Abel Prieto Jiménez
El Chasque 131
29/03/2024
Cuba en Resumen
El Chasque 131
29/03/2024
Conferencia magistral de Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de las Américas en el Coloquio Internacional Patria. (Parte)
1- “El rasguño en la piedra”
Agradezco a Rosa Miriam, a Ronquillo, a los organizadores de este Coloquio Patria, la invitación que me hicieron para intervenir aquí hoy, en un evento de tanta trascendencia.
Me da una gran alegría dar la bienvenida a las amigas y a los amigos que están en la primera línea de un combate tan complejo como es el de la comunicación en tiempos cruciales, en tiempos de posverdad y de colonización 2.0, en tiempos de neofascismo, en tiempos de barbarie. Gracias por venir a Cuba en este momento, en que se multiplican las agresiones de toda índole contra la Revolución.
Bienvenidas todas, bienvenidos todos. Es muy importante que ustedes nos traigan sus experiencias, sus ideas, sus propuestas, en esta época tan difícil, en que resulta más trabajoso que nunca antes llevar adelante aquella misión que se propuso el poeta cubano José Lezama Lima.
Ante el muro levantado por la estupidez, por la incultura, por la codicia, por la mediocridad presuntuosa, Lezama nos sugirió que hiciéramos un rasguño en la piedra. Esa exhortación de Lezama tenemos que aplicarla al discurso hegemónico, al discurso imperial. Debemos hacer un rasguño en la muralla de artificios, embustes y calumnias, e introducir a través de ese rasguño nuestras verdades, nuestros argumentos, y hacer lo posible por convertir el rasguño en una grieta cada vez mayor.
2-La crisis ética: “todo está permitido”
Hoy la crisis cultural es evidente. Y, con ella, acompañándola paso a paso, se ha hecho también muy evidente la crisis ética.
El horror, el sadismo, la crueldad, se nos presentan todos los días y a todas horas en nuestros móviles. Es una época en que aquella frase del personaje de Dostoievski, Iván Karamazov, tiene una vigencia que da escalofríos: “Si Dios no existe, todo está permitido”, eso dijo cínicamente Iván Karamazov, eso repiten cínicamente los poderosos de este mundo.
Para Israel, para Estados Unidos, para quienes apoyan el genocidio contra el pueblo palestino, todo está permitido.
Para quienes desde el Norte se empeñan en castigar con crueldad a los pueblos que han decidido gobernarse soberanamente; para quienes (en el colmo de la soberbia imperial) se erigen en jueces universales y reparten desde su Olimpo condenas y escarmientos; para quienes utilizan contra la Venezuela bolivariana todos los juegos sucios posibles, desde planes de magnicidio hasta el apoyo grosero a una supuesta “oposición” al servicio de Washington, todo está permitido.
El gobierno norteamericano acaba de renovar, incluso, la orden ejecutiva de Obama del año 2015, que designa a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la política exterior de los EEUU”. Se trata de un instrumento aberrante que se ha empleado para justificar las agresiones contra ese pueblo, porque son contra el pueblo, sin ninguna duda, lo repitió ahora la Cancillería venezolana. Esa orden ejecutiva funciona “como un castigo colectivo”. Y llegan a extremos grotescos, como secuestrar un avión y destruirlo. Para ellos, sin ninguna duda, como diría Iván Karamazov, todo está permitido.
Atilio Boron escribió, indignado, un texto formidable para comentar este capítulo vergonzoso de la política yanqui contra Venezuela:
“La destrucción del avión venezolano de EMTRASUR (…) demuestra con elocuencia el culto a la violencia, la destrucción y la muerte que caracterizan no solo a la política sino a la cultura estadounidense. (…) El goce obtenido por la destrucción de la aeronave (…) habla de la perversión moral que corroe las entrañas del imperio (…), de su prepotencia, de su brutalidad, de su falta absoluta de respeto por las leyes y el derecho internacionales. Martí lo advirtió: Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro, como único derecho: יּesto será nuestro porque lo necesitamosיּ. O porque así lo queremos, no importa el daño que causemos a los demás…”
“Creen en el derecho bárbaro como único derecho”, así sintetizó Martí la filosofía del Imperio, en 1891, a partir de la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, y hoy, más de 130 años después, esa sigue siendo su filosofía. Atilio habla del “goce” obtenido con ese hecho abominable y de la “perversión moral” que implica lo que hicieron con el avión venezolano. Es algo morboso, ese placer de destruir algo que pertenece a un enemigo.
Por supuesto, para los que quieren acabar con la Revolución Cubana todo está permitido. (Es obvio que también contra el pueblo cubano aplican un “castigo colectivo”). Para los que reforzaron el bloqueo contra Cuba en medio de la pandemia, viendo una oportunidad única para aniquilar a la Revolución Cubana, todo está permitido. Para aquellos que nos negaron el oxígeno medicinal y los ventiladores pulmonares, para quienes volvieron a incluirnos en la lista de patrocinadores del terrorismo, para quienes aspiran a rendirnos por hambre, por asfixia, para ellos también, evidentemente, todo está permitido.
Para los que organizaron ayer una nueva provocación contra Cuba con propósitos desestabilizadores, para los que mintieron impúdicamente ayer y mienten siempre, para los funcionarios de la embajada de EEUU en la Habana, quienes, en el colmo del cinismo, manifestaron sus preocupaciones por los derechos humanos del pueblo cubano, para ellos, todo está permitido.
3-Otro asalto a la razón
He titulado estas notas “Otro asalto a la razón”, aludiendo a un ensayo imprescindible que nos dejó el pensador marxista húngaro Georg Lukács. Su título es El asalto a la razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler y nos revela cómo la filosofía burguesa rompió con la racionalidad de la Ilustración, fue haciéndose más y más reaccionaria, más y más mediocre, hasta que terminó cayendo en brazos del fascismo.
