La ultraderecha, el fascismo y el gen “rojo”

Julio Castillo
El Chasque 120
12/01/2024

Hemos visto en este período histórico de finales del siglo XX y comienzos del XXI, el resurgimiento de movimientos de ultraderecha con fuertes lazos o similitudes en las propuestas con los viejos movimientos fascistas. En el caso de Italia, sin disimulo, vuelve a la palestra política de la manos de Meloni el Movimiento Social Italiano (MSI), un partido político fascista fundado en 1946 por antiguos seguidores del dictador italiano Benito Mussolini.

Traemos una opinión de Linera, donde señala las características de estos movimientos y a su importancia o no en definirlos como “fascistas”

Sin dudas, la democracia liberal, como mero recambio de elites que deciden por el pueblo, tiende inevitablemente hacia formas autoritarias. Si, en momentos, pudo rendir frutos de democratización social fue por impulso de otras formas democráticas plebeyas que se desplegaron simultáneamente —la forma sindicato, la forma comunidad agraria, la forma plebeya de la multitud urbana—. Son estas acciones colectivas múltiples y multiformes de democracia las que le dieron a la democracia liberal una irradiación universalista. Esto pudo suceder porque siempre estaba siendo rebasada y jalada por delante.

Pero si uno deja a la democracia liberal tal cual, como mera selección de gobernantes, inevitablemente tiende a la concentración de decisiones, a su conversión en lo que Schumpeter llamaba la democracia como mera elección competitiva de quienes van a decidir sobre la sociedad, lo que es una forma autoritaria de concentrar las decisiones. Y, ese monopolio decisional por medios autoritarios y, llegado el caso, por encima del propio procedimiento de selección de elites, es lo que caracteriza a las extremas derechas. Por eso, no hay antagonismo entre extremas derechas y democracia liberal. Hay una colusión de fondo. Las extremas derechas pueden coexistir con este tipo de democratización meramente elitista que alimenta la democracia liberal. Por eso no es raro que lleguen al gobierno por medio de elecciones.

Pero, lo que la democracia liberal tolera marginalmente de mala gana, y las extremas derechas rechazan abiertamente, son otras formas de democratización, que tienen que ver con las presencias de democracias desde abajo (sindicatos, comunidades agrarias, asambleas barriales, acciones colectivas…). Se oponen a ellas, las rechazan y las consideran como un estorbo. En este sentido, las extremas derechas actuales son antidemocráticas. Solamente aceptan que se los elija a ellos para mandar, pero rechazan otras formas de participación y democratización de la riqueza, lo que les parece un insulto, un agravio o un absurdo que debe combatido con la fuerza del orden y de la disciplina coercitiva.

Ahora, ¿esto es fascismo? Difícil de decidir. Hay todo un debate académico y político sobre qué nombre tomará esto y si vale la pena la evocación de las terribles acciones del fascismo de los años 30 y 40. En el preciosismo académico tal vez vale la pena estas digresiones, pero tiene muy poco efecto político.

En América latina las personas de más de 60 años pueden tener recuerdos de las dictaduras militares fascistas y la definición puede causar un efecto en ellos, pero para las nuevas generaciones hablar de fascismo no dice gran cosa. No me opongo a ese debate, pero no veo que sea tan útil. Al final, la adhesión o rechazo social a los planteamientos de las extremas derechas no vendrá por el lado de los antiguos símbolos e imágenes que evocan, sino por la eficacia de responder a actuales angustias sociales que las izquierdas son impotentes de resolver”.

Por otro lado Dimitrov (Dirigente comunista búlgaro) definía las nuevas formas que tomaría el fascismo:

El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corruptos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un «gobierno honrado e insobornable». Especulando con la profunda desilusión de las masas sobre los gobiernos de democracia burguesa, el fascismo se indigna hipócritamente ante la corrupción”.

