Claridad estratégica y flexibilidad táctica en Lenin

VALERIO ARCARY
TRADUCCIÓN: ROLANDO PRATS
JACOBIN

El Chasque 130
22/03/2024

Lecciones leninistas para el combate contra la extrema derecha.

En esta alocución pronunciada en español el pasado 3 de febrero de 2024 en la serie internacional de eventos Leninist Days/Jornadas leninistas, Valerio Arcary reactiva cuatro giros tácticos efectuados por Lenin entre febrero y octubre de 1917, transformándolos en eficaz herramienta metodológica directamente aplicable al análisis de las condiciones, los actores, las apuestas y los objetivos —pero también los distintos momentos, fases, tiempos, de toda política—de la lucha contra el auge de la extrema derecha en América Latina y en todo el mundo.

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8 de marzo

María Luisa Battegazzore
El Chasque 128
8/03/2024

El que actualmente conocemos como “Día internacional de la mujer” fue establecido por la Asamblea de la ONU en 1977. Sin embargo su historia va mucho más atrás en el tiempo. La lucha por la igualdad y la liberación de la mujer enraíza en las luchas sociales y políticas revolucionarias. Si bien pueden encontrarse precursoras como Olympia de Gourges en la revolución francesa, es en el movimiento socialista que logra su madurez y desarrollo. Sin duda existieron, desde fines del siglo XIX, movimientos que reclamaban el derecho al voto para las mujeres, integrados por mujeres de la clase media y alta. Va de suyo que esta reivindicación no tuvo eco entre las anarquistas, aunque fue recogida, tras muchas polémicas, por la socialdemocracia como un componente más en su programa.

Desde el primer pensamiento socialista, los mal llamados “utópicos”, se manifestó la preocupación por los derechos y la situación de las mujeres. Los textos de Marx y, particularmente, de Engels, abordan el problema de la situación de la mujer en la sociedad capitalista, siendo seguidos por destacados escritores de la socialdemocracia. Es en Engels que encontramos la expresión “patriarcado” como un elemento teórico.

No pretendemos ofrecer un cuadro completo del tema, sino apenas breves pinceladas con la intención de mostrar el vínculo originario de esta conmemoración con las luchas sociales y políticas de las clases populares, en particular, del proletariado organizado, así como el papel de las mujeres en esos procesos.

Proudhon fue bastante tradicionalista en ese aspecto, por más que intente revestir su visión con un argumento dialéctico, según su comprensión de este concepto.

“Cortesana o ama de llaves (ama de llaves digo, y no criada); yo no veo término medio; pero… ¿qué tiene de humillante esta alternativa? ¿En qué la misión de la mujer, encargada de la dirección de la casa, de todo lo que se refiere al consumo y al ahorro, es inferior a la del hombre, cuya función propia es la dirección del taller, es decir, el gobierno de la producción y del cambio? El hombre y la mujer se necesitan mutuamente como los dos principios constitutivos del trabajo: el matrimonio, en su dualidad indisoluble, es la encarnación del dualismo económico que se expresa con los términos generales, consumo y producción. Para este objeto se arreglaron las aptitudes de los sexos; el trabajo para el uno, el gasto para el otro; y… ¡desgraciada unión aquella en que una de las partes falta a su deber!”.1

Llega a decir que el empleo de mujeres como cajistas en los talleres tipográficos “ha herido de muerte esta noble industria, y consumado su envilecimiento”. De más está decir que estas expresiones le ganaron muchas recriminaciones de las feministas e incluso de los anarquistas.  

El saintsimonismo contó con la participación de bastantes mujeres, primero burguesas, vinculadas a los dirigentes del movimiento, pero sus campañas en los barrios populares lograron ampliar el espectro social, integrando a trabajadoras, aunque con el tiempo sus caminos divergieron. Había una sensible distancia entre “las damas de sombrero” –aludiendo a su vestimenta característica- y las obreras. En 1832 las obreras sainsimonianas fundaron el primer periódico feminista francés: La femme libre, dirigido por las muy jóvenes Marie-Reine Guindorf y Désirée Véret. Escribían muchas mujeres que firmaban con sus nombres de pila, por considerar que el apellido era patriarcal.