Es muy evidente que, en la actualidad, en pleno siglo XXI, vivimos otro asalto a la razón, no guiados por Schelling ni por ningún filósofo irracionalista; sino por una industria del entretenimiento que fomenta en los receptores una adicción invencible por los estereotipos y las fábulas triviales, por el impacto abrumador de las redes digitales, por la fragmentación de los mensajes, por la invasión arrolladora de la cultura chatarra.
La carencia de sentido histórico, la desmemoria, el rechazo al más mínimo desafío intelectual, el culto a “vivir el instante” y a todo aquello que es “entretenido”, el vacío, la superficialidad, la tontería, los chismes de los “famosos”, toda esa carga cae día a día sobre las nuevas generaciones y las prepara para recibir el adoctrinamiento del neofascismo y terminar siguiendo a cualquier demagogo.
Hace dos años, en la edición del Coloquio Patria que sesionó en la Casa de las Américas, el compañero Gustavo Borges, de la Venezuela Bolivariana, líder de una de las experiencias más exitosas que hemos tenido en la batalla comunicacional, Misión Verdad, habló del “descalabro de los llamados valores occidentales, pretendidamente globales, fundados en las ideas que inspiraron profundos cambios culturales y sociales en la época de la Ilustración… La libertad, la igualdad, la fraternidad, la supuesta confianza en el razonamiento humano, el combate a la ignorancia, las odas al conocimiento, la razón y el criterio propio. Todas estas ideas (…) están en un colapso probablemente terminal”.
La demagogia fascista, basada en mensajes simples, muy rudimentarios, con una fuerte carga emotiva, en el más puro estilo de Goebbels, encuentra un terreno propicio en la regresión cultural e intelectual contemporánea.
Ignacio Ramonet, en La era del conspiracionismo: Trump, el culto a la mentira y el asalto al capitolio, examina hasta dónde ha llegado el delirio irracional del nuevo fascismo. Hace un repaso de las obsesiones más extravagantes que mueven a los seguidores de estos furibundos movimientos reaccionarios, desde aquellos que creen firmemente en que la Tierra es plana, hasta los que viven alarmados por la conspiración global de criminales y pedófilos del Partido Demócrata, opuestos a los valores familiares y cristianos y a Trump.
Frei Betto, en su conferencia “Redes digitales y educación: el secuestro de la subjetividad por el capitalismo”, dijo que “investigaciones realizadas en Brasil arrojan que los niños y jóvenes enviciados con internet presentan una considerable pérdida de la capacidad de memorización, redacción e interpretación de textos, y de expresión oral. Y muestran cada vez menos interés por la literatura. Saben usar un móvil, pero no siempre saben reflexionar”.
Esto, obviamente, no sucede solo en Brasil. Los resultados de pruebas internacionales que miden las habilidades de estudiantes de enseñanza media certifican los retrocesos dramáticos a nivel mundial en la destreza para el análisis, en la expresión oral y escrita.
Una evaluación de la “comprensión lectora” descubrió que, en Europa, en América Latina, en todas partes, se había descendido en ese índice. Algunos culparon a la pandemia; pero pedagogos acreditados dijeron que el problema es anterior a la Covid-19 y tiene que ver con un modelo educativo que se ha ido haciendo más y más “mediocre”.
El hecho es que, en móviles, tablets, en libros de papel, se lee cada vez menos. Y ha bajado la calidad de lo que se lee. Los libros de autoayuda se han convertido en una plaga. Otra plaga son las memorias que les escriben por encargo a los “famosos” para que luego las firmen y las promuevan. La inteligencia, el pensamiento, la auténtica cultura, el humanismo, están rodeados por una marea densa y opresiva.
Mientras se verifica ese repliegue global de indicadores que miden la calidad de la enseñanza y sus frutos, la estética del reality show contagia a la política, a los políticos, a la vida privada y a la pública. Una vigorosa amnesia inducida provoca el desinterés cada vez mayor por las humanidades y en particular por la historia.
En las redes predomina el intercambio emocional por sobre el diálogo. No invitan a la reflexión. Al contrario, conducen a sus usuarios a reaccionar con furia, rencor, indignación, ante la lluvia incesante de mensajes que cae sobre ellos. A través de las redes, se produce un perverso influjo en la zona irracional del ser humano —y esto es algo que el nuevo fascismo ha aprovechado con mucho éxito.
“El odio permea las redes digitales”, subraya Frei Betto. Además, “pueden asesinar reputaciones, inducir a la violencia, exacerbar el individualismo y el narcicismo”. Hay que impedir, nos dice, “que la cultura del odio prevalezca sobre la cultura del respeto y la solidaridad”.
¿Cómo cerrarle el paso a la cultura del odio? ¿Cómo levantar aquellas “trincheras de ideas” que Martí consideraba más resistentes y eficaces que las “trincheras de piedras”?
Los educadores tienen que luchar contra los efectos negativos de las nuevas tecnologías en la capacidad de concentración de los alumnos, la cual, según muchos estudios, también ha disminuido drásticamente. En este proceso interviene la lógica empresarial de las corporaciones propietarias de las redes digitales, que obtienen ventajas económicas cuando el tráfico se hace más intenso. De ahí que se favorezca la tendencia a pasar rápidamente de un asunto a otro y a rehuir los temas que requieren una mirada más detenida.
Alessandro Baricco habló, con razón, del “surfeo” sobre la información, a partir de la inclinación a deslizarse sobre la masa de noticias y mensajes que llueven sobre nosotros y a no profundizar jamás. La superficialidad y la pereza intelectual son rasgos esenciales de la crisis cultural contemporánea.
La Habana, 18 de marzo de 2024