Lo real es que hoy estos movimientos reivindican al franquismo español y la monarquía, a Stepan Banderas, ucraniano y colaboracionista nazi, las torturas a militantes de izquierda por parte de las dictaduras latinoamericanas o como señalaba Herrera en 1937, bisabuelo del actual presidente Lacalle Pou:

«En el centro de este formidable movimiento anímico, cívico, patriótico y social, cual propulsor de la obra inmensa, la figura extraordinaria de BENITO MUSSOLINI, que llena la época contemporánea»

Es verdad que a las nuevas generaciones hablarles de fascismo no le dice mucho, pero entendemos la necesidad de ponerlo sobre la mesa, asociándolo con las políticas reaccionarias, antipopulares y antidemocráticas. Mientras no destruyamos al capitalismo y cambiemos las estructuras económicas que lo sostienen, la propia profundización de la crisis del capitalismo impulsará con más fuerza y violencia el surgimiento de estos movimientos de ultraderecha y composición fascista.

Dejamos aquí un recuerdo del franquismo que tanto defiende Santiago Abascal, presidente de VOX, amigo de Bolsonaro y Milei.

Antonio Vallejo Nájera, asesino de ideas y personas. “El doctor Mengele español” y Maestro de psiquiatras españoles. El franquismo experimentó con 50 reclusas de Málaga en busca del gen rojo. También lo hizo con componentes de las Brigadas Internacionales, y así los “estudió”.

En mayo de 1939 el afamado psiquiatra franquista Antonio Vallejo Nájera se trasladaría hasta la prisión provincial de Málaga para someter a un importante experimento racial a 50 presas republicanas, elegidas de entre todo el grupo de edades. Sus investigaciones en la cárcel le permitieron degradar hasta sus últimas consecuencias la figura de aquella mujer republicana, que tachaba en sus estudios como un “ser degenerado, lleno de ferocidad y de rasgos criminales”.

Publicaría años más tarde en la Revista Española de Medicina y Cirugía el prestigioso artículo recordando la temible influencia del “gen rojo” y la necesidad de extirparlo de entre los vencidos, según informa María Serrano. Nada se conoce de la identidad de aquellas mujeres que estuvieron expuestas durante largos días a los humillantes test psicológicos a que fueron sometidas. Con papel y pluma, el psiquiatra redactaría en un amplio informe caracterizando a sus víctimas. Aquellas “mujeres marxistas” eran cincuenta: 33 condenadas a muerte, 10 a reclusión perpetua y las 7 restantes tenían penas de entre 10 y 15 años. Ningún archivo pone nombres y apellidos a estas presas malagueñas, aunque se conoce como el temido psiquiatra las consideraba peligrosas por diferentes niveles de grupos, considerando “las más degeneradas” a las que eran marxistas y catalanas.

La crudeza de sus documentos despierta escalofríos al relatar la terrible humillación a la que fueron sometidas estas republicanas. Entre las conclusiones Nájera apuntaría que “la mujer roja y la mujer en general tenía rasgos físicos de extraordinaria inferioridad con respecto al hombre”. Además señala como otro de los puntos más importantes que “el marxismo y la revolución unidos a la mujer debían ser tratados médicamente, no políticamente”. Para este médico era una cuestión de absoluta obviedad pensar que eran “débiles mentales y analfabetas”.

El temido gen rojo.“Este psiquiatra creía que existía el gen rojo, creía que las mujeres tenían un virus que era necesario extirpar y que ser de izquierdas tenía una inconfundible relación con la perversión humana”, apunta Esperanza Bosch, autora del estudio “La psicología de las mujeres republicanas según el Dr. Antonio Vallejo Nájera”. Ante esta creencia y el éxito absoluto de las teorías de Nájera en la posguerra, las mujeres republicanas comenzaron a sufrir la verdadera degeneración por parte de la dictadura franquista. Bosch apunta que “a estas mujeres les quitaron a sus hijos para destruir sus mentes y anular sus voluntades”. Tampoco se sabe a ciencia cierta si los niños de aquellas mujeres sobrevivieron en medio de los experimentos, siendo finalmente exterminados para eliminar cualquier posibilidad de “intoxicación” de aquel gen.

Tal y como se ocurrió en la Alemania nazi posterior, el franquismo presentó estudios a través de personalidades reconocidas de la época, como el de este psiquiatra, que crearon un patrón de exterminio que justificaría las políticas contra la llamada ‘Anti- España’, llena de “masones, comunistas, librepensadores anarquistas y republicanos”. Además Nájera, nombrado jefe de los servicios psiquiátricos de Franco, se encontraba fuertemente influenciado por las doctrinas alemanas de higiene racial que luego se llevarían hasta sus extremos más pavorosos en los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Aquellas cincuenta presas fueron el primer material de estudio.

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