Flora Tristán, que concibió la emancipación femenina en estrecha unión con la lucha de clases, publicó en 1843 su libro Unión Obrera, en el que expone un proyecto para la “unión universal de los obreros y de las obreras”, sin esperar nada del Estado ni los gobiernos. Su propuesta, por la que trabajó denodadamente, tenía el “objetivo de CONSTITUIR LA CLASE OBRERA y construir varios edificios (Palacios de la UNIÓN OBRERA), igualmente repartidos en toda Francia”. Allí se educarían niños y niñas proletarios y tendrían asilo los viejos, enfermos o inválidos. Dedica un capítulo a explicar por qué hace siempre mención expresa de las mujeres. Describe en términos dramáticos la condición femenina en las clases trabajadoras –por las únicas que se interesa-, para cerrar con un proyecto de Declaración de los Derechos de la Mujer, que rematara la obra de la revolución francesa y su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Concluye que sólo con “la IGUALDAD ABSOLUTA del hombre y de la mujer” se podrá alcanzar la “UNIDAD HUMANA”. “¡Hijos del 89, he aquí la obra que vuestros padres os han legado!”. 2

En los Estados Unidos se celebró el Día de la Mujer, convocado por los socialistas, desde 1909. La segunda conmemoración, el último domingo de febrero de 1910, en Nueva York, tuvo una participación masiva, ya que en las vísperas las camiseras habían logrado, tras una huelga de tres meses, apoyada por la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres, el reconocimiento de su organización y mejores condiciones laborales y salariales.

Los conflictos de los sindicatos de costureras y obreras textiles en Estados Unidos tenía una larga historia. Eran en general inmigrantes judías e italianas, que aportaban sus propias tradiciones de organización y lucha, sometidas a condiciones de trabajo verdaderamente terribles, como quedó demostrado en el incendio de una fábrica de camisas en Nueva York en 1911, que produjo 146 muertes. En la fábrica, que ocupaba los pisos 8, 9 y 10 de un edificio en Greenwich Village, trabajaban 500 personas, la mayoría mujeres jóvenes, algunas adolescentes, que estaban encerradas e impedidas de huir de las llamas.

En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague en 1910, Clara Zetkin, propuso dar carácter internacional a la iniciativa de las compañeras norteamericanas. Se aprobó por tanto la celebración anual del «Día de la Mujer Trabajadora», en una ocasión específica, cuya fecha no se determina. Al año siguiente tiene lugar la primera celebración en Europa; por decisión de la Secretaría de Mujeres Socialistas, órgano de la Internacional, fue el 19 de marzo de 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Se supone que Alexandra Kollontai propuso esa fecha para apoyar un movimiento de lucha de mujeres en Prusia. La fecha del 8 de marzo fue adoptada en 1914 por la socialdemocracia alemana, pero más allá de relatos poco fidedignos no se relacionaba con un hecho en particular.

La chispa de la revolución contra la autocracia en Rusia

Si el Día de la Mujer nació de las luchas sociales y políticas, su celebración en Rusia en 1917 fue el germen de la revolución de Febrero y la caída de la autocracia. Recordemos que según el calendario juliano vigente en el Imperio Ruso el 8 de marzo corresponde al 23 de febrero.

¿Qué mejor que seguir los acontecimientos en el relato de León Trotski en su Historia de la Revolución Rusa?

“El 23 de febrero era el Día Internacional de la Mujer. Los elementos socialdemócratas se proponían festejarlo en la forma tradicional: con asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución. Ninguna organización hizo un llamamiento a la huelga para ese día. La organización bolchevique más combativa de todas, el Comité de la barriada obrera de Viborg, aconsejó que no se fuese a la huelga. Las masas -como atestigua Kajurov, uno de los militantes obreros de la barriada- estaban excitadísimas: cada movimiento de huelga amenazaba convertirse en choque abierto. Y como el Comité entendiese que no había llegado todavía el momento de la acción, toda vez que el partido no era aún suficientemente fuerte ni estaba asegurado tampoco en las proporciones debidas el contacto de los obreros con los soldados, decidió no aconsejar la huelga, sino prepararse para la acción revolucionaria en un vago futuro. Tal era la posición del Comité, al parecer unánimemente aceptada, en vísperas del 23 de febrero. Al día siguiente, haciendo caso omiso de sus instrucciones, se declararon en huelga las obreras de algunas fábricas textiles y enviaron delegadas a los metalúrgicos pidiéndoles que secundaran el movimiento. Los bolcheviques -dice Kajurov- fueron a la huelga a regañadientes, secundados por los obreros mencheviques y social-revolucionarios. Ante una huelga de masas no había más remedio que echar a la gente a la calle y ponerse al frente del movimiento. Tal fue la decisión de Kajurov, que el Comité de Viborg hubo de aceptar. «La idea de la acción había madurado ya en las mentes obreras desde hacía tiempo, aunque en aquel momento nadie suponía el giro que había de tomar.» Retengamos esta declaración de uno de los actores de los acontecimientos, muy importante para comprender la mecánica de su desarrollo.

