El Chasque 192
27/06/2025
El 27 de junio de 1973, Uruguay vivió uno de los momentos más oscuros de su historia: el golpe de Estado encabezado por el presidente Juan María Bordaberry y las Fuerzas Armadas, que instauró una dictadura cívico-militar. Este acto fue la respuesta de la oligarquía y el imperialismo al creciente poder popular, que había alcanzado su punto más alto con la unidad obrera en la CNT (1966), el surgimiento del Frente Amplio (1971) y el masivo Paro General del 13 de abril de 1972, donde trabajadores, estudiantes y sectores medios urbanos y rurales se unieron aislando a la dictadura.
El golpe y el ascenso del terrorismo de Estado
El régimen de Bordaberry, continuador de las políticas represivas de Jorge Pacheco Areco, rápidamente mostró su verdadero rostro: fascismo, persecución sistemática y aniquilación de toda disidencia. La dictadura implementó un plan de ajuste económico y represión brutal contra el movimiento obrero y las organizaciones populares, buscando eliminar cualquier resistencia a la explotación capitalista, fiel a la oligarquía a la que representaba y servía.
La resistencia heroica: La Huelga General y más allá
Frente a la arremetida dictatorial, la clase trabajadora respondió de inmediato con la Huelga General y la ocupación de fábricas, resistiendo con firmeza a pesar de la brutal represión. Aunque la huelga fue derrotada, marcó el inicio de 12 años de lucha clandestina, tortura, cárcel, muerte y desaparecidos, exilio y sacrificio, sostenida por trabajadores, estudiantes, militantes y el pueblo en general.
Legado y vigencia
Hoy, a más de cinco décadas de aquellos hechos, su memoria sigue viva como símbolo de dignidad y lucha colectiva. La dictadura cayó en 1985, pero las enseñanzas de aquella resistencia se mantienen en un mundo donde el autoritarismo y la represión, la ultraderecha y el fascismo aún amenazan a los pueblos.
Recordar el golpe y la huelga no es solo un ejercicio de memoria, sino una advertencia contra el olvido y un llamado a defender la democracia, la justicia social y los derechos conquistados.
Un pueblo que no olvida su historia, está mejor preparado para enfrentar los desafíos del futuro.
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