolios, los trust y lo cárteles generaban el una nueva etapa del capitalismo, el imperialismo.

Descarnadamente, describe la lucha de clases, con todo el horror que implica para los explotados y el más oscuro cinismo de los explotadores al justificar sus crímenes.
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Cap. Quinto – Los Filómatas –

-Y ahora, esta es la ocasión para vosotros. Vamos, pues, y no olvidéis que os he desafiado a todos para que me deis la respuesta que el coronel Van Gilbert no supo darme.

…. Continuación

Y a alguno o a todos les decía:
-¿Por qué no habéis refutado mi acusación de mala administración que he lanzado contra vuestra clase? Habéis hablado de otras cosas y hasta habéis hecho a propósito de éstas digresiones, pero no contestasteis. ¿Acaso no dais con la respuesta?

Hacia el fin de la discusión el señor Wickson tomó la palabra. Era el único que no había perdido la calma, y Ernesto lo trató con una consideración que no había concedido a los demás.

-Ninguna respuesta es necesaria -dijo el señor Wickson con voluntaria lentitud-. He seguido toda esta discusión con asombro y repugnancia. Sí, señores, vosotros, miembros de mi propia clase, me habéis fastidiado. Os habéis conducido como colegiales bobalicones. ¡Vaya idea la de mezclar en semejante discusión todas las pamplinas sobre moral y el trombón fuera de moda del político vulgar! No os habéis conducido ni como hombres de mundo ni como seres humanos: os habéis dejado arrastrar fuera de vuestra clase; es más, fuera de vuestra especie. Habéis sido bulliciosos y prolijos, pero no habéis hecho más que zumbar como los mosquitos alrededor de un oso. Señores, el oso está ahí (mostrando a Ernesto), erguido delante de nosotros, y vuestro zumbido no ha hecho, más que cosquillearle las orejas.

«Creedme, la situación es seria. El oso ha sacado sus patas esta noche para aplastarnos. Ha dicho que hay un millón y medio de revolucionarios en los Estados Unidos: es un hecho. Ha dicho que su intención es quitarnos nuestro gobierno, nuestros palacios y toda nuestra dorada comodidad: eso también es un hecho. Y también es cierto que se prepara un cambio, un gran cambio, en la sociedad; pero, felizmente, podría muy bien no ser el cambio previsto por el oso. El oso, dijo que nos aplastaría. Pues bien, señores, ¿y si nosotros aplastásemos al oso?»

Un gruñido gutural se agrandó en el vasto salón. Los hombres cambiaban entre sí signos de aprobación y de confianza. Las caras habían vuelto a tomar una expresión decidida. Eran combatientes, sin duda.

Con su aspecto frío y sin pasiones, el señor Wickson continuó:
-Pero no es con zumbidos con lo que aplastaremos al oso. Al oso hay que darle caza. Al oso no se le contesta con palabras. Le contestaremos con plomo. Estamos en el poder, nadie puede negarlo. Por obra y gracia de ese poder, allí nos quedaremos.

De pronto se enfrentó con Ernesto. El momento era dramático.

-He aquí nuestra respuesta. No vamos a gastar palabras con vosotros. Cuando estiréis esas manos cuyas fuerzas alabáis para cogernos nuestros palacios y nuestra dorada comodidad, os mostraremos lo que es la fuerza. Nuestra respuesta estará modulada en silbidos de obuses, en estallidos de “shrapnells» y en crepitar de ametralladoras. Despedazaremos a los revolucionarios bajo nuestro talón y caminaremos sobre vuestros rostros. El mundo es nuestro, somos sus dueños y seguirá siendo nuestro.

En cuanto al ejército del trabajo, ha estado en el barro desde el comienzo de la historia y yo interpreto la historia como es preciso. En el barro quedará mientras yo y los míos y los que vendrán después que nosotros permanezcamos en el poder. He aquí la gran palabra, la reina de las palabras, ¡el Poder! Ni Dios ni Mammón, sino el Poder. Déle vueltas a esta palabra en su boca hasta que le escueza. ¡El Poder!

-Es usted el único que ha contestado -dijo tranquilamente Ernesto-, y ha dado la única respuesta que podía darse. ¡El Poder! Es lo que predicamos, nosotros los de la clase obrera. Sabemos, y lo sabemos al precio de una amarga experiencia, que ningún llamado al derecho, a la justicia o a la humanidad podría jamás conmoveros. Vuestros corazones son tan duros como los talones con que camináis sobre los rostros de los pobres. Por eso hemos emprendido la conquista del poder. Y con el poder de nuestros votos os quitaremos vuestro gobierno el día de las elecciones.

-Y aunque tuvieseis la mayoría, una mayoría aplastante en las elecciones -interrumpió el señor Wickson~, ¿qué diríais si nos negásemos a entregaros ese poder conquistado en las urnas?

-También eso lo hemos previsto -replicó Ernesto-, y os responderemos con plomo. Usted ha proclamado al poder rey de las palabras. ¡Muy bien! Será, pues, cuestión de fuerza. Y el día que hayamos conquistado la victoria en el escrutinio, si os rehusáis a entregarnos el gobierno al cual llegamos constitucional y pacíficamente, pues bien, entonces replicaremos como se debe, golpe por golpe, y nuestra respuesta estará formulada en silbidos de obuses, en estallidos de «shrapnells» y en crepitar de ametralladoras.

«De una u otra manera no podréis escapárosnos. Es cierto que usted ha interpretado claramente la historia. Es cierto que desde el comienzo de la historia el trabajo ha estado en el fango. Es igualmente cierto que quedará siempre en el fango mientras permanezcan en el poder usted, los suyos y los que vendrán después de vosotros. Suscribo todo lo que usted dijo. Estamos de acuerdo. El poder será el árbitro. Siempre lo fue. La lucha de clases es un problema de fuerza. Pues bien, así como su clase derribó a la vieja nobleza feudal, así también será abatida por una clase, la clase trabajadora. Y si usted quiere leer la biología y la sociología tan correctamente como leyó la historia, se convencerá de que este fin es inevitable. Poco importa que ocurra dentro de un año, de diez o de mil: su clase será derribada. Será derribada por el poder, por la fuerza. Nosotros, los del ejército del trabajo, hemos rumiado esta palabra hasta el punto de que nos escuece el alma: ¡El Poder! Verdaderamente, es la reina de las palabras, la última palabra.»

Y así se terminó la velada de los filómatas.

Continuará.
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I- Los metafísicos

II – Los metafísicos

III- Los Mercenarios -El Talón de Hierro

IV – La lucha de Clases -EL TALON DE HIERRO

V – Esclavos de la máquina -El Talón De Hierro

VI- El capitalismo salvaje- El Talón de Hierro

VII- Las fuerzas de la Revolución

VIII – La clase capitalista se ha hecho pasible del delito de mala administración

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