Dábase por sentado, desde luego, que, en caso de manifestaciones obreras, los soldados serían sacados de los cuarteles contra los trabajadores. ¿A dónde se hubiera ido a parar con esto? Estábamos en tiempo de guerra y las autoridades no se mostraban propicias a gastar bromas. (…)

Es evidente, pues, que la Revolución de Febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias; con la particularidad de que esta espontánea iniciativa corrió a cargo de la parte más oprimida y cohibida del proletariado: las obreras del ramo textil, entre las cuales hay que suponer que habría no pocas mujeres casadas con soldados. Las colas estacionadas a la puerta de las panaderías, cada vez mayores, se encargaron de dar el último empujón. El día 23 se declararon en huelga cerca de 90.000 obreras y obreros. Su espíritu combativo se exteriorizaba en manifestaciones, mítines y encuentros con la policía. El movimiento se inició en la barriada fabril de Viborg, desde donde se propagó a los barrios de Petersburgo. Según los informes de la policía, en las demás partes de la ciudad no hubo huelgas ni manifestaciones. Este día fueron llamados ya en ayuda de la policía destacamentos de tropa poco numerosos al parecer, pero sin que se produjesen choques entre ellos y los huelguistas. Manifestaciones de mujeres en que figuraban solamente obreras se dirigían en masa a la Duma municipal pidiendo pan. Era como pedir peras al olmo. Salieron a relucir en distintas partes de la ciudad banderas rojas, cuyas leyendas testimoniaban que los trabajadores querían pan, pero no querían, en cambio la autocracia ni la guerra. El Día de la Mujer transcurrió con éxito, con entusiasmo y sin víctimas. Pero ya había anochecido y nadie barruntaba aún lo que este día fenecido llevaba en su entraña. (…)

En términos generales puede decirse que ambos polos, el revolucionario y el gubernamental, venían preparándose concienzudamente para ella desde hacía muchos años. Por lo que a los bolcheviques se refiere, toda su actuación después de 1905 se redujo en puridad a preparar la segunda revolución. También la actuación del gobierno era en gran parte una serie de preparativos encaminados a aplastar la nueva revolución que se avecinaba.(…)

Intentemos representarnos con más claridad la lógica interna del movimiento. El 23 de febrero se inicia, bajo la bandera del «Día de la Mujer», la insurrección de las masas obreras de Petrogrado, latente desde hacía mucho tiempo y desde hacía mucho tiempo también contenida. El primer peldaño de la insurrección es la huelga. A lo largo de tres días, ésta va ganando terreno y se convierte de hecho en general. No hacía falta más para infundir confianza a las masas e impulsarlas a seguir. La huelga, que va tomando cada vez más decididamente carácter ofensivo, se combina con manifestaciones callejeras, que ponen en contacto a la masa revolucionaria con las tropas. Esto impulsa al objetivo del movimiento, en su conjunto, hacia un plano más elevado, donde el pleito se dirime por la fuerza de las armas. Los primeros días se señalan por una serie de éxitos parciales, aunque de carácter más sintomático que efectivo. (…)

Los signos exteriores perdieron definitivamente su valor de criterios de medida: no hay que olvidar que uno de los rasgos principales de toda crisis revolucionaria consiste precisamente en la aguda contradicción entre la nueva conciencia y los viejos moldes de las relaciones sociales. La nueva correlación de fuerzas anidaba misteriosamente en la conciencia de los obreros y soldados. Pero precisamente el tránsito del gobierno a la ofensiva de las masas revolucionarias hizo que la nueva correlación de fuerzas pasara de su estado potencial a un estado real. El obrero miraba ávida e imperiosamente a los ojos del soldado, y éste rehuía, intranquilo e inseguro, su mirada: esto significaba que el soldado no respondía ya de sí. El obrero se acercaba a él valerosamente. El soldado, sombría, pero no hostilmente, más bien sintiéndose culpable, guardaba silencio, y, a veces, contestaba con una serenidad forzada para ocultar los latidos inquietos de su corazón. Está operándose en él una gran transformación. El soldado se libraba a todas luces del espíritu cuartelero sin que él mismo se diera cuenta de ello. Los jefes decían que el soldado estaba embriagado por la revolución; al soldado le parecía, por el contrario, que iba volviendo en sí de los efectos del opio del cuartel. Y así se iba preparando el día decisivo, el 27 de febrero”.3

1 Proudhon, Pierre-Joseph. Filosofía de la miseria. https://proletarios.org/books/Proudhon-Filosofia_de_la_miseria.pdf

2 Tristan, Flora. Feminismo y Utopía. Unión Obrera. 1977. Barcelona; Fontamara. P. 132-133. Destacados en el original.

3 Trotski, León. Historia de la revolución rusa. T. I https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1